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Capítulo 18


La fuerza y rapidez con la que el troll alzó a la princesa heredera hizo que esta chillara, más su boca se encargó de hacerla callar al encontrarse chupando con ganas sus labios.

Su interior lo acogió de manera lenta y tortuosa, aquello sacó un gemido lastimero de la elfo y la hizo desear ser tomada con todas las ganas que poseía el heredero troll.

Su cuerpo fue recargado contra el tronco de un árbol mientras sus movimientos daban inicio, el rostro de satisfacción de la heredera hizo al Troll sentirse famélico por ella.

Cada parte de su cuerpo la deseó, cada parte de él quiso probarla.

Sus ganas de vertirse en ella lo tomaron en gran manera, lo apretado de su interior no le hacía la tarea de aguantar fácil.

Aún así se deleitó con su rostro sonrojado y sus gemidos deseosos cuando obtuvo su tan deseada liberación. Mordió con ganas uno de sus redondos y rosados pezones y se dejó ir en su interior con fuerza haciéndola jadear.

-¡Dije una!- gimió con ganas cuando el Troll volvió a moverse dentro de ella y lo duro de él volvió a dejarse sentir.

-Cuenta como una- gruñó contra su oído pues aún no había salido de su interior.

Para nadie era un secreto el coqueteo que habían llevado a cabo ambos herederos, así que cuando a sus oídos llegaron aquellos sonidos, más de uno supo a que se debía, de quienes venían.

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-Jungkook- dijo como un susurro, -Ese es mi nombre- ambos estaban recostados sobre la cama que le fue dada al guerrero, luego de haber fundido sus cuerpos con el otro.

-Es un hermoso nombre- los brazos del guerrero la apretaban contra sí. -Me gustan tus labios, y tus ojos.

-¿Solo eso?- comenzó a jugar con ella.

-No, de hecho todo me gusta de ti- admitió -Desearía tener más tiempo- aquello los hizo adentrarse en un mar de silencio hasta que esta quedó dormida.

El guerrero no logró dormir, se mantuvo alerta toda la noche por varias razones, una de ellas es que deseaba admirar ese hermoso rostro por décadas, más este sabía que no podía permitírselo. Aquello le generaba inconformidad y enojo.

Recordó la mirada fría y calculadora de su primo, sin duda no era el mismo que fue en su búsqueda hace unas semanas, había cambiado y el lo notó. Se prometió a si mismo no ceder ante sus peticiones de ida.

Él debía proteger a la princesa, no permitiría que la dañen, aún así tuviera que dejar su vida en ello.

La dejó sobre su cama apreciando una última vez su rostro calmado y se despidió con una sola mirada que prometía protección y devoción a partes iguales.

La princesa de largos cabellos rosas desperezó con ganas sobre la cama, su cuerpo dolía pero al recordar el porque de aquello chilló ganosa.

Se descubrió sobre su cama, sola.

El guerrero la había llevado luego de acabar, se encontraba desnuda y limpia bajo las sabanas. Deseó verlo, sentir su abrazo nuevamente.

Más cuando la puerta de su habitación fue abierta dejando ver la cantidad de vestidos de los que debía elegir para la cena y reunión de esa noche, logró recordar.

Se supone ella debía unirse por el bien de su reino.

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La mullida cama que la rodeaba aún le parecía extraña, ella siempre dormía en el frío suelo de la celda, menos cuando era temporada de polvillo, cuando era el caso se le alimentaba y cuidaba bien para obtener más de ella.

Esa mañana cuando despertó lo hizo con un enorme pesar en su corazón, su padre ya no estaba. Había muerto y ella no había podido hacer nada por el, eso tontamente creyó. Así que se sentía mal al disfrutar de las comodidades que se le daban.

Se dió un baño mientras dejaba que las lágrimas secas en su rostro sean lavadas y suspiró mientras notaba su mano brillar ante la luz del sol. Se le dijo que no podía salir, y ella nunca lo ha hecho en su vida, no era algo que fuera a extrañar. Aún así...

Quería intentarlo. Se castigó a sí misma al pensar eso, después de todo ella no merecía siquiera vivir, así lo pensaba.

La doncella elfo era su única compañía en esa gran casa pues a pesar de que habían más trabajadores esta era la única que podía subir al segundo piso, y por tanto a su cuarto.

La antes mencionada entró a la habitación, llevaba un tinte de pelo en las manos, era rojo. -Sir Kim mandará a sacarte, para ello debemos hacerte pasar de ser percibida. Como una sirena- esta señaló el recipiente, pues las únicas con el pelo rojo eran estas.

-Pero...- se contuvo de continuar, no tenía a donde ir pero aquello no era problema de quien la había rescatado, al contrario. Había abusado demasiado de su hospitalidad.

-Vamos a pintarlo- esta asintió resignada y vio como sus mechas cambiaban de color lentamente por la pintura.





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