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37: Debería sonreír 🍀

—Por si os habíais olvidado: Rafael está enfadado con Lula por lo del vídeo, Theo y Lula se están dando un tiempo y las cosas entre los chicos están incómodas por el beso del capítulo 35.

Esa mañana desperté con la no grata sorpresa de que me había llegado un correo electrónico.

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INVITACIÓN A EVENTO

Alba Sousa <a.sousahummels.com>

Buenos días, Rafael

Tu padre me ha pedido que agende en tu horario una fiesta que se realizará este sábado. Quiere que te presentes formalmente antes de que se te transfieran los bienes que heredaste.

Adjunto a este mensaje encontrarás la invitación.

Fdo. Alba Sousa Caballero

Asistente personal y encargada de eventos corporativos.

]]

Me puse la almohada en la cabeza y seguí durmiendo.

No solía caminar por el centro de la ciudad, estaba abarrotada y el contacto con desconocidos era inevitable, sin embargo, si quería hablar con alguien (en este caso Lindsay) tenía que ir a la federación donde entrenaba.

Aun le faltaba media hora, de modo que, salí a la calle y comencé a dar vueltas. Estaba ansioso. Tenía que tomar muchas decisiones.

Suspiré en busca de un bar más o menos decente. No quería entrar a un sitio pijo, pero tampoco iba a optar por cualquier lugar. Al final, volví sobre mis pasos y escogí la terraza de un hotel.

Me di prisa. Lindsay estaba a punto de llegar, y esperaba ser el primero. Hasta que algo me detuvo. Era el sonido de un violín perfectamente ejecutado. Giré la cabeza. El sonido provenía de un artista callejero; era un hombre viejo, lo cual incrementó mi asombro.

—¿Qué pasa?

Lindsay se paró a mi lado sin prestar atención. A decir verdad, casi nadie se paraba, tan solo dejaban unas cuantas monedas y se iban. Pese a esto, la destreza que manejaba era de la más alta categoría.

—Es una interpretación interesante, pero Vivaldi no lo habría hecho así.

El anciano dejó de tocar y me miró confundido. 

—Parece que no es un buen día —apunté el estuche. Había muy pocas monedas y casi ningún billete—. No me sorprende.

—Joder Rafael, cállate ya.

El anciano sonrió amable.

—No lo entiendo —musité—. Hace una semana pagué no sé cuántos euros por oír esta misma pieza. Y hoy descubro que alguien hace lo mismo por prácticamente nada. Es molesto —arrugué el ceño—. Odio cuando la gente le quita valor a algo que me gusta. Hacéis que parezca barato.

Lindsay apretó mi brazo con fuerza. Iba a golpearme, no cabía duda.

—Perdón por eso —dijo ella, avergonzada—. Está loco, no le haga caso.

—Descuida. Siempre es bueno hablar con un admirador.

Solté una risita irónica sin apartar la vista.

—Entonces, Rafael —se dirigió a mí luego de revisar la hora—. ¿Te gusta la música clásica?

Alcé los hombros.

—¿Alguna vez has tocado un violín?

—Supongo —respondí orgulloso, no obstante, mi consciencia me obligó a añadir: —Pero lo he dejado. Ahora solo me dedico a escuchar.

El hombre asintió con la intención de marcharse. —¡Qué triste!

Me hundí. Por alguna razón, esas dos palabras golpearon mi ego. Algo estaba molestándome.

—Mira quién fue a hablar —hablé entre dientes.

—¡Por Dios, Rafael!

—Los arrogantes siempre acaba tragándose el orgullo —pronunció sonriente—. Mírame a mí —Alzó la mirada contemplando el hotel—. Le dediqué toda mi vida al dinero y ahora es tarde para lo demás.

Juntó todo el dinero que había recogido y lo guardó sin más

—Gracias —soltó ante mi desconcierto—. Ha pasado un tiempo desde la última vez que alguien reconocía mi música.

—Yo no he hecho tal cosa.

—Te has molestado porque no estoy en un teatro cobrando el sueldo de un rico —dijo—. Pero no van a contratar a nadie con más de sesenta años.

Apreté los dientes. La situación se había tornado aún más incómoda.

—Quiero que la gente me escuche —proclamó para sí. Al cabo de un rato, irguió la espalda, me miró directo a los ojos y soltó: —Si me aceptáis un consejo, no renunciéis a nada que os haga felices.

Joder, ¿es que alguien me había puesto una trampa?

—Tenemos que...

—Estoy aquí los martes y los domingos. Me aseguraré de impresionarte la próxima vez.

—No volveré.

Lindsay me dio un codazo. —Aquí estará.

—¿Por qué has dicho eso? —me quejé.

Lindsay me miró mal antes de sentarse en la mesa que nos asignaron.

—Una pregunta, ¿lo de ser gilipollas te sale natural o te lo ensayas en casa?

—No estoy seguro —contesté divertido—. ¿Qué tengo que decir para que no me mates?

La chica arrugó la nariz mientras revisaba la carta. —Tú invitas.

Moví la cabeza para afirmar. De todos mis amigos, Lindsay era la más "confiable". Se le daba bien aconsejar a la gente, aunque a veces jugaba con mis nervios. No podía quejarme, yo hacía lo mismo.

—Realmente espero que ese hombre no se haya sentido mal —divagó para sí—. Creo que se identificó contigo.

Enarqué ambas cejas, escéptico (no porque la comparación me ofendiera, sino porque no tenía sentido). —¿Vas en serio?

—Bueno, has renunciado a ser músico.

—¿Y eso qué tiene que ver?

—Te lo puede decir todo el mundo, pero ya lo sabes —Alzó los hombros. Su voz era monótona, el rostro inexpresivo—. La vida es una mierda, y puedes dejar que te joda o hacer algo al respecto.

Permanecí callado. Había personas que todavía mantenían la esperanza de que volviese a tocar, el problema es que ya no podía hacerlo. No podía, literalmente. Porque cada vez que tocaba una tecla, o sostenía un arco, mis dedos se volvían rígidos. Entonces, el mundo se quedaba en silencio.

La música me había abandonado.

—¿Es que quieres deprimirme?

—Que va —contestó—. Es solo que tienes el talento y los recursos, hay gente que no tiene ni lo uno ni lo otro. Se lo debes —pausó para corregir: —Nos lo debes.

—Joder, no puedes estar hablando en serio.

—Le dieron mi lugar a otra —dijo como si nada—. Al parecer he llegado a mi límite. Hoy, por ejemplo, una novata me dio una paliza en el entrenamiento.

—Será un mal día —sugerí. Ella rio cogiendo los cubiertos de la carne—. Hostia, te puedo asegurar que nadie golpea como tú.

Lindsay me miró orgullosa. Solía decir que yo era débil, sin embargo, ambos sabíamos que no era cierto. La aventajaba en fuerza, y ella en todo lo demás.

—Voy a dejarlo al finalizar la temporada —confesó luego de una exhalación—. Ya se lo dije a mis padres, y van a apoyarme.

Enseguida sentí impotencia. Qué podía decir. "¿No te rindas?". A la mierda, habría sido una hipocresía de mi parte.

—Estoy bien —agregó—. Es agradable no tener tanta presión encima.

Asentí sin creerle. Nunca es fácil abandonar los sueños.

—Como sea, ¿para qué querías verme?

Pestañeé repetidas veces. Por un segundo, mi mente se quedó en blanco. Odiaba la idea de que estuviéramos diseñados para fracasar.

—¡Ah, ya! —exclamé con brevedad—. Dentro de poco va a ser mi cumpleaños, y mi padre organizó una fiesta con todo su equipo para...

—Paso.

—¿Todavía no te he pedido nada?

—Ibas a invitarme ¿no? —Su tono me obligó a resoplar—. Pues va a ser que no.

—Ni siquiera lo has pensado.

—Valeeee —refunfuñó—. Pros, ninguno. Contras, que odio usar vestidos, la gente estirada me afloja el estómago, y tu padre es... una mierda.

—Qué linda.

—Venga, ya —rio—. Todo es una mierda. Tú eres una mierda, yo soy una mierda, el gobierno es una mierda. Y resumiendo, el mundo es una mierda.

—Creo que se me ha quitado el apetito.

—Lo ves —me apuntó—. Esas cosas de pijos son las que estoy evitando.

—Te deberé un favor.

—Ya me debes muchos. No te ofendas, lo hago por mi salud.

—Venga.

—¡Que no! —declaró en alto—. Prefiero regalarte una tarjeta o alguna tontería de esas.

Me reí para mis adentros. Era obvio que nadie querría asistir a un evento donde solo se hablaba de dinero, negocios y contactos.

—Lula habría dicho que sí.

Era cierto. A ella no le importaba hablar de esos temas, de hecho, se integraba con facilidad y solía dirigir las conversaciones. Estaba acostumbrada a ser el centro de atención.

—Ni hablar. Esta vez se ha pasado veinte pueblos.

—No digo que no. Pero en vuestra relación nunca hubo límites.

—¿Entonces debería olvidarlo y regresar con ella?

—Yo siempre estuve en contra de que eso —contestó—. Os quiero a ambos, pero sois lo puto peor.

—Menos sincera, por favor.

—Pues eso. Jamás esperé que acabarais juntos hasta la última vez que os vi. Por fin actuabais como personas, en lugar de solo pelear y follar.

Contuve la risa al notar cómo su rostro se distorsionó por la expresión de asco. Y no es para menos, Lindsay y yo nos veíamos como hermanos (hermanos que se repugnan).

—Dime qué hacer.

Sonreí. A Lindsay le agobiaba la presión, y a mí me encantaba tocarle las narices.

—Con tu vasta experiencia en relaciones, voy a...

—Habla con ellos —me cortó—. Con Lula y Theo. Los dos se merecen unas últimas palabras.

—Puede que con Theo aún tenga un tema pendiente, pero Lula...

—Lula es mi mejor amiga y te has portado como imbécil por muchos años —me acusó seria—. Escucha. No se trata de que la perdones, sino de que le des el mínimo de respeto. Ella se enamoró de ti, y si vas a dejarla al menos ten los cojones de hacerlo bien.

—Creí que también estabais peleadas.

—Y sí —lloriqueó—. Pero eso no significa que no seamos amigas. Espero.

Bostecé y llevé ambas manos detrás de la nuca. Lindsay tenía razón. Sin duda, eso me molestaba.

—Vale tú ganas —bufé enseñándole mi móvil—. ¿A cuál debería escribirle primero? —La chica entrecerró los párpados—. A los dos, entonces.

Lo siguiente que hice fue desbloquear a Lula. Era la persona con la que menos quería hablar, pero si la dejaba para el final terminaría arrepintiéndome.

Rafael: Hola

Rafael: Una pregunta...

Rafael: Todavía sigue en pie lo de la última vez ¿?

Tras enviar el último mensaje, levanté el móvil y dejé que Lindsay lo leyera.

—¿A qué te refieres con "lo de la última vez"?

—Sexo.

—Puaj —fingió una arcada y empezó a atacarme con el pan—. ¿Es que no pensáis en otra cosa?

—¿Qué quieres que te diga? —sonreí inocente.

Esta vez, Lindsay negó repetidas veces tratando de no hacer caso a su imaginación. O al menos eso me pareció.

Luchando contra la risa, abrí una conversación con Theo.

Rafael: Hola???

Rafael: Te pillo bien ¿?

Theo: Sí, no estaba haciendo nada

Alcé la cabeza, sorprendido. No esperaba que contestase tan rápido.

—¿Y bien?

—Theo me ha contestado.

—Guay, invítalo a venir —sugirió entusiasmada—. Prometo estar calladita.

Bajé la cabeza. En ese instante me quedé en blanco y, nunca, en serio nunca, pasé por algo parecido. ¿Qué debía escribir? Lo cierto es que estaba un poco avergonzado.

Rafael: Podemos hablar en persona ¿?

Rafael: Estoy en la terraza del Provence

Theo: Ya, es que sigo en la uni...

Tardé un minuto en procesar aquello. No tenía lógica. Era una excusa vaga después de revelar que no hacía nada.

—¿Qué pasa?

—Dice que está en la universidad.

—Tío, son casi las tres —señaló ella—. Los de la mañana habrán salido hace más de una hora.

Alcé los hombros mientras pensaba en una respuesta que no me hiciese ver como un idiota.

Rafael: Vpfklafsdnlksd

—Joder, ¿qué haces?

Lindsay me arrebató el móvil con una facilidad humillante. —No te muevas.

Para ser honesto, ni siquiera hice el intento de recuperarlo. Aún estaba ido por su contestación, así que me eché hacia atrás y esperé.

—Listo —pronunció orgullosa—. Ha dicho que viene para acá.

—Pero ¿qué has hecho?

—Míralo por ti mismo.

Rafael: Perfecto, te esperamos, no hay prisa

Theo: No lo sé

Theo: Puede que tarde mucho

Rafael: Repito, no hay prisa

Rafael: Tengo algo que decirte, y no quiero postergarlo...

Rafael: Es realmente importante

Theo: De qué va esto?

Rafael: Por favor :c

Theo: ¿??????

Theo: Valeeee... Voy para allá

Inhalé hondo. Aquello era demasiado cursi, parecía el diálogo de una película de los dos mil.

Maldita sea, yo nunca habría escrito algo como eso.

—Me lo agradecerás más tarde.

Apreté mis párpados con la yema de los dedos. La rabia y la vergüenza se extendían por cada poro de mi piel. No podía creerlo. Mis manos ya no paraban de temblar y mi sonrisa era cartón duro.

—Dime que no me odias.

—Has hecho que parezca un rarito de esos.

—¿Y qué más te da lo que piensa este chico?

Por lo visto ella no se había dado cuenta de que Theo y yo teníamos un tema sin resolver. Un beso, que en otras circunstancias habría sido nada. No obstante, aquí lo era todo.

—El tío es súper legal —se refirió a Theo—. No tengo claro cómo funciona esto, pero creo que os ha ayudado bastante. Ahora, si vas a apartarte, no dejes tenciones entre ese par.

—¿No lo sabes?

Lindsay me miró confundida.

—Lula le pidió un tiempo, pero todos saben que eso significa ruptura solo que en palabras bonitas.

—¿¡¡Qué!!?

—Así empezamos nosotros —murmuré—. Ahora viene el tira y afloja.

—Es que no me creo que seas tan cínico.

—No es cinismo, es la verdad —dije a la defensiva—. También lo pensaste, ¿a que sí?

Lindsay guardó silencio, luego bebió y comió hasta hinchar su boca a base de ingesta.

—Si estás molesta, habla con ella.

—No funcionará —bramó—. Lo de Lula es un problema.

—No seas tan...

Interrumpí mis palabras al ver su notificación. Por fin, Lula estaba conectada.

Lula: Realmente quieres montártelo conmigo?

Rafael: En realidad quiero que me acompañes a un lugar, y si la cosa se da...

Rafael: ¿?

Lula: JAJAJAJAJA xD

Lula: Entonces encenderé una vela para que la cosa se dé

Lula: Acepto. Sí. Yes. ¿Oui?

Releí mi mensaje y noté que era pretensioso. Mis palabras daban por hecho que la "cita" tendría un final sexual. A pesar de esto, arrugué el ceño mientras la imaginaba riéndose de mí.

Rafael: Déjalo.

—Adivino —habló Lindsay—. ¿Os estáis peleando?

—Es una payasa —sentencié sin apartar la vista.

Lula: No espera

Lula: Quiero ayudarte, ¿de qué se trata?

Sonreí. La chica se había dado cuenta de que aquella no era una petición al azar. O me conocía demasiado bien, o yo era demasiado predecible.

Rafael: Es una fiesta. La ha organizado mi padre, pero no me apetece ir solo...

Rafael: Puedes negarte y ya

Rafael: De todos modos, no te prometo nada

Rafael: Digamos que es una advertencia en buen plan

Lula: Para, que me estoy mojando!!

Rafael: Agh!!

Rafael: Me rindo

Lula: Ya te dije que iré. Quiero ir. Me tomo muy en serio mis palabras

Rafael: No es una obligación

Lula: Ya, pero te quiero y QQMLM

Rasqué mi nuca planteándome la posibilidad de bloquearla de nuevo. Era lo más sensato, aun cuando deseara verla. ¿Tenía sentido? En lo absoluto. Y saberme tan irracional me provocó la urgencia de gritar. Yo no tenía remedio.

—Venga, respira.

Enarqué una ceja, obedeciendo. En esta ocasión, yo mismo le enseñé la conversación. Lula, por otro lado, llenó mi buzón de stickers y signos de interrogación.

—¿Qué significa qqmlm?

—Quiero que me la metas.

—Joder —alzó la voz, escandalizada por mi escaso sentido del pudor—. Todos nos están mirando.

Me encogí de hombros. Tenía la cabeza tan revuelta que no me importó que la gente cuchichease a mi alrededor.

—Tío, no sé qué mierda os fumáis, pero madurad de una vez —Asentí y ella continúo: —Maldita sea. ¡Debería dejar de preocuparme!

Enseguida me distraje.

Lula: Perdona, es que no me gusta sentirme incómoda contigo. Sí que quiero acompañarte

Lula: Es algo importante para ti, y por transferencia también lo es para mí

Lula: Y tranqui... No me haré ilusiones

Lula: Qué dices? Sigo estando invitada?

Vamos a ver, soy a lo que llaman "un caso perdido". No me gusta ir por la vida tratando de sacar lecciones, al fin y al cabo, los humanos somos un sinsentido.

En conclusión, Lula no tenía que convencerme de nada. Ya había tomado una decisión.

—Eh, ¿me haces un favor? —rogué mientras buscaba alguna tarjeta de crédito. Acostumbraba a utilizar mi firma o el móvil, por ende, no estaba seguro de llevarlas—. ¿Puedes darle esto a Lula?

Lindsay entrecerró los párpados y tomó el objeto con cautela.

—Va a acompañarme —me apresuré a explicar—. Es para cualquier cosa que necesite.

—Pregunta. ¿Puedo comprarme algo, también?

Suspiré y asentí.

—Otra pregunta. ¿Cuál es el límite?

—¿La imaginación? —bromeé para luego aclarar: —No hay límite, pero le saltará una notificación a mi papá si sobrepasa los cien mil.

Por suerte, ya no tendría que preocuparme del límite cuando cumpliese los veintiún años.

Rafael: Más tarde te envío los detalles.

La siguiente hora nos dedicamos a hablar de temas aleatorias. Bien podíamos comentar la última película del cine, o echarnos a llorar porque estábamos envejeciendo. Es más, nuestra paranoia llegó a tal punto que tuvimos inspeccionamos las canas en la cabeza del otro. Lo bueno es que no hallamos ninguna. Lo malo es que nos convertimos en los más raros del lugar.

Al final, Theo llegó con la respiración agitada y un aspecto horrible, claro que, no en el mal sentido. Se acercó, movió una silla y se sentó. Era increíblemente ordenado. Lo siguiente que hizo fue sonreír amable.

Me incorporé, observándolo.

—Hola.

—Hola —respondió Lindsay.

—¿Qué hay? —Fue mi turno de hablar.

En ese instante reinó el silencio. Fingí no darme cuenta, pero tuve la sensación de que mi cuerpo se llenaba de hormigas. Era como si millones de patitas me recorriesen de arriba abajo. Pese a todo, me engañaba a mí mismo si decía que era algo desagradable. Vamos, que la lógica nunca fue una opción.

—Te puedo preguntar algo —dijo Lindsay—. ¿En qué universidad estudias?

—En la politécnica —La miró aturdido.

—¿La que está a tres calles de aquí? —volvió a indagar—. Pues mira que es extraño. Has tardado casi una hora cuando se supone que ya habían acabado las clases.

—¡Ah! Es que... —titubeó por la sorpresa—. La biblioteca, sí, tenía que...

—Tampoco traes la mochila —apuntó—. Supongo que le hiciste caso a Lula y estás conociendo a otras personas.

Theo cerró la boca sumiéndose en sus pensamientos. Lucía avergonzado, nervioso. Lo más probable es que le estuviese dando demasiada importancia al asunto.

—Corta —le pedí a Linds.

—Es una broma —rio recostándose en la silla—. Nadie dice ni mu y estoy a esto —cerró un pequeño espacio entre sus dedos— de lanzarme desde el mirador.

Abrí los labios y volví a cerrarlos en el momento exacto en que hice contacto visual con Theo. Él carraspeó fuerte. Ni siquiera se había percatado de mi reacción. Estábamos igual de desorientados.

—Valeee —dijo ella—. Lo siento.

—No pasa nada.

Lindsay se irguió, se desperezó y sonrió con astucia. —¿Sabes que soy tu fan?

Theo negó confundido. Ella hablaba en serio, no obstante, su tono dio pie a un millón de posibilidades.

—Me sorprendió saber que toda esta movida la iniciaste tú. Yo no habría tenido el valor, o sea sí y no —jugueteó con la comida—. Entiendo que quisiste romper el molde y todo eso. Pero yo me habría cagado encima al ver la relación que ese par tenía. Sin ofender, eh.

—Ya —murmuró—. No es fácil la verdad.

—¿Por qué?

—Venga, que no es un interrogatorio —tercié tratando de no delatarme—. No te pongas en plan chungo.

—¡Eres un tonto!

—¡De eso nada!

—Que tampoco me importa —declaró él, mirándome. Esta vez sus ojos no vacilaron—. Dije que fue difícil por diferentes razones.

Sin previo aviso, mi gesto se volvió expectante. Incliné la cabeza, y un segundo después fingí quemeimportismo. Actuaba como si la conversación fuese ajena a mí, aunque (en el fondo) deseaba que reclamasen mi atención.

¿Qué coño estoy haciendo? —pensé.

—¿Y bien?

—Al principio me sentía fuera de lugar —reveló encogiéndose de hombros—. Lula es súper guapa, no es que yo no. Vamos que no suelo utilizar esa palabra conmigo mismo, pero... ¡Agh! —pausó ante mi sonrisa—. Pues eso, que las personas piensan que se ve mejor con Rafael. Creo.

De pronto, Lindsay lloraba de la risa. No estaba fingiendo. Llegó a un punto en que le costaba respirar. Theo, por otro lado, tenía la cara tan roja que temía que le estallase.

Tres. Dos. Uno ¡Buuum!

Madre mía, creo que me sentí mal. No estaba preparado para eso. Corrección. No estaba preparado para nada que implicase una gestión de emociones.

—Tú ni caso —señalé a la chica—. Yo es que paso de ella.

—Vale, vale, perdona —habló con dificultad—. Pero no me reía de ti, lo juro.

Theo bajó la vista y le oí blasfemar. Puede que dijera algo como "me cago en la leche", o qué sé yo. En realidad, habría entendido que se quisiese cagar en Lindsay. Yo lo haría en su lugar.

—Lo juro —insistió ella—. Lo de Lula lo entiendo. Soy cien por ciento heterosexual y a veces no puedo quitarle los ojos de encima —pausó para enfatizar—. Lo que me ha hecho gracia es que pongas a Rafael en el mismo saco.

—Sí, ya, claro —ironicé.

—No, no, esperad —abanicó ambas manos conteniendo la risa—. Lo que intento decir es que nunca me he sentido intimidada por Rafael. Él está bien, pero "meh". Sí que es verdad que las cirugías y el bótox le mejoraron el careto, pero no sé si sea para tanto. Quizás sea solo cosa mía, no lo sé.

—¿¡Estás de coña!?

—Perdona, no sabía que fuese un secreto.

—Ni qué secreto, ni qué leches —ladré. Mi reacción fue más radical que de costumbre—. ¡Es todo mentira!

—Todavía recuerdo el verano en que desapareciste del mapa, luego regresaste y lucías diferente.

—¿Pubertad?

—Lo que tu digas, campeón.

Crucé los brazos de mala gana. No era la primera vez que me hacía ese tipo de bromas, el problema es que nunca había caído en ese tipo de provocación. 

—Vaya... —dijo Theo—. ¿Duele mucho?

Empequeñecí los ojos. Era consciente de que estaban jugando, pese a ello, me tensé como un lienzo. No tenía lógica (como casi nada a mi alrededor).

—Pues tal que así —continuó ella—. Vuestra relación todavía me genera dudas, ¿te importa si...?

—Adelante.

—Vale, no sé cómo preguntar esto —divagó recogiéndose el cabello—. ¿Qué se siente? —pausó, y replanteó la pregunta: —Sabes que ellos se lo montan cada vez que tienen oportunidad ¿no? —Nadie pestañeó—. ¿Eso te corta el rollo o tiene un efecto estimulante? He pensado que, si fuera yo, sí que me sentiría extraña.

—Pero si tú no mojas —intervine.

Lindsay sonrió enseñándome el dedo medio. —Solo es curiosidad.

—¿O ganas de juzgar?

—Qué va. Respeto la libertad sexual.

—¡Ja! Has hecho más de mil chistes a mi costa —repliqué—. De hecho, me prohibiste acercarme a ti si tus padres estaban delante.

La chica me dio la razón con un ligero asentimiento. —Respeto la libertad sexual, no la promiscuidad.

A Theo se le escapó una risa, y enseguida trató de recuperar la inexpresividad de su rostro.

—Eso... Yo... —me levanté sin poder tomar aliento. De nuevo, mi comportamiento era exagerado e irracional—. ¿Quieres parar? ¡Esto no es gracioso!

—No pretendía ser graciosa —señaló—. Para ti el sexo es el equivalente a las drogas. Piensas que estás a salvo de todas esas adicciones, pero no.

—Ahora sí que alucinas.

—Vale —dijo en un tono condescendiente.

Por suerte, no comencé a patalear. Todo el mundo me estaba mirando, incluido Theo. Despacio, me senté y callé.

—Es interesante —comentó ella—. Hoy estás muy a la defensiva, a pesar de que siempre me meto contigo. Supongo que tiene que ver con Theo.

—Corta.

—Hay algo entre vosotros dos, ¿o me equivoco?

Ambos tosimos, nos miramos, y al cabo de un rato, soltamos a reír. Era agradable reírse con él. Todo en él me provocaba una profunda admiración.

—¡Tranquilos! —exclamó inclinándose ligeramente hacia mí—. Haberme dicho que queríais intimidad, y me hubiera ido antes.

Enarqué una ceja, prestando atención a lo que estaba susurrándome: "Va a por el trío. ¿Crees que tenga más sorpresitas?".

Cuando Lindsay se fue, exhalé un suspiro. No estaba seguro del por qué.

—No me hice cirugía —dije de nuevo.

—Valeee.

Entorné los ojos. Él no me creía, aunque tampoco parecía importarle.

—Tampoco soy eso.

—¿Con eso te refieres a lo de promiscuo? —preguntó y asentí sin perderlo de vista—. Ya lo sé. Solo le seguía la corriente, pero perdona si te ha ofendido.

—No es tan fácil ofenderme.

Él movió la cabeza y silenció mientras aclaraba sus ideas. Sabía que podía esperar cualquier cosa de él, así que (por seguridad) no me precipité en lo absoluto. Me mantuve callado tanto como me fue posible, lo cual era extraño. 

—¿Puedo preguntarte algo?

Alcé las cejas y vi cómo dudaba. No nos parecíamos en lo absoluto. Él pensaba demasiado, yo no. Él era sincero, yo no. Y sí, tal vez él era mejor persona.

—¿Por qué te importa lo que yo crea? —Lo miré sin comprender—. Está claro que Lindsay te estaba tomando el pelo, pero sigues insistiendo en lo mismo.

Él siempre iba a saco. Me asombraba, me hacía reír, pero no tenía respuestas que darle. O al menos, no las que él quería escuchar. Y lo supe. En ese momento, sería lo más parecido a un villano.

Aj. Mi propia existencia era un peso para mí.

—Vale, me has pillado. Tengo un cuelgue de lo más raro y he montado toda esta película porque quiero...

—No hace falta que seas gilipollas —me interrumpió al notar la ironía de mi voz—. Dios, sí que eres un idiota.

—Tranquilo,

—Ya —musitó—. La verdad es que no sé porque me llamaste. Esta conversación es una pérdida de tiempo y tengo cosas más importantes que hacer.

—¿Citas? —probé a adivinar en un tono divertido—. ¿Linds tenía razón?, ¿has hecho caso de lo que te dijo Lula?

Él respiró profundo. No hizo falta ser un genio para darme cuenta de que lo había molestado. Era obvio. Su rostro se leía con facilidad.

—Primero, nunca estuve de acuerdo con la decisión que tomó Lula, pero respeto su derecho a hacer lo que le plazca —explicó lo más calmado posible—. Segundo, no. No voy a tener citas solo para descubrir qué es lo que realmente siento, porque es de locos. ¡Dios, es lo más estúpido que he oído en mi vida!

—Bueno chaval, tienes diecinueve años.

—¿Y eso qué?

—Pues eso, no te tomes la vida tan en serio.

Torció los labios e imité su gesto. A veces me hacía ver como un tonto, y no le faltaban motivos. De todas formas, me molestaba (y mucho). Me daba la sensación de que no nos veía como a iguales.

—Vale, lo pillo —murmuró—. No quieres hablar de nada que no sean estupideces.

—Eso no es justo... —resoplé y presioné mi oído con el dedo—. Lo único que sabes decir es "estoy confundido", o "no lo tengo claro". Eso no le sirve a nadie. Joder, todo el mundo espera que yo sea el primero en mover ficha. Y de puta madre, pero al menos no me critiquéis sin más.

Theo guardó silencio. Ya podía imaginar lo que pensaba. Maldita sea. No es que me faltara paciencia, es que me sobraba honestidad.

—Perdona.

Él movió la cabeza con un gesto ensimismado. Es posible que ni siquiera escuchase mis disculpas.

—Tienes razón, no lo tengo claro —habló de repente—. Lo peor es que... Siento como si Lula se hubiese llevado la parte lógica de todo esto. Pero no he dejado de darle vueltas al beso de las narices, y sí, también a mi sexualidad.

—¿Y bien?

—Estoy confundido —sonrió con saña. Luego prosiguió: —En realidad, nunca me gustó un tío y no sé si en el futuro eso vaya a cambiar. Lo único que he medio resuelto es... Eso.

—¿El qué?

—Ya lo sabes.

Negué acercándome. —Lo dudo.

Theo golpeó la mesa con las rodillas y cambió de postura al instante. Había dejado caer un tenedor, traté de no avergonzarlo y lo recogí por él.

—Eso —insistió tratando de no tener más accidentes con los cubiertos—. Está clarísimo.

—Ya... Es que no soy muy listo.

Respiró hondo, y sin apenas respirar dijo: —Me gustas, ¡vale!

Retrocedí al comprender que era mi turno. Pude contestar enseguida, ahora bien, no debía mentir (ni a él, ni a mí). Eso siempre arruinaba las cosas. Al fin de cuentas, mis palabras eran crudas e inspiraba cierto temor. Aunque ¿qué demonios se supone que debía hacer?

—Algo debe pasarle a mi sentido común, pero podría ser peor.

Fruncí el ceño. —¿Es un cumplido?

Él rio bajito, echó un vistazo hacia ambos lados, y alzó los hombros. Lucía tan incómodo como expectante. Se incorporó en la silla y para acabar, añadió:

—Todo es confuso. Quiero regresar a donde estábamos, quiero intentar esto, y quiero que no se acabe.

—Nada es para siempre.

Entonces vislumbre algo parecido a la decepción. No era eso. Aun así, sus ojos abandonaron los míos justo después de soltar aquella profunda exhalación.

—¿Esa es tu respuesta?

Apreté los dientes lamentando aquello. Yo no tenía un recuerdo al que volver. Detrás de mí había mentiras, promesas incumplidas, y soledad. Mi vida era una jodida broma.

—El clima está fatal.

—Vale, estoy cabreado —soltó un bufido, observándome—. De todos modos, no es que me sorprenda. Nunca has sabido lo que quieres.

—No me interesa ir más allá porque he terminado con esto —dije lo más sereno posible—. Hablaré con Lula y ese será el final. Quería que fuésemos amigos, o que...

—No tengo ninguna razón para eso —me cortó—. Y una cosa, —hizo un ademán con las manos— la amistad soporta mucho, pero las personas no. Ten cuidado con eso.

Movió sus piernas, sin embargo, lo tomé de la muñeca obligándolo a permanecer sentado. Él me miró confundido. Ni siquiera estaba seguro de mi nombre. Lo único que tenía claro era que aquello no iba ir a peor (me negaba rotundamente a ser un mártir).

—También me gustas ¿vale? —reconocí en voz baja. Entonces me di cuenta de que sentía alivio. Menos mal, porque ya no tenía que actuar como un puto extra en mi propia historia—. Vamos que, no esperaba decir esto porque es la hostia de complicado. No la parte en que la que me gustan dos personas. Lo complicado aquí soy yo. Y es que, por alguna razón, es como si la calma me asfixiara.

—Entonces, ¿qué significa?

—Que en algún punto nada de esto será suficiente y querré irme.

Por brutal que se oyese, no mentía. Una buena parte de mi naturaleza consistía en huir porque sí.

—Sabes que no miento.

Theo comenzó a morderse la uña del pulgar, absorto en sus propias reflexiones. Se removió un poco, y luego alzó la mirada con resolución.

—Supongo que esto lo hace más fácil —habló de golpe. Acomodó sus gafas, tomó una profunda bocanada de aire y siguió: —Quería esperar un poco antes de decírselo a alguien, pero me he dado de baja en la uni.

—¿Qué?

—Larga historia —explicó breve—. Como sea, he estado enviando solicitudes al extranjero y lo más probable es que me cojan en alguna. Por lo pronto, estoy en lista de espera en la Universidad de Toronto.

—¿Canadá?

Asintió despacio.

—¿Lo sabe Lula?

—No, todavía. Ella me pidió un tiempo, y no quiero que esto la condicione. Si va a regresar conmigo, espero que sea por las razones correctas.

—Vamos a ver, ¿y si tarda en decidirse? —inquirí—. No os quedará nada de tiempo, y...

—Rafael —me interrumpió—. Voy a pedirle que venga conmigo. No tiene por qué ser Canadá, aún me quedan muchas solicitudes. Quizás algo más cerca.

Por supuesto, dolió. La sola idea hizo que me adelantara a un futuro solitario.

—Si es lo que ella...

—Lo sé. Y no estoy diciendo que vaya a decir que sí, solo es una posibilidad que no he descartado —Se encogió de hombros—. De todas formas, ya veré cómo le hago para volver en verano y una que otra navidad. El tiempo vuela.

Me pasé la lengua por los labios, pero tenía la boca seca. Mi cuerpo estaba rígido. Había sudor frío recorriendo mi espalda y era por mi culpa.

—Es genial —murmuré.

Y lo supe enseguida: la fiesta solo era una excusa para reconciliarme con Lula. La disponibilidad y la costumbre siempre hicieron de las suyas, al fin y al cabo, daba igual el daño que causásemos porque lo repetíamos todo.

Justo en ese instante estaba... ¿Ansioso?, ¿Triste?, ¿Asustado? Jamás me imaginé viviendo a mil kilómetros de ella, y ahora tenía que lidiar con dos despedidas. Me eché a reír con Theo viéndome como a un lunático. Lo ignoré. De repente, todo me parecía un despropósito.

Fui yo quien reconoció no estar listo. Fui yo quien puso el freno. Y ahora era yo quien estaba perdiendo el juicio debido a mis propias contradicciones.

—Me tengo que ir —avisé rápido.

—Rafael...

—Solo una cosa —dije apoyando las manos sobre la mesa—. He quedado con ella. No lo digo para jactarme, ni para hacer que te sientas mal. Simplemente quiero que estés al tanto.

—Está bien.

Lo miré y me arrepentí al instante. Su expresión siempre era cálida, inocente. Odiaba que me gustaran las cosas sanas. No era propio de mí.

—Sé que has dicho que no quieres ser mi amigo, aun así... —me detuve—. ¡Aj! Déjalo.


☼❥ツ✪ ツ❥☼❥ツ✪

Ya ni digo nada :'(

Hola

❥¿Qué os pareció?

❥Se viene lo fuerte , ya me entendéis (ewe).

❥No sé quien está peor. Si Theo que piensa que todo es complicado. El Rafa que sí que es claro, pero conoce sus limitaciones y no apuesta nada a su favor. O Lula, a quien juzgan por ser "demasiado" persistente. A saber...

Hasta pronto.

https://youtu.be/ZAgu-lSIVxI

Esta canción me ayudó mucho a la hora de inspirarme ^^/

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