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Capítulo Treinta

Capítulo dedicado a cinthyaap239 tus comentarios me sacan alguna que otra carcajada JAJAJA 🧡

(Canción: Don't Watch Me Cry de Jorja Smith)

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Dejo la esterilla en el suelo, colocándome al fondo de la sala. Es la primera vez que llego tan temprano a ningún sitio, pero quería hacer las cosas bien por lo menos una vez. Solo está la profesora aparte de mí. Observo cómo coge unos muñecos de juguetes y los coloca en una mesa en el centro. Junto a ellos también hay biberones y no sé qué más. Todavía soy muy nueva en este aspecto.

—¿Necesitas ayuda? —pregunto, rompiendo el silencio que había reinado el lugar.

—¿Primeriza?

—Se nota, ¿no?

Asiente divertida. Me hace un gesto con la mano para que me acerque. Dejo mi mochila junto a la esterilla. Mis pasos sobre el parqué retumban en forma de eco.

—¿Nerviosa?

—Un poco. Soy muy nueva en... todo esto —digo, haciendo aspavientos.

—No lo estés. Soy Alicia, estaré contigo durante estos meses.

—Inma. Ármate de paciencia conmigo —bromeo.

Alicia rompe a reír, achicando los ojos en el acto. Aunque en realidad lo que más llama la atención es el intenso color rojo de su cabello. Ese tono logra resaltar incluso más sobre su pálida piel. Además, que sus ojos de color negro son tan oscuros, tanto que llegan a resultar incluso más llamativos que unos de color azul o verde.

Al cabo de unos minutos —menos mal— otras mujeres comienzan a llegar. Ellas si vienen acompañadas por sus parejas. Siento una pequeña punzada en el pecho ante ese pequeño detalle.

«Yo puedo», me repito de nuevo mentalmente. Llevo todo el camino hasta aquí recitándolo como un mantra.

Me siento encima de mi esterilla azul. Las parejas, sin embargo, no dudan en colocarse lo más cerca posible de Alicia. Las chicas están más preparadas que los chicos desde mi perspectiva. Hay incluso un par que están pálidos y no son capaces de disimular la mueca de preocupación en sus rostros. No obstante, Alicia se encarga de asustarlos incluso más cuando dice:

—¿Qué os parece si vemos un parto? Así nos vamos mentalizando.

Ni siquiera le da tiempo a darle al play y ya veo como uno de los chicos se acerca a la pequeña papelera que hay al fondo de la clase, justo donde yo me encuentro y vomita. El asqueroso olor a vómito inunda mi olfato, provocándome una arcada bastante desagradable.

Me levanto corriendo de mi sitio y salgo de la sala, buscando como una loca el baño. Cuando lo encuentro no dudo en entrar en él y arrodillarme frente al váter. Entonces un escalofrío me recorre la columna vertebral antes de que eche todo lo que tenía en el estómago. Escucho el crujir de la puerta al abrirse. Oigo pasos acercándose a mí. Antes de hablar, golpean la puerta.

—¿Necesitas algo? —pregunta una voz grave.

Tiro de la cisterna. Me levanto del suelo con lentitud, por miedo a que con un movimiento brusco provoque una nueva oleada de vómitos. Apoyo una mano en las frías baldosas y respiro un par de veces. Entonces, me atrevo a salir. Cojo un trozo de papel y salgo de cubículo, limpiándome las comisuras de los labios por sí se han manchado de vómito. Estoy tan enfocada en ello que no es hasta que levanto la mirada que me encuentro de golpe con el reflejo de un chico a través del espejo.

—¿Estás bien? — cuestiona de nuevo. Acorta la distancia entre nosotros y me fijo en como enarca un de sus cejas azabaches—. ¿Quieres un vaso de agua o algo?

Niego con la cabeza. Aunque mi negativa en lugar de relajarlo, parece preocuparlo un poco más. No sé qué me pasa. Todas mis terminaciones nerviosas están en alerta y lo único que quiero hacer es salir del baño. No me siento cómoda estando a solas con él. Llevo sin sentirme cómoda alrededor de chicos desde que... bueno, eso.

Me obligo a sonreír y lo rodeo, con intención de marcharme de allí. Cuando abro la puerta me encuentro a Alicia acercándose a donde me encuentro.

—¿Qué tal estás? Estos chicos cada vez son más debiluchos, no pueden aguantar un poco de sangre —dice divertida.

Con ella cerca siento como la tensión que estaba experimentando desaparece. Aunque no tarda en hacer acto de presencia de nuevo cuando sin necesidad de verlo siento su cercanía.

—¿Ya has vuelto a asustarlos? —cuestiona con diversión antes de romper a reír.

—No es mi culpa si se piensan que no va a haber sangre.

Noto cómo pasa a mi lado, negando con la cabeza. Esta vez sí me permito observarlo con más detalle. Viste una camisa blanca arremangada, contrastando con su bronceada piel. Su melena negra está despeinada y sus ojos negros se clavan en la chica menuda que estaba hablando conmigo.

—De esa manera acabarás espantando a los clientes, hermanita —dice, dándole un pequeño toque en la nariz, consiguiendo que Alicia la arrugue en respuesta.

—¿Te digo yo cómo debes llevar la productora, hermanito?

Sonríe de lado antes de decir: —Touché.

Su mirada azabache se desvía una última vez en mi dirección. Se despide de Alicia con un beso en la mejilla, le susurra algo al oído y se encamina hacia la salida sin decir nada más. Los ojos negros de Alicia se clavan de nuevo en mí, sonriendo de esa manera que te brinda calma al instante.

—¿Estás mejor?

—Sí, sí, ha sido por culpa del olor —explico.

Alicia me acompaña hasta al aula donde entramos las dos juntas. Yo me dirijo a mi esterilla al fondo de la clase mientras que ella se coloca de nuevo en el centro de esta. El chico que vomitó antes parece tener mejor aspecto ahora. La chica que hay sentada a su lado acaricia su brazo con suavidad, logrando que él sonría en respuesta. No puedo evitar quedarme más tiempo del que debo mirándolos. La chica le sonríe de vuelta y él no duda en acortar la distancia entre ambos para sellar sus labios en un beso casto. Una nueva punzada atraviesa mi pecho.

Cierro los ojos e inhalo con profundidad. De forma instantánea poso mis manos en mi barriga abultada. Dibujo círculos por encima de la ropa sintiendo a mi bebé dentro de mí. Con el simple hecho de saber que está aquí, conmigo, logra brindarme la fuerza que no era consciente que tenía. Cuando escucho la voz melodiosa de Alicia, centro mi atención en ella.

—¿Y si comenzamos por algo más facilito? —pregunta. Todos en la sala asienten y ella continúa con su discurso: —Las mamás vais a cruzar las piernas y estirar la espalda todo lo que podáis, inhalando profundamente. Retener el aire un par de segundos y exhaláis, relajando la postura.

Cruzo las piernas y hago todo lo que ha indicado. Al hacerlo noto como el bebé se remueve en respuesta. No puedo evitar sonreír ante ello.

—Ahora los papás os colocáis detrás y vais a hacer un masaje suave a las mamás, que se lo merecen. —Guiña un ojo al terminar.

Observo como todos los chicos y una chica se colocan detrás de sus parejas embarazadas y comienzan a masajearle los hombros. Yo, por otro lado, me quedo aquí sentada. En lugar de regodearme en el hecho de que no tengo a nadie con quien compartir esto, inhalo de nuevo y estiro la espalda antes de expulsar el aire con lentitud. Oigo una suave «Ey» que logra que desvíe mi atención de la tarea que me había impuesto.

Alicia se encuentra en frente mía, sonriendo divertida.

—No pensarás que te vas a quedar sin masaje, ¿no?

—N-no hace falta, de verdad. Con el ejercicio este...

Pero no me deja terminar. Escucho sus pasos al rodearme y como se sienta detrás de mí en la esterilla. Siento sus pequeñas manos en mis hombros, comenzando a masajearlos con suavidad. No puedo evitar suspirar de la satisfacción.

—¿Puedo preguntar dónde está el padre? No es necesario que me lo digas si no quieres... Soy muy bocazas, a veces, ¿sabes?

—No pasa nada. Mhm, hace unos meses falleció —susurro, conteniendo las ganas de llorar que me han invadido ante el recuerdo.

Poso mis manos encima de mi barriga de nuevo, cómo si de alguna forma el bebé pudiese brindarme la fortaleza que me falta en momentos así.

—Lo siento mucho, cielo —dice, con voz torturada.

Apoyo mi mano encima de la suya y le doy un ligero apretón. Miro por encima de mi hombro y le sonrío antes de decir:

—Fue feliz hasta el último momento.

—Estoy segura de que así fue.

Después del masaje en pareja, Alicia vuelve a posicionarse en el centro de la sala y sigue indicando ejercicios, que a pesar de ser con otra persona al lado, yo soy capaz de hacerlos sola. O por lo menos unos pocos. Al final de la clase también nos explica los beneficios de algunos alimentos durante la gestación y otros que debemos evitar por completo. Con ello, me despido de ella con la responsabilidad de volver dentro de unos días porque las clases son dos veces por semana.

Todo el trayecto de vuelta a casa de mis padres lo transcurro con una sonrisa en el rostro sin ser consciente.

«Paso a paso», pienso antes de salir del coche.


* * *


Llevo casi un mes yendo a las clases de preparto. Hace una semana retomé mi puesto en el trabajo y he vuelto a la rutina de pasarme por la cafetería de Lucía y tomar al menos un vaso de agua para charlar con Iván y Mar. También he vuelto a comer bien y no solo helado y galletas. La lasaña de verduras se ha convertido en un antojo repetitivo, mínimo necesito comerla una vez a la semana si no quiero estar de mal humor.

Hoy, en lugar de ir directamente a casa de mis padres he decidido hacer una parada antes en nuestro apartamento. Aprieto las manos en torno al volante, todavía con los nervios a flor de piel. Quiero creer que estoy preparada para entrar ahí y observar el lugar sin derrumbarme. Pero a la misma vez sé que acabaré llorando un mar sin freno ante los recuerdos.

Aun así, aparco en el primer hueco libre que encuentro en la calle y bajo del coche. Jugueteo con las llaves del piso mientras me acerco al portón de la entrada. Respiro con profundidad antes de introducirla. Escucho el familiar clic que hace la cerradura al ceder y el rechinido de la puerta cuando la abres. Observo el recibidor cómo si se tratase de la primera vez.


* * *


Dos años antes...

Como puedo, intento entrar al recibidor con una caja obstruyendo mi visión. Voy dando tumbos por el estrecho pasillo. Me fijo en el ascensor que hay al fondo de este junto a las escaleras impolutas de mármol.

«Bendito ascensor».

Me acerco hasta él y dejo la caja en el suelo para llamarlo. Sacudo los brazos que están ligeramente entumecidos por el peso y me recuesto en la pared a la misma vez que suspiro. Oigo el rechinido de la puerta al ser abierta, apareciendo en el marco de esta Enzo con sus rizos castaños pegados a su frente por el esfuerzo y sus cejas pobladas fruncidas, logrando que casi parezcan una.

Sus ojos grises no tardan en localizarme y a pesar de la caja que hay por delante de él, soy capaz de captar una sonrisa torcida en su rostro.

—No sabía que eras tan débil —comenta, sin disimular la diversión que le provoca.

—Esa caja pesa mucho.

—Dijiste lo mismo de las otras dos.

Dijisti lis mismi di lis itris dis. Porque también pesaban, capullo —refunfuño.

Lo único que consigo en respuesta es una ronca carcajada. Lo fulmino con la mirada al ver como comienza a acortar la distancia entre los dos.

—¿A dónde crees que vas? —pregunto, con voz más aguda de lo normal.

Enzo deja la caja al lado de la mía. Rodea mi cintura con sus brazos haciendo desaparecer la distancia entre los dos. Su rostro está a escasos centímetros del mío. No obstante, cuándo estamos a punto de besarnos el pitido que hace el ascensor al abrirse las puertas nos sorprende a ambos, al igual que la voz aguda de un niño.


* * *


Esta vez, sin embargo, no voy cargada con ninguna caja ni con acompañante. Me limito a entrar al ascensor y pulsar el botón que me llevará a la planta en la que vivo. El pitido característico que hace al abrirse las puertas me alerta de que hemos llegado. Salgo de este y camino con más lentitud de la habitual hasta llegar a la puerta de nuestro apartamento.

Como decía mi abuela «hay que quitar la tirita del tirón, que así duele menos». Aunque también creía que en pleno verano sino te abrigabas te refriarías. «¿Abrigo con treinta grados?». Aun así, abro la puerta de golpe sin permitirme darle una segunda vuelta a todo el asunto. Al hacerlo me doy cuenta de las cartas que hay debajo de esta. Me agacho y las recojo todas.

Cierro la puerta detrás de mí. Ojeo cada uno de los sobres, encontrándome en su mayoría facturas de la luz, del agua junto a propagandas. Entonces, encuentro una sin destinatario escrito. Simplemente está mi nombre y la dirección. No dudo en abrirla. El sobre cae al suelo mientras yo desdoblo los folios.

Hola, pesada,

¿Me has echado de menos?

No soy capaz de controlar el momento en que los ojos se me llenan de lágrimas. Se me escapa un sollozo. Recorro el apartamento en dirección al salón. Me dejo caer en el sofá, levantando una nube de polvo alrededor, Toso por ello, pero no me importa. Tampoco el olor intenso a humedad que se respira en todo el piso. Leo con cuidado cada una de sus palabras y recorro con los dedos la letra, con su característica caligrafía redonda y torcida. Entre lágrimas, sonrío. Paso la manga del jersey por debajo de mis ojos y acaricio mi abdomen abultado por encima de la ropa, intentando tranquilizarme.

Y espero que te quieran de nuevo y que tú te dejes querer.

Porque te he querido y sé que quererte es el mejor sentimiento que puede experimentar alguien.

Solo no te olvides de mí y de todas las cosas que hicimos.

¿Puedo pedirte una última cosa?

VIVE.

No sé en qué momento he acabado así, pero cuando me quiero darme cuenta estoy recostada en la que solía ser nuestra cama vestida con una de sus camisetas, que todavía huele a él. Tengo su carta pegada a mi pecho, como si así fuese capaz de sentirlo un poco más cerca de mí. De nosotros.

Lo que daría porque él pudiese estar aquí, conmigo y que me dijese que todo iba a estar bien, que no tuviese miedo... que fuese a por todas.

Sin embargo, no puede. Enzo se marchó hace meses y ahora me toca a mí afrontarlo sola.

N/A Im- 👁💧👄💧👁 es un pelín montaña rusa pero poco a poco, nada se supera de un día para otro y lo iremos viendo capítulo a capítulo. A partir de ahora quedan 7 capítulos por delante. No me puedo creer que esté tan cerca el final y a la vez tan lejos.

Que ya hemos llegado a las 20K lecturas, o sea ¿KOMO? No entiendo. Os quiero dar muchos abrazos a todas, yo, meses más tarde, sigo sin superar a Enzo, siendo sincera.

Nos vemos el próximo viernes, pesadas 👉👈❤

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