12. Decepción
Angelo (Death Mask) di' Lota Cancri
Shura Al Giedi
Afrodita Alrisha
Shaka Heze
Mu Arietis
Saga/Kanon Polux
Camus Labelle
Milo Gliese
Airoia Chertan
Aioros Rukbat
Dohko He
////////////////////////////////////////////////////////////////////////////////
Advertencia: este capitulo puede dañar la susceptibilidad del lector, se recomienda discreción.
////////////////////////////////////////////////////////////////////////////////
Y muchas veces me dije a mi mismo que era mejor morir que vivir todo lo que cae sobre mis hombros, nunca creí sentirme de nuevo en ese agujero oscuro en el que me había metido por culpa de mis estúpidas ilusiones acerca del supuesto "amor" de Heze, pero estaba de nuevo ahí, la frialdad en Labelle me hizo sentirme de nuevo en ese instante, pensé que ya había superado aquel dolor, pero recién me di cuenta que no era así...
— ¿qué te ha dicho Labelle sobre mí, que apareces frente a mi puerta? — pregunto con un tono serio.
—Lo esencial para venir a pedir lo mismo que él — dijo con arrogancia.
— ¿Ah, y que te hace pensar que quiero hacerlo en este momento? — preguntó de nuevo cruzando sus brazos
— Las personas como tú, siempre quieren — hablo y le empujo para poder entrar, cerró la puerta detrás de él.
— Eres un imbécil, sal de mi casa ¡AHORA! — ordenó Al Giedi empujándolo de nuevo.
— Creo que eso no se va a poder, vine por algo y lo voy a obtener, quieras o no — dijo aquel chico y lo acorralo hasta una pared donde apreso sus manos por encima de su cabeza.
¡Mierda! Eso no iba por buen camino, no quería en ese momento, aún estaba adolorido por estar con Labelle pero tal parecía que aquel chico que ahora se encontraba pasando con descaro su lengua por su cuello, no le daría escapatoria, trato de golpearlo con su cabeza pero no lo consiguió, intentó también lanzar un par de patadas para poder liberarse pero al parecer su fuerza había mermado de su cuerpo, el hombre que lo tenía aprisionado le arrojó al suelo.
Al Giedi cayó de frente, golpeándose la nariz con el suelo, cuando intento levantarse, el peso del otro del cual no conocía el nombre le cayó encima impidiendo que se levantara, las piernas de aquel sujeto estaban aprisionando las suyas y una de sus manos tenia cautivas las suyas, la otra mano de aquel chico recorría de manera brusca su espalda llegando al inicio de su trasero cubierto apenas por la ropa interior, Shura forcejeaba sin éxito, quería liberarse de su prisión sin embargo no podía, el dolor en su nariz y la sangre saliendo de esta le estaban nublando la vista y las fuerzas mermaban cada vez más de su cuerpo.
— ¡Suéltame, maldito! — solo pudo escuchar su descarada risa — ¡Joder, suéltame, desgraciado de mierda!
Sintió como la única prenda que le cubría era rasgada y como las uñas de ese joven se clavaban en sus glúteos haciéndolo gritar, al instante el botón de su pantalón fue abierto y su miembro quedó al descubierto, se relamió los labios y se introdujo de una sola vez en el interior de Al Giedi, ahogo un grito, esa intromisión le dolió en el alma, nunca había sentido tal fuerza en alguien, aquel vigor era irreal, ni siquiera los gemelos Pólux habían sido así de bruscos, lagrimeo un poco y mordió sus labios, al instante cerro los ojos, intentando pensar en otra cosa que no fuese aquel vaivén.
—Deberías memorizar mi nombre — dijo casi en un susurro muy cerca de su oído — Aioria Chertan.
La fuerza con la que arremetía era mucha, que en lugar de producirle placer, le estaba lastimando el interior a tal punto que ya comenzaba a sangrar, el dolor en su rosto también estaba haciendo efecto, un poco más de cinco minutos y sentía los ojos pesados, en ese momento, Chertan llegó al orgasmo, acto seguido estampo el rostro de Shura en el suelo haciéndole perder el conocimiento, Aioria se levantó y por pura descendía le dejo en la cama, le acarició con hipocresía el rostro y dejo un beso en su frente.
—Fuiste una decepción, Al Giedi, esperaba más de ti — susurró y se fue de aquella casa.
Las horas pasaron, quizá fueron diez, o quizá fueron cinco, o quizá solo fue una, la verdad es que Shura ni cuenta se dio de aquello, despues de cerrar los ojos, no despertó hasta la media noche con un par de minutos, con un dolor en la cabeza y en la nariz, un par de punzadas por todo su cuerpo y un dolor desgarrador en su trasero, ahogo un grito cuando intento sentarse en la cama.
— ¡Chertan, grandísimo hijo de puta! — gritó con todas sus fuerzas.
Quiso en ese momento salir y buscar al idiota de Chertan y darle su merecido sin embargo, aquel punzante dolor era su impedimento, se levantó lentamente, aguantándose las ganas de volver a gritar, se adentró en la ducha y abrió las perillas, dejando que el agua caliente recorriera su piel limpiando su cuerpo y relajando sus músculos, el jabón y la espuma de este pasaban por sus brazos y piernas, por un momento se abrazó así mismo, maldijo haber estado con Labelle la otra noche, maldijo haber abierto la puerta aquella tarde, maldijo su suerte, su vida, su falta de fuerza, se maldijo el mismo por ser un idiota.
Aun se preguntaba porque Chertan había ido hasta la puerta de su casa, quizá y Labelle tenía la culpa en todo esto, pero no iba a culparlo, si, él fue quien le dijo a Chertan pero Aioria había resultado un impaciente y un aprovechado; aun rondaban en su cabeza las palabras del castaño "las personas como tú siempre quieren", le había dicho, indirectamente que era... bueno, al menos eso había entendido Al Giedi, aquello no era verdad, tampoco podía ir a la policía y decir lo que había ocurrido, no tenía miedo, eso nunca, pero por todas las pruebas que tuviese, nadie le creería, nadie porque Chertan y Labelle tenían un argumento a su favor.
Salió de la ducha, se vistió y limpió todo el desastre, volvió a la cama y de nuevo se quedó dormido, tratando de olvidarse de aquellos dos, de ese par de hombres que le habían lastimado igual que Heze, aunque haya sido de distinta manera, a Heze lo había perdonado pero para estos dos, esa palabra no tenía significado, pero... ¿qué podía hacer cuando su dignidad había quedado por los suelos?
🐐🐐
Me complace anunciar que: quien quiera, desee y se sienta en la necesidad de matar, golpear, humillar o lo que sea, a la gata digo a Aioria, tiene la completa libertad de hacerlo.
Minos, Pharao y yo, no nos hacemos responsables de lo que le pase a Leo despues de esto.
Dan R
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro