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10: De lo que anhelas 💄

Acaricié la piel desnuda de sus hombros sabiendo que él respondería con alguno de esos ruiditos, tan obscenos como estimulantes.

—Te quito el pantalón o te lo quitas solo —hablé un tono desafiante a la vez que me bajaba de sus brazos.

La excitación que estaba experimentando se reducía a sudor y humedad, moría por probar cada centímetro de él.

—No creo que pueda cumplir mi palabra —recuperó la voz. O parte de ella— Podría correrme solo con esto.

¿Cómo podía ser tan erótico?

Me abalancé sobre él cuando consiguió quitarse todo lo que le restaba. Ya no había pretensiones, nos estábamos presentando con todo lo que teníamos.

Theo era delgado, su cuerpo carecía de musculatura, sin embargo, era compensado por una estatura bastante considerable.

Mis ojos recorrieron su figura aniñada, delineando cada marca que le causé para, finalmente, detenerme en el objeto de mi deseo. Tragué saliva.

No iba a ser traicionada por la obviedad. Lo observé sin recelo, con descaro y afán en la mirada.

—Dime algo que te guste —le pedí empujándolo hacia atrás.

Jugaba a ser astuta. Antes de entregarme, tendría que sumar muchos méritos a su favor.

—Venga, —lo apuré cuando su cuerpo chocó contra la cama y, se vio obligado a sentarse por segunda vez— vamos a distraerte un poco. Nos ayudará.

—Tú —respondió y las comisuras de mis labios comenzaron a extenderse. Mi cuerpo ya no respondía a mi voluntad, toda yo era estímulos maniobrando.

—Vale, entonces dime algo que te guste de mí. —Acomodé ambas piernas a su alrededor.

Lo estaba provocando sin saber qué más hacer. Él tenía razón. A este paso no duraríamos mucho.

—No creo que eso ayude.

Mi pulso debió sentirse descontrolado. Sobre todo cuando hundió su cabeza para besar y masajear los alrededores de mis pechos. Los papeles se habían invertido, jadeaba y ansiaba por tenerlo dentro de mí, más aun cuando la succión terminó con la poca lucidez que tenía.

Me enderecé para fingir que aún estaba de una pieza, pero nada era más ajeno a la realidad. ¿Prueba de ello? Los arañazos que fui dejando a medida que satisfacía su apetito. Había tentado mis pezones hasta que no halló más remedio que chuparlos y hacerme delirar con la fricción de su lengua.

—Voy a ir en serio ahora. —Aferré mis piernas a su cadera y, su miembro saltó al probar la calidez de mi entrada.

Me miró suplicante de piedad, siendo ajeno a que estábamos en el mismo barco.

—No creo que pueda aguantar demasiado —Tenía una sonrisa de incredulidad en los labios cuando mordió mi labio inferior.

Esta vez, sin advertencias, guie su miembro hasta cubrirlo completamente con mis paredes vaginales. Theo ahogó un gemido en mi boca antes de empujarse con más fuerza.

Agarró mi cadera para que no perdiese el equilibrio. Lucía confiado, sin embargo, estudiaba cada respuesta antes de hundirse de nuevo.

—Lula... —pretendió llamarme pese a que, su respiración tenía mayor volumen que su voz.

Theo no iba a dejarse vencer. Se estaba enterrando en mí con apuro y sin contemplaciones. Del chico lindo solo quedaban sus hermosos ojos los cuales, tan hechizantes como siempre, me estaban doblegando a su insoportable encanto.

Enseguida, metí mis dedos entre sus cabellos, lo quería tan cerca como fuese posible.

—Vas a hacer que reviente —reclamó en un rugido que aumentó la presión de mis piernas.

Volvió a llenar mi cavidad y el corazón me latió desbocado. La situación de Theo no era mejor que la mía ya que, apretó los dientes con la necesidad urgente de reprimir el estallido orgásmico.

Tomé una gran cantidad de aire. Buscaba apresarlo, apretar y hacer que me dedicase cada sonido que se escapaba de su boca.

—Vale, ayúdame a pensar en otra cosa. —Se agarró con fuerza de las sábanas antes de volver a empujar su pelvis contra la mía—. En casa, tenemos una tortuga, se llama Phillip.

—Una tortuga —repetí incrédula. Este hombre era un caso serio, debía estar sufriendo pero, se esforzaba por mantener su promesa de retenerlo.

Meneé mis caderas en círculos, sintiendo cómo se hacía paso el remolino en mi vientre.

—Mi hermanos querían un perro pero, —intentó explicar aunque mi propio gemido lo obligó a callar.

Escuchaba con detalle los sonidos derivados de nuestro encuentro. Sé que lindo no es una palabra con cabida en este tipo de situación, pero él lo era.

Nunca me sentí tan importante como en ese instante.

—¿Alergias? —probé a continuar su relato.

—Alergias. —Dio su aprobación a mi intento por ayudarlo—. Así que las opciones se reducían a un pez o una tortuga

—Sigue así —le pedí.

Evidentemente no me refería a Phillip, la tortuga. Sino a su forma moverse y rozar en todo mi sistema. Se movía malditamente bien y, en sus ojos, seguía estando ese brillo tan intenso con el que me observaba. Tan en guardia, como si quisiese escapar. Bah, no había forma.

—Me siento como un enfermo por hablar de animales.

Reí estando de acuerdo. Éramos un par de enfermos, complaciéndonos al mismo tiempo que hacíamos uso de la trivialidad para mantener el barco a flote.

—¡Joder! No creo que esto funcione —gruñó para luego salir violentamente.

Me acostó, me abrió de piernas y se puso sobre sus rodillas frente a mí. Quizás estaba borracha por la excitación, sin embargo, lucía más sexy que nunca.

Tomó mi cadera y, con su miembro en la otra mano, volvió a introducirse. Un centímetro a la vez, permitiendo que su falo se adentrase poco a poco.

Segundos más tarde, había logrado clavarse por completo. Dio una estocada rápida y una salida vacilante. Así, repitió los mismos movimientos con mayor agilidad.

—Prometo compensarte. —Asentí entendiendo que acabaría en cualquier momento.

Tocó mis mejillas y lo vi transformarse en pecado.

Su dureza siguió un ritmo de apuro y urgencia, estaba palpitando dentro mí. No se detuvo ni una sola vez, se restregó en el interior y, una vez fuera, se impulsó con fuerza hasta penetrar lo más profundo de mi ser.

Conocía a dos Theos distintos y, de ambos, lo quería todo. Su locura con la mía combinaban perfectamente.

Pronto, sus estocadas se volvieron más intensas a la vez que jadeaba y gemía en voz alta. Los dos lo hacíamos. Nuestras caderas encajaban como un juego de puzzle celosamente construído.

Gruñí al ver como retorcía la mitad de su cuerpo a causa de los espasmos.

La última invasión fue, por mucho, la más violenta de todas. Theo retiró su miembro soltando algunas maldiciones que me resultaron fascinantes. Sonaban a otro idioma en su boca.

Cogió su camiseta para limpiar los restos de semen que brotaban de su pene y me miró apenado mientras lo hacía.

La habitación tenía un ambiente lascivo. Como si el aroma a sexo se aferrase a cada objeto del lugar para impedir que olvidara la forma tan apasionada con la que me había entregado a él.

Al final, se tiró boca abajo, despedido por el peso de su cuerpo. Estaba exhausto y, me enorgullecía ser la responsable de ello.

No obstante, su nueva posición me permitió apreciar algo que pasó desapercibido hasta ese instante...

—No sabía que tenías un tatuaje. —Seguí con mis dedos, la tinta en su espalda—. A ver qué otras sorpresas escondes "chico bueno".

Se giró rápidamente para encararme con una risita. Sus ojos, por otro lado, no sabían dónde mirar, si a mi cara o a mis pechos desnudos. Admito que la decisión no era fácil.

—¿Qué significa? —pregunté.

Tenía la impresión de haberlo visto antes.

—Es una tontería, —contestó agotado. Como si realmente se hubiese olvidado de las figuras en su espalda— de un anime que nos gustaba.

—¿Nos? —noté que mi pregunta lo había tomado por sorpresa e intuyendo el significado, me atreví a adivinar: —¿Una chica?

¡Bingo! Su expresión lo dijo todo, no hacía falta añadiese más.

Reconocía en su forma de ser que, no iba a lastimarme con ello y, no me había razones para rebuscar en quien fuese su pasado.

—Tranquilo, solo pregunté por curiosidad, no pasa nada porque te gustase alguien antes que yo —Él asintió dando el tema por muerto.

No tuve ninguna objeción a su reserva.

Él no hablaría mal de nadie para contentarme ni tampoco diría nada que me hiciese sentir incómoda.

Se puso en pie para salir de la habitación. Sus labios formulaban una sonrisa que enamoraba a cualquiera. Aunque no sé si aplicaba conmigo, también.

—¿Ya te paseas desnudo por mi casa? —observé relamiendo mis labios.

No pensé que llegase a ser tan osado y lo era, sin embargo, no se ocultaba bajo pretensiones.

Pese a ello, fue alarmado por mi pregunta que lo orilló a explicarse: —Deje el móvil en mi chaqueta.

—Me da igual, memo.

Finalmente salió de la habitación, de modo que fui al baño y más tarde a la ducha. Fueron apenas unos instantes en los que el tiempo estalló.

Lo que habíamos hecho parecía la anécdota de otra vida. Volví impaciente, pero Theo no había regresado. Sus pasos se quedaron estáticos, congelados, puede que hasta temblorosos.

La puerta se cerró con un golpe seco y, tras ello, la voz de Gonzalo interrogando a mi novio.

No alcancé a escuchar la conversación, no obstante, Theo apenas hablaba. La voz de mi hermano era profunda y poco clara (cada palabra sonaba como un ronquido incomprensible).

Cuando Theo regresó tenía la mirada perdida. Sus ideas seguían dispersas en el diálogo que había mantenido mientras que su respiración buscaba calma en cada exhalación.

—Tu hermano está... —comenzó a la vez que recogía su ropa del piso—. Acaba de llegar.

Solté una risotada al notar su preocupación. Actuaba inocente pese a que, me había follado como un loco. Sus cambios de personalidad se asemejaban a dos versos en poemas distintos, bellos e incongruentes.

—Pues habla con él —lo animé con una sonrisa mordaz—. Si tenéis casi la misma edad, seguro que os hacéis íntimos de toda la vida. —No había forma de que Gonzalo estuviese de acuerdo con el plan, sin embargo, disfruté de molestarlo—. Puedo conseguirles unos legos para que os entretengáis.

Se detuvo en seco para mirarme con chulería. Era insoportable su manera de hacer que lo desease.

Luego rodeó la cama para acuclillarse a un costado de ésta. Estaba tan pegado a mí que cada poro de mi piel rememoró lo que habíamos hecho.

Y, con ese triunfo en mano, inquirió en un tono travieso: —¿Qué tengo que hacer para que dejes de verme como un niño?

Nada más.

—Olvídalo —hice un ademán para que se apartase.

Si seguía provocándome de esa manera conseguiría que me abalanzase sobre él, otra vez. Por el momento ya me había levantado de la cama.

—Lula, por favor —rogó siguiendo mis pasos—. Tengo que irme y no sé qué decir.

—Hola, por ejemplo —sugerí irónica.

Theo estaba exagerando demasiado. Gonzalo podía lucir intimidante, sin embargo, no era más que un crío maleducado.

—La otra opción es que te quedes.

Puede que lo dijese sin pensar, pero no me desagradó la idea. La intimidad de compartir una cama, sin hacer más, me fascinaba.

Pero el mundo real lo obligó a justificarse: —No puedo, mi madre ha dejado cincuenta mensajes en el grupo preguntando por mí.

—¿Tienes un grupo de Whatsapp con tu familia?

El enmudecimiento actúo como un interruptor que lo puso en modo fábrica, sonrojado y tímido. Vamos, que el Theo de siempre había vuelto.

—Jo, —hice un puchero— si te quedas, prometo ir y disculparme con ella por ti, ¿qué dices?

Una terrible solución si es que pretendía causarle una primera impresión positiva, pero yo iba en contra de todas las reglas preestablecidas. Si algo no se debía hacer, lo hacía guiada por mi impulsividad primitiva.

—¿Lo dices en serio? —Sus ojos brillaron.

Él ignoraba que difícilmente conseguiría la aprobación de alguien. Yo era (en todos los sentidos) una bola de caos. Aun así, condicioné:

—Pero te tienes que quedar. —Theo movió la cabeza a modo de aceptación.

Fue tan fácil convencerlo que temí que mintiese.

No obstante, escribió durante algunos minutos y, una vez terminó de redactar su mensaje, dijo: —Eres hermosa.

Mi mente ya no era un refugio, era un campo de minas repitiendo la frase que arrasó con todas mis defensas.

—Vale.

—¿No vas a decirme nada?

—¿Quieres que también te diga que eres hermoso? —Como ya era costumbre para mí, esquivaba las preguntas serias con humor. Fingía aplomo aun cuando, el corazón me latía con ferocidad.

—Si me lo dijese alguien como tú, no me lo creería nunca. Pero prueba.

Más palabras dulces.

—Vale, —accedí refunfuñando— de todos los tontos que conozco eres el más hermoso.

Desperté por culpa de "Los facheritos", un grupo nuevo al que Dominico nos había agregado.

Dominico: Os apuntáis a la competencia de Lindsay

Dominico: No es pregunta, eh

Ángel: Creí que era un evento cerrado

Lula: x2

Rafael: Yo paso de quedarme fuera

Rafael: Si acaso voy cuando acabe

Dominico: Esa cabrona nos engaño

Dominico: No es un evento cerrado

Lula: ¿??

Fue impactante descubrir que Lindsay competiría por un puesto en el equipo nacional sin habernos invitado. Según sus propias palabras, nadie podía acompañarla. Pero ¿ahora?

Reconozco que el judo me parecía aburrido y confuso, no obstante, si era importante para ella, lo era también para mí.

Ángel: Sembrando la cizaña xD

Dominico: Su madre acaba de colgar una foto en Facebook

Ángel: =O =O =O

Rafael: Jodeeeeer!!!!

Dominico: Hay que ir

Dominico: No nos va a dejar por la cara

Rafael: Me apunto

Lula: Me apunto =)

Ángel: Relajaos un poco, vale!

Ángel: Que si no nos invito por algo ha de ser

Ángel: Digo yo

Lula: Pero si nada le hemos hecho

Dominico: xD xD xD

Dominico: Tía, tienes un morro

Rafael: JAJAJAJA

Ángel: Pero si los tres estáis en el mismo saco =O

Lula: Ya me perdí

Lula: Ahora sí que no sé qué hice

Rafael: JAJAJAJAJA

Dominico: JAJAJAJAJA X1000

Lula: Desgraciados

Ángel: Lula, la última vez te pusiste a ligar con todo Dios. Hasta el entrenador pago piso

Rafael: O lo pego al piso xD

Los chicos tenían algo de razón, pero en ese entonces los compañeros de Lindsay eran guapos americanos, con cuerpos y rostros que superaban todas las expectativas que una chica pudiese tener.

Dominico: Pero ha cambiado

Dominico: Es una mujer nueva

Dominico: xD xD xD

Lula: Joder, que si es por eso, Dominico estuvo igual eh. Que no se os olvide.

Lula: Además fue el quien empezó

E iba en serio, si yo fui detrás de sus compañeros, Dominico hizo lo mismo con sus compañeras. Era injusto que solo se enfocasen en mis errores.

Rafael: Soy el único inocente aquí ;)

Rafael: Y Ángel

Rafael: Pagamos justos por pecadores

Lula: HDP

Lula: Si yo me apuesto to' a que por tu culpa no nos invitó

Rafael: Venga va! Cuánto apuestas?

Lula: ...

Dominico: Ahorraos la pelea

Dominico: Vamos o no?

Lula: Obvio

Rafael: Lindsay es mi mejor amiga

Ángel: No tengo opción

Desatendí el móvil en el momento que Theo se subió a la cama para despedirse de mí. Había gateado desde la orilla para besar mis labios y di por hecho que lo hizo adrede.

No buscaba otra cosa que no fuese enloquecerme.

—¿Te veo mañana?

—Puedes seguir viéndome hoy, si quieres.

Estaba siendo sincera. Entre una muerte segura, en manos de Lindsay, y una muerte placentera, en manos de Theo, me quedaba con la segunda.

—Si no me voy ya, van a exiliarme fijo —se lamentó antes de marcharse.

Y puede que esas nueve palabras fueran lo último que saboreó mi consciencia pues, desperté a media tarde gracias a la alarma que dejé.

Tal como habíamos acordado, no entré directamente al club. Nuestro objetivo era sorprender a Lindsay, así que fui hasta la cafetería de enfrente.

El lugar resultó acogedor. La mayoría de sus clientes eran los vecinos de la zona (por lo cual, tenía un ambiente noventero). Desde los muebles antiguos hasta la música de Britney Spears.

Supuse que no habría nadie, los chicos solían llegar hasta treinta minutos tarde, pero Rafael terminó sorprendiéndome. Estaba sólo y, como siempre, se veía increíble. Era lo usual en él, sin embargo.

Ni siquiera sus estúpidas gafas, de novecientos euros, desentonaban con la imagen de pijo que estaba proyectando.

—Hala, qué temprano —lo saludé.

—Vivo cerca —elevó sus hombros y bebió un sorbo de café.

Por un segundo, tuve la impresión de que estaba bebiendo oro líquido. Es más, Rafael parecía estar en el centro de una fotografía VOGUE mientras que, los demás éramos meros extras acompañándolo.

Me senté frente a él y fui directamente al chat grupal:

Lula: Rafael y yo ya estamos aquí

Lula: Por dónde vais??

Dominico: Que aproveche ;)

Dominico: Acabo de salir, pero voy en coche

Dominico: Estoy a nada

Ángel: A mí solo me quedan tres paradas de metro

R: Apuraos, que Lula se está sintiendo incómoda

Levanté la cabeza y-8 Rafael me guiñó un ojo antes de echarse a reír.

Si alguien me superaba con las bromitas pesadas, ese alguien era Rafael. Nunca se le escapaba ningún detalle y disfrutaba de meterse con todos nosotros.

—No me siento incómoda —mentí.

Rafael era muy perceptivo.

Rafael era muy molesto.

Rafael era muy Aries.

Sé que me estoy repitiendo con el tema de los signos, sin embargo, si tuviese que describir a Rafael en una palabra, utilizaría su signo zodiacal. Su personalidad se asemejaba al fuego; infernal e incandescente.

—Me alegra saberlo —habló con una risita en los labios. Saboreaba cada palabra que decía porque, me hacía desconectar de mí—. Vi tu publicación en Instagram.

Lo sabía.

No votó ni comentó, no obstante, lo sabía. Desde el momento en que subí la imagen, supe que Rafael la vería.

—Y me dio curiosidad —volvió a beber un sorbo de café antes de continuar: —¿Cómo te pone, cariño?

—¿¡Estás celoso!? —indagué elevando una ceja. Mi gesto era arrogante pero, estábamos en igualdad de condiciones.

Rafael tenía la habilidad de torcer todos mis ataques y, ésta no fue la excepción. —¿Subiste la imagen para saber si podías ponerme celoso?

No. Nunca habría hecho algo tan bajo.

Pero no me atrevía a decirlo con esas palabras (ni con ninguna), en cambio, le ofrecí un gesto de rendición. Era consciente de cuán lejos hubiésemos llegado y, no tomaría ese camino de nuevo.

No después de todo lo que había pasado.

Rafael relajó su postura ofreciéndome una sonrisa bastante inusual. —Te habría felicitado como los demás, pero no era mi momento. Ya ves que tu novio parece ser muy sensible.

—Capullo.

Se rio y cientos de recuerdos aparecieron en mi cabeza.

¿Quieres comer con nosotros? Sugirió un Rafael de doce años y, de alguna manera, le dio sentido a mi soledad. Fue como si se adentrase en mi peor pesadilla para llenarla de cosas bonitas y brillantes. No se reía en lo absoluto, no criticaba y, no decía nada que doliese.

—Listo, Dominico está buscando donde aparcar —me avisó con la efusividad de quien está a punto de hacer una travesura.

—Me siento mal por Lindsay, —comenté anticipando la sorpresa que se iba a llevar cuando nos viese— y me siento mal por nosotros. Va a matarnos fijo.

Rafael se quedó frío. Puede que, al igual que yo, se estuviese arrepintiendo de lo que íbamos a hacer.

Era Lindsay de quien hablábamos. La chica a la que casi detienen por agresión.

Y es que en ese entonces golpeó a un sujeto en la calle por tomarme fotos sin mi consentimiento. Que lo agradezco, pero la hubiesen detenido de no hallar pruebas que respaldasen su versión de los hechos.

—Mientras te comportes no va a pasar nada.

—Supéralo.

—No es a mí a quien tienes que decírselo —elevó sus brazos con fingida inocencia—. Por algo no se fía de ti.

—Por algo no se fía de ti —lo imité con los labios fruncidos—. ¿O de ti?

Rafael tenía memoria selectiva, acostumbraba de olvidar las cosas por las que enfurecía a la gente. Así que respiré hondo antes de recordarle sus acciones. —La última vez sobornaste a su competidora para que se dejara ganar.

Las palabras cayeron como un balde de agua fría. De su sonrisa mordaz sólo quedaba una mueca de absoluto fastidio.

—No me lo recuerdes —se llevó una mano al pecho para exagerar sus lamentos— Que cada vez que pienso en eso me dan ganas de llorar.

—Normal —obvié arrastrando cada sílaba—. Casi acabas con sus sueños.

—Pero qué dices —arrugó el entrecejo mostrándose inconforme—. Me dan ganas de llorar por el dinero que gasté, de haber sabido que Lindsay se iba a retirar no le hubiese pagado tanto a esa extorsionista.

—Joder, macho. Que no te gastaste veinte pavos en esa tontería, al menos reconoce que fue tu culpa —lo regañé con mi habitual cabezonería. Estaba pidiendo demasiado para alguien como él, y, en definitiva, terminaríamos peleando—. Tienes idea de lo que habría pasado si la otra chica hacía correr la voz.

—No se hubiese atrevido —soltó en un suspiro.

No sabía qué decir, básicamente estaba tirando la toalla. ¿Quién era la persona que tenía frente a mí?

Rafael revisó la taza por última vez, después se volvió a mí con una expresión tenue. —Valeeee, que puede que no hubiese pensado tan lejos. Pero si esa extorsionista se metía en su camino no iba a arreglar las cosas con dinero ¿estamos?

—Rafa, las telenovelas de narcos no le han hecho ningún bien a tu cabeza —bromeé para animarlo un poco.

Ya Lindsay lo había castigado con su distanciamiento, no hacía falta que yo lo hiciese una segunda vez.

—Mucho Pablo Escobar —hablé entre dientes.

Poco a poco, el ceño fue reemplazado por una risa estrepitosa.

Normalmente hacía comentarios tontos, y la gente reía, pero la sensación era diferente a cuando lo hacía Rafael. Me embargaba una sensación de alivio. Como si él volviese a ser persona por un minuto.

—Escucha —levantó su dedo para que escuchase la canción que había reemplazado a Brittney Spears—. La diosa del vudú.

Repitió la frase con una sonrisa agarrotada. Rafael estaba imitando los gestos de Ricky Martin en la canción livin' la vida loca.

Sacudió sus hombros sin vergüenza. Me sentía ridículamente emocionada, a pesar de estar riendo por las expresiones que hacía.

Ella qué será —continúo su número sin importar que más gente lo observaba.

Y de repente, todo cobró sentido.

Rafael jamás me necesitó porque siempre me tuvo, sabía que hiciese lo que hiciese yo permanecería frente a su puerta.

—¿Y? —paró de cantar.

—Regular —le respondí moviendo mi mano hacia ambos lados. Quería que todo volviese a ser fácil—. Te he visto hacerlo mejor, quizás si volvieras a practicar con...

—¿¡Por qué cojones te empeñas en arruinar el ambiente!? —Exclamó visiblemente molesto.

A veces sobraban silencios. No incomodaban ni dolían, solo estaban allí.

De Rafael me gustó su amabilidad, su risa burlona, sus chistes sin gracia, su forma de mirar cuando cantaba, su talento para hacer de la música algo increíble. Y después, quedaron fragmentos puntiagudos capaces de desgarrarte el alma.

Entonces, cambié con él. Hice míos sus miedos, hice mía su vida, pensé, sentí y sufrí como él. Pero, ¿dónde quedaba yo?, ¿era importante siquiera?

Él cogió su chaqueta y salió dando largas zancadas. No huía de mí, sin embargo, así se sintió. Por suerte, se detuvo frente a la puerta.

Él no estaba equivocado. Yo no estaba equivocada. Había hecho esto cientos de veces para, por fin, comprender que era inútil cargar con sus problemas.

—Lo siento —dijo al sentir mi presencia junto a la suya—. No arruinas nada.

Me cobijó con su brazo a la espera de que Ángel y Dominico apareciesen. Ese gesto, esas palabras... Ya todo me sabía a poco.

—Sé que no ibas en serio, pero gracias por disculparte.

Los chicos no tardaron en aparecer. El problema era que no sabíamos explicar nuestra presencia. Y es que, después de observar los cuatro minutos de lucha, teníamos miedo. Lindsay se hizo con la victoria gracias a las dos penalizaciones de su contrincante, pero ésta era una bestia con los brazos de un gladiador.

—Es impresionante —murmuré.

Los turnos pasaron y al terminar la primera parte concedieron un receso a todo el equipo.

Lindsay, por otro lado, caminó hacia donde estábamos. Lucía amenazante.

¿Teníais que venir? Exigió saber con el ceño fruncido. A partir de allí, tendríamos que ser cuidadosos. Coño, que he pasado de vosotros por algo. Sus reclamos fueron a más, había entrado en el equipo nacional, pero poco importaba en ese instante.

—Venga, no te enfades —abogó Ángel por todos nosotros—. Que has ganado, joder —Lindsay pareció pensárselo cuando recibió ese cumplido. Al final del día, todos éramos ególatras con hambre de cumplidos—. Ahora imagina que nos lo hubiésemos perdido...

Nuestra amiga hizo caso a la petición de Ángel y, cerró los ojos mientras asentía. Pasados algunos segundos, recibimos nuestra señal para llenarla de felicitaciones.

Tía, te luciste. Dijo uno. ¡Joder! Estoy sin palabras. Completó otro. Y bajo esa secuencia, continuamos alabando su altísimo rendimiento. Nos estábamos jugando nuestros culos, así que más nos valía sonar sinceros.

—Vale, que ya entendí —nos detuvo con una sonrisa arrogante—. Pero iré con mis padres a celebrar, no hace falta que me esperéis.

—Anda, entonces te hicimos la pelota para nada —se quejó Dominico sin percatarse de su error.

Yo (y asumo que todos nosotros) teníamos el alma en la boca. Queríamos salir corriendo, no obstante, tardaríamos la vida antes de escapar.

—Tía, si es gilipollas, ¿para qué le haces caso? —intervine tratando de remediar el caos—. Si es que en el fondo lo amas o, ¿vas a decirme que no?

—No, y tampoco es gracioso —respondió con dureza a mi triste intento de broma.

—Ya, pero... —balbuceé asustada. Nadie me estaba apoyando y la mirada de Lindsay prometía sangre.

—Que Lula lo decía por jugar, ¡ya sabes cómo es el juego! —Ángel realmente era un ángel. Pero ahora tenía que improvisar sobre la marcha: —Es este de a quién follas, con quién te casas y a quién matas.

Y allí se acabaron nuestros milagros. Lindsay no se prestaría para algo tan ridículo, sin embargo, mi seguridad dependía de hacer creíble esa mentira.

—Exacto, —pronuncié con demasiado entusiasmo— siendo nosotros cuatro tus únicas opciones, supuse que Dominico...

—No —me cortó.

—Vale, pero el juego mola —intervino Dominico por segunda vez—. Voy a intentarlo.

Debía tener un deseo de muerte, ya que se ganó a todo el grupo como enemigos.

—Mato a Lula —comenzó con diligencia y no supe si sentirme indignada o aliviada. Luego tomó un respiro antes de continuar—. Me caso con Ángel y follo con Rafael.

—Tío, ¿estás tratando de decirnos algo? —lo acusé con saña. Dominico era tonto hasta el extremo de lo absurdo.

—¿Algo?

—Bueno, has elegido a Ángel y Rafael —dije en un tono uniforme.

—Pues no hay de donde elegir —se quejó frustrado—. Lindsay es como una hermana —la abrazó antes de explicar su punto: —Nadie se casa ni folla con sus hermanas, al menos en este Estado —finalizó aterrado—. Y Lula, pues... es Lula.

—Gracias —sonreí aceptando su razonamiento.

—Ángel, te toca —Dominico apuntó al mencionado.

Ya era demasiado tarde para inventar otra cosa. Lindsay estaba convencida de que íbamos en serio con el juego.

—Follo a Lula, me caso con Lindsay y mato a cualquiera de los dos —La seriedad de Ángel no sorprendió a nadie. El chico era demasiado hermético como para burlarse de él.

—Vale... —vaciló Dominico antes de apuntarme—. Te toca.

—Mato a Dominico —respondí a modo de venganza—. Me caso con Lindsay y,... —dejé de pensar. De venganza nada, Dominico había sido más listo que nadie al predecir esta situación pues, disfrutó de mi silencio con una sonrisa pretenciosa—. Follo con Ángel.

Todos rieron.

Dominico era un retrasado con la mente de un psicópata.

Rafael, por su lado, enarcó una ceja con escepticismo. Lucía brutalmente atractivo, abofeteando mis mentiras con la realidad que habíamos vivido hasta ese momento.

—Mi turno entonces —pidió la palabra en un tono sugerente— No voy a matar a nadie, ya os aclaro —nos advirtió segundos antes de poner todo mi mundo de cabeza: —Follo con Lula y me caso con Lula.

¿Qué pretendía? Rafael no me quería. Lo había dicho él mismo el día en que terminó conmigo pero, ¿cómo debía interpretar sus palabras?

Y la pregunta más importante; ¿cómo debía sentirme?

—No se juega así, tío —intervino Lindsay.

—Ya, —rascó su nuca— es que vosotros sois amigos.

Auch. Comprenderlo empezaba a no ser tan satisfactorio.

—¿Y yo?

—No lo sé —se levantó de su sitio para encararme.

Los chicos ya no parecían tan cómodos como al principio, o puede que Dominico sí, él era un gran fan de nuestra relación. No por nada, hacia castings para las series dramáticas.

—Así como tampoco sé si estoy celoso de ti o por ti.

—Eres...

—Alguien que te dice que haces lo correcto olvidándote de mí.

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Al final he completado la escena anterior como capítulo, pero ligh para que wattpad no se ponga sensible.

Leí en un comentario que Lula no merece a Theo! Estáis de acuerdo? (Que no me enojo, cada quien interpreta la historia como quiera pero, me dio curiosidad).

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