40: Podría ganar 🍀
—Actualización 3/4
Ignorad que apenas he tenido tiempo de corregir...
Conduje una hora hasta mi edificio (lo cual había sido una estupidez). Durante todo el viaje, Lula me estuvo tocando y besando. De hecho, mi camiseta había perdido la mitad de sus botones. No me importaba, pero me arrepentí de no haber alquilado la habitación de un motel barato. Madre mía, si hasta se había quitado la ropa interior. Lo único que hacer era separar sus piernas y penetrarla. ¿Cómo pude resistir tanto?
—Ya llegamos —señalé con el dedo. Lula miró hacia ambos lados del garaje, y sonrió al notar que estábamos solos—. ¿Quieres que vayamos a mi habitación?
—No será gratis —Enarqué una ceja, y ella se apuró a corregir: —Vale. Eso ha sonado a prostituta. Me refería a que antes de subir a tu habitación, quiero estar segura de que no voy a perder mi tiempo.
—¿A qué te refieres?
Ella tiró de mi camisa guiándome a los asientos de atrás. —Pues... Has dicho que has tenido dificultades y mis expectativas no son muy altas.
Rodé los ojos llevando su mano a mi erección. Estaba convencido de que el problema era ella. Me había embrujado, e iba a romper la maldición probando su cuerpo.
—Venga, no te enfades —habló a un centímetro de mi cara—. Soy una chica sencilla —Besó la comisura de mis labios—. Paso del sexo si, sé que no voy a conseguir ni un miserable orgasmo.
¿Ni un miserable orgasmo? —Tuve que reprimir mis ganas de arrancarle la ropa y hacerla gemir a base de embestidas.
—Lo entiendes, ¿verdad?
Tenía la libido por las nubes, sin embargo, ella estaba en lo cierto (mi resistencia iba a ser peor que la de un adolescente a punto de estrenarse). Esto es porque cuando Theo sugirió comenzar con esta especie de "relación·, ella todavía tenía reservas respecto a mí. En concreto; intimamos en dos ocasiones y rompimos no mucho después.
Mierda, mi desesperación se olía a diez kilómetros de distancia.
—Rafa —Se separó lo justo, abrió las piernas, e hizo un gesto para que volviera a ella—. Ven aquí.
Ladeé una sonrisa y supe lo que tenía que hacer.
—Muerde aquí —Le señalé un pedazo de tela de su vestido. Necesitaba que lo mantuviese arriba, y ella lo comprendió al instante—. Perfecto. Si lo sueltas, dejaré lo que estoy haciendo y te llevaré a casa, ¿vale?
Ella asintió y sus dientes se aferraron a la extraña tela.
Ya expuesta, tragué saliva y me acerqué despacio. Lula no tenía ni idea de lo que le provocaba a mi sistema.
—Tranquila, mantén la boca cerrada o soltarás el vestido —dije mirando cómo arqueaba la espalda—. Lo estás haciendo bien.
Ella asintió. Entonces, sin clemencia, metí mis dedos dentro de su vagina para extraer la humedad y utilizarla como lubricante. A Lula pareció encantarle aquello ya que la expresión de su rostro se volvió un cuadro. Era bonita hasta la muerte. Y justo ahí empecé a lamer con consciencia. Primero de arriba abajo, luego haciendo un poco de presión.
—Hmm —Luchó contra el instinto de gritar.
—Quítate la ropa.
Lo hizo y felicité su obediencia dándole un beso en los labios. Esperaba que los dos compartiésemos el exquisito sabor de su coño; tan salino y picante que no me habría importado alimentarme de ella para siempre. Dios, mi lengua la amaba.
Lula, por otro lado, no dejaba de moverse. La sensibilidad de su cuerpo estaba aumentando, y no es para menos; yo aún seguía estimulando su clítoris con el pulgar. Además, estábamos muy pegados y podía sentirme contra ella.
—Creo que ya estoy.
La ayudé a terminar. Acto seguido, Lula tiró su cabeza hacia atrás, y la vi deshacerse en un miserable orgasmo.
—Eso ha estado... bien.
—Eso ni siquiera ha sido el principio.
Carraspeó tímida mientras trataba de ponerse el vestido. Se veía desesperada, tal vez porque seguíamos en el garaje.
—Venga, ayúdame a ponérmelo.
Parecía complicado. ¿Cómo es que se lo sacó tan rápido?
Hice una mueca y clavé mi vista en sus pechos. Eran lindos. Tenían la forma perfecta para estrujarlos y juguetear durante horas. Me apetecieron bastante, así que tironeé uno de sus pezones con malicia. Permanecía duro. Quise ponerlo en mi boca y cubrirlo de saliva.
—Espera —se quejó entre risas—. Tengo que vestirme. No puedo salir desnuda.
—¿Recuerdas que todavía estoy enfadado contigo? —pregunté divertido—. Debería pedirte que subas así.
Sus ojos brillaron. —¿Es lo que quieres?
No respondí. Me intrigaba saber hasta qué punto estaba dispuesta a llegar.
—Vale.
Volvió a quitarse el vestido, inhaló hondo, y dio un paso afuera del coche. El edificio no era muy concurrido a esas horas, pero los guardias sí que estarían despiertos. Los imaginé observándola boquiabiertos, y los odié a cada uno de ellos. Joder. Quería golpear a un montón de hombre inocentes por algo que solo había pasado en mi cabeza.
Gruñí buscando una chaqueta. Luego, al encontrarla, apuré el paso y cubrí los hombros de Lula. —Ni se te ocurra quitártela.
—¿Desde cuándo eres tan posesivo?
—No juegues conmigo. No tengo problemas en comenzar aquí mismo —alcé la voz—. Puede que lo haga, así todos sabrán que eres mía.
—¿Tuya?
La miré fijamente, y al cabo de un rato, pegué mi frente a la suya. —¿Todavía te quedan dudas?
Respiré hondo dejándome llevar. Para este punto, Lula ya tenía mi pene en su boca. Le había tomado menos de un minuto desvestirme, y para su suerte (o la mía) ya estaba duro antes de meterme en la cama. Bajé la mirada y nuestros ojos se encontraron. Tal vez sea un disparate, pero lucía adorable con las mejillas llenas.
—Voy a quitarlo —dijo antes de retirar el condón—. Lo quiero todo dentro.
Y así, me arrancó un gemido ronco. Esa mujer era el diablo. Estaba convencido de que era capaz de matarme. ¡Dios, actuaba como un jodido virgo! Lula apenas había comenzado a chupármela y ya estaba rojo, tembloroso y apretando la mandíbula con tal de no correrme.
—Ve más despacio —mascullé y ella rio—. ¡Lula, joder!
La sacó de su boca, circuló la lengua alrededor del glande, y justo cuando pensé que me daría un respiro, volvió a metérsela hasta la garganta.
—¡Serás zorra! —gruñí echándome hacia atrás.
Me moría de ganas por dar una embestida. Pero no lo hice, era consciente de que mi tamaño podía lastimarla.
—Voy a...
En ese instante, Lula sostuvo mi polla para dirigir la corrida al interior de su boca. La masturbó un poco y luego sacó la lengua, recibiéndome. Una parte del semen entró directo, el resto se escurrió por sus comisuras. Ella, tal cual lo había prometido, lo bebió como si fuese el elixir más delicioso del planeta.
Maldición. No me había mostrado ni una pizca de piedad.
"¡Oh, por supuesto que pediré la revancha!" Me dije, y enseguida asomó otra idea: "¡Anda coño! ¿Y si eso es lo que ella busca?".
De pronto, Lula se posicionó detrás de mí limpiando el sudor de mi frente. —No estarás cansado, ¿verdad?
Asentó su mentón sobre mi hombro y acarició mis pectorales.
—Espera.
Me levanté examinando la habitación. Nuestras cosas estaban tiradas por el suelo, y no había rastro de mi móvil.
—¿Es demasiado para ti? —sonrió con un puchero—. Venga, esta vez no seré tan brusca.
Solté una carcajada, revisando los bolsillos de mi pantalón. Nada. Hice lo mismo con mi chaqueta y mi cartera, y nada otra vez. Al final, no me quedó más remedio que inspeccionar debajo de la cama.
¡Bingo!
—¿Qué haces?
—Cállate un momento —pedí con un ademán, a lo que ésta respondió disgustada—. Solo espera un segundo.
Ella se cruzó de brazos, observándome. Mi plan era simple. Trataría de aprovechar al máximo las oportunidades que se me habían presentado.
"¿Qué pasó?" —contestó Theo—. "Tío, son las dos menos cuarto".
—¿Qué hacías?
Él chico bostezó de forma ruidosa—. "Breakdance".
—Jo, no sabía que bailabas —Le seguí la corriente—. Ya me enseñarás algunos pasos la próxima vez.
—¿Con quién hablas? —Lula frunció el ceño, y en consecuencia me alejé de ella.
—Venga, ahora en serio, ¿qué hacías?
"Hmmm..." —silenció un largo rato—. "Nada, estaba acostado en mi cama".
—¿Tú solo?
"¿Con quién iba a estar?".
Sonreí. Por alguna razón, su inocencia activó mi creatividad.
—¿Y qué llevas puesto?
"Lo de siempre".
—Descríbelo.
"¿Qué?" —Pareció confundido, sin embargo, no le dio mayor importancia—. "Todavía no me he cambiado la ropa que usé hoy porque tengo pereza. Además, han quitado la calefacción y prefiero quedarme aquí".
—Pues yo tengo mucho calor.
De nuevo, no dijo nada. Lula tampoco intervino, aunque su molestia cada vez era más visible.
"Deberías abrir una ventana".
—No sé yo —dije divertido—. Incluso estoy sin ropa.
En ese instante, mi cuerpo se sintió revitalizado. Sin duda, no tendría problemas para recuperar la erección.
"Vale, no puedo seguir haciéndome el tonto" —expresó tímido— "¿estás intentando tener un sexting conmigo".
—¿Quieres que pare?
—¡Rafael! —exclamó Lula—. ¿qué coño estás haciendo?
"¿Lula está contigo?, ¿ha sido idea suya?".
Masajeé mis sienes. Esos dos eran tal para cual. Ninguno de ellos sabía lo que era la paciencia.
—Vale, voy a poner el altavoz —avisé a ambos—. No hace falta que os presente porque me consta que os conocéis al derecho y al revés.
"Yo..." —balbuceó detrás de la línea—. "Hola. No sé qué...".
—¡Madre mía, ¿Theo?! —Lula saltó de la cama para tomar el teléfono entre sus manos—. Perdona, no tengo nada que ver en esto. ¡Rafael es un psicópata!
—Tranquila —intervine fingiéndome indignado—. Hace unos días le dije que estaríamos juntos. Es obvio que se imaginó el resto.
"Ah, sí, eso mismo" —respondió rápido—. "Aquí es tarde, y no quiero interrumpiros".
Me eché a reír. El chico estaba tan descolocado que creía estar en un uso horario distinto al nuestro.
—Vale, a ver si me entero, os reunís para hablar de mí —afirmó ella en un tono más relajado—. En plan, tomáis turnos y hacéis un repaso de lo que hago con cada uno de vosotros.
—Qué creído te lo tienes, ¡eh! —sonreí con malicia—. Nos sobran los temas de conversación.
"Debería colgar". —No lo hizo.
Le di alrededor de un minuto, pero la llamada siguió en curso. Theo era así. Utilizaba su simpleza de fachada, aunque en el fondo disfrutara de este tipo de cosas.
—¿No prefieres quedarte? —sugerí mirando a Lula—. Había pensado en escuchar tus sueños —pausé—. No, eso no es lo único. Más bien, quiero recrearlos.
Vale, lo reconozco, ese chico despertaba mi apetito y mi curiosidad.
"Te refieres a...".
—Déjame ser tu avatar —lo corté entusiasmado—. Joder, quiero que me prestes tu voz, tus ideas y lo que sea que puedas darme. Si quieres, la pondré de espaldas y la obligaré a imaginarte en mi lugar.
¡Al diablo! Echaba en falta experimentar algo por primera vez.
"¿Lula?".
—Dime.
"¿Te parece bien?".
—¿Es que siempre haces lo que yo quiero? —inquirió seria—. ¡Dios, Theo! Decide por ti mismo, yo sé cuidarme sola.
Acto seguido, se sostuvo sobre sus codos, arqueó una ceja y flexionó las rodillas. Me reí. Ella era consciente de que ahora tenía una vista completa de su vagina.
—¿Y bien? —insté al teléfono.
"¿Qué tengo que hacer?".
Sobra decir que esa frase me la puso tiesa. Theo y Lula se habían convertido en un vicio, y no planeaba soltarlos.
—Empieza por desvestirte —dije y sospechando que lo haría a prisa, añadí: —No te olvides de darnos los detalles.
Calló un instante (posiblemente armándose de valor).
"Ahmm... Tengo una camiseta blanca, es la que solía usar en clases de educación física. Es cómoda para ir por casa. Supongo que debería comprar ropa nueva..." —se detuvo y puedo jurar que le oí decir algunas palabrotas—. "Lo siento, esto se me da de pena. No llevo nada del otro mundo, solo la camiseta y un pantalón de chándal".
—Tranquilo, a mí me pone mucho lo del uniforme —comentó Lula en un tono sensual—. El mío era una falda plisada, camisa, y un chalequito de lo más soso. Se supone que me daba una imagen sofisticada, pero lo tenía arrugado de tanto follar en los baños —Me guiñó un ojo, y le devolví una sonrisa. Aquel recuerdo era real, éramos los peores estudiantes porque siempre estábamos encapándonos—. Bebé, qué ganas de haber sido compañeros para quitarte esa camisa. ¿Y sabes? Habría dejado que me llenaras con tal de no ensuciar los suelos.
No me sorprendió que a Lula se le diese bien esto, de todas formas, debía darle méritos por utilizar una experiencia nuestra para excitarnos. Hostia, la de veces que la vi inclinarse a la espera de que la penetrara hasta el cérvix. Al final, era yo quien desaceleraba con miedo de hacerle daño.
—¿Sigues ahí?
"Se me ha puesto como una roca" —confesó con la respiración agitada—. "Debería comprarme ropa interior más holgada".
—¿Todavía no te la has quitado?
"Estoy en ello".
—Entonces se te está marcando —divagué en voz alta—. La tela, ¿está húmeda?
"Más o menos".
—Te has tocado.
Para este punto solo podía pensar en su sabor. Tenía una obsesión con eso. ¿Qué se sentiría probar esas gotitas que dejó escapar?
"Solo hice un poco de fricción contra la cama cuando Lula habló de..." —Soltó un suspiró—. "¡Jesús! Decidme por favor que no estáis jugando conmigo".
—Es que sí estamos jugando contigo —dije yendo hacia Lula—. Y a partir de este momento, te dejo el mando.
"¿Por qué?".
—Porque tendré mi lengua ocupada —Miré a la chica y ella arreó mi cara directo a su coño—. Tendrías que ver esto, es preciosa —finalicé—. Esperaré tu indicación.
De nuevo, él dejó escapar un sonido delicioso. A Lula pareció gustarle que sus dos amantes estuviesen dispuestos a darle placer porque sus jugos no dejaron de acumularse.
"¿En qué postura estáis?".
Durante algunos segundos, nadie dijo nada. Para mí era imposible. Y nuestra chica estaba ocupada tapándose la boca. ¡Aj, Lula era una tramposa sin remedio! Tuve que maniobrar un poco para apartarle las manos.
—Contéstale.
Jadeó.
—Estoy sentada y él está acostado comiéndome el... —Utilicé mis dedos para separar sus pliegues. De este modo, provoqué uno de los gemidos más sonoros de la noche—. Joder, joder, joder, quiero más.
"¿En serio?" —Lula le respondió con un ruidito obsceno—. "Entonces siéntate en su cara".
Ella movió las piernas, y yo giré de inmediato. No estaba acostumbrado a una posición tan sumisa, no obstante, la idea de que él se estuviese tocando por esto provocó que mis niveles de adrenalina atravesaran la estratosfera. Por consiguiente, cogí sus caderas guiándola hacia mí. Ni siquiera pestañeé. Iba a tener un primer plano de su sexo (perlado por mi saliva y la viscosidad de sus propios líquidos), y no quise perdérmelo.
—Tranquila —hablé al verla reacia a sentarse cómoda—. Deja caer todo tu peso.
Se mantuvo suspendida en el aire hasta que sus piernas comenzaron a flaquear.
Demonios. Aquello fue mejor que un chute de éxtasis. Los tres estábamos inmersos en un limbo. Ahora solo era cuestión de tocar algún nervio, aunque mi campo de visión se hubiese reducido de manera considerable.
—Theo —lo llamó—. ¿qué estás haciendo?
"Pienso en vosotros". —Utilizó una voz ronca, y lejos de sonar cursi logró estremecerme. La sensación viajó directo a mi ingle. Lula también debió sentirse así porque aumentó el ritmo con el que se follaba mi cara—. "Yo, ah..." —gimió al mismo tiempo que ella—. "No puedo dejar de pensar en vosotros".
La imagen que apareció en mi cabeza fue demasiado sexy. ¿Cómo es que estaban tan sincronizados? ¿Tenían alguna conexión sobrenatural? ¿Por qué les permití tomar el control?
—¡Rafa, tengo que hacerlo!
Iba a preguntarle a qué se refería cuando empezó a restregarse con más fuerza. Intenté seguirle el ritmo, pero había limitado mis movimientos y cada vez me era más difícil respirar. De hecho, utilizaba mi nariz como punto de fricción. ¿Es posible que me estuviesen imaginando como un juguete sexual? Me tragué un gemido. Su locura era perfecta para mí.
Corrijo; ellos eran los perfectos.
Estaba convencido de que nos unía esa rabia hecha lujuria. ¿Era lo único? Quiero creer que no. Con ellos trataba de ser siempre honesto, a pesar de que mi naturaleza era otra.
—Chicos, quiero... —dijo Lula con la respiración entrecortada—. ¡Oh, Dios mío! Lo necesito ya.
Por supuesto, entendí a lo que se refería. Sin embargo, esa decisión no estaba en mis manos.
—Please.
"Mi amor, espera un segundo" —contestó Theo—. "Antes necesito que me digas exactamente lo que quieres" —Esta vez no me dejé engañar por el tonito inocente. Ese chico sabía lo que hacía y la prueba eran los sonidos que emitía—. "Es la única forma de entenderte".
—Venga, no te cortes —apoyé relamiéndome los labios.
—Quiero algo dentro de mí —accedió de mala gana—. Maldita sea, no me hagáis esto. Sabéis a lo que me refiero.
Empequeñecí los ojos.
"Vale, de acuerdo" —La tranquilizó—. "¿cómo quieres hacerlo?".
—Me es indiferente.
"¿Te es indiferente la posición o la persona que te la va a meter?" —pausó—. "Supongo que ambas".
El asombro de Lula fue tal que no se quejó cuando me moví para sentarme frente a ella.
—¿Eso es verdad? —inquirí peinándole cabello detrás de la oreja—. No te voy a negar que me ofende, pero... hoy eres mía ¿Lo recuerdas?
Asintió igual que un cachorrito obediente.
—¿Y bien? —Me dirigí al teléfono.
"Quiero que ella te monte".
Ella sonrió y yo bajé los hombros. Si esto continuaba acabarían machacándome. Era la posición favorita de Lula y esa desquiciaba subía y bajaba sin dar treguas.
—Recuéstate, otra vez.
De inmediato, me hice con un nuevo preservativo. No sé cómo conseguí abrirlo y ponérmelo en medio de la desesperación. Debí romper el récord al menor tiempo.
—¿Estás listo?
"¡Esperad!" —El grito se oyó demandante, tanto así que mis fibras se alteraron, mi vientre bajo dolió y mi autocontrol pendió de un hilo—. "Lula" —la llamó con tranquilidad—. "¿Puedes hacerlo de espaldas?".
Solté una risita al ver a Lula acomodándose sobre mi regazo. Estaba en modo automático (ni siquiera cuestionaba las órdenes). Pese a ello, me observó con un atisbo de admiración. Sabía que le gustaba mi cuerpo, en especial esa parte. Y es que, en varias ocasiones la había pillado con los ojos fijos en mi entrepierna, salivando por el deseo.
Acto seguido, hizo circular mi glande sobre su clítoris antes de ubicarlo en su entrada. Gruñí debajo de ella.
—Ha pasado un tiempo —murmuré al sentir cómo la punta de mi pene ensanchaba sus paredes. La sensación era gloriosa—. Es mejor de lo recordaba.
—¿Todavía no te enteras? —se rio—. No hay otra igual que yo. Más vale que no me pierdas.
Abrí la boca, pero justo en ese instante mi polla se hundió por completo. Lula arqueó la espalda, y a partir de allí turnamos un montón de gemidos. No tenía caso reprimirse. El calor que emanaba de ella era fuego puro.
—Mmmm... qué rico —ronroneó hacia el móvil con un gesto de ensoñación.
La situación de Theo no era mejor que la nuestra, lo delataban sus jadeos. Así pues, elevé mi pelvis mientras ella se dejaba caer de forma pronunciada. Estaba volviéndome loco. Lo peor era que su energía no disminuía, y sus tiernos tejidos me envolvían una y otra y otra vez.
—Raf... —gritó.
Ese sonido casi me hizo terminar.
"Ahora di mi nombre" —intervino él, sorprendiéndonos a ambos—. "Por favor" —rogó—. "Cierra los ojos y piensa en mí".
Respiré hondo. La idea no me disgustaba. Era consciente de que Lula no nos trataba de la misma forma, pero ¿eso incluía el sexo? Me apeteció descubrirlo.
—Eh, por mí está bien.
Ella se regresó a mirarme. Advertí la expectación en su cara, y tras un leve asentimiento comenzó:
—Theo, Theo, Theo... —repitió dando brincos desesperados. Tuve que sujetar su cintura para guiarla y que no desprendiese de mí—. Theo, Theo, Theo, Theo, Theo, la madre que..., Theo, mierda, Theo.
Me pregunté si realmente lo estaba imaginando en mi lugar. Es decir, nuestras pollas eran distintas. La suya era alargada y recta como una vara o una lanza bien proporcionada, mientras que la mía destacaba por su grosor y una cabeza más ancha que el tronco. Aunque claro, Lula estaba tan embriagada que apenas notaba las diferencias.
Ese chico debía ser toda una máquina.
"Estoy a punto de...".
—Yo también —le contestó.
Rápido, tiré de ella y abracé sus pechos. Quería que se corriera conmigo dentro. Era lo justo. —Venga, hazme feliz.
Utilicé mi mano libre para apurar su orgasmo. Mantuve el ritmo. Y al final, sus paredes se contrajeron alrededor de mi polla atrapándome en su cuerpo.
—Buena chica —susurré en su oído.
Su coño estaba sensible, no obstante, le di una fuerte embestida. Tenía la oportunidad de recuperar el control y no pensaba desaprovecharla. Así que, sin soltar sus pechos, penetré varias veces. Uno dos, uno dos, uno... Seguí bombeando en su interior, brutal e implacable.
—Aguata un poco.
—No sé si pueda —habló con dificultad.
¿Cómo no iba a amarla? Era la mujer de mi vida, y en momentos como ese olvidaba hasta mi nombre. Con ello en mente, estoqué una última vez y desencadené mi propio infierno.
¡Creedme! Estuve medio muerto durante el clímax.
Con exactitud, no sé cuánto tiempo permanecimos inmóviles. Lo único que recuerdo es que, volví a la realidad cuando Lula rodó a un lado de la cama y se acurrucó en mi pecho.
—¿Sigues ahí? —cuestioné al teléfono.
"Eso parece".
Sonreí malicioso. —¿Vamos por otra ronda?
"Me tomará un rato recuperarme de esta" —confesó en voz baja—. "Ahmm... No sé qué se dice en estos casos".
—Ni yo —admití—. Pero no quiero que cuelgues todavía.
Lo escuché reírse, y una pequeña corriente volvió a recorrerme.
—¿Sabes? Eres raro.
"Ya me lo han dicho" —respondió alegre—. "Lula, la que más".
—¡Nunca en mal plan!
"Lo sé. Gracias a ti, suena como un cumplido".
—Theo, sobre el descanso que...
"No te preocupes". —La interrumpió—. "No voy a mezclar nada. Sin presiones".
Advirtiendo que el ambiente comenzaba a tensarse, tomé la palabra: —Yo me refería a que pareces normal a primera vista. ¡Puede que demasiado! —divagué—. Supongo que aquí aplica lo de caras vemos, problemas mentales no sabemos.
"Ja, ja. Me parto" —dijo, y al percibir su propia rigidez, añadió: —"Al igual que vosotros, tengo una mentalidad abierta sobre las relaciones. No le deis vueltas".
—¿Crees que tuvimos algo que ver con tu cambio?
Aquel minuto fue eterno. No supe qué esperar, y tampoco estaba seguro de haber hecho bien al cuestionarlo.
"¿He cambiado?".
—Es lo que me gustaría saber —contesté sereno—. Si Lula... —la miré y rectifiqué: —Si yo no estuviese en medio, ¿seguirías hablando de tener una mentalidad abierta?
—¿A qué viene esto?
—Compruebo si soy una influencia negativa, o no.
Lula frunció el ceño y un nudo se formó en mi garganta. Quería ser una buena persona.
"Para ser honesto, no hay un antes, siempre he sido..." —vaciló al no saber cómo acabar la frase—. "No miento sobre cómo soy. Aunque sí que omito ciertas cosas. Al menos, las que no me enorgullecen demasiado".
—Explícate.
"Pues eso. No voy por ahí contando mis fantasías".
—¿Fantasías? —preguntamos al unísono. Nos sonreímos, y un segundo después arrugamos la nariz pensando que lucíamos ridículos.
"No es nada. O sea, sí, pero no tiene importancia". —Balbuceó.
—¡Venga ya! No puedes dejarnos con la duda —se quejó ella—. ¿Qué tipo de fantasías son esas que no puedes hablarlas con nadie? Ni siquiera conmigo que he sido tu novia por más de medio año.
"Déjalo. Si os lo digo, es posible que..." —dudó, quizás planteándose la posibilidad de confiarnos su secreto—. "No lo entenderíais".
—Prueba —lo animé—. Ninguno de los tres es santo de nada, y no tiene sentido que nos juzguemos entre nosotros.
—¿Theo?
La voz de Lula fue el factor clave, ya que éste tomó una gran bocanada de aire.
"Hasta hace poco solía fantasear con Rafael follándote en mis narices. Luego alzabas la mirada, y me mostrabas lo bien que te sentías. Sé que es masoquismo, humillación y todo lo que quieras. Pero mi parte favorita era ver cómo te acercabas a mí, y me besabas. Dios, dejabas en claro que yo te pertenecía. Y al mismo tiempo eras mía" —resopló y pude sentir el autodesprecio de su voz—. No me necesitas, e igual he querido ser... —calló—. ¿Te estoy asustando?".
—Que va —contestó Lula con las mejillas sonrojadas—. Lo que pasa es que no me lo esperaba.
"Soy un bicho raro".
—Eso no es verdad.
—Ella tiene razón —tercié divertido—. Además, puedo prestarme para eso. Me apetece experimentar de todo...
Lula empequeñeció los ojos. Era consciente de que yo hablaba en serio, sin embargo, no le gustaba que presionase demasiado. Theo aún no tenía clara su sexualidad ni los límites que estaba dispuesto a cruzar. ¿Este era el punto medio?
Le di una sonrisa y me aclaré la garganta. Quería hablar acerca de lo habíamos hecho, pero una serie de ruidos me interrumpió. Éstos no provenían de mi habitación, sino de...
"¡Theo apaga la luz!" —Supuse que era la voz de su padre—. "Venga, no te acuestes tarde".
Entonces se oyó un portazo y un montón de disculpas en la lejanía. No entendía nada. La situación pareció sacada de una comedia mal hecha.
"Ahm..." —musitó seguido de una tos involuntaria—. "'Odio mi vida".
—¿Ha entrado? —quise saber.
"Casi. Le he cerrado la puerta antes de que me viese desnudo y hablando con vosotros" —Fue sincero, quizás porque ya había pasado lo más horrible de su noche—. "¡No entiendo por qué nunca toca!".
Solté una risotada y, como castigo, Lula le dio un pellizco a mi pecho. Gemí mirándola. ¿Era extraño que me resultase divertido?
—Venga, no es tan malo. Apuesto que tus padres también se divirtieron mucho en su juventud, o no tendrían hijos.
"¡Qué asco!" —Lo imaginé estremeciéndose—. "Prefiero creer que me trajo una cigüeña".
—El título de mojigato lo perdiste hace rato, eh —bromeé—. Será mejor que lo superes.
Él suspiró. No estaba enfadado, solo incómodo.
"Si no cuelgo, seguirán molestando con lo de la luz" —dijo agotado—. "Pasadlo bien".
—Adiós —se despidió ella.
—Buenas noches —Fue mi turno.
Colgó y reinó el silencio.
Lula todavía estaba abrazada a mi pecho. Y si bien no era nada del otro mundo, ella y yo no solíamos ser tan cariñosos (además, ya no estábamos juntos).
☼❥ツ✪ ツ❥☼❥ツ✪
BUENO... ¿QUÉ TAL?
Rafa está fuera de forma. *Pobrecito* xD
❥RIP la suerte de Theo. Ese chico necesita una limpia.
❥Ah, sí. Este capítulo es 80% fanservice, y quizás más adelante lo reduzca un poco. Igual espero que os haya gustado.
Y para acabar, os dejo la canción que inspiró lo que se viene:
https://youtu.be/rvt9nssEcno
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