-Te quedarás aquí- demandó el guerrero dejando a la princesa con un amargo sabor de boca, estaba sola en ese momento, pues apenas en un abrir y cerrar de ojos el guerrero ya no se hallaba en el lugar.

Comenzó a ver y escuchar cosas, cosas que no estaban ahí. Cosas que eran producto de sus nervios. Recordó ese cálido y firme tacto. Ese duro e imponente cuerpo.

Ese elfo de largos cabellos, no solía verlos así. Pues en su reino lo elfos machos debían cortar su cabello por respeto a su rey. Solo los elfos alvinos de los Min lo llevaban largo, y los guerreros claro está. De esos solo quedaba uno, quien ahora se encontraba caminando hacia ella con un venado sobre el hombro.

La sangre del animal bañaba parte de su cuerpo pero eso parecía no molestarle. No fue necesario mediar palabras ya que cuando pasó por su lado esta lo siguió.

Logró conseguir un amplío arrollo, uno que se encontraba cercano a una cueva cual podrían usar.

-No te muevas de aquí- la había dejado como a niña pequeña en la cueva mientras lavaba la carne del animal.

La princesa bufó, miró con detenimiento las paredes y cuando se aburrió lo suficiente, decidió espiar.

La cabeza del animal ya no estaba, su pellejo tampoco. Este armaba una especie de cueva en el suelo, con barro y agua, lo vió crear un lodo y darle forma quedando una especie de cueva en la que logró adentrar el fuego. De esa manera este no sería visto por otras criaturas.

La princesa se sentía sucia y andrajosa, sus vestidos habían recorrido todo el barro por el que pasó, sus ropas habían sido abandonados junto con su ajuar, y ahora solo deseaba darse un baño.

Aprovechó que el guerrero no la veía, bueno.. eso creía ella. Y se adentró al agua luego de aligerar su ropaje. Había quitado el toldo, corsé y sus zapatos. Miró de reojo y cuando lo vio mirando en dirección a la fogata se despojó de su ropa interior y la restregó bajo el agua para lavarlas un poco.

Logró sumergirse, algo que le había sido dado por parte de su madre, fue la capacidad para respirar bajo el agua, así que estar en esta le daba mucha satisfacción.

Sus cabellos oscurecieron unos tres tonos por encontrarse húmedos y  sus ojos resaltaron aún más. Cuando salió a la superficie encontró al elfo frente a ella. La veía con la ceja alzada de manera retadora.

Se la echó sobre el hombro mientras gruñía con molestia.

-¿No sabe seguir ordenes la niña consentida?

-¡Suélteme! Bruto, es un bruto.

-¿No sabes otro insulto?- la princesa frunció el ceño cuando fue puesta en la dura piedra de la cueva.

-¿Porque me habla tan informal? No sea irrespetuoso.

-Perdone usted- dijo con toda la burla de la que era capaz. -Siéntate y espérame aquí o acabarás sin cenar.

Salió de la cueva dejándola sola, mojada y semidesnuda. Su ropa interior había quedado nadando en el arrollo.

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-Padre, solicito una audiencia.- la princesa heredera no daría su brazo a torcer, ella quería salir de ese matrimonio forzado con el Sir.

Lo vió toser repetidas veces, contraerse de dolor y expulsar de su sangre por la boca, ella lo sabía. Sabía que a su padre el rey no le quedaba mucho, pero aún así, no quería que el día en que este faltara llegara.

El médico fue llamado e informado sobre aquello, el rey fue atendido. Aún así no se podía hacer mucho por el.

Se sintió sola de repente, su hermana lejos y camino a casarse con a quien amaba, casada con alguien a quien aborrecía, siendo este el responsable de que un guerrero de los Jeon escoltara a la princesa bajo sus ordenes y no las de ella, su padre enfermo y ahora debía poner su lealtad en un Min.

Los elfos alvinos son impredecibles y volátiles, he ahí el porque se mantienen aislados de los demás elfos. Esperaba al menos que el chantaje con aquel hermosos hada funcione.

Cuando se vio más abrumada de lo que pudo soportar decidió usar el poco polvo de hada que le quedaba para ir en busca de su amor, quizás el la haría sentir mejor, quizás le daría solución a sus problemas.

Fue al lugar, esperó horas en las que su corazón se afligió aún más. El troll parecía tener días sin aparecer por allá, se sintió aún mas sola.

Cuando decidió regresar, y con el corazón amargo por no tener como más volver, lo divisó caminado hacia ella. Llevaba ropas cómodas, parecía acabar de tomar un baño, se veía relajado y dichoso, mientras ella deseaba que la tierra misma se abriera y la llevara a su núcleo.

-¡Nam Joon!- se mostró débil ante el.

-Mi hermosa Nali- la alzó en los aires y abrazó. -No apareciste en días.

-Lo siento, lo siento- esta parecía querer morir, estaba desolada, nunca que había mostrado así ante alguien. -Padre.. el

-¿Murió?

-¡NO!- guardó silencio luego de eso.

Se alejó lo suficiente para lograr calmarse y explicarle lo que pasaba. No esperó ver marcas en su cuello, marcas que se parecían bastante a las que Sir Kim había dejado en ella, porque vaya que la había marcado.

-¿Que es esto?- colocó sus manos sobre una de ella, estaba molesta.

-En mis entrenamientos, hacía ejercicio.- ella no lo creyó.  -¿Que querías decirme?

-Me uní en matrimonio- dijo sin más, con el sentimiento de agobio en su pecho, el la había traicionado... pero ella, ella..

A su mente llegaron las caricias y besos del Sir, ella también lo hizo.

-Lo sé. Padre lo dijo más temprano.

-¿No dirás nada?- negó

-Se que me amas a mi, que nunca permitirías que te toque- que equivocado estaba. Este se acercó y besó sus labios con delicadeza, pero sus besos no le sabían como antes, ya no. -Que te bese- acercó su boca a su cuello -Que te toque- amasó la carne de su trasero cual aún estaba dolorido por la faena de la noche anterior. De la mañana también. -Entrégate a mi Nali, entrégate y demuéstrale que eres mía.

Yo digo que aproveches Nali 🤤

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