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Tercer beso

Ace iba caminando al frente mientras subían colina arriba. Lume trataba de seguirle el paso como podía, pero ella no tenía ni su super resistencia ni su velocidad.

—¿Se puede saber por qué estamos viniendo aquí? —cuestionó la joven, apartando la rama baja de un árbol. No podía perderlo de vista.

—Ya verás —contestó simple él, mirando por encima del hombro hacia atrás para sonreírle.

Lume farfulló algo inaudible y se dispuso a seguir andando. Había olvidado por completo hasta que estaba cubierta de agua. La mataba la curiosidad, y solo por eso lo había seguido todo el camino.

Gracias a Dios, unos minutos más tarde habían llegado a la cima de la colina. Ace se había detenido y Lume aprovechó para apoyarse en sus rodillas y recuperar un poco el aliento. Pasó de tener frío a estar sofocada.

Luego de volver a ser persona, la rubia alzó la vista con dirección a su compañero. No le dijo nada, simplemente alzó una ceja en señal de interrogación, esperando no tan pacientemente la razón por la cual Ace la había llevado hasta allí.

—Mira, terremoto, esto es lo más increíble que verás en tu vida —avisó el joven, chocando sus puños con una gran sonrisa.

—A ver, sorpréndeme —dijo ella, cruzándose de brazos, haciéndose la interesante.

Ace elevó las comisuras de sus labios a su máximo explendor y de sus manos comenzaron a brotar llamas nuevamente. Pero antes de que Lume se diera cuenta, al alrededor de ambos había un inmenso círculo de fuego, que el oxígeno por la altura y la zona despejada no había hecho más que aviviar.

De repente el manto de la noche se vio completamente iluminado por lo que estaba ocurriendo en la colina.

Lume dejó de lado su posición distante y la misma niña pequeña que se había mostrado hacía ya bastante para Ace volvió a salir a la luz. Se dio vueltas alrededor del mismo eje varias veces. Su cerebro no terminaba de procesar lo que estaba presenciando. Jamás había visto algo tan bello, exceptuando el mar.

—¿Lo ves? Increíble —comentó Ace, acomodándose el sombrero con un dedo en llamas. Su sonrisa no había desaparecido—. Y esto es solo una muestra. El océano está lleno de personas increíbles con grandes habilidades.

Lume dejó de dar vueltas en el lugar un segundo, su atención ya no estaba en las llamas, ahora estaba sobre Ace—. El océano... —repitió en voz baja. Luego corrió hacia donde estaba el varón, tomó sus manos entre las suyas y las alzó. Ella no se percató de la gigante y hermosa sonrisa que le estaba regalando al chico—. ¿Como es el océano? ¿Qué se siente navegar en él? ¿Vives aventuras todos los días?

—Tú... ¿también te gusta el océano?  —preguntó el azabache, un poco impactado pero interesado.

—Si, ¡lo amo! —exclamó sin dudarlo, poniéndose de puntillas para quedar cerca de Ace—. El mar es mi más grande sueño desde que soy una niña. Siempre he soñado con salir al mar y navegar surcando sus grandes olas. Debe ser maravilloso ser tú.

—¿Quieres ser pirata?

—No pirata. —Lume rio—. Yo solo quiero navegar, no importa si es en un barco velero, si es en uno pesquero, si es en un bunque de la marina o en un barco pirata. Quiero despertar cada mañana, sentir la brisa marina, las gaviotas cantando, las olas chocando contra la madera, observar el cielo azul y pensar "esto es la libertad".

Ace guardó silencio unos segundos. Aquellas palabras, las últimas, le habían recordado a cierto hermanito que había dejado hace años. La imagen de Luffy le vino a la mente sobrepuesta en la de Lume, su imaginación lo hizo reír.

Segundos después negó con la cabeza. Tenía un hilo de conversación que mantener.

—¿Por qué no sales entonces? —cuestionó Ace, sin comprender—. El mar no discrimina ni ordena, eso es lo mejor que tiene. Todos pueden salir al mar.

—Ojalá pudiera —siseó Lume, soltando las manos del chico, se puso de espaldas a él y se abrazó el brazo izquierdo con la mano derecha—. Desde que mi madre murió cuando yo era muy niña soy la única familia que tiene mi padre. No podría dejarlo solo cuando sé que me ama tanto y que me necesita. Además, está el negocio familiar. No tengo hermanos, ni tíos, mis abuelos murieron hace mucho, soy la única que puede seguirlo.

Ace guardó un minuto de silencio sin saber con exactitud que responder.

—Pero, ¿sabes? —añadió Lume, volteándose a verlo con una sonrisa—. Fue mi madre la que me habló por primera vez del mar con pasión en sus ojos. Fue la primera persona que me llevó a la orilla. Recuerdo que se sentó conmigo en el muelle y metió sus pies descalzos en el agua, me prometió que algún día sería lo suficientemente grande para que poder hacerlo, y que lo haríamos juntas. Es curioso porque casi no recuerdo su rostro, pero nunca olvidaría su expresión cuando me dijo que mi alma era libre como el viento, y que intentar encerrarla en esta isla era un error.

El fuego se extinguió. Ace había detenido su habilidad.

—Yo, a pesar de todo, quiero salir al mar —confesó, apretando la tela de su vestido. Había esbozado una gran sonrisa, la misma que ponía cada vez que hablaba de sus sueños.

—Entonces, si yo te rapto, ¿no habría problemas? —inquirió Ace, tomando por sorpresa a Lume.

—¿Qué? —susurró la joven abriendo literalmente su boca. Tenía las mejillas ligeramente sonrojadas y sin darse cuenta había aflojado el agarre sobre su vestido.

—Que si te rapto no estarías abandonando nada, yo te estaría llevando conmigo. No dejarías a tu padre atrás ni a su negocio, yo te estaría obligando a hacerlo. Simplemente sería un pirata robando algo. —Soltó un par de carcajadas y llevó ambas manos a su cintura—. No es tan raro.

—Eso es... sin duda la más raro que nadie haya podido decirme —confesó Lume, bajando la cabeza—. ¿Se podría?

—¡Por supuesto! Es una venganza por intentar matarme —respondió Ace, luego de unas risas—. Vas a tener que trabajar duro en el barco de padre para pagarme.

Lume alzó la vista nuevamente. Otra vez irritada. Ese tic nervioso que parecía adorar estar en compañía de Ace apareció nuevamente.

—¿Que dijiste, pedazo de tarado? —preguntó molesta—. Vale ya con eso. Olvídalo. Que te salvé la vida.

—Casi me ahogo por tu culpa, por supuesto que no pienso olvidarlo —refutó el azabache, bastante obvio—. Todavía me cuesta creer que seas una dama.

—¡¿Ah?!

—Tienes más aire a gallo de pelea —razonó, llevando una mano a su mentón.

—¡Retíralo, horno andante! —exigió Lume, corriendo hacia Ace. Cuando estuvo cerca dio un brinco y con sus pies se amarró a la cintura del chico, solo para poder estrujarle la cara.

—Soy un pirata, no voy a hacer algo porque me lo diga una loca —siseó el varón, tratando de sacar las manos de Lume de su cara, la acción de la chica si le estaba doliendo—. Aparta, malcriada.

—Deja de ofenderme, mandril —tajó la rubia, aplicando más fuerza. Ahora estaba más molesta que antes.

—Primero deja de ofenderme tú, terremoto —exigió Ace, con las muñecas de Lume entre sus manos, había logrado separarla gracias a dios, comenzaba a hacerle daño.

—Ya te dije que no me llames así. —Volvió a estampar su frente contra la de el varón.

—Ya te dije que no me das órdenes.

—Si al final te tenía que haber dejado ahogándote.

—Fíjate que capaz te veo —dijo Ace, con una vena en el cuello.

—Pues si, pero me pudo lo de buena persona.

—No sé si seas eso.

—Te voy a-

Lume detuvo sus palabras en seco cuando prescenció detrás de Ace el primer rayo de sol del alba.

Ace notó que la mirada de Lume estaba perdida en el horizonte, así que el también volteó a ver. No sé lo podía creer, ni siquiera se imaginaba como se había pasado la noche tan rápido. Se sintió más ligero cuando la chica se bajó y se colocó a su lado.

Ambos observaron el sol saliendo.

—Yo, hay una persona a la que debo encontrar antes de regresar a mi barco. Cuando eso suceda y la haga pagar por lo que hizo, regresaré a secuestrarte, terremoto —informó, mirándola por el rabillo del ojo. Cuando obtuvo los orbes magenta de la chica sobre él, le dedicó una sonrisa—. Mejor prepárate.

—No es un secuestro si lo anuncias, imbécil —bromeó Lume, dándole un pequeño empujón al hombro de Ace—. ¿Por qué debería prepararme para que me secuestres?

Ace se carcajeó en respuesta. Luego giró en su propio eje y comenzó a caminar en dirección opuesta a él amanecer —que ya había sido concretado—, rumbo al muelle.

Lume miró una última vez el sol antes de hacer lo mismo. Entonces comenzó a seguir a Ace colina abajo. Durante todo el viaje estuvieron discutiendo, un insulto detrás de otro hasta llegar al pequeño barco en el que había arribado el azabache.

—Bueno, aquí nos despedimos, terremoto —dijo él, poniéndose frente a ella.

—Lo que tú digas, llamitas. —Lume corrió los ojos.

Ace amplió su sonrisa. En ese instante recordó algo importante.

—Ah, cierto, casi lo olvido —comentó alzando un dedo.

Cuando Lume escuchó esas palabras devolvió su vista hacia donde él, girando su rostro. Grande la sorpresa cuando se descubrió a sí misma siendo besada de improvisto por Ace, que había aprovechado su momento de defensa baja para inclinarse ligeramente hacia adelante y robarle otro beso. La diferencia es que este era intencional y más prolongado.

—Lo tomo de regreso —dijo, separándose con una inmensa sonrisa.

La rubia sintió su rostro arder y no sabía si era de furia o vergüenza.

—¡¿Qu-qu-que a-acabas de hacer?! —cuestionó como pudo, pues sus tartamudeos de niña tonta le impidieron concretar muy bien la oración.

—Tú me robaste uno cuando estaba moribundo.

—¡Te estaba salvando la vida! —gritó histérica, luego comenzó darle golpes en el pecho.

Ace volvió a reír por lo alto, cosa que alteró aún más a Lume. ¿Acaso se estaba burlando de ella?

—Pensándolo mejor, húndete en el mar —exigió separándose con la mirada perdida y los ojos apagados. Su expresión daba miedo, parecía un fantasma.

—Nos vemos, terremoto —dijo él, ignorando sus palabras para saltar sobre su bote.

—Muérete —farfulló ella, agachándose mientras se abrazaba los pies para dedicarle una última mirada asesina.

—JAJAJAJAJAJAJ, regresaré pronto. —Hizo un gesto con su mano.

—Nunca vuelvas.

—Entonces, ¿cómo te secuestro?

—Y yo que sé, inventa. Tú eres el pirata. No quiero volver a verte la cara.

Ace dibujó un sonrisa de medio lado. Se acomodó el sombrero por última vez y se giró para no verla más. No pasó mucho cuando su bote ya estaba encendido y ya se encontraba lejos del muelle.

Lume se levantó para ver alejarse al azabache. Su semblante muerto se había transformado en una sonrisa. Llevó una mano a su pecho y, todavía mirando al horizonte, en la dirección en la que había desaparecido Ace hacía unos minutos, murmuró:

—Asegúrate de volver pronto, Ace.

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