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3. Dulce dolor.

Y quizá tenían razón y yo solo era un bastardo sin nada más que mi estúpida actitud perfeccionista, quizá no era más que un imbécil que vivía bajo la sombra de un apellido reconocido en toda el maldito país, pero estaba harto, harto de todo, de mi familia, de mi vida, de tratar de ser siempre el hijo perfecto, harto de todo lo que siempre tuve pero nunca desee, harto de que me trataran como lo hacían, harto, incluso de sufrir a escondidas...

Todo lo que tenía y lo que tuvo en algún punto de su vida, ahora le parecía una estupidez, jamás deseo ser el heredero de su familia, nunca lo pensó y nunca lo acepto, por eso se había marchado de Granada, por eso se había alejado de su familia, recibiendo como palabras de despedida un "Para nosotros estas muerto", al principio no le dio importancia a ese asunto, pero a medida que el tiempo pasaba esas palabras lo atormentaban cada madrugada, a cada instante, se arrepentía de haberlo hecho, estaba a punto de volver, pero se dijo así mismo que no debía hacerlo, no debía porque eso era de cobardes y él era todo, menos un cobarde que regresa como un perro con la cola entre las patas y las orejas agachadas, no lo era y nunca lo sería.

Luego de que Shura Al Giedi se instalará en un departamento en las afueras de Roma, tal parecía que su vida estaba bien, bueno, estaba, hasta que apareció él, un delicado Hindú, rubio de ojos color de cielo, amable y buena persona, bueno eso creyó hasta ese día, una noche antes de la primera tragedia, hablaron de un futuro distante, de una familia, de un "juntos para siempre" pero eso solo pasa en los cuentos de hadas y Shura no estaba en un cuento de hadas, estaba en la terrible realidad de un mundo que le había dado puñetazo tras puñetazo, golpe tas golpe, sin dejarle ni siguiera respirar un poco, recordaba perfectamente sus palabras.

"¿En verdad creíste que te amaba?" esa pregunta vino acompañada de una risa, arrogante, hipócrita y fría, como esas que el villano de las películas y de los cuentos da cada vez que su plan malvado avanza a la perfección, y despues de la descarada despedida de Shaka Heze, sintió sus mejillas empapadas por aquellas gotas amargas y el estruendoso sonido de su voz a la par de su roto corazón que le decía sin parar, lo imbécil que había sido y lo mucho que estaba sufriendo en ese momento, le recalcaba una y otra vez el error y con ello el tan dulce dolor de haber perdido lo que nunca fue suyo, desde ese día se juró así mismo que nunca más creería en esa tontería del amor, ni mucho menos en las personas, ahora buscaba dentro de aquel recinto con olor a vino, a alguien con quien pasar la noche, alguien que le llenara por un momento para despues volverse a sentir solo y sin ganas de nada, alguien que le hiciera de nuevo viajar hasta las estrellas para luego volver a caer de golpe y sin aviso en la realidad de una vida, aparentemente, sin sentido.

Sus oscuros ojos se posaron en cada uno de los presentes, analizando cada una de sus facciones, de sus expresiones, de sus cuerpos; ninguno de ellos le convencía del todo hasta que se percató de ese muchacho, un par de ojos verdes de un brillo hermoso y ese largo cabello lila, sedoso y suave a la vista, se acercó a él con una clara intención, un acompañante para una sola noche, eso estaba más que claro, le sonrió como hace mucho no hacía, con amabilidad y con cariño, por alguna razón sus grandes ojos verdes le transmitían paz, una que no había sentido desde hace mucho pero sabía que no pasaría más allá de aquella noche.

Sus intenciones salieron sin ningún tipo de filtro, la mirada sorprendida de aquel muchacho, cuyo nombre le pareció hermoso, le pareció desconcertante, no obstante acepto, el que Shura fuese directo le simplificaba las cosas, así ninguno de los dos saldría lastimado, solo una noche, una noche donde se unirían para pasar a ser los desconocidos que eran a la mañana siguiente, sonrió de lado y lo llevó hasta donde aquel propósito iba a ser consumado.

— ¿Estás listo? — la amabilidad con la que hablaba era casi irreal.

—Por supuesto — respondió.

Paz, pasión, dolor y placer, el irremediable e imparable sonido de ambos cuerpos, uno sobre el otro; amabilidad y salvajismo, el dulce sentimiento de ser otra vez querido y el dolor de saberse un extraño más para la vida de aquel desconocido que había accedido a cumplir sus bajos instintos, el amargo sabor de una desgracia más entremezclado con aquel agradable tacto que recorría su pálida piel una y otra vez, de arriba hacia abajo, sin detenerse ni un instante; aquella intensa y desgarradora necesidad de dejar salir lo que estaba oprimiendo su garganta hacia juego con la opresión tan molesta que le hacía sentir el corazón, y de pronto, todo aquel revoltijo de emociones seso, se detuvo como se detiene la lluvia, en seco, sin aviso, sin pudor, y lo supo entonces, su deseo había sido saciado y ahora volvería a ser ese chico solitario con la vida marcada por la desgracia.

La misma dolorosa e innecesaria despedida de siempre, ese "Adiós" tan poco necesitado le hizo conocer lo que, de antemano ya sabía, pero sobre todo lo que espero, aquella separación le había dejado algo que nunca antes había experimentado, ni cuando se despidió de sus padres, ni cuando Shaka lo había dejado; una paz en el corazón que sospechaba, duraría un poco menos de una semana pero que serviría para aliviarle un poco, Mu Arietis había dejado tras de sí, una sonrisa reconfortante, un masaje en la espalda y un dulce beso en la mejilla pero ... ¿Cuánto más podrá cargar sobre sus hombros ese corazón que a menudo es atormentado por el pasado?

🐐🐐
Les aseguro que lloré.

No maten a Shaka, al terminar esta historia si quieren hasta se los entrego pero ahora no, por que lo necesito.

Dan R 

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