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13: De lo que eres 💄

Gracias a quién sabe quién Theo me dio otra oportunidad. Así que, tuve que esperar a que fuera viernes para cumplir mi promesa.

Bajé de mi piso con una sonrisa de oreja a oreja y llegué al portal con una mueca de asombro.

Ni mi corazón fue capaz de reaccionar a lo que estaba aconteciendo.

—¡Rafael!

¡Socorro!

Con la mirada busqué comprobar que efectivamente se trataba de Rafael.

Frente a mí se erguía la prueba de fuego.

Y por un momento, recobré la fe. Aunque solo fuese para maldecir al Dios que se divertía a costa de mi felicidad.

—Lula —Abandonó la llamada en la que estuvo inmerso y se enfocó en mí—. ¿Ya te han contado?

Me miró fijamente. Quería hallar una razón que explicase la formalidad de mi atuendo.

—¿Pasó algo?

—Más o menos —frunció el ceño antes de continuar: —Necesito que alguien me acompañe, le he preguntado a Ángel y Dominico, pero cada uno tiene lo suyo. Tampoco quiero que Lindsay este de pesada y eres la única que me queda.

Ni siquiera era su primera opción. Vaya mierda.

—No puedo.

—Venga, Lula —pidió en un tono caprichoso. Debía estar acostumbrado a que cediese a todas sus demandas porque no se molestó, ni por un segundo, en aclarar de qué se trataba su favor—. O es que estas ocupada vendiendo Biblias.

Hice un chasquido con la lengua para restarle importancia. En realidad, lucía bastante normal. Y he allí el problema, normal no era una palabra que se ajustase a mi estilo.

—Jó-de-te —gesticulé cada sílaba con el placer en los labios—. Tengo mis propios planes.

Incluso si era tan tonta como para dejar que Rafael me convenza, no iba a cometer el mismo error dos veces.

—Vale, —se acarició el puente de la nariz. La impasividad de su rostro había sido reemplazada por preocupación— es importante.

—¿A las casi once de la noche? —Me atreví a cuestionar su concepto de concepto de importancia.

Y es que vamos a ver, las prioridades de Rafael giraban en torno a llenar el depósito de gasolina o tirarse a media ciudad. Había otras tantas opciones que, me agoté de solo imaginarlas.

—¡Lula!

—Escucha, también tengo cosas "importantes" —hice el gesto del entrecomillado mientras evadía su presencia.

—¡Joder! Tienes todos los santos días para follar con tu novio, yo solo necesito un favor.

No supe distinguir si lo que había en su voz era enfado o desesperación, no obstante, la crudeza de su reclamo atenuó cualquier sensación de culpabilidad.

—Vale Rafael, —puse mis brazos en jarra y me acerqué a él— ya que no te has molestado en decirme qué es eso tan urgente, al menos responde estas preguntas —condicioné con mi dedo sobre su pecho. Quizás fuese un imbécil con cada letra del abecedario, pero quería escuchar de su boca las excusas con las que borraría esos últimos minutos de mi memoria—. ¿Lo tuyo tiene que ver con tu puto coche?

—No lo dije en mal plan, solo...

—¡Responde a mi pregunta!

—No.

—Vale, ¿lo tuyo es más importante que conocer a la familia de mi novio?

La sorpresa se fundió en un gesto frío. Pero de nuevo, aquello no significaba nada. Todo en Rafael sabía a incertidumbre.

—No —admitió apartándose de mí—. Hablaré con Lindsay.

Inhalé hondo.

Estaba dispuesta a dejarlo, no obstante, Rafael halló el valor para disculparse. En sus labios se dibujó un perdón extraño.

—Déjalo.

—Lo digo en serio, lo tuyo es más importante —No había ironía su voz—. Te estás dando una oportunidad, y aunque me joda, nadie se la merece más que tú, monstruo.

—Te escribo mañana ¿vale? —ignoré su discurso y continué mi camino.

Theo fue el primero en recibirme.

Luego fue el turno de sus hermanos, quienes resultaron tener la misma cara, la misma estatura, los mismos rasgos y la misma edad. Theo había omitido ese detalle (para sorprenderme, según él).

Los gemelos eran altos, no tanto como el menor, pero altos al fin. A Dylan lo había conocido en la fiesta de Dominico, a primera vista supe que era el más extrovertido, no obstante, más allá del color de sus camisetas, no tenía otra forma de diferenciarlos.

Phillip fue el siguiente. Su caja estaba en medio del salón y tenía una mirada ausente. En conclusión, era la mascota perfecta. Además, Theo me había hablado de él. Ni bien ni mal, pero el recuerdo me hizo sonreír.

Por otro lado, quedó Greta. La madre de Theo era una mujer regordeta, apenas más alta que yo, con un rostro agradable.

Aunque las apariencias engañan.

Al final de la noche, esa mujer demostró estar apta para dirigir los ejércitos de Corea del Norte. Ya la veía gritando y dando órdenes a diestra y siniestra.

—¿Tu casa está lejos?

—Sí —intervino Theo antes de que tuviese la oportunidad de abrir la boca.

¿Lo estaba?

Puede que no hubiese cronometrado el tiempo que tardé en llegar, pero comencé a dudar hasta de mi propia existencia cuando el chico tomó la palabra.

—¿Lula? —Greta ignoró la respuesta de su hijo y se dirigió a mí.

¿Tengo que mentir para validar la afirmación de Theo? —pensé mientras lo miraba nerviosa. Desde mi perspectiva, el trayecto era relativamente corto, pero temí que mis palabras le pareciesen un ataque a su inteligencia.

—No lo sé —medio alcancé a balbucear—. He venido andando. Casi no me percaté de la distancia.

—Está bien —se levantó de la mesa para masajear los hombros de Theo. Seguía teniendo esa postura desafiante de al principio, pero ahora se fundía con una sonrisa triunfante—. Si no tienes problemas en quedarte, puedes hacerlo ¿A qué sí, hijo?

—¡Mamá!

Dylan y Valentino chocaron palmas como si les hubiesen dado la mejor noticia de sus vidas. Y vale, también me habían caído muy bien, pero fue sospechoso.

—Mamá, yo tengo que preparar un examen —habló Valentino.

—Y yo tengo que terminar algo —habló Dylan.

El último ni siquiera se esforzó en formular una buena excusa, sin embargo, Greta creyó en ellos con total facilidad. —No os preocupéis, Theo puede dormir con su novia.

Sonreí demasiado pronto pues, había sido atrapada.

Trágame tierra.

—¿Estás segura? —terció Valentino—. Creí que nadie debía tocar al niño.

¡Sí, claro, el niño! —reí internamente.

Esto era comedia en vivo.

—Cállate ya —enfureció el aludido devolviéndome una mirada llena de arrepentimiento.

Y al instante, Greta intervino a nuestro favor. Articulaba frases como; "dejadlo de una vez", "¡podéis parar, por favor!" o "soy yo quien toma las decisiones".

—Vosotros dos, —apuntó a Dylan y Valentino— recoged la mesa y luego os vais a dormir. ¡No quiero más escándalos!

—Compartiré habitación con Theo —replicó Dylan en un tono jocoso.

—Gracias Dylan, pero no hace falta —se negó sin siquiera girarse hacia él. En cambio, yo era el único objeto de su enfoque—. Ellos son adultos y me ha quedado claro que se conocen bastante bien.

—¡Mamá!

Theo pegó el rostro a la mesa para ocultar la vergüenza a la que había sido expuesto. Él y yo. Porque a pesar de estar sonriendo, la sangre subía continuamente a mis mejillas.

—¡Podéis apuraros de una vez! —instó a sus otros dos hijos.

Theo la había descrito como una dictadora. Y le creo. Es más, puede que se quedase corto, sin embargo, había algo maternal en su forma de ser.

—Vale, —dijo cuando nos quedamos los tres solos— sé que ya no sois unos críos y a riesgo de que me odiéis, me veo en la obligación de recordaros ser responsables.

—Para ya, por favor —rogó Theo a la vez que se restregaba la cara con ambas manos—. Puedes decirme lo que quieras. Después. Solo a mí.

Greta rio e hice lo mismo. Al menos, coincidíamos en algo.

Theo era un ingenuo.

Incluso yo, que no tenía hijos, había planeado la conversación que tendría con mi futura nuera. Era el deseo perverso de casi todas las mujeres (indistintamente al papel que hiciésemos).

—Como os iba diciendo —continuó Greta valiéndose de las enfatizaciones continuas— entiendo que os queráis, que estéis enamorados y que os lo demostréis de muchas formas. He pasado por esa edad.

—Está decidido, llamaré a papá.

—¡Deja que tu padre trabaje! —exigió arrebatándole el móvil de las manos—. Madura de una vez, el sexo es solo sexo y si vais a hacerlo quiero asegurarme de que lo tenéis todo claro.

Ella estaba disfrutando de esto.

Lo veía en sus ojos.

Su mirada brillaba.

—Lo entiendo —hablé con admiración—. Y tranquila, nada de bebés.

Me felicité a mí misma. Puede que Theo no se sintiese tan agradecido ahora mismo, pero más me valía decir algo si no quería prolongar la charla de educación sexual.

—Me gustas más de lo que piensas —se dirigió a mí. Éramos un par de brujas reconociéndose entre sí, tenía sentido que sintiese afinidad conmigo. Y por más extraño que resulte, ya la consideraba un modelo a seguir—. Dices las cosas tal cual. Que sé yo, soy más de personas sencillas.

Aunque, he de reconocer que yo era una aficionada a su lado.

—Genial, ¿nos podemos ir? —Theo se puso en pie y me tomó de la mano.

Era vida o muerte para él, así que entendí su necesidad de escape.

Comenzamos a avanzar apresurados. Aunque no lo suficiente. Fue como si estuviésemos a punto de tocar la luz y alguien la despedazase en nuestras narices por puro placer.

—Usad condón, —alcanzó a decir con jovialidad—. No solo sirve para los embarazos.

Por suerte, ya no la estaba mirando a los ojos o se habría colado en mi mente. Hasta donde yo sé, a Theo también le temblaron las manos cuando su madre soltó esa última advertencia.

Ya nos habíamos arriesgado a desatender los conceptos básicos del sexo responsable y, era un coñazo nos lo hiciesen ver ahora. Porque tenía razón.

Ante todo, debimos habernos asegurado de que no existían riesgos. Y...

Deje de pensar.

Greta lo sabía. Era demasiado perceptiva para no darse cuenta de algo más. Quizás no tuviese las cosas del todo claras, pero sabía que Theo era capaz de hacer algo así de tonto.

—Es maja —le dije al escuchar cómo cerraba la puerta.

—Lo siento. Suele ser menos borde.

Lo miré con diversión.

Theo suspiró resignado. Él era perfecto.

Pero su habitación decía otra cosa de él. Más allá de los muebles imprescindibles, no había nada. Ni sobre el escritorio, ni sobre la mesita de noche, ni sobre nada. Incluso el cobertor tenía un diseño liso y uniforme.

Nadie le quitaba lo lindo, pero era raro de narices (lo que no representó ningún problema cuando comenzó a quitarse la ropa).

Cada prenda menos era una punzada en mi centro, pero tan solo lo hacía para ponerse el pijama. '

El "niño" era capaz de hacerme delirar hasta la muerte para luego cortarme el rollo de golpe.

En venganza, procuré darle una visión completa de mi cuerpo antes de ponerme su camiseta. Y no conforme, me metí a la cama pegando mis pechos a su rostro.

Pretendí hacerlo pasar por un accidente, sin embargo, su risita me aviso que no había colado. Otra cosa podía ser, pero de tonto nada.

Varios minutos después, alguien llamó a la puerta.

—Os he traído algunas mantas extra —apareció uno de los gemelos.

Sinceramente, no supe distinguir cual de los dos era. Lo que sí que hice fue tomar las mantas y agradecer el gesto.

Posteriormente volví a mi lugar.

Era una nimiedad que, por alguna razón, produjo una mueca en el rostro de mi novio. No sé si Theo me estaba contagiando su ingenuidad, pero no noté nada inusual. Excepto por la iluminación que se colaba desde afuera.

—Lo van a hacer toda la noche —dijo en un tono rencoroso a la vez que vigilaba la puerta. Tenía una concentración casi paranoica en la mirada—. Ya lo verás —Theo me hizo una señal con la cabeza para que le acercara el móvil, después comenzó a programar alarmas en distintas horas—. Vienen al azar, pero así sabré si están por entrar.

Di la vuelta para ver lo mismo que Theo, sin embargo, apenas se apreciaban algunas formas en la oscuridad. El chico actuaba como si estuviésemos en una película de terror.

—Dudo que quieran pasar toda la noche despiertos.

—No los conoces —murmuró muy cerca de mi oído logrando que un escalofrío activase cada uno de mis nervios—. Ahora mismo deben estar escuchándonos.

Rei discretamente cuando sentí sus manos encima de mis brazos. No estoy segura si se dio cuenta, o no, pero mi cuerpo estaba temblando bajo su tacto. Él únicamente pretendía analizar la sombra que se proyectaba desde el borde bajo de la puerta, no obstante, consiguió acelerar el ritmo de mi corazón con sus alucinaciones.

—No seas tonto, —me quejé tratando de contener la emoción— son pasadas las dos, ya deben estar cansados.

—Tú has de cuenta que no van a dormir esta noche —se sentó sobre la cama con sus sentidos sentidos alerta—. Sobre todo, Valentino.

—¡Anda!, pero si parece el más serio.

—Lo es —convino como si estuviese a punto de revelarme un secreto. Me senté de la misma forma que él esperando que la explicación valiese la pena—. Pero desde que comenzó a traer a su novia, Dylan y yo nos turnamos para cortarles el rollo por las noches. Ni siquiera era mi plan.

Mordí el interior de mi mejilla con el fin de contener la risa. Normal que estuviese como una cabra.

—Dylan me convenció —se defendió un tanto avergonzado— luego le hicimos lo mismo a él. Y estoy atrapado en un juego tonto.

—¿Y no es más fácil llegar a un acuerdo?

—Cuando estás en una posición de privilegio, olvidas todo lo demás —argumentó usando la reflexión más trillada del cine europeo—. Valentino incluso nos paga por no entrar en su habitación. Traté de hacer lo mismo, pero no aceptaron mi dinero. Creen que debo experimentar este tonto juego.

—¿Es tu primera vez como víctima? —cuestioné con una sonrisa maquiavélica.

Estaba claro que había estado con otra u otras chicas, pero la idea de que no hubiese traído a nadie más resultó exquisita. Aunque también cabían otras posibilidades. Muchas posibilidades.

De repente, ya no me sentía tan cómoda con la pregunta que había planteado.

—¿Qué hay de tu madre? ¿Lo sabe? —cambié de tema.

Tal vez estaba sobreestimando la importancia que Theo le daba a nuestra relación. Tal vez no debía arriesgarme tanto.

—¿Por qué crees que ha dejado que te quedaras? —soltó aquella retórica como una inyección de realidad.

Por supuesto que su madre era cómplice. No movía un dedo y, sin embargo, tenía un control completo de la situación.

Si tengo hijos, quiero ser como ella —pensé.

—Última pregunta —levanté mi mano pese a que Theo apenas podía verme—. ¿Por qué tanto miedo de que entren?

—¿Son demasiado ruidosos? —se aventuró a decir antes de que un carraspeo se instaurase en su voz. Seguramente pensó que quería burlarme de él, no obstante, la única razón por la que había preguntado era porque deseaba escuchar la corrupción de sus intenciones—. Dejémoslo así.

Se deslizó bajo el cobertor para tomar una posición defensiva. Básicamente tenía cubierto todo el cuerpo y, al mismo tiempo, me daba la espalda con un fingido desinterés.

—¿Qué hago con él? —murmuré a la nada.

—Lo que quieras —contestó reposicionando su cuerpo. Ahora su espalda daba contra el colchón y su mentón se erguía altivo, como si me estuviese haciendo una invitación.

Sonreí y él me devolvió la sonrisa.

—Vas a ir al infierno —sentencié cuando hube inclinado mi cabeza para absorber su aliento cálido. En respuesta, Theo elevó ambas cejas esperando que acabase con las expectativas o que justificase mi predicción—. No me creo que seas tan inocente.

Intenté subirme encima de él. Y digo intenté porque se deshizo de mí con una facilidad impresionante. He de admitir que, poco me faltó para salir huyendo cuando volcó mi cuerpo y me dejó reposar a su costado.

¡Joder! El calor en mi rostro era producto de la vergüenza.

¿Es que lo había malinterpretado todo? —me pregunté en silencio.

El exceso de confianza me puso al borde de un acantilado y, tras saltar, cientos pensamientos hablaron de lo ridícula que me había visto. Quería cerrar los ojos, dormirme, y despertar pensando que todo había sido un sueño.

—Hasta mañana —murmuré desconcertada.

—Alguien viene —Me echó una mirada cargada de arrepentimiento.

Había tardado en hablar y cualquier excusa me hacía sentir incómoda.

—Lo siento.

Alguien tenía que enseñarle a ese chico que si le daba tanta importancia al asunto no iba a olvidarlo nunca.

—Puedo pasar —Tal como lo había dicho su pronóstico, otro de sus hermanos llamó desde fuera.

—Lárgate —bramó Theo hacia la puerta, pero ésta se abrió cautelosamente. Casi como si esperaran hallarnos en una situación comprometedora, lo que hubiese pasado si el chico no me apartaba a tiempo.

Y, vale, quizás me sentía menos rechazada ahora. Pero mi pecho no abandonaba la sensación de estar expuesta.

—¿Qué quieres? —se quejó mi novio cuando uno de los gemelos se internó en la habitación.

—Es Phillip, —El chico encendió la luz para luego meter la caja en la que guardaban al animal. Tenía una expresión diabólica en el rostro, lo que me llevó a creer que se trataba de Dylan— no puede dormir por el ruido de los vecinos, voy a ponerlo en tu ventana para que descanse. ¡No hagáis ruido!

—Ni leches —Theo se levantó de la cama para impedir que su hermano instalase el hábitat en su escritorio—. ¡No es gracioso!

—Por supuesto que no —se burló el mayor a la vez que me buscaba con la mirada. Al parecer, no era la única que disfrutaba de aprovecharse de su buena voluntad—. No te importa, ¿verdad?

Moví la cabeza y apreté mis labios para no descuajarme de risa. La familia de Theo era increíble, de buena manera. Tenían la particularidad de ser hilarantes y perversos al mismo tiempo.

—¡Coño, lleva durmiendo toda la semana! —exclamó Theo preso de la frustración—. Es una tortuga, hibernan y se despiertan a cualquier hora. Los humanos sí que necesitamos dormir.

—Hala, pues no lo sabía —mintió tratando de aparentar asombro—. ¿Y qué os parece si se queda solo esta noche? Vosotros podéis dormir tranquilos, ni siquiera os percataréis que está aquí.

Theo rascó su cabeza sin dejar de mirar a su hermano. Por un instante creí que se comunicaban con la mirada ya que, en los ojos del perjudicado nació una promesa de venganza.

Vaaale —aceptó liberando el aire con hastío—. ¿Puedes salir de una vez?

La sonrisa de victoria pasó sin disimulo por su cara. Dylan (el candidato más probable a demonio reencarnado) se despidió de nosotros con diversión.

A continuación, los pies de Theo se arrastraron con rabia hasta la cama.

Calló unos instantes (en los que lo único que oía eran suspiros) y finalmente preguntó: —¿Sigues enojada?

Picó mi espalda con su dedo. Theo no iba a darse por vencido hasta dar con una respuesta que lo contentase, sin embargo, qué podía decir.

¿Salté sobre ti porque confundí las señales?

No, joder, no.

Resultaba evidente que le preocupaban los juegos de sus hermanos y, en consecuencia, nunca tuvo la intención de hacer nada sexual conmigo. Pero como yo era una "desesperada"...

—Hombre, puedes olvidarlo de una vez. Me da corte seguir hablando de esto.

—¿A ti? —sonrió y me abrazó por la espalda.

—A mí, ¡sí!

Soltó una risita antes de volver a cuestionar mis razones. No sabría decir si era curiosidad o picardía lo que escondía en su voz, sin embargo, en vista de cómo me había ido la última vez, ya no me atrevía a hacer conjeturas apresuradas.

—Theo, puedes dormirte de una vez.

—¿En serio quieres dormir?

No pienses mal. No pienses mal.

¿Por qué lo hacía?

Es que no tenía suficiente con lo de antes.

—Lula. Lula. Lula... —repitió mi nombre otras diez veces, pero seguí sin decir nada.

Se comportaba como un crío.

No obstante, los dos lo hacíamos.

Si callaba no era porque lo hubiese condenado a la indiferencia, sino porque me gustaba el sonido de mi nombre en sus labios. Era la palabra que más había escuchado durante toda mi vida y él lo poseía, lo acomodaba a su antojo y recitaba sus dos sílabas con una gentileza absurda. —Como sigas, voy a morderte.

—¿Es una amenaza o un reto?

Se pegó más a mí. Mis piernas continuaban desnudas bajo su camiseta y, el calor entre ellas comenzaba a incendiar cada parte de mi organismo.

Era consciente de que esta vez no había espacio para equivocaciones. Pero si volvía a rechazarme, sería carne muerta.

—¿Es que ya no te preocupan tus hermanos?

—Han colado ese animal, —gruñó y admito que sentí ternura. Theo no era un amante de los animales, estaba claro, pero ni así resultó creíble esa aversión que le procuraba a Phillip— ni ellos son tan sádicos —habló muy despacio mientras me besaba los hombros sin quitarme la ropa. No dejaba de sorprenderme la facilidad con la que, una prenda pasa de ser una necesidad para convertirse en un estorbo—. Además, no vamos a tener sexo.

Entonces, ¿qué coño estamos haciendo?

Tenía dos opciones. O matarlo. O echarme a llorar.

Él podía disfrutar de la tortura de provocarnos hasta la muerte, pero no era ni por asomo lo más satisfactorio del mundo. Pronto, mis entrañas comenzarían a arder y mi intimidad suplicaría por ser invadida, sin embargo, las palabras de Theo hablaban de un acto temerario. Debía ser un masoquista si encontraba placer en esto.

—Lula.

—¿Quieres matarme? —murmuré.

Sus dedos estaban dibujando figuras disformes sobre la textura de la camiseta y, de vez en cuando, rozaban mis pechos.

—¿Por qué? —preguntó inocente.

Si en algún punto comparé a su familia con depredadores y a él con un cachorro inofensivo, en este momento podía decir que Theo no era menos peligroso que el resto de la manada.

—¡Mira al chico bueno! —ironicé al sentir cómo jugueteaba con mis pezones—. ¿Qué pretendes?

No era mi intención quejarme, pero había dicho nada de sexo y él siempre hablaba en serio.

Su comportamiento se asemejaba a la de un niño con juguete nuevo. Quería hacerme de todo, probar todas mis funcionalidades, saciar su curiosidad y repetir el proceso hasta la destrucción. Hasta...

Detuve mis pensamientos. Había iniciado el oscuro sendero de la obscenidad y, una idea tintineaba impaciente.

Como un juguete, solo estaría satisfecho hasta ensuciarme. Hasta haberme mojado de las muchas formas en que eso era posible.

—Yo nada —dijo con los labios pegados a mi oreja.

El vello de esa zona debió haberse electrificado pues, un pequeño espasmo descendió desde mi cuello.

Tuve que juntar ambas piernas para contener el ardor naciente entre ellas.

—No te muevas.

Y en esta ocasión, obedecí sin rechistar. Theo estaba frotando su pene contra mi culo al mismo tiempo que delineaba mi cintura, mis caderas, mis piernas.

No había nada que pensar.

Pusiera la condición que pusiera, yo la acataría sin objeciones a cambio de que continuase lo que estaba haciendo. Mi cuerpo reclamaba una fricción, contra lo que sea a la velocidad que fuera.

Pronto, metió sus manos por debajo de la camiseta. Ahora tenía un mejor acceso a, básicamente, TODO. Empezó por mi vientre, trazó líneas dispersas por encima de mi ombligo y, pese al palpitar de su entrepierna, no se estaba apresurando en lo más mínimo.

Pero, eventualmente, los movimientos dejaron de ser dulces para convertirse en una posesión infernal. Había lamido el rastro de sudor que bajó por mi cuello y la reacción fue directo a mi entrada.

Es más, los dedos de mis pies se retorcieron al sentirlo caliente junto a mí.

Era circuitos y nervios. Efervescencia y ebullición.

—Buen chico.

Toqué por encima de su pantalón, pero Theo agarró mi muñeca para impedir que siguiese restregando mi mano contra su dureza.

—No lo hagas —gimió.

Con sus palabras haciendo eco en mi cabeza, giré para encararlo. —¿Vamos a tener sexo?

Negó en un susurro.

Theo no distaba de un desequilibrado mental.

—¿Pero qué...?

No dio espacio a quejas ya que cubrió mis labios con los suyos. Sabía cómo callarme y quería que lo hiciese. Tampoco me molestaban los mordiscos pues, calmaba las pequeñas lesiones con la humedad de su lengua.

Más que un beso era una carnicería donde succionábamos, saboreábamos y nos hacíamos jadear. No había segundas intenciones, era una batalla justa en la que el ganador lo controlaría todo.

Sin embargo, se apartó con un movimiento limpio.

Mantuvo sus labios a centímetros de los míos. Probablemente, preguntándose por qué lo estaba acribillando con la mirada.

Sin ver mi propio reflejo, debía lucir como una verdadera víbora. Y es que, era más aterradora no haciendo nada.

—No te han enseñado a no desafiar tu suerte.

Ignoró mi reclamo y pasó sus dedos sobre mi cara con la intención de recorrerla. Su gesto embobado hablaba por él. Después se detuvo en mis labios y los palpó con el mismo cuidado que se le da a un objeto frágil.

—Abre —pidió e introdujo dos dedos.

Gemí para él.

Me estaba entregando a una dolorosa agonía por su culpa.

Y Theo lo sabía.

Sus malditos ojos eran imanes. Los buscaba porque quería que capturasen mi imagen dentro del impresionante verde de su iris.

Segundos después, elevó la mitad de su cuerpo. Esperaba tener un buen ángulo para cuando comenzase a deslizar sus dedos dentro de mi boca. Al principio, fue gentil. Quería que me acostumbrase al reflejo del vómito.

Hizo sencillos movimientos de meter y sacar a la vez que frotaba mi lengua en un ritmo lento pero explosivo.

Repitió los mismos pasos hasta que me vi segura de mi capacidad oral.

Theo tenía grandes ideas y quedó comprobado cuando apoyó su otra mano en el costado de mi cabeza, a fin de perpendicular la trayectoria con la que se internarían sus dedos.

Succioné con fuerza al sentir cómo aumentaba la velocidad.

A decir verdad, disfruté del ambiente que nos rodeaba. La humedad de mi propia saliva hacía volar mi imaginación, no obstante, el vértice entre mis piernas suplicaba algo más.

—Con esto me vale —dijo retirando los dedos.

Bastó una sonrisa traviesa para darme cuenta de que el chico tímido no estaba allí.

Sin embargo, las preguntas aguaron en mi cerebro al notar cómo eran recorridas mis bragas.

—No necesitaba lubricar —musitó relamiéndose los labios.

Tapé mi boca para silenciar el ruido que quiso escapar. Theo había separado uno de mis labios vaginales para que su dedo pudiese desplazarse desde el centro hacia arriba, de manera ágil y vertical.

—¿Me ayudas? —cuestionó haciendo un mohín.

¿Cómo podía decir que yo era cruel?

Moví mi cadera para prolongar la fricción de sus dedos sobre mi intimidad. El dolor en mi vientre lo urgía. Anhelaba restregarme ya. Poco me importaba que fuese contra, con o debajo de.

Disfrutaría de toda la acción que pudiese ofrecerme y, la que no, se la arrebataría de las manos. —Vale.

Tomé sus dedos y presioné con ellos el punto donde comenzaría a arrastrarlos. Subí muchas veces, aunque puede que tampoco fuesen tantas. Es decir, estaba demasiado caliente para controlarlo todo.

Así que, sin ningún pudor, separé su dedo índice y comencé a masajear alrededor de mi clítoris. Su tacto era grueso y tosco. Al mismo tiempo, movía mi pelvis para que el contacto fuese lo más violento posible.

Lo sentía venir, toda yo terminaría erupcionando en cualquier instante.

Había comenzado a ahogar gemidos con ambas manos ignorando que, ahora, Theo iba por su cuenta. De movimientos circulares, pasaba a dar pequeños empujoncitos y, de nuevo, volvía a jugar con tan sensible botón.

Lo aguanté bastante bien. El orgasmo comenzaba a anticipar su venida con una presión insoportable.

—No hagas ruido —murmuró inconsciente.

Era increíble que me estuviese pidiendo aquello cuando había reemplazado su índice por el pulgar. A cambio, recibía toquecitos más suaves.

Pasó de frotar a tentar mi entrada con otro de sus dedos.

—Dame más —dije para alimentar su propio placer.

Theo me devolvió una sonrisa y levantó la mitad de su cuerpo, no sin antes preguntar: —¿Puedo probar?

Lo quedé viendo asombrada.

Asentí, sé que también lo quería, pero mi respuesta fue mecánica. De nuevo, los instintos primaban sobre la razón. Pero es que, además, estaba muy lejos de mis cinco sentidos.

—¿Ya no te da miedo que alguien entre? —inquirí sarcástica.

—No creo que te quede mucho.

Fruncí el ceño y eso fue todo lo que me permitió hacer pues metió su dedo en lo más profundo de mi vértice. Mis paredes lo atraparon hambrientas.

En estos momentos yo era su presa.

Su dedo parecía no encontrar calma dentro de mí. Sin retirarlo en ningún momento, lo empujó todo lo que sus capacidades físicas le permitiesen. Al final, optó por hacer un gancho a fin de continuar con su invasión.

Por suerte, o puede que no. Tal ves deba decir; por mala suerte...

En fin, por lo que sea, Theo quitó su dedo y lo reemplazó por su boca. Empezó con un lengüetazo que retiró la mayor parte de la humedad que allí se hacía y, luego apretó mi clítoris con sus labios.

Él tenía razón. No me quedaba nada.

Las oleadas orgásmicas comenzaban a sacudirse dentro de mí, pero la anticipación no hacía más que incitar a Theo a ir más rápido, más fuerte, y más adentro. Penetró mi interior con la lengua al mismo tiempo que tocaba con su pulgar todas las áreas por encima de mi vulva.

Jodeeeer —gruñí mordiendo con fuerza el interior de mi mejilla.

Quien sabe si se debió a la excitación, pero mi boca tenía un sabor óxido.

Y es que debajo de él, mi cuerpo se reducía a descargas eléctricas, yendo y viniendo. Por todos lados no era más que terminaciones nerviosas sacudiendo mi cuerpo.

Sin embargo, Theo no se apartó. En su lugar, friccionó su lengua con mi clítoris.

Agarré sus cabellos, pero eso solo consiguió animarlo. Con mi acción, presionó más fuerte.

El orgasmo todavía estaba causando estragos dentro de mí y, su persistencia me orilló a soltar un gemido de súplica. La sensibilidad empezaba a derrumbarlo todo y la mayor tortura era reprimir cualquier sonido que saliese de mi boca.

Maldita sea. Dolía, pero en el sentido más exquisito y glorioso.

Al final, junté las piernas (atrapando a Theo entre ellas) para contener el nuevo orgasmo que había provocado.

Mis dedos, mis brazos, mi cuerpo, toda yo estaba chispeando. Las fuerzas me habían abandonado y, apenas mantenía la habilidad de removerme de un lado a otro.

—¿A qué vino eso? —Al hablar, me fijé en las lagrimillas en el final de mis ojos.

—Prometí compensarte —me recordó nuestro primer encuentro y enrojecí.

No sé por qué coño enrojecí, pero lo hice.

—¿Quieres que...? —Sin completar mi pregunta, le eché un vistazo a la erección de sus pantalones.

Estaba segura de que lo entendería, no obstante, volvió a negar.

—¿Es que eres un masoquista? —lo acusé con maldad.

—Mis hermanos volverán pronto —respondió señalando la puerta por la que habían desfilado desde que me instalé—. Mejor no arriesgarnos.

Entonces me di cuenta de lo cuidadoso que había sido. En todo momento, habríamos tenido la posibilidad de cubrirnos si es que entraban.

El único problema de su plan era que él no obtenía ningún beneficio para sí mismo.

—Iré al baño —avisé, pero Theo me detuvo asustado.

—Ve mañana.

—¿Mañana? —

—Ellos lo sabrán —me advirtió adoptando, otra vez, su personalidad paranoica.

Y no pude contener la risa.

Su imprevisibilidad no conocía límites.

Aunque he de reconocer que me arrepentí de no haberlo escuchado.

Al día siguiente, me levanté muy de mañana. Era el primer fin de semana en que lo hacía.

Su madre no paró de hacer ruido con la aspiradora y sus hermanos nos lanzaban miradas cómplices. Y sí, puede que yo fuese la responsable de ello.

Después de todo, tal como predijo Theo, me encontré a Dylan saliendo del baño la noche anterior. No intercambiamos ninguna palabra, pero por su mirada, estaba claro que lo sabía todo.

Salí de su casa para conectarme otra vez con el mundo. Había estado tan a gusto que, no me di cuenta de que tenía el móvil apagado.

D: Todo bien??

Me sorprendió el mensaje de Dominico. Aparte de Rafael, nadie más sabía de mi encuentro con la familia de Theo.

E incluso si volvía a pensarlo, no tenía ningún sentido que él me escribiese. Pese a todo, éramos muy distantes el uno con el otro salvo las veces que quedábamos en grupo. Cosa de afinidad.

L: Todo perfecto

D: En serio??

L: Pues claro

D: Valeee, mejor

D: Rafael no nos ha cogido el móvil

D: Ángel y Lindsay han dicho que no pasa nada porque has ido tú

D: Pero quería asegurarme

Ahora todo tenía más sentido. Los chicos creían que estaba con Rafael, pero ¿por qué?

¿A qué venía tanta preocupación? Rafael solía desaparecerse por días y nadie se molestaba en contactarlo.

L: Pasa que me he confundido

L: No estoy con Rafa

D: ¿?

D: Pero qué???

D: Ayer dijo que pasaría a buscarte

D: No dejó que nadie más lo acompañara

Comenzaba a preocuparme. El estúpido de Rafael había dicho que nadie estaba disponible y, no es que me sorprendiese (mentía casi por costumbre), pero esta vez no le hallaba explicación alguna.

Debía tener pulverizado el cerebro. De otro modo, era imposible entenderlo.

L: Se ha pasado por aquí pero no lo he acompañado

D: ¿???

L: Tenía planes

L: Dominico??

L: Paso algo??

L: ¿??

L: Puedes responderme?

Dominico se desconectó sin aclarar ninguna de mis dudas. Debía estar cabreado conmigo, no obstante, seguía sin entender nada. Volví a escribirle, aunque en el fondo sabía que era inútil.

La ausencia de respuestas me dio constancia de su enojo y, el último mensaje resumió lo que todos (incluida yo misma) pensaban de mí.

D: Que te den

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CURIOSIDAD 13

Quiero dejar esta historia en "apta para todo público" pero estos chicos lo ponen difícil. Anyway...

Qué tal la pijamada de Theo?

Pobre la tortuga xD

Qué futuro le espera al Rafa?

Y a Lula? Mirad que lo intenta

Dedicado a nadhilove

——CONTINUARÁ——

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