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Capítulo cinco

La hora de la comida de mi trabajo; no es de mi agrado estar siempre sentado a lado de mis compañeras que se la pasan hablando sobre los demás empleados.
Comentarios como "¿Ya viste el atuendo de tal...? Está horrible"
También cuando entre ellas hablan sobre quien es el más guapo y el más feo, por medio de las reporteras andantes como les digo yo, al menos sé que no soy tan feo, es lo que dicen ellas pero en fin.

¡Hoy me libré de estar a lado de las señoritas secretarias que se sienten el centro del mundo!
Son las dos de la tarde y le pedí a Milo que me hiciera el favor de conseguirme algunos objetos donde el tema principal fuera animales marinos.

Milo y Kanon me citaron en el bufete que está a la vuelta de la esquina de mi trabajo, tengo una hora libre, lo suficiente para comer con ellos y también por ver que fue lo que me consiguieron.

Al llegar al lugar me di cuenta que ya me estaban esperando, mi hermano levantó su mano al aire para que pudiera ver en donde se encontraban.
Sé que comenzarían las preguntas incómodas respecto a los detalles que pedí.

- ¡Aiacos que gusto verte!

Me saludó mi hermano estrechando un abrazo conmigo acompañado de algunas palmadas eso me hizo recordad cuando alguna vez fuimos niños, a veces peleando y otras disfrutando de nuestra compañía.

- Lo mismo digo Milo.

Kanon también se levantó de su asiento, se acercó para saludarme.

- Es todo un milagro que hayas aceptado comer con nosotros.

No pude evitar dejar escapar una risa, estreché mi mano con la pareja de mi hermano y tomé asiento en la silla disponible.
Después miré que los dos estaban dispuestos a comenzar el interrogatorio del porqué mis actitudes cambiaron repentinamente de la noche a la mañana.

- Y bien Aiacos ¿Por qué te nació ya el gusto por objetos con animalitos marinos?

Se burló mi hermano mientras me daba una bolsa de papel de una tienda departamental.
Saqué el contenido y me di cuenta que compraron una pijama con pequeños dibujos de dragones marinos, muy curiosos por cierto.
No pude evitar pensar que esto lo escogió Kanon, le gustan mucho.

- Creo que la talla me servirá.

Les contesté guardando nuevamente aquella pijama calientita perfecta para esta época de frío, era de color azul cielo y con las orillas blancas; le quedará perfecto a Isaac.

- Dudo que entres - Se burló mi hermano mientras me servía un poco de agua de naranja en mi vaso.

- No es para mi.

- ¿Entonces? - Me cuestionó Kanon asombrado, claro que además de Milo debo mencionar que mi cuñado me conoce bien porqué ellos dos llevan casi siete años desde que son pareja, me llevo muy bien con él, aunque luego las bromas de los dos terminan con mi paciencia.

- Es para un pequeño que conocí hace dos días.

- Entonces lo que escogimos de juguetes te servirá - En ese momento Milo me entregó otra bolsa donde tenía varias cajitas donde su contenido eran juguetitos de temática del mar como peces, algunas conchas de plástico, pequeños cangrejos... Ahora que lo pienso no sé porqué esto le guste a Isaac.
Gustos de niño, pensé.

- ¿Ya nos dirás para que es?

Me preguntó Kanon ansioso por saber la respuesta.

- No, por el momento no.

La verdad no quiero hablarles de Camus cuando apenas lo estoy conociendo. Cuando sea el momento preciso les iré comentando que va sucediendo.
Decidí cambiarles la plática, en este corto lapso de tiempo Milo me preguntó si iría a la cena de navidad con la familia pero le respondí que no estaba totalmente seguro, también en ese día se viene la fiesta de la empresa y aún no sé que haré.

¿O tal vez si?

Apenas lo conozco y ya lo quiero invitar a la fiesta de la empresa, seguramente cuando le diga que lo quiero llevar me ganaré tremenda bofetada.
Me conviene mejor ir conociendo más a fondo a Camus y a su pequeño hijo.

El tiempo pasó repentinamente, me despedí de mi hermano, de mi cuñado, tomé las cosas que les encargué y regresé a las oficinas nuevamente.
Ahora solo esperaba que el tiempo pasara muy rápido para encontrarme de nuevo con ellos tal y como quedamos.



Ni siquiera prestaba atención a los balances que tenía que presentar en excel, solo esperé que reloj que cuelga en la pared marcara las siete de la noche.
Apagué mi computadora, tomé las bolsas que Milo junto con Kanon me dieron y salí corriendo de la oficina con tal de llegar a tiempo a la fuente.

Sentía como mi corazón latía con más fuerza por el esfuerzo debido.

A lo lejos pude divisar a ese bello joven de cabellos escarlata sentado en la fuente junto con Isaac.
Por un momento pensé que no se presentarían ante mi propuesta pero lo hicieron, están ahí esperando a que llegue y ya estoy aquí.

- ¡Hola!

Exclamé acercándome a ellos moviendo mi mano en el aire; el primero en correr a recibirme fue Isaac.
Si mi hermano estuviera mirando la escena ya estuviera de burlón.

"Tienes encanto con los niños"
"Mira él que decía que no tolera a los niños"

Lo conozco perfectamente que me sé de memoria sus palabras, hasta lo pienso con su tono de voz.

- ¡Aiacos llegaste!

Este niño se roba mi corazón, bien dicen que ellos aún no conocen la maldad del mundo.
Y no porqué yo lo sea, no lo soy, simplemente me gustaba disfrutar de mi soledad pero ellos ahora son tan cálidos como un sol donde aquellos rayos que destellan pueden derretir hasta el hielo más imponente.

- Claro, aquí estoy.

- ¿Y esas bolsas? - Me preguntó señalando lo que llevaba en mis manos.

- Son para ti.

- ¿Para mi? - Me preguntó con una tierna sonrisa.

- Cómo se dice Isaac - Esa era la voz de Camus quien se acercaba también al darse cuenta que le entregué los regalos.

- Muchas gracias señor Aiacos.

Coloqué mi mano sobre su cabeza alborotando sus cabellos verdes, después corrió a la fuente nuevamente para poder abrir esos obsequios.
Camus mientras miraba a su pequeño hijo correr, se colocó a mi lado.

- Muchas gracias Aiacos.

- De nada. ¿Llevan mucho tiempo esperando?

Lo cuestioné tomando la canasta que Camus llevaba en sus manos.

- Estoy aquí desde las cuatro de la tarde para poder vender, pero llegamos a la fuente hace cinco minutos.

Esa mirada que hipnotiza porqué no se si está serio, molesto, feliz, preocupado...
Camus parece una persona fría al principio pero cuando sonríe es capaz de robarme el aliento en tan solo unos segundos.

- Entonces vamos, hay galletas por vender.

Sin querer tomé su mano mientras con la otra tenía su canasta, tenía puesto unos guantes negros muy bellos, debo admitir que es muy elegante, mucho más que yo.

- Aiacos...

- ¿Si?

- Gracias por todo lo que haces, sé que me dejaste dinero en mi abrigo por lo de las galletas.

- No era mi intención que perdieras parte de tus ventas por mi descuido.

Camus tiene algo que me ha cautivado y no es tu belleza, eso no lo niego es lo más hermoso que he visto pero su sencillez es la que me ha hecho caer ante él.

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