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28: Para perder o ganar 🌊

Siento que vais a odiarme por esto *huye*

Había pasado una semana desde que Olivia permitió que Lula practicase en el restaurante. Yo, por supuesto, solía acompañarla hasta que se hubiese ido a casa.

—Theo —habló en un tono agotado—. ¿Y si hacemos algo más divertido?

Fingí no haberla oído. Luego solté un suspiro y retomé mis tareas con el ordenador.

—Este sujetador me está matando, creo que voy a quitármelo.

Otra vez, las comisuras de mis labios se extendieron en una amplia sonrisa.

En verdad os digo que la mejor parte de una relación era estar con una persona, y querer que siga estando al día siguiente.

Vaaaaale. Que sepas que no me tomo bien los rechazos.

Moví la cabeza de lado a lado mientras ella sacaba la mopa del armario. Se distraía con una facilidad absurda, pero era mejor ignorarla (cuanta menos atención le prestaba, más rápido comenzaba).

—¡Es imposible! ¡Voy a rendirme!

No era cierto. Lula no tenía intenciones de renunciar a la competencia, sin embargo, aún no tenía idea de qué presentar. Además, el evento se emitiría en televisión nacional.

—Theo, ¿puedes decirme cuál de estos te gusta más?

Asentí y abrí mi boca de manera mecánica. Ambos sabores eran increíbles, pero me abstuve de decirlo en voz alta. Lula detestaba que no fuese más crítico al respecto.

—¿Y?

—Los dooo... —balbuceé al ver cómo entrecerraba los ojos—. Creo que me ha llegado un mensaje.

Anabel: Theo, necesito mi ordenador. Tengo mal la última práctica y necesito corregirla.

Anabel: ¿Puedo pasarme un rato?

Theo: Aun estoy en el restaurante, le pediré a Lula que te lo lleve hasta la parada de autobuses.

Gracias a Anabel, no tuve que pedirle a mi madre el portátil de casa. Claro que no era lo más cómodo, aunque tampoco tenía otras alternativas.

Anabel: NTP. Sigo en el centro, estaré allí en diez minutos.

Theo: Genial, así puedes acercar a Lula

Anabel: ...

Anabel: Ya veremos

Alcé la cabeza con resolución. Lula tenía un gesto perturbado, como si estuviese ahogándose.

—Puedo acompañarte si quieres.

—Son grabaciones cerradas. Lo más seguro es que les tome todo el día.

—Da igual, es viernes. Saldré antes y te esperaré fuera del estudio.

—El viernes tengo que enviar la presentación. El sábado es cuando grabamos.

Por un instante, me quedé absorto en el silencio. Ella me miró confundida, pero sacudí mi cabeza de lado a lado. No, no quería agobiarla. Ni quería hacerla sentir mal.

—¿Pasa algo?

—Es mi cumpleaños.

Musitó un "mierda" antes de estamparse la cara con la mano. —Se me pasó por completo.

—Tranquila, ya tenía planes con Pascual. Todos los años vamos a la Japan Weekend y luego a uno de esos restaurantes asiáticos. Es casi una tradición entre nosotros.

—¡Jo!, se me había olvidado lo friki que eres —observó con una amplia sonrisa—. De todas formas, no hagas planes para la noche. He pensado en algo que podría gustarte.

—Creo que también tengo una sorpresa que podría gustarte.

—Por favor dime que no vas a ir con un cosplay súper raro.

—¿Y si es uno súper guay?

—¡Theo!

Solté una carcajada e hice un ademán con las manos. —Tranquila, ahora mismo no me alcanza para nada de eso.

Al cabo de un rato, Anabel estaba con nosotros. Se había sentado delante de mí, y aunque su simpatía hacia mi novia fuese nula, todavía no se estaban matando entre sí (lo cual era buena señal).

—¿Has acabado tu parte? Es que tengo que llevarme el portátil.

—Todavía no, pero creo que me da para un cinco. No te preocupes.

Lula nos miró por el rabillo del ojo.

—Buah, tío. Dudo que te lo pasen esta vez

Silencié. Era obvio que no iban a aceptarme tantos trabajos incompletos.

—Si quieres, mañana puedo prestarte el mío —intervino Lula—. Ya no lo uso nunca y está muerto del asco en mi habitación.

Sonreí. A decir verdad, me gustaba que se esforzase por ayudarme.

—Puede que no te hayas enterado, pero el problema lo tenemos ahora, no mañana —espetó Anabel con la mirada en el techo.

—No seas borde —tercié.

Mi novia entornó los ojos y leyó en voz alta lo que estaba escribiendo: —Rafa, ¿puedes dejarle un ordenador a Theo? Solo por hoy, mañana le prestaré el mío.

Rafael: Estoy fuera, pero me da igual

Rafael: Escritorio, primer cajón. De nada, por cierto

—Solucionado —pronunció enseñándonos los últimos mensajes.

Anabel soltó un comentario sarcástico. Al parecer, le costaba reconocer que mi novia era más lista de lo que creía.

—Menuda suerte. Claro que luego te toca compensarlo ¿no?

—Cuida tu tono, se ha notado la envidia.

—¿¡Envidia!? —exclamó a la vez que se echaba a reír—. Pues vale, si tú lo dices.

Lula apretó los dientes sin apartar la vista de ella. Estaba sumida en una concentración mortal. Era cuestión de tiempo para que la tregua desapareciese.

—Aunque tengo una duda, ¿cuándo regresaste con Rafael?

—¿¡Qué dices!?

—Serán imaginaciones mías. He visto su foto de perfil y me ha parecido que es el mismo autocine que posteaste esta mañana. Pero será una casualidad ¿no? —dijo Anabel con un gesto agudo—. Solo que no tienes coche y esa cutrez de película la transmitieron ayer como celebración por sus veinticinco años.

Todos permanecimos en silencio. Por alguna razón, sentí como si estuviéramos comunicándonos en tres idiomas distintos.

—Theo.

—Da igual, yo mismo te pedí que hablaras con él.

—Pensaba decírtelo. No ahora, evidentemente. Es solo que...

Calló avergonzada. Sus pies retrocedieron unos cortos pasos, no obstante, la pegué a mi pecho y la abracé antes de que se alejara de nuevo.

—Discúlpate —chilló dirigiéndose a Anabel.

—Si ya lo habéis arreglado.

—Lula tiene razón. Discúlpate —exigí igual de molesto.

—¿Por decir la verdad?

—¡No! —bramó la chica a mi lado—. Quiero que te disculpes por ser una maleducada, por hacer comentarios venenosos y por arruinar mi buen humor.

Vaaaale, lo siento —recitó Anabel con los ojos en blanco. A continuación, se plantó delante de nosotros y dijo: —Pero siento más que no sepas lo patético que te ves ahora mismo. Es más, voy a apuntarme este día en el calendario para recordártelo cuando rompáis.

No supe cómo reaccionar. Era un ataque directo y no estaba preparado.

—¡Joder! ¿¡De eso se trata!? ¿Te gusta Theo?

Tallé mi cara y resoplé incómodo. La situación iba a peor sin que ninguna tuviese intenciones de ceder.

—¿Qué dices, subnormal?

—Vamos a ver, es el ex novio de tu hermana, así que te metes conmigo porque...

—¡Cierra la boca! —demandó Anabel a los gritos.

—Dejaos de tonterías —intervine antes de que se echase una encima de otra—. Anabel, por favor, vete a casa. Y Lula, no sigas por esa línea.

—Dime Anabel, ¿realmente es una tontería? —inquirió con una sonrisa maliciosa—. La relación que tuvo con Micaela es un estorbo para ti, pero no puedes hacer nada al respecto. Excepto, esperar.

—Como no cierres la boca...

—¿Qué vas a hacer? Me odias a mí con tal de no odiar tu hermana.

—¡Lula, déjalo estar! ¿vale? —pedí aferrándome a su cintura.

—Te equivocas. Yo nunca quise quitarle nada a Mica.

—¡Admítelo de una vez!

—No lo admito porque no es cierto —soltó desesperada—. Me gustaba antes de que comenzarán a salir. Pero ahora no...

La tensión se instaló de inmediato. Anabel blasfemó en voz baja, podría haber dicho algo, no obstante, carraspeó incómoda antes de salir del restaurante.

Sin esperar respuesta y sin recibirla, me acerqué a Lula tratando de leer su mente. Quería darle la certeza de que iba a permanecer junto a ella.

—Ya está, no lo pienses tanto —susurré en su oído.

Lula se apartó con un gesto culpable.

—¿Qué haces? ¡Ve a hablar con ella!

—¿Lo dices en serio?

—Theo, si algo sé con certeza es que te has pasado veinte pueblos —habló enarcando las cejas—. Una cosa es no enterarte de nada, y otra es pasar de ella para salir con otra, que era su hermana, por cierto.

—No lo sabía.

—¡Exacto! —exclamó con frustración—. Y ha sido muy insensible de tu parte. No solo pasaste de sus sentimientos, sino que también saliste con su hermana. No te pega, así que arréglalo.

Ambos callamos. La miré, pero se mantuvo implacable. ¿Realmente me estaba diciendo que hablase con Anabel?

Di la vuelta. En aquel momento recordé cómo había sido mi relación con Micaela. Empezó a gustarme porque sí. Capricho, probablemente. De hecho, creo que un día me desperté y decidí que quería ser su novio. Salimos durante un breve período, pero en algún punto escogió a otra persona. Dolió mucho, sin embargo, logré recomponerme. Sin heridas, ni huellas. Pensaba que todas las relaciones serían así hasta que Lula apareció (a ella no la superaría con tanta facilidad).

Y entonces llegué al estacionamiento. Anabel tenía la cabeza apoyada en el volante de su coche mientras farfullaba una serie de sinsentidos.

—¿Puedo pasar? —pregunté golpeando la ventanilla.

Alcancé a oír un suspiro antes de que quitara el seguro de puertas.

—Primero, ya no me gustas ni un poco.

—Vale.

—¡Estaba como una cabra! No hay duda.

¿Anabel y yo? Es absurdo por donde quiera que lo vea.

Aparté ese pensamiento y permanecí a su lado. La conocía lo suficiente para saber que estaba arrepentida de todo. Anabel era ese tipo de persona que nunca se daba por satisfecha. Iba a fiestas, causaba alborotos, no respetaba otro código que no fuera el suyo, pero se preocupaba por las personas.

—Siento no enterarme de nada. Siempre he pensado que soy incapaz de hacerle daño a nadie —hablé evitando el contacto visual—. Eres mi familia, y si me hubieses dicho lo que pasaba, jamás habría seguido con eso.

—No sigas, por fa.

—Por vigésima novena vez, ¿seguimos siendo amigos? —inquirí en un tono de súplica—. Necesito un poco de toxicidad en mi vida. Puede que no lo hayas notado, pero soy un muermo sin todos vosotros.

—No tienes a Lula para eso. Creo que es bastante tóxica por sí sola.

—¡Ana! No la tomes con ella por mi culpa. Lo de Micaela fue una cagada, y trataré de...

—No es eso —resopló desanimada.

Observé su rostro, pero no sirvió de nada. Si quería entenderla, debía esperar a que estuviese lista.

—Cuando comenzaste a salir con mi hermana, sí que lo llevé mal —reveló en un tono neutro. Yo bajé la mirada y Anabel se encogió de hombros antes de continuar: —Luego rompisteis, y fue la mejor noticia que recibí. Pero Micaela se metió relación de mierda. Desde entonces me he sentido mal por no apoyaros. Si lo hubiese hecho, quizás no se hubiese ido con el cabrón de turno, no la hubiesen lastimado y yo no estaría aquí haciendo el tonto. ¡Es que soy idiota! Me he estado metiendo con tu novia porque quería que tú y Micaela retoméis lo vuestro.

En el silencio que siguió, vacié mi mente de todas las cosas que había dado por sentadas. Quería que todo estuviese definido antes de pasar página. —Lo siento.

—Venga, dejémonos de tonterías que me estoy meando.

—Anda, qué fina.

—Pues claro, soy una dama muy elegante —ironizó con una pose seria—. Me disculparé con Lula, espero que no me asesine antes de eso.

—Lo dudo.

—Ya, claro. Si yo fuera ella, estaría buscando descampados donde enterrar cadáveres.

—Mejor di algo más tradicional, como "lo siento" o "¿podemos empezar de cero?". Funciona siete de cada diez veces.

—Friki. Te juro por dios que no le envidio nada.

De repente, no supe si se sobresaltó por la aparición de la mencionada o por otra razón.

—Es como un fantasma —comentó mirándola de arriba abajo—. Pero me alegra que te tomes lo de Rafael con tanta naturalidad.

—No sé si llamarlo naturalidad, precisamente. Es extraño y a la vez no.

—Si no es naturalidad, es indiferencia. El problema de lo segundo es que acaba consumiéndote.

¿Naturalidad? ¿O indiferencia?

¿Hasta qué punto puede afectarme que ellos estén juntos?

Lo cierto es que esa idea se quedó en mi cabeza. Tal como le había dicho a Anabel, era extraño sin que se sintiese sucio. Por otro lado, trataba de ser realista.

No fui yo quien dejó que Rafael entrase en nuestra relación, fue él quien me permitió quedarme.

Cautelosamente y en silencio entré al despacho. Puede que no hubiese nadie en casa, pero tenía un plan cuestionable. Ni siquiera mi sombra podía ser testigo de lo que iba a hacer.

¿Qué me motivaba? No lo sé.

En los últimos días no paraba de juzgar mis propias ideas (tanto las que me gustaban como las que no).

Otra vez encendí el portátil, la cuenta de Rafael se mantenía en modo estándar. Llegué a pensar que cambiaría sus claves después de prestármelo, sin embargo, él era ese tipo de persona. La seguridad era lo último en su lista de prioridades.

Hombreee —arrancó el vídeo con la voz de Lula en el fondo—. Pon esa cámara en algún sitio, que tampoco es tan difícil.

Las siguientes imágenes sucedieron como la primera vez. Rafael colocó la cámara en varios lugares distinta os sin convencerse del ángulo, Lula le reclamaba por el tiempo que estaba malgastando y después se quitaba la ropa frente a sus ojos.

—Déjate las zapatillas —le pidió Rafael antes de que desatase los cordones.

Pausé el vídeo.

Tenía el permiso de Lula para seguir mirando. Estaba jodidamente empalmado, y no habían hecho nada en esos diez minutos de grabación. Excepto pelear.

Respiré hondo.

¿Por qué lo estoy haciendo?

¿Por qué mis dedos no se han apartado de la tecla "enter"?

—Dime una cosa —habló Lula a través del vídeo—. ¿De verdad piensas que te voy a suplicar?

Rafael soltó una risita y besó su mentón. Descendió despacio. Cada centímetro de su espalda fue tomado con absoluto cuidado. Estaba poniéndola a prueba. Medía y comparaba el nivel de excitación que tenían.

Y en algún punto, ella se rompió. Liberó un gemido profundo, como si acabase de recuperar la voz. Rafael ladeó una sonrisa sádica. Finalmente la había hecho suya.

Entonces tomó sus caderas e internó la cara en medio de sus mulos. Solo se detuvo una vez para capturar las expresiones de su rostro.

¡Theo! —murmuró mi consciencia.

Él se quitó la ropa. Ella no perdió detalle. Él sonrió victorioso y ella se sometió a sus provocaciones. Desde un principio supe cómo acabaría esa pelea. Eran iguales en muchos sentidos, pero ella quería que él la observara (no por vanidad, sino por todo lo que significaba).

—Hazme saber que lo quieres.

—Lo quiero —susurró detrás de una expresión hambrienta.

—Con tu cuerpo —corrigió Rafael.

La chica lo miró atenta. La determinación en sus ojos era evidente. Solo ella podía tomar esas palabras como un reto. De repente, ató su cabello y se volvió hacia él: —Utilízame.

Estaba clarísimo que se trataba de una lucha de egos.

Rafael enredó la mano en su coleta y tiró de ella con fuerza. Lula pareció sorprendida, sin embargo, jadeó extasiada al sentir cómo se aproximaba. Un aliento después señaló: —Sabes que me ponen las chicas con cabellos cortos.

—No podrías hacer esto si me lo cortara. —Él rio acariciando su cuerpo. Se detuvo en la cintura y la atrajo hacia sí. Estaba restregándose contra ella.

A continuación, hizo que sus rostros se enfrentaran. La besó una y otra vez. Fue brusco en todo momento, aun así, ella reaccionó como una niña entusiasta. Respondió a sus labios, siguió el ritmo, cruzó los límites de la cordura, y a pesar de ello se aferró a él como si temiese perderlo.

—Usaré la imaginación.

El juego descendió por sus pechos, su vientre, y al final, su intimidad. El movimiento de su mano no cesó hasta que Lula soltó una retahíla de insultos. Sus piernas habían perdido fuerza, pese a ello, Rafael sostuvo sus caderas antes de que se dejase caer sobre el sofá.

—Estamos comenzando, no me decepciones —habló al mismo tiempo que acercaba su mano a la boca de Lula.

Ella inhaló hondo y deslizó su lengua por el largo de esos dedos, su gesto era poesía pura. Estaba probando el sabor de sus propios jugos. Rafael la miró, masajeó sus pezones y volvió a tirar de la coleta para apoderarse de su boca. De su lengua. De ella por completo.

Si no paras esto, no habrá vuelta atrás —me dije en voz baja. Pero mis manos no respondieron.

Estaba tan hipnotizado como la chica en el vídeo. Ni siquiera noté que Rafael sostenía su miembro hasta que fue demasiado tarde. Una estocada bastó para hundirse en ella.

Se mantuvo estático. Es más, contempló con orgullo cómo ella se apartaba de sus labios para soltar un chillido. El sonido era música para él e incluso para mí.

—Por favor —suplicó impulsando su cuerpo.

—Lo siento. Soy muy bruto y no entiendo qué me estás pidiendo.

—¡Venga, muévete ya! —alzó la voz y exhaló desacompasada.

—Puedes ser más precisa, ¿qué quieres que mueva y dónde quieres que lo mueva?

—No voy a seguir tus estúpidas perversiones.

Rafael liberó su cabello y se apartó de ella. Después la observó con la comisura de los labios ligeramente extendida.

¿Cómo es que tiene tanto autocontrol?

—¿¡Vas en serio!?

—Totalmente. Soy un caballero, después de todo.

La chica inhaló hondo. Apretó los párpados y repitió lo que él le había pedido: —Rafael, fóllame. Me la trae floja que seas un caballero o no, quiero que me lo hagas.

De nuevo, repasó su cuello con el dedo índice. Lula se estremeció, quizás porque mantenía el suspense de qué sería lo siguiente. —Agáchate.

Hubo un deje de vacilación, pero obedeció con destreza. Sus manos se apoyaron en el sofá mientras el otro acariciaba su entrada. El ángulo de la cámara solo dejaba ver sus dos cuerpos unidos.

Luego comenzó el vaivén de caderas, los jadeos y el diálogo incomprensible. Quizás peleaban. O quizás estaban declarándose el uno al otro. Lo único que sí sé es que ansiaban vivir en ese momento (había algo, no solo placer).

—Tócame el coño —pidió incapaz de liberar sus muñecas—. ¡Joder, necesito este orgasmo!

Rafael se acostó encima de ella y condujo su mano hacia el interior de su entrepierna. Continuaron lo que estaban haciendo, aunque el clímax ya anunciaba su llegada. Los gemidos eran cada vez más ruidosos y el movimiento cada vez más urgido.

Al cabo de un rato, se quedaron estáticos. Trataban de recuperar sus respiraciones en medio del caos que había ocasionado. —Quédate dentro un poco más.

El chico soltó una risita y se separó muy despacio. No obstante, permaneció abrazándola.

Apágala —pidió en un tono cálido.

—¿Por qué?

Lula se reincorporó en el sofá sin apartar la mirada de Rafael. —Porque ahora quiero hacerte el amor.

Volví a mi realidad.

¿Cuál es la diferencia? —pensé.

Ella no utilizaba esa palabra a menudo. Era bastante tosca al describir nuestras experiencias sexuales. Siempre decía follar o echar polvos. La única vez que la oí llamarme amor, no quiso hablar del tema. Di por hecho que ya estábamos en ese punto, pero ¿y si no era así?

Seguí mirando. Esta vez no lo hacía para calmar mi excitación, sino porque tenía curiosidad. Quería saber, ¿qué significaba eso?

Rafael la contempló sin decir una palabra. Poco a poco, también se fue acomodando. Limpió una gota de sudor en el rostro de Lula, besó sus labios y los ojos de ésta brillaron. Llegué a pensar que comenzarían de nuevo (error mío).

Rafael soltó un suspiro mientras caminaba hacia la cámara. Lo último que dijo fue:

—Es tarde, tenemos que irnos.

Si yo fuera él, jamás...

Sacudí la cabeza y apagué el ordenador.

¡Joder! Tenía una erección tan vigorosa que dolía tras la tela de mi ropa interior.

Era totalmente inapropiado masturbarme, sin embargo, la imagen se archivaría hasta que hubiese hecho algo al respecto. Puede que tuviese sueños con eso.

¡Esto es enfermo! —me recriminé bajándome los pantalones. Luego tiré mi cabeza hacia atrás esperando que se me pasara.

—Hola.

—¿Hola?

Un escalofrío recorrió mi espina dorsal. Era aturdimiento, conmoción y culpabilidad.

Sobra decir que no esperaba encontrar a nadie. Eran casi las cuatro de la mañana, y Rafael estaba vestido como si quisiese impresionar al mismísimo rey.

—Rollos de mi padre —reveló encogiéndose de hombros.

Asentí y pasé de largo. Rafael, por otro lado, continúo dando vueltas. Lo cierto es que me estaba percatando de algunas de sus manías. Muchas, en realidad.

¿Estará estresado? —pensé al ver cómo repasaba las etiquetas de la comida.

—Lula me ha dicho que estáis juntos.

Por alguna extraña razón, creí que necesitaba un freno. Y por alguna, aún más extraña razón, creí que podía ayudarlo.

—¿Qué tal lo lleva? —habló tras un suspiro.

Él no solía ser fácil de abordar. De hecho, tuve que esconder mi desconcierto fingiendo una tos repentina.

—Todavía no tiene nada, pero al menos ha descartado las malas ideas. Le irá bien.

—De todos modos, llevaré dos pancartas. Una de "sabía que lo lograrías" y otra de "esto está amañado". Odia ese tipo de cosas, pero casi siempre la animan.

Al oírlo, sentí cómo un zumbido atravesaba mis tímpanos.

—¿Te ha invitado?

Sacudí la cabeza. No había dormido nada y era evidente que el cansancio me estaba afectando.

—¿Inseguridades? —cuestionó. Me aparté con un bufido y éste rio satisfecho. De nuevo era Rafael—. Son grabaciones cerradas. Tuve que llamar a uno de los productores. Antes hacía publicidad para mi padre, así que no fue difícil convencerlo. No podré pasearme por los estudios de grabación, pero algo es algo.

—¿Qué opina Lula?

—No lo sé —respondió breve—. Supongo que se alegrara. Sería lo lógico ¿no?

—¿Lo dices en serio?

—No lo sé —repitió con un gesto colmado de incertidumbre.

Por un instante, reinó el silencio. El problema era que miles de vocecillas soltaban despiadadas advertencias a nuestro alrededor.

—¿Te apuntas?

No tenía sentido que aceptase. Además, ya había hecho planes con Pascual e iba a ver a Lula por la noche. No obstante, quería que el ruido desapareciese. Mi cabeza no paraba de hilvanar posibilidades surrealistas.

—Vale.

—Vale, si quieres podemos ir juntos desde aquí.

—No, déjalo. Ya me buscaré la vida.

Rafael se encogió de hombros y se giró sobre sus talones.

☼❥ツ✪ ツ❥☼❥ツ✪

Estáis bien ewe???

Qué tal si hacemos un completa la frase:

Esto ha sido...

Creo que al final, Theo...

Anabel es...

*muere ignorada, pero anyway*

Vamos a ver, si os dais cuenta, todo esto está influyendo en Theo. ¿Positivamente?, ¿negativamente? No sé, ¿qué pensáis?

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