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20: No, los finales no existen 🌊

Odiaba las fiestas.

Mi padre solía repetir "hijo, ¿por qué no sonríes más?", yo forzaba el gesto, y una vez complacido, se iba. A mi madre le daba igual mientras tuviese algo de que presumir.

Son buenos padres, aunque me asustaba decepcionarlos.

En fin, la parte más impactante comenzó después.

raffhummel: ¿Qué tal?

raffhummel: Soy Rafael (de aquí en adelante asumiré que me conoces).

Miré hacia todos lados viendo cómo la aplicación se llenaba de mensajes.

raffhummel: Buah, sé que esto es extraño de cojones, pero no estoy colocado ni estoy ido del tarro.

raffhummel: Lula te quiere.

raffhummel: Me he ahorrado todos los rollos porque solo me interesa que arregléis vuestro problema.

raffhummel: Sigue enfadada conmigo y ambos sabemos que no es la que única razón por la que pasa de mí. Jode un poco, pero, aun así, tengo que pedirle a alguien que no conozco, que le dé una oportunidad a la chica que me gusta.

raffhummel: Pfff... Olvida la última parte. No volveré a involucrarme, te doy mi palabra.

raffhummel: Excepto si le haces daño.

raffhummel: Por favor??

Esa noche no respondí, tampoco lo hice al día siguiente, ni al siguiente.

Lo que sí hice fue cotillear su muro. Tenía más de trescientas publicaciones, y en la mayoría aparecía en un lugar exótico, con objetos caros o al lado de algún personaje público. Sin duda, las fotos eran un escaparate de su posición dentro de la sociedad.

—Cada vez me agrada menos.

Pascual entornó los ojos y siguió bajando con asombro. —Normal, yo ya le odio y no se ha quedado con mi novia.

—No es eso —refunfuñé a medida que seleccionaba y abría fotos—. Odio a los ricos, pero no me refiero a las personas sino al estatus, además...

—Además se le ve bien con Lula —me cortó a la vez que ampliaba una imagen en la que aparecían juntos.

Observé atento. Era una foto antigua (de cuando Lula tenía el cabello más largo). Miré la fecha de publicación, y en efecto, habían pasado más de cuatro años desde que se tomó. En la imagen, él la llevaba en brazos mientras ella sujetaba sus tacones con la mano derecha.

Ambos lucían contentos.

—¡Agh! —Aparté la vista—. La última vez que estuvo aquí dijo que me quería y no puedo quitármelo de la cabeza.

—Bro, salías con un diez —obvió en un tono socarrón—. Estaba muy por encima de tus posibilidades, así que dudo que la olvides en los próximos veinte años.

Resoplé e hice un ademán para que se callara.

—No lo llevas tan mal, eh —Me devolvió el ordenador y continuó: —Serías como un cinco y medio en la escala.

—Bah. No me quejo, —le seguí el juego— es casi un seis.

—No funciona así —dictaminó echándome la bronca—. Esto no es álgebra, aquí no puedes redondear tus notas.

Fruncí el ceño, aunque tampoco le di ninguna importancia.

—Digamos que existe una escala así, ¿cuál sería el puntaje de Rafael?

—Un ocho y medio, o nueve.

—Creí que no funcionaba así.

—Para ti —me apuntó divertido—. Él tiene un coche y está forrado.

—¡Putos ricos!

Soltamos a reír, sin embargo, las risas fueron menguando hasta desaparecer por completo. Nos mirábamos, entreabríamos la boca y callábamos incómodos.

Supe enseguida que estaba siendo cuidadoso. La gente siempre lo era a mi alrededor.

—No creo que haya mentido, —dije, despacio, asegurándome de no dar la impresión equivocada— realmente siento que Lula me quiere, pero está claro que no ha superado a su ex.

—Yaaa...

Hinché mis pulmones y dejé escapar todo el aire.

—Coño, quiero volver con ella, lo que no quiero es condicionar sus sentimientos —admití ocultando mi cara con las almohadas—. Y es lo que va a pasar si no le doy espacio para aclararse.

Pascual no dijo ni una palabra, más bien, se dedicó a mirarme largamente. Preocupado, tal vez.

—Puedes hablar —lo animé.

—No lo sé, tal vez no está confundida.

—Vale, eso sí que ha dolido.

—No quise decir que no te quiere, sino que es posible que los quiera a los dos.

Callé. Primero pensé que era ilógico. Luego que era absurdo. No obstante, lo absurdo se convirtió en la respuesta a ese laberinto.

Lula me gustaba y podía estar con ella sin limitarla de ninguna forma. Era posible que estuviese desvariando un poco, pero si tenía que escuchar a otra persona diciéndome cómo vivir MI vida explotaría.

—¡Exacto!

—¿Exacto?

—Que tienes razón, el del problema soy yo —le dije metiéndome en el chat de Instagram—. Vamos a ver, estamos en el siglo veintiuno, no es raro que tenga sentimientos por dos personas.

—Claro, porque hemos evolucionado y antes no podíamos tener sentimientos por dos personas.

—No te pases —protesté dedicándole una mueca, luego recité en voz alta: —Hablaré con Lula, pero antes quiero preguntarte algo en persona.

—Bro, ¡qué haces!

Lo ignoré y seguí escribiendo: —¿Podemos quedar?

Pascual le echó un vistazo a la pantalla comprobando que efectivamente Rafael era el destinatario de ese mensaje.

—¡Listo, ha dicho que sí! —exclamé eufórico, luego el júbilo fue reemplazado por una abrumadora sensación de vértigo.

Me temblaban las piernas y la sangre había abandonado mi cuerpo. De repente, me sentía como un insecto que se entrega al abrasador calor de julio.

—Voy a morir —murmuré absorto.

—Posiblemente, —respondió Pascual— pero ya es tarde para retractarse, no soy amigo de un rajado. Rafael quiere saber si puedes quedar ahora mismo.

—Dile que no.

—¿Y mañana?

—Tampoco.

—Joder, Theo, ¿qué te dije de los rajados?

—Que viven más tiempo —contesté palidecido.

Pascual negó con la cabeza y terminó de ultimar los pormenores de ese encuentro. Al final, lo único que me quedaba era una confianza vacilante.

—No te preocupes, no vas a morir hoy —me tranquilizó, a pesar de que añadió un "espero" cuando dejé de verlo.

theolersundi: Hoy me viene bien.

theolersundi: Te parece a las dos??

¿Qué hago? —pensé

Y a la par de ese intercambio de mensajes, le expliqué a Pascual cuáles eran mis intenciones. Me esforcé por no dejarme ningún detalle (bah, algo sí que me habré dejado).

—¿Qué piensas?

—No lo sé, —respondió— pero bueno, si alguien iba a meterse en algo así, supongo que era de esperarse que fueses tú.

—¿Yo?

—Venga ya, te van todas estas movidas raras y pervertidas —apuntó la foto de antes con una sonrisita en los labios—. Era cuestión de tiempo para que hicieras algo así.

—¡Tío!, alguien podría creer que es cierto —hablé a la vez que examinaba los alrededores.

Mis hermanos eran unos buitres capaces de utilizar cualquier información para sacarle provecho, y algo como "esto" era material de primera calidad. Pascual sonrió, conectó mi disco duro y revisó cada una de mis carpetas.

Para ser honesto, no creí que fuese a llegar tan lejos.

—¿Es enserio?, ¿fotos en familia? —inquirió sin que pudiese arrebatarle el ordenador de las manos—. Solo hay que mirar el nombre con el que guardas esto.

De pronto, apareció una lista de vídeos que había numerado en orden de preferencia. Eran animes, aunque, reconozco que la mayoría eran para adultos y tenían temáticas bastante peculiares. Me consideraba una persona curiosa.

No tenía nada de malo.

—Vaya, este de los tentáculos parece muy explícito —observó bajando lento y pausado. De vez en cuando se detenía para leer los títulos regresándome una mirada triunfal.

—Son para una investigación —me justifiqué cerrando la carpeta. Las orejas me ardían y la risa de Pascual no me ayudaba en lo absoluto—.La mayoría de...

Abrí y cerré la boca cuando vi que Anabel nos observaba. Tenía un gesto atento y divertido. Ya podía darme por muerto. Es más, cerré los ojos resignado.

—Vale, no quise interrumpir vuestro importantísimo debate.

Mis dedos se congelaron sobre el teclado. Ya tenía bastante con la opinión de Pascual y no quería más críticas al respecto.

—Estoy ocupado.

—Vale, necesito teipe gris, una pala, y un coche de alquiler —pronunció fría.

Sé que no hablaba en serio, aun así, me estremecí al alzar la vista.

raffhummel: La hora de la comida me vale, pero el lugar lo elijo yo

Miré a Pascual y éste movió la cabeza.

—¿Qué hacéis?

—Nada —respondimos al unísono.

Genial, no había escapatoria. La tía era lista como el hambre y habíamos activado todas sus alertas.

—Vale —murmuró. Lucía tranquila, puede que demasiado.

Bajó una pierna, luego hizo lo mismo con la otra. Vigilaba nuestros movimientos y nosotros hacíamos lo mismo con ella. Al cabo de un rato, aprovechó ese aturdimiento para empujarme de la cama y sentarse sobre mi pecho.

—¿Qué tenemos aquí?

—Vas a romperlo —le advertí cuando levantó la portátil por encima de su cabeza.

—Pues no luches.

—Anabel...

Utilizó mi ordenador como barrera.

—Has quedado con el novio de Lula. ¿Me lo explicas, por fa?

—Ex.

—Me da igual —sentenció—. O habláis o me pongo a repartir hostias, elegid.

Pascual cedió (y no lo culpo). Mis brazos estaban adormecidos, así que habría sumado algunas aclaraciones con tal de que me liberase. Pasados algunos minutos, se quitó de encima y me ayudó a incorporarme en la cama.

Su rostro era indescifrable. De momento no sabía si temer por mi vida o rezar por Lula.

—Voto a favor —dijo en un tono seco—. ¿¡Qué!? Voy totalmente en serio, me parece una idea buenísima.

Pascual y yo intercambiamos miradas preocupadas.

—Ana, ¿quieres que hablemos un momento? —le preguntó Pascual.

Anabel bufó indignada antes de hacerle zoom a la foto de Lula y Rafael. —No seas tonto, creo que esto es lo mejor que podría pasar.

—Vale, ahórrate el sarcasmo —le pedí cerrando mi portátil.

—¡Qué drama! Pero ya os dije que no estoy jugando.

—¿Es que vas a asesinarla? He intentado verlo desde tu perspectiva, y no. No cuela —preguntó Pascual.

—Eso es porque eres hombre —comentó en un tono irónico—. Piénsalo, es solo cuestión de tiempo para que uno de los dos lo deje. Lula tiene a Rafael, que por más optimista que sea Theo, en fin... No voy a seguir por esa línea. Esto te ayudará a reaccionar.

—Bruja —mascullé bajándome de la cama.

Tenía cuatro horas para la ¿cita? No, no, no... ¡Encuentro! En un diccionario contarían como sinónimos, pero prefería la segunda.

—Theo, no podrás ocultárselo a Greta por mucho tiempo.

—¿Eso qué tiene que ver?

Anabel soltó una carcajada antes de contestar: —¡Hello! Tú nunca la has desobedecido y ella nunca va a aprobar esto. Fin.

Paré en seco. Ahora sí que odiaba a Anabel. Era más despiadada que nadie, sobre todo porque decía las cosas con una sonrisa

—¿Vas decírselo? —pregunté abrumado.

—No hará falta, tarde o temprano se va a enterar.

¡Qué razón tenía!

Iba directo a la boca del lobo, pero no me detuve.

Rafael era ese tipo de persona que ignoras la primera vez, luego te giras y sigue allí, con un atuendo impecable, una postura rígida, y de repente sabes quién es. Al menos yo sí que lo tuve claro.

Era apenas más bajo que yo, lo cual era impresionante considerando que me faltaba poco para alcanzar los dos metros, su cabello no era del todo oscuro ni sus ojos eran del todo marrones. A primera vista parecía simple, pero habría sido injusto encasillarlo dentro de los parámetros de normalidad.

Había elegido el restaurante, el vino, los aperitivos, e incluso la comida tras repasar todas mis alergias.

—Sé lo que estás pensando, y te equivocas —espetó como si estuviera hablando consigo mismo. Después quitó el corcho, y por alguna razón, fue el sonido más relajante de ese lugar—. No pretendo intimidarte con mi  dinero, simplemente estoy aburrido.

Le acerqué mi copa. No me llevaba bien con el alcohol, pero creí que sería de mala educación rechazarlo.

—Es seis de enero y este es el único plan que tengo —continuó—. Es patético, pero lo hago por Lula.

¿Es que me quiere lejos de ella? No. Si ese fuera el caso no me habría pedido que hablara con ella. Tal vez solo quería hacer conversación, aunque tampoco tenía sentido si lo pensaba bien.

Suspiré al no entender qué significaba aquello.

—Precisamente quería hablarte de ella.

Rafael rio mientras fotografiaba su mano con la copa de vino. —Es obvio, no tenemos nada más en común.

Me hundí en mi silla, avergonzado.

—Perdona, como te dije estoy aburrido y sueno más borde de lo usual —se disculpó llevándose la copa a los labios—. Decías que querías hablar de Lula, y supongo que tiene que ver con el mensaje que te envié.

Asentí.

—Bien, haz tus preguntas.

Silencié en el momento en que apareció el camarero. Había seguido un riguroso protocolo antes de mirar a Rafael. Pensé que éste respondería con grandeza, no obstante, hizo un par de comentarios amistosos y lo dejó seguir con sus tareas.

—¿La quieres?

Rafael no dijo nada, aunque es posible que la palabra "aburrido" se escapase de sus labios. De inmediato, sacó el móvil, dio dos clics en falso y me dio una larguísima charla de por qué los "Influencers" eran tan importantes.

Su intención era que los platos tuviesen la separación perfecta. Que la fotografía alcanzase la calidad óptima. Y que quienes viesen esas fotografías creyesen en la utopía que creó. Por supuesto, desconecté de mis funciones cerebrales.

Poco después se levantó de la mesa, sacudió su camisa y giró sobre sus talones.

—¿Te vas?

—Tranquilo, ya tengo lo que quiero, pero puedes quedarte. De todos modos, ya he pagado.

Sentí cómo se tensaba mi rostro. Respiré hondo y hablé:

—Fui yo quien sugirió que quedásemos.

—Es cierto —reconoció con una mueca de hastío—. Y haz hecho una pregunta innecesaria, así que paso.

—¿No te parece de mala educación?

—¿No te parece que cuestionar la educación de otra persona es mala educación? —rebatió soberbio—. Hay que echarle mucho morro para cuestionar mis sentimientos por ella cuando la conoces hace solo dos días.

Abrí mis ojos con escepticismo. —Dos días me valen para saber lo que quiero.

Touché —contestó—. Entonces dime algo que no sepa de ella.

Callé. No tenía absolutamente nada.

—Déjalo, como te dije, ya tengo lo que quiero.

—Y tú siempre tienes lo que quieres —afirmé con sarcasmo.

Vaaale. Para aclarar, sí, siempre tengo lo que quiero, —dijo juntando las manos— pero, ahora, lo que más quiero es que Lula este bien. Por lo tanto, no es importante que sepas lo que yo siento. ¿Te vale como respuesta o esperas que me quede otro rato más?

—Creo que Lula tiene sentimientos por los dos.

El silencio se extendió uno, dos, y hasta tres minutos. El restaurante comenzó a vaciarse y los meseros desfilaban a nuestro alrededor con la esperanza de llevarse algún plato vacío.

—Vaya, ahora sí que has captado mi atención —reconoció sonriente—. Continúa.

Gruñí. ¿Es que me estaba dando su autorización para hablar?

—Desde luego, no me voy a quitar de en medio para hacerte ningún favor. Le pediré que sea mi novia, puedes hacer lo mismo si quieres.

—A ver si me he enterado —levantó el dedo índice e impulsó su cuerpo hacia mí—. Tú saldrás con Lula, pero no te importa que yo también salga con ella.

—Simplemente digo que no me voy a echar para atrás. Aunque aún podemos pensarlo.

—Ya... —meditó—. Técnicamente estaríamos compartiendo novia.

—Esa palabra es por mucho inapropiada —me quejé. Estaba necesitando muchísima más paciencia de la que imaginé—. No puedo pedirle que distribuya su tiempo a la mitad como si fuese un objeto que vamos a repartirnos en partes iguales. Si nosotros decidimos quedarnos, es nuestra responsabilidad, no la de Lula mantenernos contentos.

—Aburrido —me cortó Rafael—. ¿Sabes? A veces las personas hablamos sin pensar tanto en lo que estamos diciendo, se le llama naturalidad. Pero te voy a dar la razón porque admito que ha sonado fatal.

Callé ansioso. Quería una respuesta natural con la que decir; "puto rico de las narices, pero no te ofendas ¿eh?". El problema era que aquello no iba conmigo.

—Si decidiéramos hacerlo, y Lula aceptase, —Acomodé mis codos para después demandar: —no puedes engañarla.

Rafael elevó una ceja con diversión. —No te fías de mí, pero esperas que yo me fie de ti. Eres valiente.

—Me preocupo, eso es todo.

—¿Olvidas que juego con ventaja? —inquirió acercándose a donde yo estaba. Mis músculos permanecían rígidos sobre la silla—. O aprendes a moverte rápido, o pierdes.

Miré la sucesión de videos que me fue mostrando. Todos ocurrían dentro del restaurante y ninguno parecía tener nada del otro mundo.

Excepto el último, allí aparecía yo. Es más, me había etiquetado para que todos sus contactos tuviesen acceso a mi perfil.

—Lo subí hace un rato. Puede que Lula ya lo haya visto, o no. De todas formas, me llamará tarde o temprano.

—Creí que íbamos a pensarlo.

Rafael soltó una risotada mientras se ponía en pie. —Puedes pensarlo de camino a su casa. Solo te aviso que, si decides continuar iré muy en serio con ella.

Nunca había estado más nervioso en mi vida, y yo siempre estaba nervioso.

Siendo honesto, tenía más miedo de Lula que de Rafael. A él podía ofenderlo, a ella podía perderla (las diferencias eran evidentes).

Durante toda la conversación procuré cuidar mis palabras. Sabía que un error daría la impresión de que solo quería divertirme, pero la respetaba más allá de eso.

—¿Vamos con tus colegas? —pregunté al separarme de su boca.

Lula resopló decepcionada.

Desde luego, quería sentarla encima de mí y restregar nuestros cuerpos hasta haber liberado la tensión de mi ingle, pero estábamos en una casa que no nos pertenecía. Con el riesgo de que sus amigos volvieran. Y empezando una relación que no entendía por completo.

—¡Qué aburrido! —se quejó avanzando hacia la puerta.

Puede que no lo dijese como un insulto, pero la palabrita me estaba dando dolores de cabeza. ¿Era algo de lo que debía preocuparme? ¿Las personas pensaban eso de mí siempre? Es decir, me daban igual los demás, sin embargo, quería estar a la altura de alguien tan impresionante como ella.

Por instinto, di largas zancadas hasta acortar las distancias.

—¿Realmente soy aburrido? —pregunté, y sin planearlo, atrapé delante de mí.

Ella se giró, tenía la espalda pegada a la puerta mientras que sus pechos subían y bajaban imponentes. De pronto, quise sentirla, que se friccionase, que me hiciese delirar con la forma de su cuerpo.

¿Qué coño me pasa?

Estaba loco por ella al punto de no reconocerme. Con Lula no tenía que preocuparme por las diez mil vocecitas diciéndome qué hacer, podía ser espontáneo y a ella le encantaría.

—Si me besas, retiro lo dicho —propuso infernal.

Sus manos descansaron sobre mis hombros. Por supuesto que iba a hacerlo. Lula era un sueño, y tocar su cara no lo hacía más real.

A veces dejaba nuestros labios en carne viva para asegurarme de ello.

—Puedes ser real, por favor —le pedí introduciendo mi lengua en su boca.

La levanté del suelo y ella abrazó sus piernas a mi cintura.

—¿Te enteras de que soy un ángel? —se burló peinando mi cabello hacia atrás.

Sí, claro.

Era cierto que no parecía de este planeta, incluso su cuerpo y su rostro eran arte, pero...

¿Pero?

Coño, ¡Lula era un ángel!

—¿¡Y me lo dices ahora!? —reclamé y ella transportó sus labios a mi mandíbula.

No tardé en sentarla y posicionarme en medio de sus piernas. La deseaba tanto que ya no diferenciaba nuestras respiraciones.

Quería consumirme dentro de esa mujer y olvidarme de mi mortal existencia.

—¿Sabes lo que más me gusta de ti?

Lula pestañeó inocente al meter su mano dentro de mi pantalón. Y mi polla saltó entusiasmada.

—Espera, tus amigos pueden regresar.

—¿Quieres que les escriba y les diga que estamos follando? —preguntó divertida. Sus ojos brillaron, y de nuevo no supe cómo reaccionar.

¿Era otra broma? Esperaba que sí, aunque prefería eso a que nos encontrasen en esta situación, porque, desde luego, yo llevaba las de perder con el miembro al aire.

—Si vas a decirles eso, al menos hagamos que sea cierto. —Tenía tan estudiados sus gestos que la provocaba por el solo placer de sorprenderla.

Necesitaba verla sonreír, y aunque lo hiciese mil veces, no me cansaría jamás.

—¿Cómo haces para decir todo eso?

Era tarde para retractarme. Lula no me perdonaría un rechazo, y la creciente acumulación en mi vientre tampoco.

Así, permití que agarrase el tallo y lo fuese recorriendo hasta llegar a mis testículos, los cuales masajeó sin pudor alguno. Jadeé encima de su boca como si me hubiesen transportado a la cima de una montaña rusa. El ímpetu era el mismo, solo que más intenso y físico.

Ni siquiera tenía palabras para describirlo. De hecho, ahora estaba más convencido de que Lula era un ángel. Me masturbaba con movimientos confiados. Bajaba y subía. Apretaba y acariciaba. Al final, jugueteó con el líquido preseminal que se acumuló en la punta.

—Vas a retenerlo, ¿verdad?

—Cruel —la acusé.

Enseguida me separé viendo cómo se quitaba los zapatos sin usar las manos. Por un momento, me pareció estar presenciando la escena más impactante de mi vida. Sin embargo, el segundo acto fue mejor que el primero ya que movió sus caderas e hizo una señal para que le quitase los vaqueros.

—Toda tuya —me indicó abriéndome un espacio entre sus piernas.

Respiré hondo y busqué un condón.

Acaricié sus pliegues con mi erección e hice que se estremeciera. Tenía una expresión erótica.

—Por favor —masculló entre dientes.

La besé para esconder mi sonrisa. Era la primera vez que le ganaba, y, joder, la sensación aumentó la sensibilidad de mi cuerpo.

Introduje primero el glande. Quería penetrarla por completo, pero retrocedí queriendo repetir la experiencia. Lula me dedicó una mirada asesina (quizás porque la anticipación la había llevado a aguantar la respiración).

—Tú no tienes que lidiar con la imagen que yo tengo en frente —me defendí.

Ella gimió sin decir más.

Dios, no era justo de ninguna manera.

Su coño era el puto paraíso.

Abrí sus piernas y ella agarró mi culo antes de que mi pelvis impactase contra la suya. —No pares hasta que yo te diga.

Cada terminación nerviosa se preparaba para el mejor orgasmo de mi vida, sobre todo porque Lula seguía enloqueciéndome con su voz.

Asentí.

Con mi respuesta, hundió su cara en mi cuello. Me encantaba su forma de entregarse a todo como si su vida fuese acabar allí mismo.

—¿Y todo esto por decir que eres aburrido? —susurró en mi oído.

Mi polla se puso aún más dura.

—Te juro que no.

Levanté una de sus piernas. Ahora tenía mejor acceso.

—Eres jodidamente hermosa.

Y vaya que sí. Su respuesta fue una cálida risita que devoró mis entrañas repartiendo el calor por el resto de mi cuerpo. De pronto, me sentía más animal que humano. Más salvaje que racional.

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CURIOSIDAD 20

Cambiar de narrador es difícil ;n;

¿Qué pensáis?

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