XXX
Wang se apretó el entrecejo en consecuencia a la confirmación de Seiryu.
—¿Te has dado cuenta lo que has puesto en marcha, Seiryu?
Seiryu alzó la mirada, con prepotencia y una serenidad abismal, eso molestó al Dragón Imperial, Seiryu tendía a tratarlo como menos sólo porque nació de su Chi. Negó con la cabeza mientras suspiraba, causando que un halo se formase en el lugar.
—No podrán destruirlo, es imposible —dijo—. Su esencia misma está atada a este universo; ¿existe alguna manera de destruir un universo entero? —Nadie respondió—. Exacto, es imposible. Lo que sí podemos hacer es fraccionar su esencia a niveles mínimos para que le tome miles de años recuperarse, mas todo es incierto.
—¡Responde! —rugió Suzaku, empezando a elevar su temperatura—. Si sabías que esta lucha no tenía un objetivo claro, ¿por qué la empezaste?
Oh, pobre Suzaku que no veía todo con claridad. Wang inspiró profundo, pese a no tener necesidad, el plan de Seiryu era bueno, claro, pero los resultados serían nefastos. Wang había visto posibles futuros al otear el Reino Espiritual, pero ahora temía hacerlo, porque estaba seguro vería un único desenlace.
—Tú no tienes derecho a réplicas, Suzaku, cuando seguiste las órdenes de Byakko y su estúpido intento de mejorar todo, sólo lograste aumentar el desequilibrio —finiquitó Seiryu. Volviéndose hacia Wang, continuó—: No lo dije porque no estaba seguro, sin embargo, al verlos luchar, lo noté. La maestra a quien Po Ping ama es absolutamente digna de tu poder, Suzaku, eso ni tu lo puedes negar, las pruebas que se requieren con cada uno de nuestros Chis para ser activados no están hechas por gusto.
»En cuanto a Fai Zhang, Wang, acabas de darte cuenta, ¿no es cierto? Su orgullo ha despertado la totalidad de su poder.
—Aún no lo despierta por completo —terció el dragón—. Sigue sin activar una parte importante, pero te sigo.
—Y Po Ping es claro ejemplo de que por amor se hacen actos de extrema valentía.
—O estupidez —gruñó Suzaku.
—Alto ahí. —Wang alzó una pata—. Si a esos puntos nos vamos, Fai también es digno de mi poder. Todos mis guerreros deben sufrir para poder despertarlo, no todos lo superan o lo aceptan. Posee dos Joyas, de ser así.
—Tigresa también —añadió Suzaku—. Ha demostrado que es digna de mi poder, sumado al amor incondicional que le tiene tu Guerrero, Seiryu.
—Exacto, y ahí es donde flaquean. —Los ojos de Seiryu brillaron de un azul tan intenso que parecía malévolo—. Fai Zhang es digno y está orgulloso de quién y qué es, pero no tiene amor. Lo tuvo, lo reconozco, aunque murió por tu misma naturaleza, Wang. Tigresa, sin embargo, posee el amor y la dignidad, pero le falta el orgullo; si no se siente cómoda con su especie, con su Casa, no podrá llegar al estado que necesito. —Inspiró, sonriendo—. Po Ping, en cambio, posee el amor por la maestra tan fuerte que ya ha demostrado que moriría por ella; la dignidad, demostrando que puede ser mi Guerrero y que lo merece; y el orgullo de quién es y en qué se ha convertido.
Ante la lógica del dragón-panda, Wang no halló forma de contradecirlo o responderle, tenía razón en cada una de sus palabras. Y no necesitaba oír más para saber que Seiryu tenía planeado todo desde el principio, conocía a su Guerrero de una forma increíble, tanto que previó su muerte para poder enseñarlo y despertarle los Límites y abrirle los Puntos, para lograr así que el único a quien le fuese posible ponerle un alto a Qilin fuese él.
Para que entrara en el Samsara.
Pero eso...
A veces, incluso para él, los métodos de victoria de Seiryu eran despreciables.
Respiró con tranquilidad varias veces, memorizando la sensación que le recorría el cuerpo; el aire que se ondulaba como una serpiente por sus brazos, la corriente danzante en sus pies, y la manera en que el viento bailaba por todo el lugar, ligero y flexible. Aunque ahora no tuviera alguna protección de Chi, o armadura como con los Rollos Imperiales, se sentía impenetrable. Alzó la pata con la que no sostenía su espada e hizo que en sus dedos bailara una corriente de aire tan densa que parecía una bolita, la deshizo y sonrió, comenzando a comprender cómo usar todo a su favor.
Se impulsó a tal velocidad que el viento formó una esfera que lo recubrió, mientras se movía tan rápido hacia Girei que los muros y casas en su visión periférica se desdibujaban. Atravesó las defensas que eran las Sendas gacela, que luchaba contra un Ru-Byakko, y a una Senda loba, a la que se dirigían el Dragón y la Fénix. Al momento de llegar y estar al frente de Girei, el tigre abrió los ojos por la sorpresa, pero sonrió con superioridad, tras una especie de pared transparente.
Fai alzó la pata y le dio un mandoble con la espada, pero ésta fue rechazada tan fuerte que por poco se le salía de las patas. El aire a su espalda se caldeó con ferocidad. Al volver la mirada, pudo agacharse para esquivar un rayo que el cuerpo de Ru-Byakko soltó y que se dirigió hacia Qilin, tras el tigre con el pelaje rojo sangre seca. El león notó que el rayo se desvió al tocar la pared que Girei mantenía, para moverse como si fuera un líquido cayendo por el desagüe, siendo éste la boca del tigre.
«Un escudo que le da más poder», razonó Fai, alzando la mirada hacia el cielo, cavilando si un tornado podría romperlo. «No, le faltaría potencia.»
Bajó la vista, buscando los ojos negros del tigre, hallándolos, y comenzando a mover el brazo libre de forma circular, atrayendo a los vientos para condensarlos en la espada y así poder lanzar el ataque. Acumuló hasta el punto en que la espada Hsu y su brazo ya no eran tales, sino que eran un huracán en miniatura.
Atacó. Cuando la hoja golpeó el vacío, el aire comenzó a separase de él y ser absorbido por Girei, quien lo veía cada vez más arrogante; cuando se quedó sin viento, Fai fue despedido contra el suelo. Se levantó y miró furioso el muro. «Tiene que haber alguna manera.»
Un reflejo lo cegó unos instantes, uno que vino de uno de sus dedos. Al ver de dónde, sonrió: el anillo que Wang le dio. El que tenía un poder para sellar.
Dio un salto atrás, alejándose unos palmos de Girei, mirando de reojo al Dragón y la Fénix luchando con unas especie de clones o encarnaciones elementales de la Senda con aspecto de loba, clavó la espada en el piso y se llevó una pata a la otra, sujetándose el anillo. Lo giró una vez, sin sentir el poder que el dragón le hubo dicho. Una segunda vez; lo mismo. Al girarlo una tercera, la argolla comenzó a brillar de un dorado intenso.
Se la quitó y arrojó hacia el muro. Éste lo detuvo como si fuera el mismo Chi que Girei absorbía, mientras que la Senda se quedó observando el anillo con curiosidad, aumentando su brillo más y más. Y de repente, ¡ffzzz!, un zumbido proveniente del anillo cual cañones a propulsión dentro suyo, seguido de un ventarrón carmesí, como sangre evaporándose, que envolvió a Girei y al muro de vació que creaba. Implosionó, y Girei saltó, justo antes de que fuera absorbido por el viento que fue engullido por el anillo, el cual se quebró.
Cuando la Senda aterrizó frente a Fai, se tronó los dedos, con el ceño fruncido.
—Pagarás por esto —gruñó—, te mataré.
Fai fue a tomar su espada del suelo, mas se abstuvo por alguna razón. No tenía motivo alguno para no usarla, sólo que se sintió raro peleando con la espada. No... era que quería sentir cómo le rompía los colmillos a Girei con sus propias patas.
—Me lo dicen mucho, realmente —se burló—, pero mírame, aquí estoy.
Girei rugió y expulsó gran cantidad de electricidad de sus patas, en dirección a Fai. No obstante, él lo esquivó con estirar una pata y con una corriente del aire, desviar el rayo. Eso se le hizo estúpido, ¿lo atacaba a él con rayo? ¿Rayos? No había manera que lo venciera de esa forma, cuando el viento superaba al rayo. Claro que en grandes cantidades podría, sin embargo, comenzaba a entender que el elemento que él usara en el momento se debía al que absorbía, y resultaba que el que más había comido eran los rayos de Byakko.
Tenía esta pelea en el bolsillo siquiera antes de comenzar.
Se agachó y atacó, lanzando un derechazo que conectó en el costado del tigre, seguido de uno en la mandíbula y una patada giratoria a la cabeza, enviándolo al suelo. Se sentía más veloz, y se movía más veloz también; el viento le estaba llevando a límites más lejanos que los que una vez supo de sí mismo. Saltó y pateó el aire, enviando un látigo hacia Girei, que lo hizo alzarse y chocar contra una pared.
Éste intentó emanar corrientes eléctricas, imitando a Byakko, mas a Fai le bastó con sólo ordenarle al aire formar una especie de ventarrón protector, que giraba alrededor de su cuerpo y desviaba los rayos a cualquier lado, manteniéndolo a salvo. Estiró las dos patas al frente y expulsó a chorro una cantidad barbárica de aire, pegando a Girei contra la pared e impidiéndole hasta parpadear.
Empezó a lanzar puñetazos, peleando como cuando una vez vivió en las calles con Yuga, sin detenerse y descansar, en dirección al tigre, lanzando pequeños ventarrones condensados que tomaban el tamaño de una pelota y que se detenían al golpear a Girei. Repetidas veces. Una y otra vez. Hasta el cansancio.
Luego de un rato, se detuvo, observando a la Senda respirar con agotamiento y chorreándole icor negro de varias heridas; intentó atacar, pero Fai lo esquivó ladeándose y, luego de dar una vuelta completa, lanzó una patada que envió un poco de aire hacia él, dejándolo nuevamente en la pared.
—Pensé que valdrías la pena —dijo, con un tono decepcionado. Se había esperado más, tantos años ansiando al asesino de Yuga y Zhang, imaginando su sangre corriendo por sus garras, pero ahora que lo enfrentaba, se decepcionaba de qué era—. Eres sólo un cobarde que roba habilidades y las usa en contra de su portador. Dime algo... —Empezó a mover las patas con movimientos circulares, ocasionando que el aire empezara a girar en el cuerpo de Girei y lo alzara— y dime si tengo razón: ¿absorbiste tanto poder de Byakko que ahora no puedes comerte este viento? ¿O este viento es mucho para ti? —El aire formó una burbuja en la cabeza del tigre—. Vamos, ¡cómelo!
Fai siguió moviendo las patas, brazos y dedos, como si hiciera una extraña danza, haciendo que la burbuja de aire en la cabeza de Girei creciera más y más. La Senda cayó al suelo porque así Fai lo ordenó, y ésta empezó a darse golpes intentando soltarse de la burbuja, pero no tenían efecto, ni siquiera los que iban cargados de relámpagos.
Sin embargo, Fai con unos movimientos más rápidos y menos amplios, aunque igualmente circulares, empezó a introducirle aire a Girei a través de las fosas nasales y la boca, cada vez más, haciendo lo opuesto a una asfixia.
—Tómalo todo —ordenó, cruzando los brazos y haciendo un gesto de aprisionamiento, observando cómo el pecho de Girei se abultaba más y más, seguido del estómago y la piel.
Girei cayó de rodillas, y segundos más tarde al suelo, dando espasmos mientras Fai captaba pequeñas corriente de aire a presión saliendo por las heridas. Con unos últimos espasmos, la Senda no se movió más; muerta. No obstante, para asegurarse, de una patada hizo que un ventarrón lo lanzara al aire; saltó y giró varias veces sobre sí mismo, acumulando viento en su pata, asemejando la punta de una flecha o la hoja de una espada, para liberarlo todo de golpe cuando Girei caía inerte al suelo, cortando su cuerpo en dos.
Al ambos caer a tierra, los dos trozos parecían dos piedras y Fai volvió la mirada hacia donde el Dragón y la Fénix. Abrió los ojos con sorpresa y tragó grueso, como siempre había estado levitando no sintió el temblor del suelo bajo sus pies, pero ahora comprendía que no tenía tiempo que perder. Porque del Valle, ascendiendo con una velocidad atrapante e hipnótica, estaba lo que podría ser la perdición de todos.
Primera lección en un enfrentamiento entre dos seres sobrenaturales: no interrumpirlos. Ésta regla fue la que Po creó en su mente cuando, faltando poco para llegar con Byakko-Ru, éste esquivó dejándose caer hacia atrás, un espadazo horizontal doble con las espadas gancho de la Senda gacela con la que luchaba, para mientras caía, observarlos con un ceño fruncido. Po sintió un escalofrío recorrerle la espalda al notar que él no poseía ojos como tal, sólo una cuenca llena de luz y energía de la cual salía una hebra de luz que, supuso, era donde se debía hallar la pupila. Acto seguido, Byakko-Ru evitó impactar en el suelo apoyándose en una pata y abrió las fauces, escupiendo un rayo en dirección a Po y Tigresa.
Ambos saltaron a hacia los lados, esquivándolo, y miraron con extrañeza al tigre. Éste dio una patada ascendente que hizo que la gacela retrocediera, para poder erguirse y con la lanza que llevaba en una pata, dar un tajo horizontal que chocó contra el filo de las espadas gancho. Byakko-Ru la tomó por un brazo y le hizo un placaje que la derribó al suelo, para volverse a ver a Po y Tigresa.
—No interfieran —rugió, con una voz prepotente y gruesa, claramente la del dios.
—Vamos a por Girei entonces —le sugirió Po, pero antes de que Tigresa pudiera responder, Fai pasó envuelto en una esfera de aire, zumbando por el cielo, hacia el tigre rojo, blandiendo su espada Hsu.
—Creo que... —dijo Tigresa, señalando a la Senda restante: una loba que brillaba con los colores del ópalo y tenía los puños unidos en una pose de meditación.
—Sí, sí —asintió él, con una sonrisa entre molesta y apenada, ¿es que acaso todos tenían una pelea preestablecida?—, vamos.
La tierra comenzó a temblar con fuerza, dejando atrás el leve rumor de hacía unos momentos. Po le dio una mirada de reojo a Tigresa, que ella captó, no necesitaron palabras para entenderse: era la loba quien ocasionaba eso.
Tigresa intentó entrar de nuevo en el Duhkha, pero se repetía lo anterior: lo mantenía por unos segundos para éste disiparse de inmediato. No tenía sentido, porque ella ya se encontraba en buena forma, debería ser capaz de usarlo sin problemas. Sin embargo, no tuvo tiempo para pensar en algo más, porque la Senda se percató de que los dos iban hacia ella, abrió los ojos y chasqueó la lengua, emanando una gran cantidad de Chi. Suspiró y cinco círculos de colores distintos brillaron con fuerza delante de ella; rojo, azul, verde, amarillo y púrpura.
Los círculos, que sólo eran un simple aro de Chi de ese mismo color, comenzaron a girar más rápido y a brillar con más fuerza, ocasionando que la energía se diseminase y creara círculos concéntricos dentro de éstos, a modo de motivos.
—Dejen de molestar, Guerreros. —Los círculos brillaron con una luz cegadora y tomaron la misma forma de la Senda, sólo que en lugar de tener un brillo color ópalo, como la original, las lobas poseían un rumor consecuente al color del círculo—. ¡Canción sagrada de los cinco elementos!
Las cinco lobas se precipitaron hacia Po y Tigresa, haciéndolos separarse para ganar terreno y evitar que les atacaran las cinco al mismo tiempo. Po bufó al ver que tres de las cinco iban hacia él, la de brillo verde, amarillo y púrpura, mientras que la roja y azul iban contra Tigresa. Suspiró para serenarse y atacó. Lanzó un golpe con la derecha que la de verde detuvo con su antebrazo, ésta lanzó uno igual al suyo que Po evadió al agachar la cabeza. Como su atención estaba en esa loba, la amarilla de alguna forma que no supo, se hallaba tras de él a punto de lanzar un golpe.
«¿Desde tan lejos? Eso es tonto, sólo estaría golpeando al aire.» Aire. Inspiró profundo al comprender, distrayéndose, y buscó con la mirada a la tercera loba, la púrpura. La encontró corriendo hacia él, con el pelaje empezando a erizársele. Para defenderse del triple ataque que le venía, Po condensó el agua de la atmosfera más cercana, creando así una cantidad no mayor a la de una vasija, pero que le sirvió como arma al arrojarla hacia la loba purpura, impactándole en el rostro y haciéndola tropezar.
No obstante, la de amarillo y la de verde, frente a él, aprovecharon ese movimiento. La primera golpeó el aire con la pata abierta y con un gesto amplio, generando una corriente que lo impulsó hacia adelante, para la segunda detenerlo de una patada firme en el estómago, enviándolo hacia atrás de nuevo. La loba de amarillo saltó con un movimiento grácil, giró en el aire estirando su pie y pateó el mismo, casi como si estuviera defendiéndose, para generar una potente corriente de viento que estampó a Po contra el suelo.
No le dio tiempo a pensar qué pasaba porque su cerebro le dio la orden de moverse, ponerse de pie y escapar para replantearse la situación. La loba del brillo purpura había saltado y, con unas corrientes eléctricas ondeando por su cuerpo, lanzó un rayo en su dirección.
Se salvó por los pelos de haber sido chamuscado, rodando hacia un lado y dando un salto para ponerse de pie. Se limpió los labios con el dorso de la pata, mientras pasaba la vista paulatinamente entre loba y loba, intentando pensar cómo superar ese obstáculo. Sus ojos se dirigieron por inercia hacia Tigresa, quien estaba esquivando golpes, llamaradas de fuego y látigos de agua. No obstante, su mente se topó con un dato curioso: la azul se movía de forma distinta de la roja al momento de atacar.
No pudo analizar más porque las tres lobas volvieron a atacar. La verde alzó una pierna, de manera rígida, mientras que la purpura flexionó las rodillas estirando ambos brazos, comenzando a canalizar los truenos; la amarilla, en cambio, empezó a girar los brazos con calma, empezando a generar una corriente más y más amplia de aire que los envolvía a los cuatro, separándolo de Tigresa.
Po concentró Chi en los pies y saltó, dejando estelas de aire cristalizado tras de sí.
—De ti me encargaré primero —murmuró, llegando con ella y lanzando un golpe. El plan era congelarla como con Kan, pero ésta se salvó girando de forma evasiva, causando que un viento la protegiese y le redirigiera a Po el ataque—. ¿Qué rayos? —se sorprendió, dándose cuenta de algo—. ¡Yo conozco esos movimientos!
Acto seguido, luego de decir aquello, la de verde bajó la pierna y la tierra bajo los pies de Po tembló, emergiendo un montículo a tal velocidad que lo hizo levantarse un metro del suelo. Él se trató de enderezar para contraatacar, lográndolo sólo apenas, condensando una esfera de agua no más grande que su cabeza, para arrojarla hacia la loba de brillo amarillo, quien también atacaba. La mencionada intentó esquivarlo con un gesto grácil, mientras con sus pies, pateaba y lo hacía elevarse aún más, sin embargo, aunque ella lo consiguió, Po logró prever aquello y le estrelló el agua en el rostro, para hacer un gesto de aprisionamiento y ésta se congelase, capturándola por unos momentos.
La loba de verde pateó el suelo de nuevo, de forma distinta pero igual de firme y fuerte, haciendo elevar una roca de un tamaño considerable; saltó, dio varios giros en el aire, y como si la controlase con los pies, al hacer un gesto de patada, la piedra se propulsó hacia Po, impactándole. Aturdido, sólo volvió en sí cuando sintió el calor y voltaje del rayo de la otra loba recorriéndole cada parte del cuerpo, sacándole un grito.
Cayó con estrépito al suelo, se giró jadeando y se propulsó hacia Tigresa. «Tengo razón.» Le dolía el cuerpo, pero debía ignorarlo, debía avisarle. Detrás lo seguían las tres lobas, pero cuando llegó con su tigresa, la tomó por la cintura y la alejó de la loba de rojo y la de azul, a tiempo para esquivar una llamarada, mas hacia ellos se dirigía una marejada que se acercaba más y más.
Con dolor, tuvo que soltar a Tigresa, haciéndola caer al suelo y rodar por la inercia de la velocidad con la que Po había llegado, se cuadró frente a la felina, protegiéndola, observando cómo el agua venía hacia ambos. Aspiró todo el aire que pudo y estiró ambas patas al frente, concentrándose en detener el agua que, si les daba, los dejaría inconscientes por la enorme masa que era. Cuando estuvo casi sobre sí, separó las patas con movimientos fluidos, haciendo que el agua se dividiera a su vez. Luego las elevó y las giró, dando él también un giro de trescientos sesenta grados, y haciendo un gesto de caída con los brazos; la marea de agua lo obedeció y azotó con fuerza a la loba azul. Po repitió el proceso y la atacó de nuevo, haciendo que un tsunami en miniatura derrumbara a la loba.
Las demás lobas se quedaron quietas donde estaban, mientras la tierra temblaba con más fuerza a causa de la Senda loba original.
—¿Cómo hiciste eso, Po? —preguntó Tigresa, en el suelo.
Él le tendió la pata para ayudarla a levantarse; ella se la tomó.
—Somos en teoría nuestros elementos, ¿o no? —Sonrió—. Seiryu es agua, ¿así que por qué yo no podría dominar el agua a voluntad?
—Sé que puedes manejarla, pero controlarla de esa forma es algo muy distinto.
—Son los movimientos, Ti —dijo, realizando movimientos fluidos hacia los lados, causando que el agua en el suelo se separase y, con gestos de retraer una soga, la misma se dirigió hacia Po y levitó a su alrededor—. Me di cuenta de eso con la de amarillo, que maneja el aire; eran demasiado abiertos, esquivos, como...
—Como el aire —completó ella—. ¿Qué así no es el estilo de la Palma de Ocho Trigramas, una...?
—Un arte marcial de los maestros del sur de China —sonrió cuando lo comprendió—. Al venir hacia ti, noté que la de azul usa movimientos parecidos al Tai Chi. La verde usa algo que se parece a un cruce entre el estilo tigre, el tuyo, y el estilo de Grulla. La de purpura es del estilo de Mantis, aunque mucho más agresivo.
—Y la roja —siguió ella— es idéntico al Shaolin. ¿Pero cómo lo notaste?
—Mis sentidos están más perceptivos por los Puntos, Ti —jadeó, cansado—. Sólo intenta imitarla: golpes fuertes, rápidos y feroces.
Tigresa sonrió de medio lado, tronándose los dedos.
—Sólo mira esto, Po.
Saltó hacia las lobas, sacándole al panda un sonido de temor; ¡era suicida aquello! Sin embargo, soltó un ¡whoaa! de sorpresa al ver que, cuando la loba roja le lanzó una llamarada, Tigresa lo imitó, estiró la pata y la detuvo, pero en lugar de redirigirla, aspiró profundo y con un rugido la devolvió a la loba, con un sonido atronador. Acto seguido se dirigió a la de amarillo y le dio un puñetazo ascendente en la mandíbula, que propulsado con fuego que emanó de su codo, la hizo elevarse metros en el aire. La de purpura intentó atacar, mas cuando iba a lazar el rayo, Tigresa ya había dado una serie de puñetazos con los que creó bolas de fuego que surcaron el aire y le dieron de lleno a la loba. Con la última, la que manejaba la tierra, saltó, evitando el control de ésta, se propulsó en el aire e hizo un gesto de golpe cuando estuvo con ella; una gran cantidad de fuego la golpeó, estampándola contra el suelo.
Cuando cayó al suelo, Tigresa se volvió a verle.
—¿Qué te entretiene, Po? —Aunque por obvias razones era una especie de queja, el tono alegre con el que lo dijo le hizo saber que, por primera vez en su vida y tal vez la última, estaba presenciando a una Tigresa bromista. O bueno, al menos un poco.
Se espabiló y con una sonrisa se precipitó hacia ella, quedando espalda contra espalda, siendo rodeados por las cinco lobas. Po cerró los ojos y sólo se enfocó en sentir con precisión los movimientos de Tigresa a su espalda; captaba el cómo su cuerpo subía y bajaba con cada respiración, el movimiento de la sangre por sus venas con cada latido y, para mejor, los movimientos que estaría por hacer. Al abrirlos, comenzaron a atacar.
La loba roja lanzó una llamarada hacia Po que él apagó al hacer unos movimientos fluidos ascendentes, causando que el agua bajo el suelo se elevara y formara un muro, para luego, con separar las patas, trazando un semicírculo hacia afuera, la hiciera bajar y separarse. Después, con un gesto de aprisionamiento la hizo retroceder, para con uno de empuje, se precipitara hacia ésta y la derrumbara.
Sintió un desplazamiento de Tigresa hacia la derecha y cuando vio de soslayo en esa dirección, se percató de que la loba amarilla, quien controlaba el aire, estaba a punto de atacar, teniendo en sus patas, al igual que Fai, gran cantidad de aire acumulado. A su izquierda, sin embargo, la loba purpura ya tenía cargado un rayo en su cuerpo.
—¡Abajo! —gritó Tigresa y Po obedeció, agachándose todo lo que podía.
Atacaron al mismo tiempo; Tigresa flexionó las rodillas, teniendo una pose firme y dio un puñetazo doble que generó una llamarada que le chamuscó un poco el pelaje de la espalda, dejando calcinada a la loba purpura, mientras que Po, agachado, realizaba unos movimientos con los brazos y patas, creando con el agua que había en el sitio, un látigo que se envolvió en las piernas de la loba amarilla y con un tirón la hizo caer, perdiendo ésta el control del aire. Acto seguido, realizó unos gestos como si estuviera lanzando dardos, y el agua que aún flotaba se cristalizó y clavó en el cuello, cuerpo y cabeza de la loba, haciéndola disiparse, al igual que la purpura.
Quedando sólo la verde, que manejaba la tierra, la azul y la roja, Po y Tigresa se centraron en atacar rápida y eficazmente. Agotarse aún más ahí era una pérdida de tiempo.
Él se irguió mientras ella respiraba profundamente, aunque no la notaba tan agotada.
—De alguna manera atacar con esos movimientos —dijo Tigresa— me está haciendo las cosas más fáciles. —Intentó crear la espada que Po le había visto cuando estaba en el Duhkha, pero no pudo mantener la forma por más de dos segundos—. No entiendo —gruñó—, con el Duhkha era fácil, pero ahora que puedo controlar el fuego a voluntad, no puedo hacerla, o entrar en algún estado.
—Tal vez —dijo Po, dubitativo—, estamos en un estado más arriba que aquellos tres.
—Sólo estamos manejando un elemento.
—Algo que no hacíamos con los Tres Estados anteriores, ¿cierto?
Tigresa no respondió y ahí supo él que tal vez dio en el clavo. Sin embargo, poco más pudo decir porque una nueva oleada de ataques se dirigió hacia ellos. La loba de verde lanzó una roca hacia ellos, pero ambos rodaron hacia lados opuestos para protegerse, la loba al intentar seguirlos, no pudo coordinar un ataque, tiempo en que ambos aprovecharon para destruirla. Tigresa unió los dos puños y lanzó un golpe, que generó una llamarada del tamaño de una casa, seguido de un rugido de ella, mientras que Po hizo levitar el agua que había en el suelo y le clavó los pies, con estacas de hielo, al suelo. De esta forma, sin poder hacer los movimientos para defenderse, quedó carbonizada del pecho para arriba.
Quedando las lobas de los elementos de cada uno, con una mirada a los ojos, Po y Tigresa se dieron un acuerdo tácito: derrotar al del elemento propio; de esa forma él iría por la que controlaba el agua y ella por la del fuego.
Tigresa no perdió el tiempo, comenzando a atacar ferozmente, lanzando bolas de fuego, látigos y llamaradas que sorprendían al panda. En un momento dado la loba roja comenzó a usar un fuego azul, y acumuló tanto que al lanzarlo se formó el contorno de un lobo en dirección a Tigresa, sin embargo, ella con un rugido atronador, separó ambas patas y creó una pared de fuego carmesí que dividió la azul.
Volviendo con su pelea, la loba azul y Po comenzaron una lucha que iba desde puñetazos cuerpo a cuerpo, patadas, e incluso panzazos de parte suya, a lanzamientos de grandes masas de agua, látigos, barras y lanzas de hielo, hasta agua a presión.
Llevaron a sí un rato, Tigresa derrotó a su oponente, pero cuando lo quiso ayudar, él le pidió que no lo hiciera. Si no podía destruir un esbirro de una Senda, ¿con qué cara podría seguir peleando con ella? Cuando envió una masa de agua hacia la loba, ésta la desvió con un movimiento y realizando unos pasos que asemejaban un giro de una danza, la masa giró tras ella y embistió a Po con el triple de velocidad de la que él la había lanzado, justo en la cara, para congelarse después.
Po cayó al piso, sin poder respirar, deshizo el hielo de su rostro y aspiró una gran bocanada de aire, empezando a enojarse. Se giró, quedando boca abajo en el suelo y se colocó en cuatro patas. Suspiró, frunciendo el ceño, y de un salto se puso de pie, alzando los brazos hasta donde más podía y abriendo las piernas en una pose defensiva.
Extendió los dedos como si fuera a tomar algo y dio una patada al suelo, con firmeza, concentrando su Chi en obtener la mayor cantidad de agua posible, del aire, de las plantas, del suelo. Una ola del tamaño de dos palacios se erigió del suelo, a su espalda, sorprendiendo a la loba con el brillo azul; separó las patas y ésta se dividió, una parte la convirtió en estacas de hielo, mientras que la otra la arrojó contra la loba. Ella la logró detener con las patas, pero Po aprovechó esto para clavarle los pies al suelo con las estacas, seguido de enterrar unas en el vientre y los brazos, para acto seguido hacer como si tomara el agua y elevarla, saltar hacia ella y bajarlas de golpe, impactándole y haciéndola caer.
Una vez en el suelo, Po hizo un gesto de elevar y la laguna que había quedado en el piso se irguió; después, con hacerla bajar varias veces a una velocidad inusitada, la presión resultante empezó a crearle unas heridas a la loba que la inhabilitaron, y luego dejó de moverse.
Relajando los brazos, sintiendo cómo se le desgarraban ciertos músculos de la tensión, soltó una gran bocanada de aire, causando un vaho. Se sentía fuerte y débil al mismo tiempo, la sensación de manejar el líquido era indescriptible, pero no sabía cuánto tiempo resistiría su cuerpo. Ignoró aquello, por ahora, y volvió a donde Tigresa, quien le colocó una pata en el hombro.
—Deberías contenerte un poco —le recomendó cuando Po comenzó a jadear.
—Estoy bien —repuso—, sólo es que me excedí un poco.
—Me sanaste y sigues peleando, no creo que lo estés.
Po alzó la pata del hombro donde estaba la de ella y se la tomó.
—Cuando terminemos descansaré lo que sea necesario —sonrió— y luego iremos a comer a un lugar bonito.
—¿Eso es una invitación? —Tigresa arqueó una ceja.
Po sonrió con más amplitud.
—Es una afirmación.
Tigresa no respondió, pero por la forma en que pudo notar el resplandor de sus ámbares, supo que la idea le gustaba, y a él también. Salir con Tigresa era algo con lo que se había ilusionado por muchísimo tiempo. No obstante, la alegría y euforia por ello se fue al traste cuando el Valle tembló con tal fuerza que hizo caer a ambos.
Po miró hacia la Senda loba, brillando de los tonos del ópalo, quien separó los puños y los miró con una superioridad latente. Separó las piernas en una posición defensiva, como si fuera a resistir una embestida, y llevó los brazos a ambos lados, ceremonialmente. Cerró las patas en puños y los retrajo, para luego elevarlos al cielo.
Entonces sonó algo quebrándose, tan duro que aturdió al panda, mas cuando se dio cuenta de qué era, se sintió minúsculo y débil: una porción de tierra y roca del tamaño de la mitad del pueblo, con una lentitud hipnótica, procedente del bosque cercano al Valle de la Paz, empezaba a alzarse, del que caían escombros del tamaño de casas.
—Po... —El tono de Tigresa, más que de sorpresa, dejaba traslucir la sensación de pequeñez ante aquel trozo de tierra.
—¿Qué es eso?
—¿Lo ven? —sonrió la Senda—. Su gran belleza. Su inevitabilidad. —La enorme roca subía y subía—. Destruyan a los demás de los míos; intenten matar a mi Señor. No significa nada. Cuando todo haya cesado, los únicos seres vivos en el mundo, serán las Sendas.
El temblor se detuvo cuando la piedra estaba a una altura que alcanzaba a la que estaba el Palacio de Jade, y que no mostraba señales de quererse detener. Con un soplo de aire, Fai aterrizó al lado de ambos, con el torso al aire dejando ver su cicatriz y el colgante, siendo envuelto por una corriente de viento.
—¿Qué demonios es eso? —rugió. Ni Po ni Tigresa respondieron—. ¡Atáquenla!
—No lo entiendes —dijo Tigresa, meneando la cabeza en gesto negativo, con una especie de susurro, sin apartar la vista de la piedra—, es la Senda quien eleva y mantiene unida la roca.
—¡Entonces matémosla! —bramó el león.
—Si lo hacemos, caerá —murmuró Po.
—Si cae, ¿qué pasa? —preguntó.
—El impacto mataría a miles —respondió Tigresa—; a suficiente altura... —Se cortó, Po también lo sabía.
—¡¿Qué?! —inquirió Fai.
Po y Tigresa respondieron al unísono.
—Extinción global.
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