Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

PRIMER ENCUENTRO - PRIMERA GUARDIA


—Y entonces, algunas personas del pueblo empezarán a desaparecer tres días antes de la navidad, para nunca más volver.

Jeffrey miraba al viejo Albert Crowell —quien acababa de contar la historia a la luz del único farol a keroseno que había en la casilla— con los ojos muy abiertos. Aquella noche era su primera guardia, y sus superiores no le habían dicho el motivo de su traslado tan repentino. Había tenido que viajar ciento diez kilómetros desde su casa en Morinville hasta el pueblo de Weston, donde se encontraba el cementerio de Saint Michael. Cuando le preguntó si habían reportado algo anormal en la agencia de policía, el viejo sepulturero había comenzado a contarle una historia horrible, acerca de un asesinato sin resolver y el espectro vengativo de un niño muerto. Jeffrey era un escéptico, siempre lo había sido, pero había algo en aquel hombre y su historia que le ponía los pelos de punta. No sabía si se trataba de aquel cuento en sí, o su aspecto. Prominente calvicie, finas hebras de cabello blanquecino detrás de la nuca, dientes putrefactos que iban en vertiginosa decadencia, un ojo ciego completamente gris, y su eterno cigarrillo de tabaco para armar en la comisura de los labios. Parecía que toda su imagen personal se hubiera mimetizado con el ambiente fúnebre y espantoso del cementerio.

La puerta del rancho se abrió de golpe, y Jeffrey se sobresaltó dando un pequeño saltito en su silla. William Crowell, hermano menor del viejo, ingresó portando otro farol. La luz del mismo iluminó por un instante la placa en la solapa del joven policía, haciendo un leve destello. Afuera, nevaba copiosamente. El sobretodo negro de William estaba coronado de blanco encima de los hombros y parte de la capucha.

—Ya le estas contando esa vieja historia al pobre chico, ¿eh? —comentó.

—No es solo una historia, Will. Todos los años sucede, exacto como un reloj suizo.

—Ya —asintió su hermano, cansado de escuchar siempre lo mismo. Luego miró a Jeffrey, y le hizo un gesto de cabeza—. Acompáñeme, agente Donson. Haremos una recorrida antes de la cena.

Jeffrey se puso de pie, tomando el chaquetón que había colgado en el respaldo de la silla, y se lo puso rápidamente junto con la capucha en la cabeza. William lo esperó, mientras tanto, con la puerta abierta. Cuando el policía salió, cerró tras de sí.

Afuera, el clima nocturno era helador. La densa neblina y la nieve que flotaba en el aire no ayudaba en lo más mínimo para combatir el mal repelús que sentía gracias a la historia del sepulturero. El silencio nocturno del cementerio era ensordecedor, los pasos de ambos sobre la gravilla se escuchaban con claridad, mezclado con el suave ulular de algunos búhos, que los miraban al pasar. Al ver la expresión cabizbaja de Jeffrey, William habló:

—No se habrá creído ese cuento, ¿verdad, agente Donson?

—No, claro que no. Pero no deja de ser una historia horrible, más aún de la forma que su hermano lo cuenta.

—¿Qué le ha contado?

—Me dijo que aquí está la sepultura de Jacob Eisen, un niño judío a quien un antisemita radical secuestró, torturó y asesinó en la navidad del setenta y cuatro —Jeffrey comenzó a relatar, a medida que caminaban—. Su secuestro se produjo tres días antes de la navidad, y durante ese tiempo lo torturó de formas que no me atrevo ni siquiera a repetirle a usted. Luego lo ejecutó en la madrugada y arrojó el cuerpo en el lago Sylvan, de donde nunca lo pudieron rescatar, a excepción de un collar con su nombre y el tipo de sangre, ya que era AB negativo y padecía una insuficiencia. Desde ese entonces, se cree que el espíritu furioso de Jacob vuelve todos los años, acompañado de un ente oscuro de gran altura y aspecto terrible, buscando venganza quitándole la vida a otras personas.

—Pues no le ha mentido. La tumba de Jacob existe, ciertamente —comentó William. Jeffrey lo miró con asombro—. Es la mala historia del pueblo, agente Donson, nuestro pasado oscuro. Y una verdadera lástima que le haya ocurrido algo así a un pobre angelito. Pero también es nuestro cuento de brujas más famoso y popular. Si me permite que le diga, yo no creo en el fantasma del niño ni en el supuesto demonio que controla. He trabajado toda mi vida administrando este cementerio, al igual que mi hermano, y nunca hemos visto nada fuera de lo normal. Albert solo se ha divertido con usted, como con cada persona a quien tiene la oportunidad de asustar un rato, no se preocupe.

Jeffrey meditó en sus palabras, en medio del silencio y la brisa nocturna. Nunca había deseado tanto estar enredado en los brazos de Alenna, su esposa, como en esa noche, bajo el desamparo de la nieve y las historias de mierda que aquellos dos sujetos le hacían escuchar. Ella siempre le preguntaba si la carrera de policía era lo mejor, si era lo que realmente deseaba para su vida. Y aunque Jeffrey se lo había replanteado varias veces, al final tenía que reconocer que adoraba la profesión. Tenía muchas cosas buenas, también tenía muchas cosas malas, como la situación donde se encontraba ahora mismo, por ejemplo.

—Comprendo, en este tipo de lugares siempre se propician historias para contar en la madrugada —opinó.

William lo miró, nuevamente, de reojo. Su aspecto, en comparación con su hermano, era mucho mejor. Al menos tenía todos los dientes, cabello más poblado, y muchas menos arrugas. Jeffrey suponía que debía rondar los cincuenta y pocos años.

—¿Puedo preguntar a que lo enviaron, señor Donson? —dijo.

—Pues no sé mucho más que usted. Me avisaron ayer por la tarde que debía cumplir un servicio de vigilancia en este lugar, por las festividades.

—Entiendo.

—¿Qué es lo que sucede aquí? Supongo que por algo me encomendaron vigilar.

—Estas fechas siempre son una mierda, agente Donson. La gente viene a visitar a sus seres queridos con más frecuencia que el resto del año, y a menudo aparecen vándalos, que se llevan adornos de bronce o saquean las tumbas.

—¿Saquean? ¿Por qué?

—El contrabando de osamentas para las universidades y escuelas. Es más fácil comprar un esqueleto a mitad de precio con un cuervo, que así es como le decimos a los saqueadores de cuerpos, que a la morgue estatal.

—Que espanto.

—Espantoso, e indigno —se detuvo al pie de un enorme y frondoso arce e hizo un gesto con la cabeza—. Aquí es.

—¿Aquí es qué? —preguntó Jeffrey, sin comprender. Entonces siguió con la vista hacia donde miraba, y lo vio con horrenda claridad aun en la penumbra de la noche.

Allí estaba la lápida de Jacob, aquel niño judío, con el nombre medio cubierto por la nieve. Se acuclilló frente a ella y le apartó la nieve con las palmas de las manos, y en aquel momento pudo sentir el escalofrío más intenso de toda su vida.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro