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Capítulo tres

Entonces... ¿La navidad si es importante?
Aún no podía responderme esa pregunta, pero ver las ilusiones del pequeño niño de cabellos verdes me rompió totalmente mi coraza indestructible de odio a las festividades navideñas.

"Todo estará bien, Degel te quería mucho pequeño"

Ese susurro por parte de aquel joven de cabellos rojizos sacó mi lado sensible.
Hasta pensé que ni corazón tenía y ahora me doy cuenta que si lo tengo y tenía que hacer algo pronto.

- Disculpen - Me acerqué lentamente a ellos, aunque lo que me terminó poniendo más nervioso de lo que ya me encontraba era esa mirada tan hechizante.

- Dígame.

Es más joven que yo sin duda, no puedo dejar que me trate de usted.

- No es necesario tanta formalidad - En ese momento tomé su mano y besé el dorso de esta - Mi nombre es Aiacos para servirte.

Solo miré que aquel joven de cabellos rojizos dejó escapar una risa tierna, jamás había tenido la oportunidad de que alguien me regalara una sonrisa como él.

- Mucho gusto, mi nombre es Camus.

"Camus" que bello y hermoso nombre para un ser divino como él.
Podía seguir admirando su hermosura pero de pronto sentí unas pequeñas manos tirar de mi saco, bajé la mirada y era ese mismo niño.

- Y yo me llamo Isaac.

El nombre de ese pequeño es Isaac, quiero imaginar que por la genética que presenta, su papá quizá tenía el cabello de tonalidad verde ya que el de Camus es rojizo.

- Mucho gusto pequeño, yo me llamo Aiacos.

Me di cuenta que el chico era un poco penoso porqué después de presentarme con él, se escondió detrás del abrigo de Camus.

- Te vuelvo a preguntar Camus... ¿Cuánto te debo de esto? - Lo cuestioné mostrando la canasta con las galletas hechas pedazos.

- Solo me quedaban cinco cajas, no es para mucho. Mañana podré recuperar lo que perdí con las ventas que haga mañana.

En ese momento me dedicó una sonrisa intentando mostrar que todo estaba en orden pero no es así, pude darme cuenta de su preocupación en su mirada.

- ¿Aceptarían cenar conmigo? Me dirigía al restaurante de la esquina.

Mentí, claro que no le diría a Camus que todo este corto tiempo me la pasé intentando buscar a su hijo, quizá hasta de acosador me juzgaría.
Me di cuenta que los dos se miraban el uno al otro preocupados, lo sé, soy un extraño para ellos.
Sin embargo fue Isaac quien comenzó a jalar a Camus muy animado.

- Yo si quiero, vamos.

- No quiero ocasionar molestias Aiacos.

Me respondió tratando de mantenerse firme ante Isaac quien lo seguía jalando del brazo.

- No me causarás molestias Camus, además... Creo que te debo mucho - Le contesté mostrando la canasta del joven de cabellos rojizos.

- No sé si confiar en alguien que apenas conocí.

Cerré mis párpados y por primera vez después de mucho tiempo le regalé una sonrisa.
Es algo que no hago a menudo pero hoy, sin duda era el momento perfecto para hacerlo; Camus es como aquellas personas mágicas que llegan a cambiar totalmente tu día.
Al igual que Isaac, sé que tiene un día que lo conozco pero...
Este niño me causa una ternura inexplicable, no lo sé pero siento que el papá de este pequeño era muy amoroso con él y ahora busca ese mismo amor paterno que alguna vez tuvo.

- Sé que por el momento no me tienes la confianza porqué soy un extraño para ti, pero mi invitación es sincera Camus. Además Isaac parece muy emocionado con la idea.

Aquel joven de cabellos escarlata llevó sus brazos a su  cuerpo como si el mismo se abrazara y no era para menos, las corrientes de aire eran muy frías, es normal en esta época donde el invierno está a unos días por llegar.

- Está bien, depositaré mi confianza contigo.

Camus tomó la mano de Isaac, extendí mi mano para dejar que ellos comenzaran a caminar. Claro que yo iba a lado de ellos, sin soltar la canasta de las galletas.

Ahora me sentía muy extraño ir acompañado por alguien más, es una sensación indescriptible porqué mis manos estaban ansiosas por entrelazar sus dedos con las de ese bello joven.
Jamás me imaginé que a mis casi treinta años vivir esas emociones como cuando fui un adolescente enamorado por primera vez.

- ¿Vives por aquí Camus?

- Vivimos a media hora de este lugar. Aquí hay muchas personas y eso me ayuda a vender mis galletas. Verás...

En ese momento me di cuenta que Camus estaba dispuesto a platicarme un poco de su vida mientras caminamos los tres juntos.
Sinceramente si quiero saber de él, de su vida, de Isaac, de todo si es posible.

- Mi amado esposo murió hace un año justamente... - Sentí como la voz de Camus cambió, claro que es algo muy triste lo que ha pasado - Degel aquel día ya no regresó a casa.

Me di cuenta que esto último lo dijo en u  susurro y quiero imaginarme que lo hizo por Isaac, no podía hablarle de la verdadera situación que pasaba con su papá.

- Es algo que no quisiera recordar por el momento Aiacos.

- Descuida Camus, yo comprendo tu dolor. Mejor dejemos este tema para después.

Lo que menos quería era ver aquellos hermosos rubíes llorar por un mal momento. Si en mis manos estaba hacer sonreír a Camus y a su pequeño Isaac claro que lo haría.

Llegamos al restaurante, afortunadamente no había muchos comensales, salió a recibirnos uno de los meseros y nos llevó hasta una mesa vacía que daba con vista al exterior.
Isaac se sentó junto con Camus y yo me quedé de frente a ellos para poder seguir conociendo a ese bello rubí y a su pequeño.

- Lo que gusten cenar.

Les entregué un menú, Camus me lo recibió un poco nervioso.
Aunque el que tiene que sentirse incómodo debería ser yo, antes no disfrutaba de las salidas a los restaurantes con mis compañeros de trabajo, pero esta ocasión, el momento era muy distinto.

Camus se retiró su abrigo y lo colocó detrás de su asiento, era el momento perfecto para dejar un poco de dinero en su abrigo sin que se de cuenta para que pueda comprar los ingredientes que usa para sus galletas.

De ser necesario, haría lo posible por cuidar de los dos.

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