Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 12

✨YoonGi (Genio)




—Puedo cortártelo —dice JiMin desde el nido de colchas, con una mirada traviesa.

Me río.

—¡Ni por un millón de deseos iba a dejar que te acercaras a mi cabeza con unas tijeras!

—¡No, va en serio! Antes se lo cortaba a TaeHyung y a mí también.

—¡A mí como si le cortabas el pelo a Keanu, aléjate de mí! —exclamo y cruzo los brazos sobre mi pecho.

—¿No? Bueno. Entonces... supongo que quieres oír todo sobre mi tarde
con Ken... —empieza a decir con cuidado.

—No especialmente...

—Ah, no, fue maravilloso. Me aseguraré de contarte todos los detalles ñoños... Bueno, eso si es que no confías en mí lo suficiente para que te corte el pelo, porque en ese caso, estaría demasiado entretenido hablando, pero...

—¿De verdad sabes cortar el pelo? ¿Lo prometes? —No estoy seguro de poder aguantar unas cuantas horas más oyéndolo hablar de Ken. En el desayuno tuve bastante.

—No me ofrecería si fuera a trasquilarte la cabeza. Va en serio, si te molesta lo largo que lo tienes, déjame que te lo corte.

Lo observo con detenimiento. Sus ojos me suplican, sus labios esbozan una sonrisita y sé que sus dedos se mueren por agarrar unas tijeras. Si no tenemos que llamar a nuestros amos por su nombre de pila, estoy segurísimo de que es impensable que nos corten el pelo. Pero suspiro y asiento. Estoy desesperado por no oír los detalles de su cita con Ken.

JiMin se dirige a la silla de su escritorio y coloca una manta a su alrededor, en el suelo. Me siento mientras rebusca en su cuarto de baño y sale con unas tijeras plateadas. Las abre y las cierra delante de mí, y se ríe.

—Me lo estoy pensando.

—Ken y yo nos besamos...

—Córtalo —lo interrumpo y levanto mis manos en señal de derrota.

Se apoya en el escritorio detrás de mí y le pasa un paño mojado a las tijeras.

—Te he dicho que te relajes. Sé muy bien cómo se hace esto. Bueno, al menos sé lo bastante para cortarle el pelo a un chico.

—Eso no es muy tranquilizador. No sé por qué, pero no creo que un adolescente de dieciséis años sepa cortar el pelo.

—Bueno, ¿y tú sí?

—No. Pero es que en Caliban a todos nos pasa que no nos crece el pelo...

—Sí, sí. ¿Y cuántos años tienes? —pregunta y da la vuelta alrededor de la silla para ponerse delante de mí.

—Ciento siete —respondo. JiMin alza las cejas, pero se ríe. Se sienta en la cama, nuestras rodillas quedan a pocos centímetros de distancia, y me observa mientras me estiro el pelo sobre la frente. —La verdad es que no me acuerdo muy bien de cómo estaba antes. —No puedo creerme que no me acuerde de hace cuatro días—. Creo que por aquí —digo con el dedo índice colocado por donde supongo que debería cortarme el pelo.

Él asiente, se levanta y se coloca detrás de mí, donde le pierdo de vista. Hay una extraña pausa y luego mete sus dedos por mi pelo. Sonríe —no sé cómo, pero sé que está sonriendo— y yo me recuesto en la silla.

—No puede haberte crecido tanto en cuatro días —dice y pasa sus dedos entre mis cabellos por segunda vez.

Las yemas de sus dedos son como pétalos de flor y los baja en espiral hacia mi nuca.

—Crece más rápido cuando estamos aquí, como si estuviera poniéndose al día. Cuatro días es mucho tiempo.

JiMin se pone delante de mí otra vez y se inclina de tal modo que su cara queda justo al lado de la mía. Sé que me está mirando el pelo, pero parece que me está mirando a mí, así que cierro los ojos para evitar su mirada fija.

—Bien —dice, pellizcándole el pelo junto a mis sienes—. ¿Preparado?

—Tienes las tijeras al lado de mi cabeza. No tengo otra opción.

—Eso es cierto —dice JiMin y puedo oír en su voz una amplia sonrisa. Las tijeras se agitan y chasquean fuerte junto a mi oído, y cuando abro un poco los ojos, veo un rizo negro en la palma de JiMin—. No ha sido tan horrible, ¿no? Ahora, quédate quieto...

—Para —digo y me quedo mirando a la diferencia de cuatro días que tiene en las manos.

Si lo corta todo, ¿qué tendré para demostrar el tiempo que he estado aquí? Será como si nunca me hubiera llamado.

JiMin aparta la atención del pelo que está a punto de cortar y me mira a los ojos.

—¡Te he dicho que puedes confiar en mí! —exclama.

Por una parte parece que le haga gracia, pero por otra, está exasperado.

—No, no. —Me aparto de las tijeras—. Es que..., no sé. Nunca he llevado el pelo largo. Eeeh... el pelo más largo. Quizá me lo dejo a ver cómo me queda antes de que me lo cortes a tajos —bromeo.

JiMin sonríe y deja las tijeras encima de su escritorio.

—Entonces supongo que tendré que entrar en detalles sobre la tarde que pasé sin ti.

—No, por favor —digo. Sonrío y sueno amable, pero lo cierto es que no quiero saber nada de cómo está funcionando el deseo que ha pedido.

—Okey, okey, de momento te libras. Pero mañana voy con él a ver una película y vas a tener que oír los detalles de una manera u otra. A menos que me emborrache otra vez, pida dos deseos más y tú te marches —dice y se ríe de su propio chiste.

—Eh, ya me estoy acostumbrando a que no pidas deseos —contesto enseguida. La idea de él y Ken a oscuras en el cine me pone de mal humor. Sus manos sobre él, cómo lo mira, hambriento... Me afecta muchísimo. Me saco la imagen de la cabeza—. Supongo que debería marcharme. Me refiero a esta noche.

JiMin se encoge de hombros y sus mejillas se tiñen ligeramente de rosa.

—No tienes que irte, a menos que quieras hacerlo. Bueno... no quiero ser observado mientras duermo ni nada por el estilo. Eso sería muy raro. Pero no tienes por qué marcharte.

Me recuesto en la silla y me balanceo contra el borde del escritorio.

—Ya veremos. Me gusta el parque por la noche y no sé si me parece buena idea quedarme sentado ocho horas en esta silla.

—¡Oye! Esa es una silla magnífica —exclama sonriendo mientras retira las colchas y se mete en la cama. Se me queda observando durante un rato antes de apagar la lámpara que hay junto a su cama y dejar la habitación a oscuras. El aire acondicionado se enciende e infla las cortinas de modo que entreveo las estrellas que hay afuera. —Tengo una pregunta —dice con la voz un poco amortiguada por las mantas.

—¿Sí?—respondo, me levanto y voy hacia la ventana para apartar las cortinas y mirar las estrellas.

—¿Eres feliz aquí?

Esperaba una pregunta sobre Ken y la mecánica de los deseos, por lo que sus palabras me sobresaltan. Cierro las cortinas y me vuelvo hacia él.

—Yo... ¿Por qué? —Se me atrancan las palabras.

La pregunta tira de mí suavemente, pero siento las buenas intenciones de JiMin. Me está dando la opción de no contestar.

Se sienta, estira de las mantas hacia su pecho y evita mirarme a los ojos.

—Es que... tú eres mi amigo. Si aún estás mal aquí pediré dos deseos más para que puedas marcharte —dice, intentando ocultar la renuencia en su voz.

Así de sencillo. Ahora va a pedir un deseo.

—No —contesto.

—Ah. Bien, entonces desearé...

—¡No! —la interrumpo con brusquedad—. Quería decir que no desearas. No me importa estar aquí. Me quedaré hasta que sepas lo que realmente quieres. Son tus deseos, deberías tomarte el tiempo que necesites. Caliban va a seguir donde está.

Me siento en el sillón.

He sido yo el que ha dicho eso. Acabo de rechazar que pida los deseos.

—Bien —contesta y se recuesta en la cama—. Es que... yo echaría de menos... —Se calla, se sonroja ligeramente y estira de los hilos de su colcha—. No importa. ¿Cómo es Caliban? —pregunta rápidamente. Sonrío y descanso la cabeza en el respaldo del sillón.

—No sé. Tranquilo. Todo está muy tranquilo comparado con esto.

—¿Es aburrido? —pregunta JiMin.

—No, aburrido no. Sólo me refería a que... nadie envejece. Nadie tiene prisa. Nadie se pone nervioso por una exposición de arte ni por una cita o por lo que sea, porque... bueno, tienes toda la vida para hacer ese tipo de cosas.

—Pero ¿cómo es? —insiste JiMin.

—Es... ¿Sabes que antes de la construcción de un rascacielos o de un bloque de pisos ponen una foto del edificio rodeado de árboles y flores y todo eso?

—Sí, pero al final siempre queda rodeado de más cemento.

—Pues en Caliban, sí es así. Tenemos enormes edificios de cristal, pero... con flores.

—Parece Oz —dice—. Como en las películas, y sabes, la Ciudad Esmeralda... —Mientras divaga, de repente soy consciente de que me está mirando y nos quedamos un buen rato con los ojos clavados el uno en el otro— ¿Estás seguro de que prefieres estar aquí en vez de en una sofisticada ciudad jardín?

Exhalo y asiento.

—Este sitio también tiene sus encantos. Aquí no tienen a los Ancianos detrás hablando de repoblar Caliban y todo eso. ¿Quieres que te hable yo de sexo...?

JiMin se ríe y aunque no le veo la cara, sé que está iluminado en las sombras.

—¿Repoblar? Espera, has dicho que hay unos miles de genios, ¿no?

—Me imagino que más o menos.

—¿Por qué hay tan pocos?

Paso las manos por los brazos del sillón y disfruto el tacto de la tela rizada bajo mis dedos.

—Bueno, si crees en lo que dicen los Ancianos, es todo parte de nuestro castigo.

—¿De su castigo?

Mis ojos se están acostumbrando a la oscuridad y ahora diferencio el perfil de su contorno; está sentado y abrazado a sus rodillas sobre la cama.

—Es un antiguo mito, como un relato de nuestra propia creación. La leyenda dice que hace mucho tiempo, los genios y los humanos vivían aquí juntos. Los genios tenían poderes mágicos, pero en vez de usarlos en beneficio de todos —tanto de humanos como de genios—, los usaban para sí mismos por propio egoísmo, para obtener poder y ese tipo de cosas. Así que como castigo, los genios se convirtieron en sirvientes de los humanos, que debían pedirles deseos, y fueron desterrados a Caliban.

—Según lo que cuentas, no parece un lugar terrible al que ser desterrado.

—La verdad es que yo tampoco he entendido nunca esa parte. Pero ten en cuenta que no es más que un mito. La realidad es que mientras aquí crece cada vez más la población, hay más personas que piden deseos y al final hay demasiados mortales con deseos para que los genios se hagan cargo, así que en vez de que todo el mundo vea cumplido sus deseos, los Ancianos eligen a unos cientos de personas a la vez. Creo que intentan extender los deseos para que no haya de repente en el mismo sitio mucha gente que gane la lotería o que se convierta en estrella del rock. Pero cuanto más nos llaman, con más frecuencia estamos aquí. Y cuanto más estamos aquí, más envejecemos. Y cuanto más envejecemos...

—Más mayores se hacen y mueren —termina JiMin por mí.

—Exacto —respondo y me inclino hacia atrás para descansar los codos en mis rodillas—. Si a eso le añades que no nos unimos entre nosotros como hace aquí la gente, tienes como resultado una receta que no es la más adecuada para la reproducción. Por eso existe protocolo con todas esas normas. Los Ancianos quieren que vengamos, salgamos de aquí y volvamos a nuestras vidas habituales; hacen que nuestros amos se olviden de nosotros para que no haya riesgo de que le cuenten a otros humanos que existimos y entonces nos llamen, porque tienen miedo de que nos extingamos.

—Yo no quiero que te mueras —dice JiMin con una voz queda.

Levanto la cabeza.

—No, no. No te preocupes —contesto entre dientes, como si temiera que los Ancianos me oyeran desde Caliban.

—Pediré los deseos si tú quieres, en serio.

—Te he dicho que no. Son tus deseos.

—Sí. —JiMin suspira—. Bueno, avísame si tú... si cambias de opinión. Me refiero a lo de pedir los deseos.

—Bien.

Pero sé que no lo haré.



Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro