Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

15: Hasta el instante 💄

Estaba demasiado feliz pensando que mi vida finalmente había cobrado sentido, pero la felicidad es relativa. El tiempo es un suspiro. Y la perfección no existe.

Y siendo honestos, el rollo filosófico hacía que me sintiera aún más cabreada.

—Vale, dejad lo que estéis haciendo y atended —pidió Ernesto en medio de su clase—. Como ya habréis notado, tenemos a un invitado.

No era cierto, ni siquiera me había percatado qué receta seguíamos. Era como un autómata sin emociones.

—Su nombre es Renaldo Benali.

Los demás aplaudieron e hice lo mismo que ellos.

—Es el chef principal del Reitx —explicó a medida que avanzaba. Renaldo era un hombre de mediana edad, con el rostro limpio, y la contextura de quien no hace ejercicio de manera regular, pero que es beneficiado por un buen metabolismo—. Si habéis hecho vuestra tarea, sabréis que la cocina del hotel está entre las mejores del país...

Dejé de atender.

Pero resumiendo; el hotel que había mencionado Ernesto iba a lanzar una nueva estrategia de marketing, por la cual realizarían un concurso. La participación se restringiría a personas jóvenes, talentosas y de gran ambición. Vale aclarar que estaba citando las palabras de Renaldo Benali.

En fin, el ganador se llevaría un contrato indefinido en el Reitx, además de otros tantos premios.

Una gran oportunidad. Para quienes se estaban apuntando, claro.

Mientras tanto, yo me quedé atrás. Resoplé agotada antes de irme.

Empecé a limpiar. No me importó que el ruido molestase a nadie, o que las cosas se guardasen de forma descuidada y poco profesional. Mi interior ardía en rabia y el cansancio me había debilitado las piernas. Lo último que quería era que otros fuesen testigos de ese pequeño colapso emocional. Al final, salí saboreando la salinidad de aquella lágrima que, con descaro, yacía sobre mis labios.

Dos horas antes, alguien había roto mi corazón.

Mis días empezaban a las seis de mañana cuando la alarma ya había sonado. En ese corto instante, mi cerebro se desprendía de los recientes sueños para que las responsabilidades tomasen el control.

—Buenos días —hablé animada cuando Gonzalo asomó la cabeza dentro de la cocina.

Por fin volvería a clases, y en cierto modo, era tranquilizante que recuperase aquella rutina.

—Días —masculló sin levantar la mirada. Después regresó a su habitación pese a no haber justificado su presencia.

Aquello fue extraño. Gonzalo nunca salía a saludar. No teníamos una relación lo bastante cercana, pero conocía a mi hermano. Al menos las partes que veía a través de su coraza.

—¿Puedo entrar? —llamé desde el otro lado de la puerta, luego entré sin más—. ¿Nervioso?

—No voy a ir.

Valeee... —Fui avanzando hasta sentarme junto a él—. ¿Puedo saber por qué?

Nuestras conversaciones pocas veces se extendían más de la cuenta, pero decidí arriesgarme.

—¡No me apetece! ¡Puedes salir! —vociferó quitándose los zapatos para meterse de nuevo a la cama—. ¿Por favor?

—Oye, —hablé a su espalda— sé que es raro que te diga esto, pero puedes confiar en mí.

Se removió debajo de sus mantas con un fuerte resoplido. Lo hacía para callarme, así que me levanté ignorando la sensación de vacío.

A Gonzalo le costaba abrirse, y en parte era mi culpa. Me rendía con facilidad, era incapaz de imponer autoridad, pero, sobre todo, daba por hecho que las cosas estaban bien. Si hacía algo mal, se lo atribuía a su edad. Si me ocultaba algún secreto, confiaba que era lo suficientemente adulto para manejarlo por su cuenta. Sin embargo, no eran más que excusas para soportar el rechazo.

Me levanté de la cama dispuesta a irme, ignorando que sus siguientes palabras me cortarían el aire:

—Lula, ¿puedes prestarme dinero? —Aquella pregunta hizo sonar todas mis alarmas.

Regresé hasta él con cautela.

—No, no tiene nada que ver con las drogas —dijo en una negativa que me arrancó la primera lágrima. Presentía que su confesión iba a dolerme—. No sé cómo decírtelo.

Entonces, y de repente, los artificios de ese mundo imaginario se vinieron abajo.

—Yo solo quería un poco de dinero. Unos colegas me dijeron que me conseguirían un trabajo del que pudiese tirar mientras tanto —Se armó de valor y comenzó a relatar, aunque eventualmente la respiración se escuchó entrecortada, como si lo estuviesen sosteniendo por el cuello— Estaba bien, pagaban una mierda, pero no hacía nada malo. Hacía turnos de noche para que no nos pillase la pasma.

Gonzalo calló y tuve que levantar la vista con tal de recuperar su confesión. Si lo dejaba ir, tendría que esperar a que se sintiese nuevamente preparado, y no tenía la energía para vivirlo dos veces.

—Sabes que no me estás contando todo esto porque quieras ponerme al día —señalé en un tono solemne (o lo que yo creía solemne).

Solía ser antipática con casi todo el mundo, menos con él. De hecho, mi rostro ardía en frustración mientras me aferraba al borde de la cama.

—Luego me levantaron la suspensión, —volvió a hablar entregándome su mochila— ya había ahorrado mucho dinero, pero aún no era suficiente. Traté de hablarlo contigo...

—¿Por qué necesitas dinero? —chillé abriendo la mochila—. ¡Joder! Si te hacía falta algo, debiste decírmelo y ya.

—¿¡Hasta cuándo!? —exclamó dolorido—. Yo solo quiero irme de aquí.

—Gonzalo, no eliges a tu familia, —le recordé con la voz ahogada. No podía hablar con claridad a causa del sollozo que solté— si no quieres estar conmigo, te fastidias, pero te quedas.

—¿Es lo que tú haces?

Palidecí por aquella réplica tan despiadada. Gonzalo se pensaba que yo estaba con él porque no tenía más opciones. Y era malditamente injusto.

Odiaba la idea, pero a la vez, me acercaba a él.

Era un crío estúpido tratando de cuidarme, y me jodía muchísimo no haber corregido esos pensamientos absurdos.

—Pero ¿qué dices?

Mi hermano soltó una gran cantidad de aire antes de terminar su explicación: —No tendría otra oportunidad de ahorrar dinero, así que lo hablé con mis jefes.

»Esperaba que me adelantasen uno o dos meses, pero no trabajan así. En realidad, ni siquiera sé de qué van. Me contrataron para limpiar oficinas, de vez en cuando iba a alguna casa, pero no vi nada sospechoso hasta ayer. Dijeron que me darían quinientos euros si dejaba la puerta abierta. Pensé que era raro, pero no quise darle tantas vueltas. Iban a darme quinientos euros por nada.

—Nunca es por nada.

Gonzalo aprobó mi comentario con un ligero asentimiento.

—Hace unas horas me llamó el dueño de la empresa, dice que aparezco en las cámaras de seguridad y amenazó con entregarme a la policía si no le regreso el dinero. Supongo que le habrán abierto las cajas, no lo sé...

Las luces me cegaron momentáneamente a pesar de la baja intensidad.

Me obligué a levantarme sin mirar el rostro de Gonzalo. Las piernas habían comenzado a hormiguearme y el dolor se estaba concentrando en mi cabeza. Pronto, un pitido anestesió mis oídos hasta que la nada se hizo presente.

No quería enojarme y no quería llorar.

Lo mejor era dejarlo estar por un rato.

Volví a mi habitación para recoger las cosas que me faltaban. Gracias a Theo, su hermano nos acercaría hasta nuestros destinos. Por un instante pensé en pedirles que se fueran, no obstante, descarté esa posibilidad.

Habiendo salido del portal, encontré a los chicos conversando encima del capó. Y en vez de estar agradecida, torcí mis labios con envidia.

—¿No te pones una chaqueta?

—Ya, claro... —Miré a mis brazos, tampoco llevaba el uniforme ni la documentación. Mi cartera estaba vacía, y, tal como iba, era fácil pillarse una neumonía—. Con las prisas no me he fijado.

Suspiré profundamente antes de sacar las llaves.

—¿Estás bien?

Asentí

Theo me dirigió una mirada escéptica al mismo tiempo que se acercaba a mí. La distancia era peligrosa.

No quería mentirle tan de cerca, porque sin importar qué éramos o la relación que teníamos, él no podía ayudarme.

Di un paso hacia atrás antes de que su mano diese con mi espalda. Un pequeño contacto y mis piernas habrían temblado como gelatina. Luego, le habrían seguido mis manos, mi corazón, mi boca, y para cuando recuperase el control de mis cinco sentidos, ya le habría detallado todo el problema en el que estaba metida.

—¡Vosotros dos! —llamó Dylan mientras bajaba del coche—. Queréis acabar con las cursilerías, que vamos con retraso.

Tosí para eliminar cualquier sospecha. Fue apenas un segundo, pero el recuerdo de mi casi huida seguía allí.

—Puedes irte si quieres —dijo Theo sacando su mochila. La determinación en sus ojos se mezcló con una sonrisa, y en mi interior, las mariposas revoloteaban en una felicidad inconsciente—. Nosotros vamos a tomar el autobús.

—Pero ¿¡qué dices!? —se quejó el mayor estampándose una mano en la cara—. ¿Crees que mamá me va a perdonar si os dejo?

—No le diré nada —replicó Theo.

—El niño se piensa que es más listo que Hitler —señaló en un tono divertido—. Como si ella fuese a tragarse alguna de vuestras mentiras. Venga, haced lo que tengáis que hacer y los quiero aquí en diez minutos.

Me reí con Dylan a pesar de la amargura que estaba sintiendo.

—Quédate si quieres, pero vamos a coger el autobús.

—Venga, no digas tonterías —lo apuré mostrándole una sonrisa—. De todas formas, pensaba echarme otro rato.

Dylan simuló la acción de vómito al ver nuestra escena "romántica". Que no era el caso, pero Theo hacía que todas nuestras líneas pareciesen sacadas de Pretty Woman.

—Vale, —cedió el mayor agotado— pero si mamá se entera, diré que ambos escapasteis y que luego me obligasteis a guardar el secreto.

Y sin que ellos lo notasen, aparté la vista. Se tenían muchísima confianza (lo que a Gonzalo y a mí nos faltaba).

—¿Pasó algo? —quiso saber Theo a medida que subíamos.

Moví la cabeza. Prefería eso a dejar que me calase.

—Oye —me llamó dando pasos más largos. Segundos después, tenía su mano en mi hombro—. Puedes decirme lo que sea.

Me dolió escucharlo. Básicamente me estaba pidiendo entrar, pero yo quería salir y cerrar esa puerta para siempre.

Bajé un par de escalones hasta estar a la misma altura.

—¿Sabes lo mucho que me encanta estar contigo?

Puede que no.

Me encantaba él, y me encantaba la idea de estar con él.

—¿Y ya está? ¿No le sigue alguna de tus bromas?

Solté una risita y le quité las gafas con un movimiento ágil.

—Déjame ver tus ojos.

Theo cogió mis manos y las puso sobre sus hombros para que lo abrazase a la vez que besaba mi frente.

—Te has equivocado de camino —Estiré la cabeza haciendo que nuestros labios se juntasen.

Sin embargo, una lágrima apareció sobre mi mejilla.

—¿Lula?

—¿Te he dejado con las ganas?

Debo reconocer que se me dan bien las evasivas.

—¿Segura que estás bien?

—Lo juro —dije poniendo mi mano sobre su pecho—. Pero como no nos movamos, perderemos el autobús.

—Tampoco es que me importe eso —confesó agarrando mi cintura para inmovilizarme.

Pretendía recuperar sus gafas, pero en el acto consiguió que mi cuerpo cosquillase.

—¿Es que te has propuesto matarme? Despertaremos a todo el edificio.

—Me importas más que ellos, así que comienza a hablar.

Theo subió el último escalón y los veinte centímetros que nos diferenciaban lo convirtieron en un muro colosal. Por el bienestar de mi cuello, deseaba que su crecimiento ya hubiese acabado.

—¿Entonces?

Suspiré sacando las llaves del piso.

—Hoy se acaba la suspensión de Gonzalo, supongo que me ha estresado.

—¿¡Tu hermano está en casa!? —El tono de su voz se tornó titubeante—. Perdona, no es lo que quise decir, yo, eh...

Antes me habría reído de él, no obstante, lo entendía. Gonzalo era un maleducado e intimidaba a las personas, pero ahora era más que eso. Ahora no estaba segura de conocerlo.

—Estará en su habitación —Elevé mis hombros e hice un ademán para que entrase primero—. Tranquilo, no voy a dejar que se meta con mi hombre.

—¿Ahora soy un hombre? —se regodeó entusiasmado.

Hasta ese momento me había burlado de él por ser el más joven, y pese a que la palabra se me escapó de los labios, Theo pareció satisfecho.

—Vuelvo enseguida —le avisé—. Puedes mirar en la cocina si tienes hambre.

Volví a mi habitación para coger los objetos que me faltaban. El objetivo era ser rápida, al fin y al cabo, los autobuses tenían poca frecuencia a esa hora.

—¿Tanto miedo le tienes? —cuestioné.

Theo se había quedado afuera y sus ojos me buscaron ansiosos cuando salí de casa.

—No es eso —expresó inseguro—. Y a ver, tampoco es que me desagrade, pero no creo que este bien aparecerme en su casa sin que nos hayamos presentado en "condiciones".

Solté una risita al recordarlo desnudo frente a mi hermano.

—Ya te ha visto, seguro que le da igual.

—Aun así, no quiero que tengas problemas con él. Antes de pasearme por tu casa deberíais hablarlo.

Nos quedamos en silencio durante los minutos que tardamos en regresar a la parada.

Tal vez el problema de Gonzalo fue tenerme como hermana. Sin ser consciente, los pensamientos autodestructivos empañaron mi mente.

—Eh —Theo me sacó del trance cuando el autobús se detuvo—. ¿Quieres que me quede después de clase? No tengo nada más que...

—No hace falta.

Mierda. Fui demasiado brusca al responder.

—Vale —habló con una sonrisa, y si se sintió molesto no lo demostró en ningún momento—. Entonces nos vemos mañana.

Llegué a murmurar un antes de besar sus labios (era mejor alternativa que quedarnos callados).

A partir de allí, me rompí una y otra vez.

Primero, cuando me alejé de Theo.

Algunas horas más tarde, cuando no pude seguir una sencilla receta.

Y al final...

Lula: Necesito ayuda

Lula: Es Gonzalo

Me planteé eliminar el mensaje, pero no tuve el valor de hacerlo. Es por mi hermano, me dije. Sin embargo, esa no era la única razón por la que lo hacía.

Confiaba en él. Puede que demasiado, pero no tenía tiempo para vacilaciones.

Rafael: Espera, te llamo en un minuto

La adrenalina que corrió por mis venas era mitad miedo mitad culpa.

Enseguida, busqué un lugar apartado. Eran las once de la mañana, lo cual significaba que; o bien estaba en casa, o bien se había presentado en la universidad.

Quería llegar al final del todo. Necesitaba poner un punto y escribir un nuevo párrafo.

Al menos, me mantenía fiel a mis convicciones.

Gonzalo era la persona correcta.

Él iba antes que mi orgullo.

Antes que los sentimientos no aclarados.

Y antes que el miedo de no ser suficiente.

☼❥ツ✪ ツ❥☼❥ツ✪

Si pudieras hacerle una pregunta a los personajes, cuál sería:

A Lula?

A Theo?

Al Rafa?

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro