
Cap. 17 Una decisión, o tres...
Emy le dice a Oliver que quiere dar una vuelta antes de subir a casa y sigue caminando mientras él la observa alejarse.
Después, Oliver sube a casa, donde encuentra a Alan dando largas zancadas de un lado a otro, mordisqueándose una uña, notablemente nervioso:
—¡Oliver, por fin! Todavía no he localizado a Emy. ¡Joder, tío, la hemos cagado bien!
—Acabo de hablar con ella —le dice Oliver.
—¿Qué? ¿Cuándo? ¿Qué te ha dicho? ¿Sigue enfadada?
—Espero que se le pase pronto, pero sí, sigue enfadada —Oliver va a la nevera, coge una cerveza y le ofrece otro botellín a Alan, quien acepta con un gesto de su cabeza.
—El gilipollas de Cooper podría haber tenido la putaboca cerrada...
—Sí, aunque no tendríamos que haber dejado que ocurriera esta situación, Alan. Hemos sido muy capullos. Y egoístas. Tendríamos que haberle dicho la verdad a Emy.
—¿Le has contado que se lo ocultamos porque no queríamos que se fuera con ese imbécil?
—Sí.
—¿Y que no tiene intención de ofrecerle ningún trabajo?
—Sí.
—¿Y que es un falso que está mintiendo con intenciones mucho menos...?
—¡Sí, Alan, sí! —le interrumpe Oliver, alzando ligeramente la voz.
—¿Y...? Lo mandará a la mierda, ¿no?
—Me ha dicho que se va.
—¿¡Qué!? ¿¡Con él!? ¿¡ A Los Ángeles!?
—Sí. La hemos cagado, Alan.
—Joder...
Los dos amigos se dejan caer en el sofá, abatidos, arrepentidos. Los dos quieren aferrarse al mismo pensamiento; que cuando Emy piense detenidamente en todo lo ocurrido, se replantee su decisión. Que quizás solo se haya dejado llevar por el enfado y la decepción, que no es cierto que vaya a marcharse. Pero los dos tienen el corazón encogido, porque la posibilidad de que Emy se marche es una realidad que ninguno es capaz de soportar.
Se quedan en la misma posición, en silencio, cada uno sumido en sus propios pensamientos, hasta que Emy regresa a casa un par de horas más tarde.
Cuando entra y los ve allí sentados, se planta delante de ellos, mirando a uno y a otro, mientras mantiene un duro debate interno, decidiendo si seguir firme en su idea de marcharse o atender a esa voz en su cabeza, que le grita que no iba a ser feliz separándose de esas dos personas a las que adora.
Y como no sabe qué decir, ni ellos tampoco le preguntan nada, les da las buenas noches y se va a su habitación.
Al día siguiente, ella sale muy temprano de casa, así que cuando Oliver se levanta, Emy ya se ha marchado, y así se lo comunica a Alan, cuando este también sale al comedor, mucho antes de su horario habitual, con la intención de encontrarse con ella.
—Has madrugado en vano. Ya se ha ido.
—Joder, Oliver, tenemos que hablar con ella. No podemos permitir que se marche así. Si decide irse, al menos que esté convencida de que es lo que realmente quiere. Tiene que saber que ese tío solo quiere engañarla.
—Eso ya lo sabe, se lo he dicho.
—Entonces, ¿qué hacemos?
—Esperar —dice Oliver con resignación. Y se levanta para arreglarse e ir a trabajar.
Emy se ha levantado muy temprano, después de estar prácticamente toda la noche en vela. La idea de irse a Los Ángeles tenía una motivación profesional, principalmente, aunque tampoco le desagradaba acompañar a Cooper, de quien solo había conocido una versión de su personalidad muy agradable.
Sin embargo, lo que le había contado Oliver respecto a él, le había dejado muy confundida. Sabía que Cooper era uno de esos tipos excesivamente seguros de sí mismos, acostumbrado a conseguir lo que se propone, sabedor de que su estatus de poder, sumado a su atractivo, le hacían creer estar por encima del resto de la humanidad. Y no le cabía ninguna duda de que tendría un gran éxito con las mujeres. Pero nada de eso le había impresionado a ella, ni le había condicionado para querer seguir manteniendo el contacto con él.
Lo que no esperaba es que se mostrara tan manipulador, por lo que no se iba a quedar con las ganas de descubrir hasta qué punto, sus amigos habían malinterpretado sus palabras.
Cuando llama a la puerta de su habitación, Cooper se queda sorprendido al encontrarse allí a Emy. Se acaba de levantar de la cama y no puede presumir de tener un buen despertar:
—¿Emy? ¿Qué haces aquí? —pregunta malhumorado.
Emy empuja la puerta para abrirse paso, sin esperar a la invitación de Cooper y se planta en medio de la enorme habitación donde, en una esquina, puede ver las sábanas de la cama revueltas. Por lo que, antes de empezar su discurso, le pregunta:
—¿Estás solo?
—Hasta ahora, sí, lo estaba —responde Cooper, cerrando la puerta.
—Vale. He hablado con mis amigos. Ya sé toda la verdad respecto a la salud de Alan. Sé que no se va a morir, al menos de momento, y que no puedo utilizar esa posibilidad como excusa para no irme contigo. Ahora bien, no sé si...
—Espera un momento —la interrumpe Cooper, acercándose a ella, con el pelo despeinado, vestido solo con unos short y la cara todavía hinchada tras las horas de sueño—: ¿Y qué te ha parecido el ruin comportamiento de tus amigos?
—Eso no es asunto tuyo. Es una cuestión personal que ya me encargaré de solventar. Lo que ahora me interesa saber es...
—Escúchame —la vuelve a interrumpir Cooper, suavizando el tono de su voz, más condescendiente, y poniendo las manos sobre sus hombros—: Imagino que habrá sido un duro golpe para ti, Emy. Que alguien a quien quieres tanto traicione así tu confianza es horrible. Lo sé, porque yo también he pasado por algo parecido. Quiero que sepas que puedes contar conmigo para lo que necesites.
Emy frunce el ceño, sorprendida ante esa actitud que no esperaba. Ese hombre consigue desconcertarla, pero no es el primer seductor experto con el que se topa y que siempre sabe qué palabras decir, para que sean las más acertadas y mejor efecto causen, aunque no las sienta. Y algo en su gesto le dice que Cooper no está sintiendo nada de lo que dice. Por eso, contesta:
—Agradezco tu apoyo, Cooper, pero no he venido aquí para buscar consuelo. Quiero que me respondas a algo y me gustaría que fueras completamente sincero. ¿Quieres que me vaya contigo porque me quieres ofrecer una oportunidad de trabajo o de meterme en la cama contigo?
—Oh... A eso se le llama ir directa al grano, ja, ja, ja. Pero Emy, yo no...
—Mira, te voy a ahorrar un montón de tiempo —le interrumpe Emy—: No necesito que me impresiones con tus aires de grandeza, de empresario joven y adinerado, para ligar. Me acostaría contigo si me gustaras y yo te gustara a ti, así de sencillo. No lo haría a cambio de que me prometieras un trabajo, un apartamento con vistas a Malibú o amor eterno. No me gustan las promesas sin fundamento. Yo soy muy sincera y directa, así que me gusta que también lo sean conmigo. Te voy a repetir la pregunta: ¿hay una oferta laboral en Los Ángeles para mí, sí o no?
Cooper se queda observándola con los ojos muy abiertos y una sonrisa amable en su cara. Vuelve a constatar que esa chica es sorprendente, y a él sí le gustan las sorpresas, pues hacía mucho tiempo que había dejado de creer que alguien le provocara ese efecto. Pero Emy lo había conseguido una vez más, y eso despertaba en él su admiración por ella, así como un sentimiento prácticamente desconocido, que le incrementaba sus ganas de llevársela a Los Ángeles de inmediato. Tras unos segundos, finalmente responde:
—A ver, Emy, Los Ángeles es la cuna de las oportunidades, allí está la central de la...
—No me estás respondiendo. Necesito saber cuál es tu verdadero propósito para invitarme a ir allí contigo. Y te vuelvo a insistir; quiero que seas totalmente sincero.
Cooper toma aire profundamente, se lleva una mano a la frente y se da cuenta de que esa chica le ha dejado sin saber qué decir. Necesita tiempo para pensar, para elegir el discurso más acertado, para ser sincero, pero no completamente, pues sabe que la decisión que tome Emy pende ahora mismo de un hilo. Así que, se da la vuelta y camina hacia la ventana, de espaldas a ella. Quiere ocultar su rostro, pues teme que su expresión le delate, ya que siente que acaba de perder el control de la situación, algo a lo que no está acostumbrado.
—Está bien —dice, de cara a la ventana—: No puedo asegurar que haya un puesto vacante ahora mismo para ti en la compañía, aunque creo que tienes mucho talento y que podrías trabajar con nosotros en cuanto fuera posible. Ahora bien, debes disculpar que haya intentando utilizar esa opción como excusa para convencerte de que me acompañes, pues desde que te he conocido, no he dejado de pensar en cómo podría hacer que pasáramos más tiempo juntos, que me permitieras mostrarte al Cooper hombre, y no al Cooper empresario, a quien solo quisieras acercarte por intereses profesionales. Quería aferrarme a una mínima oportunidad de que me conocieras realmente.
Ahora es Emy quien se queda sin palabras. No esperaba esa respuesta. Le parece que está siendo sincero, pero ya no sabe qué pensar. Como sigue el silencio entre ambos, Cooper lo interpreta como una buena señal de que su discurso ha calado en ella, así que continúa hablando:
—Solo te pido que me perdones por haber mantenido ocultas mis intenciones, pero temía tanto tu rechazo como mostrarme vulnerable.
Mientras tanto, Alan no para de enviarle mensajes a Oliver, que él no puede atender porque está en clase, aunque escucha las notificaciones en su móvil, que ha dejado encendido por si recibía alguna palabra de Emy. Así que, con disimulo, va echando un ojo a la pantalla de vez en cuando, hasta que, cuando tiene por fin un descanso, llama a Alan:
—¿Qué te pasa? Mi móvil no para de sonar —protesta Oliver, en cuanto Alan le contesta.
—Pensaba que tendrías el teléfono apagado, como haces siempre. Esperaba que los leyeras cuando terminaras.
—Lo he dejado encendido por si... Bueno, dime, qué quieres.
—He tomado una decisión —le dice Alan—. Si Emy se va, me voy con ella.
—¡¿Qué?! Pero...
—Y tú también puedes pedir un traslado. Tenemos que protegerla de ese imbécil. Seguro que quiere impresionarla con su puesto directivo, sus contactos, su casa en la playa... No podemos dejarla ir sola, Oliver.
—Y yo no puedo dejar mi puesto en la universidad así como así, Alan. Perdería mi trabajo y tendría que buscar uno allí como profesor. Mi nivel de inglés es muy bajo y...
—¡Pues lo buscas! Tenemos que irnos con ella. Yo me voy a ir. Y no vamos a dejarte aquí solo, así que tendrás que tomar una decisión.
El resto de la mañana, Oliver no puede mantener la concentración. Le cuesta dar las clases, está distraído, nervioso y cuantas más ganas tiene de que pasen las horas, los minutos parecen querer ir más despacio. Pero por fin termina su jornada y se marcha a su casa rápidamente.
Antes de entrar en el portal, alguien le toca en el hombro. Cuando se gira, se encuentra a Desi, acompañada de una joven muy atractiva.
—Te he llamado varias veces, pero no me contestas —le dice Desi—: La boda es ya dentro de dos semanas y no hemos podido hablar sobre...
—Lo siento, Desi, he estado muy ocupado —responde Oliver, cayendo en la cuenta de que nunca había encontrado el momento para devolver las llamadas que nunca había tenido tiempo de responder.
—Mis padres quieren conocerte antes de la boda. Por cierto, esta es mi hermana Sandra.
—Encantada —responde Sandra extendiendo su mano. Y a continuación, añade—: No tendrás un amigo tan guapo como tú, para que quiera acompañarme a mí, ¿verdad?
—¿Perdona? —pregunta Oliver extrañado.
—Ah, no, no soy yo la hermana que se casa. Yo soy la mayor. La que se casa es Sofía, la pequeña. Así que te puedes imaginar lo empeñado que está mi padre en buscarme un novio a mí también.
—Ya...
—Quizás, ese amigo tuyo que ha ido a visitarte alguna vez a la universidad... —empieza a decir Desi.
—No, está fuera. Y no tengo más amigos, lo siento —añade Oliver en un tono cortante.
—He pensado que podríamos quedar a tomar un café y preparar algunas respuestas para las preguntas que seguro quiere hacerte mi padre —le propone Desi.
—La verdad es que estoy muy ocupado, Desi. Estoy pasando por una etapa algo complicada y...
—Por favor, Oli, es muy importante. Ya que me estás haciendo este grandísimo favor, no vamos a cagarla, porque si no, no habrá servido para nada.
—Es que están siendo unos días difíciles que...
—Oli, te lo suplico...
—Desi, no le agobies —interrumpe Sandra—: Bastante está haciendo con aceptar tu disparate de propuesta.
—Gracias —dice Oliver, agradeciendo sinceramente las palabras de su "cuñada".
—No tienes que dármelas —sigue diciendo Sandra—: Ninguno de mis amigos ha querido hacerme un favor parecido. Y eso que les he ofrecido hasta dinero. Pero mi hermana Desi siempre ha sido más convincente, o insistente, no sé qué término la define mejor. Tenía mucha curiosidad en conocer al chico que mi hermana había conseguido, porque no imaginaba que fuera real, por la descripción que había hecho de ti. Pero ya veo que no exageraba. Se te ve un tío muy legal.
—Vaya... gracias.
Oliver se queda mirando a Sandra y ella se sonroja, un gesto que le provoca mucha ternura. Piensa que, finalmente, aceptar la propuesta de Desi puede resultar beneficioso para él, pues su hermana le ha causado muy buena impresión.
Desi se da cuenta del peculiar silencio que se ha creado entre ellos, y comprueba la sonrisa tímida de su hermana, que tan bien conoce, y que demuestra que Oliver le ha gustado. A él no le conoce tanto, pero sí es consciente de cómo está mirando a Sandra, así como del atractivo de ella, así que no le cuesta pensar que entre ellos pudiera haberse despertado una atracción.
—Entonces, ¿qué? ¿Podríamos quedar algún día a tomar café? —pregunta Desi.
—Sí, ahora —responde Oliver tras unos segundos, pues así también podría aprovechar la compañía de Sandra.
—¿Un café, ahora? —pregunta Sandra—: Mejor una cerveza, ¿no te parece?
—Me parece perfecto.
Y los tres se dirigen hacia una terraza próxima, para tomar un ligero aperitivo antes de comer y preparar esas posibles respuestas.
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Otra pieza en juego y algo me dice que puede influir en la decisión que tome Oliver.
Alan ya parece que ha decidido marcharse con Emy, si es que esta se va finalmente a Los Ángeles. Oliver lo tiene más complicado y, aunque no le agrada nada la idea de separarse de sus amigos, quizás conocer un poco mejor a Sandra sea una motivación para soportar su posible soledad.
¿Qué creéis que pasará?
Os lo cuento en el próximo capítulo.
Cavaliere
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