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●La diosa Aila● [Prefario]

Antes de Era Única, las naciones chocaban en disputa por los territorios de las costas del continente isleño y el sur ártico. Tenían el afán de hacerse dueños de los recursos y querían imponer sus jerarquías sobre las tierras de quienes solo eran agricultores lugareños. Donde el hambre, el frío y la muerte estaban a la orden del día, una mujer de cabello obscuro y pálida piel se paseaba por los campos de batalla olvidados rezando por los caídos, alzando y enterrando sus cadáveres, con ayuda de los hombres que la seguían repartían paz a las almas desechadas en vano.

Mientras tanto y aprovechando la guerra de los humanos, las criaturas que parecían solo existir en fantasías vivían en armonía civilizada, autónoma y equilibrada, donde nadie los molestaba.

Una noche, donde la luna estaba llena, cuando la mujer que velaba los muertos paseaba junto a una laguna, un viejo ebrio producto del alcohol confundió a la alta y delgada mujer de negros cabellos con un terrible monstruo y la atravesó con su faca.

Aila «La Deidad de la luna»siempre observaba desde las alturas el amor y devoción con la que la mujer respetaba la muerte de las personas. Su tristeza fue tal que se transformó en ira y no suficiente con condenar a vagar eternamente al anciano, con el juicio segado levantó una gran ola e intentó reiniciar el ciclo, pero... Aquella noche sucedió algo que nadie esperaba.

Ante los sobrevivientes de aquel suceso sobrenatural. Una mujer de presencia espectral, con piel tan pálida como la de un cadáver, ojos del mismo color plateado que los astros y largos cabellos ondulados, anunció:

"Cando llegué mi momento de pisar estas tierras, yo, siendo la mujer víctima del borracho, apareceré en el manantial donde se me arrebató la vida y junto a la luz de la luna, el beso de la bendición se verá en el mechón blanco enmarcando mi rostro.

Y alguien tan puro como la mujer que fui, llevará ante Aila a quien porte el mechón blanco de la bendición a la laguna en donde la luna derramó su única lágrima. Con disposición de quien la entienda, la Deidad, clamara al fin el perdón hacia las almas que arrastró en su venganza para liberarlas y dejarlas al fin descansar.

Aquel que guíe, será tan bondadoso que aquella persona traerá también paz, orden, prosperidad y misericordia, inclusive con la deidad que nada debería necesitar o pedir de la humanidad que tanto le reza."

Con esas palabras que profetizaban su llegada, el Templo a la Deidad de la luna se alzó, pasando de generación en generación el mensaje del alma encomendada. Iniciando el ciclo que Aila había impartido.

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