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<< Epílogo >>

Capítulo dedicado a BeMyKata, felicidades OTP. Tienes prohibido hacerte spoiler. ❤🥺

(Canción: Little Boy de Francis Karel)

Tres años después...

ELOY

Coloco la bandeja encima de la encimera, abro los cajones en busca de un cuchillo y dejo la fruta en la bandeja. Sin embargo, antes de que sea capaz de cortar apenas la mitad de la fruta el llanto agudo de un bebé llama mi atención por completo. Dejo el cuchillo en la bandeja, con solo dos rodajas de piña cortada y froto mis manos en los pantalones.

Subo las escaleras en dirección a la habitación, abro la puerta y lo veo. No deja de pegar pequeños saltos dentro de su cuna. Mueve sus manos en mi dirección mientras que balbucea algo incomprensible entre lloro y lloro. Su rostro está enrojecido por el llanto y sus labios se fruncen en un pequeño mohín, demasiado tierno.

Me acerco a él y lo cojo por debajo de las axilas. Sus regordetes brazos rodean mi cuello y pega su cara al hueco que hace este con mi hombro. Siento sus mejillas húmedas contra mi piel. Acaricio con mi mano su pequeña espalda y me balanceo sobre mi propio eje, intentándolo calmar. Aunque en realidad el llanto se ha cortado en cuanto lo he tenido entre mis brazos. Beso su coronilla, que está repleta de pequeños rizos castaños.

Cuando parece tranquilizarse, sale del pequeño escondite. Observa con su mirada grisácea su alrededor con curiosidad. He bajado con él acuestas las escaleras y ahora nos encontramos en la cocina. Sé en el momento exacto en que sus ojos se clavan en la rodaja de piña porque comienza a moverse en dirección a ella, señalándola con la mano.

Pínia —dice, con voz aguda y chillona.

—¿Quieres un trozo, Enzo?

Asiente repetidamente con la cabeza, tirando de mí como puede en dicha dirección. Acorto la distancia entre nosotros y una de las rodajas de la fruta. Abre y cierra la mano varias veces como diciendo: «dame», sin necesidad de palabras.

—¿Cómo se dice? —pregunto mientras cojo un trozo.

Hace un mohín de fastidio. Mira la fruta y mi cara, una y otra vez. Veo como frunce su infantil ceño y vuelve a hacer el mismo gesto, abre y cierra las manos en dirección a la fruta.

—¿Qué se dice?

Pó-favo.

Entonces, esta vez, si le doy el trozo de fruta. Como puede, muerde el trozo de piña arrugando su rostro cuando saborea el sabor ácido. No puedo evitar reírme por su cara. Sus ojos me observan confusos por ello. Aunque no tarda en centrarse de nuevo en la pieza de fruta que tiene entre sus manos.

Cogido en brazos, camino por el pasillo en dirección al salón para dejarlo en la cuna que tenemos ahí. Sin embargo, cuando hago el amago de dejarlo, él rodea mi cuello de nuevo y vuelve a esconder su rostro en el hueco que hace mi cuello con mi hombro, comenzando a quejarse con balbuceos. Podría dejar de rodearlo, que por fuerza propia se sostendría pegado a mí.

—Enzo, tengo que dejarte en la cuna —susurro contra sus rizos.

Desengancho sus brazos de mi cuello y giro su cuerpo, mirando hacia la cuna. Él comienza a retorcerse antes de ponerse a llorar de nuevo. Patalea e incluso suelta el trozo de fruta, cayendo esta al suelo, manchándolo todo.

—¡Ño!

—Enzo..., bebé. Necesito que te quedes en la cuna.

¡Ño! E-oy comigo —grita con voz más chillona que la habitual.

Vuelvo a intentarlo y el resultado vuelve a ser el mismo. Enzo afianza incluso más su agarre alrededor de mi cuello y escucho un leve gimoteo. A regañadientes, lo rodeo y lo estrecho un poco más cerca, inhalando su olor suave de bebé. Siento como mueve su cabeza de un lado al otro haciéndome cosquillas con sus rizos en mi mejilla.

—Tu madre me va a matar como siga malcriándote así, ¿lo sabes? —cuestiono, divertido.

Siento como niega con la cabeza y yo no puedo evitar sonreír. Beso su coronilla rizada y me dirijo de nuevo a la cocina. Como puedo, corto el resto de la piña, alternando a Enzo de un lado a otro de mi cadera mientras corto la pieza de fruta. Me fijo en como su cabeza vuelve a fijarse en lo que hay en la bandeja. Abre y cierra las manos en dirección a una de las rodajas.

Pó-favo —dice, sin tener que recordárselo yo.

Esta vez no me hago de rogar y se la doy. Él me muestra una sonrisa infantil, desdentada y con un hoyuelo en su mejilla izquierda antes de morder la fruta.

* * *

Diecisiete años más tarde...

El teléfono no deja de sonar. Me enrollo la toalla alrededor de mi cadera antes de salir del baño. Ni siquiera me da tiempo para secarme en condiciones y voy dejando huellas de agua a mi paso. Al entrar en la habitación me encuentro con mi hermana remoloneando entre las sábanas. Ali abre los ojos al escucharme entrar y me señala con la mano el móvil que no deja de sonar.

—No deja de llamarte el niño —dice con voz somnolienta pero divertida.

«Hace tiempo que Enzo dejo de ser un niño, pero bueno».

—Sí, el niño. —Me acerco a la mesilla de noche, negando con la cabeza.

Cuando está a punto de convertirse en llamada perdida, descuelgo.

—¿Tan mayor te has vuelto ya, que tardas años en contestar? —responde a modo de saludo.

—Me estaba duchando, niñato.

—Viejales —dice, jocoso.

—¿Qué pasa, Enzo? No sueles llamarme tan temprano.

Escucho una carcajada ronca en respuesta.

—Tu querida hija ha puesto la casa patas arriba porque no encontraba su dichoso libro y se acaba de acordar de que lo había dejado en casa de Ali la semana pasada antes de que te fueseis de gira con el grupo. Se llamaba...

—... ¡Un simple audio! —grita una voz aguda, que no tardo en reconocer como Esther.

—Vale, «Un simple audio». ¿Algo más?

Nope. Nos vemos en quince minutos.

Y tal cual lo dice, cuelga la llamada. Fulmino con la mirada la pantalla del teléfono antes de dejarlo en la mesilla y acercarme al armario para cambiarme. Tardo menos de diez minutos en enfundarme en unos vaqueros, una camiseta blanca, un jersey azul y cojo de la parte trasera de la puerta el pluma azul marino. Me acerco a la cama y me siento en el colchón hundiéndolo bajo mi peso.

Ali se retira un par de mechones rojizos de su rostro. Se apoya sobre los brazos mientras yo acorto la distancia entre los dos y le revuelvo el pelo, provocando que ella gruña en respuesta.

—Dale muchos besos a Esther de mi parte y métele un copón a Enzo por despertarme. —Sonríe, antes de dejarse caer hacia atrás.

Cojo el móvil de la mesilla y cierro la puerta de la habitación detrás de mí. Me acerco al bol de la entrada para coger las llaves del coche, y recojo el libro de Esther del sofá antes de salir del apartamento. Bajo las escaleras en lugar de ir en ascensor hasta al garaje.

Quince minutos más tarde, como le prometí a Enzo estoy aparcado en un lado de la calle frente a nuestra casa. Bajo del coche y camino hasta la puerta de la entrada. Sin embargo, antes de que sea capaz de darle al timbre esta se abre de golpe, sorprendiéndome.

Inma aparece frente a mí, dándome un casto beso a modo de saludo. No deja de acariciarse la frente mientras frunce  el ceño. Sus ojos verdes me observan enfadados como si tuviese la culpa de todas las desgracias que le están sucediendo. Se oye un grito en la planta de arriba e Inma suspira en respuesta.

—Tu hija va a volverme loca —masculla.

—Nuestra —recalco, divertido—. No será porque no se parece a su madre —contraataco.

Aunque no por llevar la razón, me libro del golpe en el hombro que me propina.

—No te pases que ha sacado de ti la amargura.

Niego con la cabeza, divertido. Entonces escuchamos pasos rápidos bajando las escaleras junto al arrastre de una maleta chocando contra los escalones. Esther deja la maleta apoyada en la pared y se acerca a la entrada donde nos encontramos nosotros.

—¿Dónde está el libro? —pregunta, enarcando una ceja.

Al ver que sonrío sin decir nada más entrecierra sus ojos verdes en mi dirección. Sus cejas castañas se van juntando cada vez más hasta parecer que solo son una. Eso solo consigue que se amplíe mi sonrisa.

—Hola, hija, yo también me alegro de verte. Tu tía Ali y yo estamos bien, gracias por preguntar.

—Papá —dice, alargando la «a».

—Dime.

—¿Tienes el libro o no?

Pongo los ojos en blanco antes de decir: —Está en el coche.

Esther pega un grito agudo en contestación. Se alza en puntillas para darme un beso en la mejilla.

—Gracias, papi.

Inma, que está a mi lado intenta contener la risa que amenaza con escaparse de sus labios. Esta vez soy yo quien le golpea el hombro. Veo como Esther se marcha de la entrada y se adentra a la cocina, desapareciendo de nuestra vista.

—Pero, ¿a dónde va? Si tenemos que ir ya al aeropuerto.

—Tiene todo cargando en la cocina —responde la rubia que está a mi lado.

Minutos más tarde, después de que Esther recogiese todo lo que tenía cargando: ordenador, móvil y cámara de fotos, junto a la gran maleta negra que hay en el maletero estamos todos en el coche en dirección al aeropuerto. Como es costumbre en esta familia, la radio está a máximo volumen. La canción que suena está opacada por los gritos que están dando los dos niñatos de atrás. Aunque la voz de Esther es dulce y melodiosa, la de Enzo, por otro lado, te maltrata los oídos.

Miro de reojo a Inma que parece pensar lo mismo que yo.

Al llegar a la entrada del aeropuerto y aparcar, localizo a un grupo de adolescentes hormonados con un cartel dónde descansa la frase: «Vuelve pronto, irlandesa». Esther está a punto de bajar con el vehículo en marcha cuando los ve. Cuando aparco el coche, oigo como se abre la puerta trasera. Veo a través de la ventana como Esther acorta la distancia entre ella y sus amigos. Sobre todo, con la chica de pelo afro y piel tostada que no deja de moverse de un lado a otro. Aunque todos los nervios desaparecen cuando mi hija llega a su altura.

Bajo del coche, escuchando como la puerta del copiloto y la otra trasera también se abren. Me apoyo en el capó del coche e Inma acaba a mi lado, sonriendo divertida ante la imagen de mi hija con su novia. No sé cuánto tiempo llevarán abrazadas, pero parece que no quieren separarse la una del otra.

—Por lo menos a alguien si la saluda en condiciones —bromeo.

Entonces observo como Esther y su novia se quedan mirando la una a la otra antes de besarse. Retiro la mirada incómodo, para darles un poco de intimidad a pesar de que estén en un lugar público frente a sus amigos.

—¿Estás incómodo porque tu hija se está besando con alguien?

—¿Qué? Claro que no.

Yaaaaa.

Apoya su cabeza en mi hombro y yo rodeo con mi brazo los suyos, estrechandola más cerca de mí.

—Al menos sabemos que a alguien si va a echar de menos —susurro.

—Enzo y yo a su edad éramos iguales, y estoy segura de que tú también.

Bufo en respuesta, provocando que Inma se ría. De repente, Enzo aparece en nuestro campo de visión.

—Que empalagosas son, ¿verdad? Podemos llevar a la plasta ya, por favor.

Tanto Inma como yo nos separamos del capó. Revuelvo el pelo rizado de Enzo, siendo consciente de lo que le molesta. Como su madre, arruga la nariz, irritado, yo sonrío divertido. Rodeo el coche y abro el maletero para sacar la maleta.

Antes de darme cuenta de lo que está pasando siento unos brazos delgados rodeando mi cintura. Miro por encima de mi hombro encontrándome con la imagen de mi hija, con su pelo ondulado y castaño y el puente de su nariz moteado por pecas. Me sonríe con sus ojos verdes brillosos por las lágrimas no derramadas.

«En el fondo sé que me va a echar de menos también».

Fin.

N/A: Eloy e Inma se merecían esto ❤

NO ESTOY PREPARADA. ¿Podemos volver al capítulo uno? Por fa. POR FAVOR. Vamos a hacer como que esto no está pasando, ¿vale? Ahora mismo no tengo palabras para describir todo lo que supone decirles adiós. Sigo sin creerme que esto esté pasando y llevo una semana mentalizándome para ello.

En este epílogo os he dejado una pista gorda. MUY GORDA de "Un Inesperado Amor", pero que si no la habéis captado os lo explico yo *se aclara la garganta*:

Esther, la hija de Inma y Eloy resulta que se marchará de enero a junio a Irlanda de intercambio.

Allí conocerá a gente nueva y vivirá (y viviremos a su lado) muchas meteduras de patas, entre ellas el inesperado suceso del amor 😏

¿ALGUIEN TIENE GANAS? ¿NO? ¿SOLO YO? No importa.

Pd: Para las chicas del grupo, os dejaré un adelanto de UIA, así que id a echarle un vistazo jeje.

Pd2: No eliminéis esta historia tan rápido de vuestra biblioteca que todavía quedan los tres extras. Iba a decir los títulos, pero creo que mejor dejo la intriga una semanita más.

Nos vemos el próximo viernes, pesadas. ❤

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