Capítulo Siete
Capítulo dedicado a VictoriaSinclair_ , Flashie está es la señal que necesitabas.
(Canción: Bad drugs de King Kavalier)
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Había transcurrido una semana desde que Enzo me había invitado a lo del cine y yo... ¿había aceptado?
Sigo sin saber exactamente si le dije que sí. Y debería tener la cabeza centrada en la primera parte del proyecto que tengo que presentar junto a mi compañero de gafas azules. Hemos pasado los últimos tres días puliéndolo hasta que ni siquiera una coma estuviese mal. Tanto Teo como yo hemos aprovechado incluso los descansos entre clase y clase para practicar.
Aun así, después de tantas horas practicando y preparándolo todo estoy aterrorizada. Muchísimo. Aunque no sé si es por tener que hacer la exposición o por el lugar al que voy a ir después o ambas.
El grupo que va por delante de nosotros en las exposiciones está terminando. Reviso una a una las tarjetas dónde está toda la información que tengo que decir. Las leo y releo una y otra vez hasta que estoy completamente segura de que me lo sé. Miro a mi lado derecho dónde está sentado Teo, se recoloca de nuevo las gafas y creo que ya es la décima vez que lo hace.
Vale, también está nervioso. No es muy buena combinación.
Los aplausos rompen el silencio en el que se había sometido la sala y esa es la señal de que nos toca a nosotros.
Teo coge la carpeta con todo el proyecto en formato Word para entregárselo a Palacios mientras nosotros exponemos nuestro trabajo. El chico de gafas azules conecta su ordenador al proyector y nuestro trabajo aparece en la pantalla grande. Miro por última vez a Teo que hace un movimiento de cabeza alentándome a empezar.
Carraspeo antes de hablar.
—Mi nombre es Inmaculada Guerreo y mi compañero es Teodoro Alonso. Nuestro hotel será construido desde cero. Aquí tenemos la localización del terreno y la legislación de la zona...
Señalo la imagen que aparece ahora y con eso comienzo una larga explicación sobre presupuestos, empresas, contactos y las distintas opciones que hemos barajado. Añado que incluso hemos llegado a llamar a las empresas y algunos nos han llegado a dar presupuestos más personalizados y especificados basándose en el terreno dónde —hipotéticamente —se va a construir el hotel.
Noto como la boca empieza a secarme y la necesidad de beber agua va incrementando. Carraspeo un par de veces antes de continuar.
—Los presupuestos, fianzas y contratos os lo explicarán mi compañero a continuación.
Teo se levanta de la silla e intercambiamos puestos. Ahora soy yo la que va pasando diapositivas mientras que él habla sin parar. En medio de su explicación me pierdo, aunque soy capaz de captar algunas partes. Me fijo en que para lo tímido que es Teo no se ha sonrojado ante la perspectiva de hablar delante de tantas personas ni tampoco se ha toqueteado las gafas. Su voz suena determinante y parece todo un hombre de negocios. Sonrío orgullosa de mi amigo.
Los aplausos no tardan en llenar de nuevo la sala y Teo mira por encima de su hombro para mostrarme una sonrisa que surca todo su rostro. Volvemos a nuestro sitio y otra pareja ocupa el lugar delante de todos.
—Ha salido bien, ¿no? —pregunta en susurros Teo.
—Mejor de lo que creía.
—¿Café de celebración?
—¿En el campus o en nuestro sitio?
—Esto se merece uno de los Machiatto de esos raros que te pides —dice, haciendo una mueca de asco cuándo creo que ahora los bebe más que yo.
—Sí claro, a ver que le pides a Lucía está vez —bromeo—. ¿Un leche y leche o su número de teléfono?
Y sé que doy en el clavo cuándo se sonroja.
—¿Pedirle su teléfono? ¿Por qué haría eso? —pregunta con timidez.
—Porque parece que le gustas.
—A mí ella no. —Parece que quiere añadir algo más, pero se lo guarda.
—¿Pero te gusta alguien?
Veo como sus ojos se abren por la sorpresa y empieza a toquetearse de nuevo las gafas con dedos temblorosos, intento disimular la sonrisa divertida que se me forma. Cualquier chica que se fijase un poquitín en Teo le gustaría.
—No tienes que decírmelo así que no te pongas nervioso.
Y el silencio se asienta entre nosotros hasta que salimos de clase. De forma rutinaria caminamos juntos a un aula para que Teo pueda dejar no sé qué cosa mientras tanto, yo enredo en el pasillo con el móvil y mi música. Este vibra cuándo me llega un mensaje.
EVA:
Papa y mamá preguntan si vas a venir a casa por tu cumple.
INMA:
¿Por qué no me preguntan ellos?
EVA:
Porque nunca le coges el teléfono. Solo a la Tía Esme.
También es verdad.
INMA:
Diles que iré, pero solo un par de días que estoy con exámenes otra vez.
EVA:
Vale.
Así le das una alegría a mamá de vez en cuando.
Ay, hermanita.
«Yo no estaría tan segura».
Teo sale del aula y yo bloqueo mi móvil. Cómo si fuese una especie de tradición, entrelazo mi brazo con el de él y salimos juntos en dirección a la cafetería. Esta vez no está Lucía en recepción sino el chico de rizos y mirada verde que creo que se llama Marc. Nos saluda a ambos y nos señala nuestra mesa. Estoy observando la estantería que tengo a mis espaldas cuándo una voz femenina interrumpe mi escrutinio.
—Si son mis clientes favoritos, ¿qué os pongo? ¿Lo de siempre? —pregunta, aunque tienen sus ojos puestos en Teo.
«Lo que yo decía».
—Cambia mi leche y leche por un macchiato, por favor.
—¿Dos macchiato, entonces?
Teo y yo asentimos con la cabeza. Poco después, Lucía aparece con nuestros dos cafés y una porción de tarta.
—Invita la casa. —Nos guiña un ojo antes de marcharse.
* * *
Estamos volviendo de la cafetería. Hemos decido aprovechar para dar un paseo por el parque antes de volver a la entrada de la universidad dónde él se marchará a su residencia y yo al cine con Enzo... ejem... como amigos, claro. Sin embargo, parece que alguien está impaciente o tiene mucho tiempo libre porque localizo al chico de rizos castaños vestido con el polo rojo del cine. Enzo me pilla observándolo y su característica sonrisa torcida aparece en su rostro y comienza a acercarse a nosotros.
—¿Te importa si me llevo a mi cita a una cita? —le pregunta Enzo a Teo.
—Puedo contestar yo, gracias —respondo irritada, pero Enzo me ignora deliberadamente.
—Mm, yo... Mmh... s-sin problema —habla Teo nervioso.
Aunque intenta disimularlo, la sonrisa de Enzo se ensancha un poquito más.
«Ego masculino al acecho».
Teo se despide de mí con un movimiento de cabeza antes de desaparecer a través de una calle. Me giro en dirección a Enzo y la sonrisa no ha desaparecido de su cara.
—¿Eso era necesario?
—¿El qué?
—¿Te importa si me llevo a mi cita a una cita? —lo imito.
—Poético, ¿verdad?
Cómo el cine al que vamos es dónde él trabaja no necesitamos coger coche porque está a dos calles de la universidad, en pleno centro. Su brazo y el mío se rozan mientras caminamos y a mí cada roce me pone más nerviosa. Me estoy comenzando a arrepentir de venir. Como si se tratase de un tic nervioso —que creo que se está convirtiendo en uno— me retuerzo los dedos. Enzo parece darse cuenta. Me rodea los hombros y yo me tenso en respuesta.
—Una película de miedo, ¿no?
—¿Tú quieres morir?
—Si es a besos, sí. —Suelta una risa al acabar. Yo siento como esa carcajada vibra en lugares que no deberían.
Al llegar a la zona de taquilla, Enzo saluda a la chica que vi yo el otro día en la zona de las palomitas y esta le contesta con un corte de manga. «Me cae bien esta chica». Al llegar a la barra me doy cuenta de que hay otro chico, aunque no está atendiendo a nadie. Enzo se aparte de mi lado y se acerca al otro. Apoya sus brazos en la barra y me mira desde esa posición. Lo miro confusa. Él enarca una ceja, divertido.
—¿Qué quiere tomar?
—¿Ein?
Pone los ojos en blanco antes de seguir hablando.
—¿Palomitas dulces o saladas?
Abro la boca para contestarle, pero él me interrumpe.
—No sé ni para qué pregunto. Dulces, ¿no?
¿Por qué se sigue acordando de esas cosas?
—Pues no, ahora me gustan saladas —miento irritada.
—Le voy a perdonar esa mentira porque no suelo tener clientas tan guapas. —Me guiña un ojo antes de empezar a sacar palomitas de la máquina.
Cuando tiene la bolsa llena de esas que son dulces y de colorines junto con una botella de agua, vuelve a apoyar los brazos en la barra.
—¿Eso significa que me invita? —sigo la broma.
—¿Y no cobrar? No, ni hablar.
—¡Tacaño!
—Tengo niños que mantener —se justifica con dramatismo.
Rompo a reír. Voy a coger la bolsa de palomitas y cuándo estoy a punto de cogerlas, él las aparta. Lo fulmino con la mirada y frunzo mi ceño.
—¡Oye!
—¿No era que no te gustaban dulces?
—Te he mentido, pesado. Ahora dámelas.
—Solo te las voy a dejar porque me voy a ir a cambiar y a quitarme este polo horrible.
Pero antes de marcharse, me besa una de las mejillas y se marcha tan contento mientras yo me sonrojo como si fuese una adolescente. Aunque la vibración de mi teléfono en el bolsillo de mi falda hace que me distraiga.
MAR:
¿Llegarás para cenar?
INMA:
No sé, porque estoy con Enzo.
Y antes de poder darme cuenta de lo que he escrito, lo envío.
«¿Se lo he mandado?»
Mi móvil vibra en mi mano, contestando por mí.
MAR:
Espera, ¿qué?
¿He leído bien?
Voy a responderle, pero una voz enronquecida provoca que levante la vista del móvil.
—¿Vamos?
Enzo se ha cambiado el polo rojo por una camiseta negra de manga largas que se ha arremangado hasta los codos —como hace siempre— y tiene cuello en V dejando entrever los tatuajes en el pecho en los que me fijé el viernes pasado.
Asiento con la cabeza.
—Gracias por guardarme las palomitas.
Hace el ademán de cogerlas y yo aprieto la bolsa más cerca de mi cuerpo y me aparto de su lado.
—Que te lo crees tú.
—¿No era que querías saladas?
—Ni iri qui quiris silidis.
—Se me había olvidado lo fácil que es irritarte.
—Y a mí lo pesado que eres.
—Y guapo, talentoso y simpático, también. De eso no te puedes olvidar
—Creído.
Estamos entrando en la sala y todavía están las luces encendidas.
—Otra de mis virtudes.
—Lo que tú digas.
—Ya nos vamos entendiendo.
«Capullo».
Las luces de la sala se apagaron y nos sumimos en una oscuridad completa. La película llevaba un rato empezada. Tenía la vista clavada en la pantalla e intentaba con todas mis fuerzas no mirar a mi lado derecho, ni siquiera de reojo. Aun así, podía notar su mirada de vez en cuando en mi rostro y tenía que reunir toda mi —poquita— dignidad para no girarme o sonrojarme.
Ha venido al cine como amigos, Inma.
«A-m-i-g-o-s».
Voy a coger un nuevo puñado de palomitas cuando mi mano choca con la suya, esta vez no me detengo y me giro en su dirección. Se ha tenido que mover un poco hacia mi lado para poder cogerlas y ahora nuestros rostros están peligrosamente cerca. Mi mano se queda estática mientras que Enzo saca la suya de la bolsa. Aun noto el rastro de calor que ha dejado su mano y los dedos me hormiguean ante el anhelo de entrelazar mi mano con la de él.
Sus ojos no se despegan de los míos. No me atrevo a—no quiero— apartar la mirada de él. Soy capaz de notar su aliento cálido chocando de lleno contra mis labios y aquello me produce un cosquilleo extraño en ellos. Trago saliva. Relamo mi labio inferior con nerviosismo consiguiendo que los ojos de Enzo se desvíen hacia ellos. Yo hago lo mismo, mis ojos bajan a través de su nariz recta hasta llegar a sus labios rosados, su labio inferior siendo más ancho que el superior, estando su boca rodeada por esa barba incipiente que me gusta en él. Rápidamente subo mi mirada de nuevo a sus ojos rezando porque Enzo no se haya dado cuenta, pero por la forma en la que me está observando intuyo que no lo he conseguido.
De repente, noto como ahueca mi rostro con una de sus manos y pego un respingo de anticipación. Tengo todas mis terminaciones nerviosas al límite. Acaricia mi mejilla y me estremece el contacto de mi piel contra sus dedos ásperos. Me hormiguean los dedos por quererle acariciar su rostro, pero esta vez no me contengo. Recorro con mis dedos temblorosos la forma de sus cejas, el puente de su nariz para acabar ahuecando su cara. La barba pincha en la palma de mi mano, sin embargo, no la muevo de dónde está.
A pesar de la oscuridad noto como las pupilas de Enzo se están dilatando. Su pulgar recorre mi labio inferior y mi respiración se entrecorta ante el sutil contacto. Ni siquiera me ha besado y ya noto como se me vuelve pesado respirar y el corazón me late acelerado. El ambiente a nuestro alrededor está cargado de una tensión que logra aislarnos de lo que nos rodea, consiguiendo que no le preste atención alguna la película. Soy incapaz de escucharla porque tengo los latidos de mi corazón retumbando en mi oído.
Veo como Enzo vuelve a bajar la mirada a mis labios y yo los entreabro involuntariamente. Antes de que lo piense una segunda vez, mis dedos dejan de acariciar su mentón y estampo mi boca contra la suya.
Nos quedamos los dos quietos, con los labios pegados contra el otro en espera a que algo suceda. O en mi caso, a que Enzo reaccione o que me aparte de su lado. Noto como la mano de Enzo deja de acariciarme la mejilla y empieza a moverla hacia mi nuca. Agarra en un puño mi pelo acercando aún más —si es que eso es posible— mi rostro al de él. Entonces me devuelve el beso. Besándome de esa forma que te desarma en un momento, del que solo quieres —necesitas— más de ese contacto.
Me agarro con ambas manos de su camiseta mientras mi lengua juguetea desenfrenadamente con la suya. Un calor inmenso comienza a invadir mi cuerpo de forma repentina y empieza a bajar a través de mi columna vertebral hasta invadir y encender partes de mi anatomía que llevaban mucho tiempo apagadas. Aprieto mis rodillas. Enzo apoya una de sus manos en mi muslo prácticamente desnudo porque solo llevo unas medias y deja un halo de calor cuándo su mano va ascendiendo con lentitud a través de mi pierna. Jadeo bajito muy cerca con mi boca todavía pegada a la suya y Enzo me da un ligero apretón en mi rodilla.
El maldito reposabrazos de los asientos es lo único que impide que yo me abalance hacia él o que Enzo acabe encima de mí. Por un instante incluso se me olvida que estoy en lugar público y que en cualquier momento alguien podría vernos. Dejo de agarrar su camiseta y mis manos curiosas y ansiosas van subiendo a través de su torso, pecho y hombros terminando el trayecto en el cuello de su camiseta. Meto mis manos bajo la tela de su camiseta y recorro la piel desnuda y caliente de su espalda. Un gruñido se escapa de su garganta.
Siento como apenas puedo respirar con normalidad, sin embargo, no quiero romper el beso. La pasión enjaulada se funde con el miedo de lo que sucederá después y mis manos escalan de nuevo hasta llegar a su nuca y entierro mis dedos en sus rizos castaños, acercándolo aún más a mí.
Acaba siendo Enzo quién rompe el contacto, dando una tregua a ambos.
Los dos estamos jadeando. Estoy acalorada en todos los sentidos de la palabra y no necesito tocarme las mejillas para saber que estoy colorada. Enzo tiene los labios más hinchados que antes y el pelo hecho una maraña de rizos revueltos. Me muerdo el labio inferior al recordar lo que ha ocurrido hace unos segundos mientras que él suspira.
Enzo se remueve en su asiento. Observo como recoloca un par de veces su camiseta y se la estira hacia abajo, intentando ocultar el bulto que destaca en sus vaqueros. No disimulo la sonrisa pícara que se forma en mi rostro.
—Si lo sé antes, te hubiese besado el día que me abriste en toalla —dice todavía con la voz ronca.
—Capullo.
—Un capullo que has besado. —Rodea mis hombros, comenzando a acariciar mi brazo distraídamente. Apoyo mi cabeza en el suyo.
—Sigues siendo un capullo.
—Ah, ¿sí?
—Mmh.
—¿Y no puedo hacer nada para cambiarlo? —pregunta, susurrando muy cerca de mi oreja.
Antes de que pueda contestar nada noto sus labios tibios besando la piel sensible de mi cuello. Aprieto con fuerza las manos en mi regazo y aprisiono mis rodillas la una contra la otra. Un nuevo escalofrío vuelve a recorrer mi columna y muerdo mi labio inferior por las sensaciones que ese simple contacto está despertando.
Su mano deja de acariciar mi brazo para trazar círculos con su pulgar en mi nuca, erizándome los pelos de esa zona, consiguiendo que suelte un suspiro cuando deja de hacerlo. Ahora mismo tengo demasiado calor y el culpable de ello solo me provoca más. Sus dedos se enredan de nuevo en mi pelo y con delicadeza me gira el rostro en su dirección.
Su mirada ceniza me recorre el rostro con una lentitud abrumadora antes de ser él quien ahora planta su boca contra la mía. Pero a diferencia de Enzo, yo no tardo tanto en corresponderle el beso.
N/A ¿Hace calor o soy yo? jeje
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