Capítulo Diecisiete
Capítulo dedicado a marbooksss, aquí esperando a que me hagas un fanfic. Amando tus comentarios y tus mensajes, no me pude topar con mejor persona en la plataforma. ❤🥺
(Canción: Figure It Out de Anthony Ramos)
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ENZO
—¿Inma?
—Mhm.
—¿Estás bien? —pregunto dubitativo.
No sé en qué momento he pensado que declararse a la chica de la que estoy enamorado vía llamada era una buena idea. Paso una mano por mis rizos mientras sostengo el móvil con la otra.
—¿Podemos vernos? —cuestiona ella, con un filo ansioso.
Le sonrío a la nada ante su pregunta. Vale, no era lo que me esperaba, pero tampoco es malo, ¿no?
—Sí.
—Nos vemos, Enzo.
—Adiós, Inma.
Escucho el bip que hace mi móvil cuándo cuelgan la llamada. Me dejo caer a la cama hacia atrás con el teléfono pegado al pecho, todavía sin creérmelo. No sé en qué momento decidí soltarlo así de sopetón, pero no me arrepiento. He pasado toda la semana dándole vueltas al asunto, uno y otra vez. Parecía que mi cabeza se había vuelto un disco rayado que siempre reproducía la misma canción y esta tenía nombre: Inma.
Observo el techo mientras suelto un suspiro. Ha dicho que vuelve esta noche, pero no a qué hora. Vuelvo a pasar una mano a través de mis rizos. Le frunzo el ceño al techo cómo si él tuviese la culpa de la frustración y nerviosismo que estoy experimentando. Enciendo mi móvil y miro la hora en este: «20:46».
Mi rodilla sube y baja por los nervios. Suelto un nuevo suspiro. Mi abuelo solía decir que suspirar es soltar el aire que nos sobra por la persona que nos falta; que razón tenía.
Me incorporo de la cama. La incertidumbre sigue carcomiéndome por dentro y no sé qué hacer. Sin rumbo fijo comienzo a dar vueltas por mi habitación rememorando la conversación en mi cabeza en busca de algo que he podido decir o hacer mal.
«¿Ella no sentirá lo mismo?»
No quiero presionarla ni hacerle sentir incómodo, pero necesitaba decírselo. Si no lo hacía, acabaría explotando en el momento menos adecuado y seguramente mi declaración de intenciones hubiese estado mal vista.
«No me ha dicho que no, ¿verdad?»
Tampoco me ha dicho que sí.
«Joder».
El crujir de la puerta hace que frene en seco mis pasos inquietos y levante la vista del suelo. En el marco de esta aparece Mikel. Lleva el uniforme del bar que está compuesto por una camiseta negra con el logo de este en el centro y unos pantalones negros a juego. Afortunadamente —o desafortunadamente— yo hoy libraba en la discoteca y he tenido tiempo libre para darle vuelta al asunto toda la maldita tarde. Una sonrisa divertida vacila en el rostro tostado de mi amigo.
—¿Qué te pasa? —pregunta sin disimular lo entretenido que le resulta verme así.
—He hablado con Inma...
—¿Te ha mandado a la mierda?
—No... Creo. —Vuelvo a pasarme una mano por el pelo.
—¿Te ha dicho que también está coladita por tus huesos?
—Tampoco —respondo sin disimular la frustración que eso me provoca.
—¿Te ha friendzoneado?
Niego con la cabeza. Mikel enarca ambas cejas e intenta reprimir la sonrisa divertida que se le está dibujando de nuevo en la cara.
—¿Entonces...?
—Me he declarado. Ha descolgado el teléfono y le he soltado todo el discurso de loco enamorado.
—Y desesperado —bromea.
Recibe una mala mirada de mi parte.
—¿Quieres que te lo cuente o no?
—¿La verdad? Si no te pregunto, me lo ibas a decir igualmente.
—Pues ya está. ¿Por dónde iba?
—La chica que te mola te ha mandado a la zona de amigos...
—¿Qué? Yo no he dicho eso —digo, enseñándole el dedo corazón mientras que Mikel ya no disimula la sonrisa y comienza a carcajearse a mi costa—. Me ha dicho que llega esta noche.
—¿Y tú qué haces aquí? —pregunta, incrédulo.
«¿Y a este que le pasa ahora?»
—¿Cómo que qué hago aquí? Vivo aquí.
—Pensaba que la persona desastre de los dos era tu no-novia, pero parece que pasar tiempo con ella te lo ha pegado. ¡Vístete, sal y ve a su casa! ¿No ves películas románticas?
—Eh, no.
—¡Venga! ¡Venga! Si te manda a la mierda esta noche, no me sorprendería —comenta.
Ahora por culpa de Mikel me encuentro buscando ropa limpia entre el montón que tengo en la silla. Entre la universidad, el cine y la discoteca junto al tema de mi padre, no he estado muy centrado y mi habitación es la clara imagen de ello.
—Te aconsejo ordenar la habitación, por si acaso.
—¿Por si acaso? —cuestiono confuso.
—¿Qué prefieres? ¿Tener intimidad o tener a tres personas escuchando?
—Eres increíble —mascullo.
—Luego me lo agradecerás —dice antes de marcharse.
Aunque dudo por un momento si es necesario que ordene toda la habitación ahora, la pequeña posibilidad de que Inma quiera venir al apartamento y se encuentre con esto me da bastante vergüenza. Hago la cama, que llevaba días sin hacerse; meto las camisetas que tengo enganchadas en el respaldo de la silla en el armario, y aparto hacia una esquina la bola de ropa sucia que tengo que poner a lavar. Me visto con una sudadera verde que tenía colgada en la puerta y me ato los zapatos. Estoy a punto de salir de la habitación cuando un nuevo pensamiento cruza mi mente.
¿Y si tiene que ir al baño?
«Ugh».
Entro al cuarto de baño y si mi habitación estaba hecha un desastre el baño está mil veces peor. Recojo los papeles que hay por el suelo, los lanzo al váter y tiro de la cadena. Cojo los distintos botes que tengo esparcidos en la encimera del lavabo y los meto en el armario de abajo sin mirar atrás. Apoyo un pie en la alfombra y la arrastro por el suelo de mármol, secando las zonas mojadas que hay por haberme duchado antes. Luego la dejo doblada en el filo de la bañera.
Ordenar me ha ayudado a calmar mis nervios. Con todo medianamente recogido salgo de la habitación para marcharme. Me encuentro en el pasillo con Mikel saliendo de la cocina con un bol de comida. Este me hace un gesto con la cabeza y alza el pulgar en alto.
—¡Tú puedes fiera! —habla con la boca llena.
Respiro hondo antes de salir del apartamento. Bajo las escaleras con más prisas de las necesarias. Subo al coche y arranco en dirección al complejo de pisos de Inma. Siento el corazón igual de acelerado que el coche. Tengo un nudo extraño en la garganta y siento cómo se me cierra el estómago al pensar en todas las cosas que podrían salir mal o bien en consecuencia a lo que estoy haciendo.
Enciendo la radio para distraerme.
And why am I pushing away what silence has to say
Why do I push through the day
Like tomorrow's gonna figure it out, figure it out, figure it out
Tamborileo mis dedos sobre el volante al ritmo de la canción.
Like someone else will figure it out, figure it out, figure it out
I'm making me a promise to admit my problems
Ain't sayin' I'ma solve 'em but I'm making progress
La letra me cala demasiado hondo y hace que me replantee demasiadas cosas. Apago la radio con más fuerza de la que debo, temiendo que me haya llevado la ruedecita conmigo. Giro en la siguiente calle y el pequeño edificio de cuatro plantas dónde vive Inma con los otros tres aparece en mi campo de visión. Estoy tan nervioso que ni siquiera me fijo en si está su coche o no.
Aparco en el primer hueco que encuentro. Apoyo la frente en el volante y respiro profundamente para después bajarme de él.
«Venga tú puedes».
Yo puedo.
«Además, el NO ya lo tienes».
Ese último pensamiento instala algo incómodo en mi estómago. No quiero que me diga que no. Quiero —necesito — que me diga que sí. O que por lo menos se lo replantease, lo que sea menos un no.
Como siempre, al dar un ligero golpe a la puerta de la entrada esta se abre sin necesidad de llaves. Me planteo la opción de si coger el ascensor o subir las escaleras. Al final acabo optando por estas últimas porque, aunque estoy reuniendo toda mi valentía para hacer esto, no me vendrían mal un par de minutos de más.
Al llegar al frente de su puerta, vacilo un par de segundos antes de atreverme a tocar. Escucho cómo dos personas se gritan entre sí y no necesito verlos para saber que se tratan de Mar e Iván. Este último es el que me abre la puerta.
—¡Hombre, Enzo! No esperaba verte por aquí —comenta, elevando ligeramente la voz, supongo que para que se entere la pelirroja.
Oigo como pequeños y suaves pasos se hacen más sonoros mientras la dueña de ellos se va acercando. El cabello pelirrojo de Mar la delata, aunque esté «camuflada».
—Sí, mhm... ¿Está Inma? —pregunto acariciando mi nuca, por el nerviosismo que me ha vuelto a invadir.
—No, tío. Ha dicho que no vendría casa, pensé que estaría contigo.
—Conmigo no está —digo, sonriendo.
Aunque creo que me ha salido una mueca un tanto extraña.
Iván se mueve para adelante abruptamente, dando un traspié. Escucho la risa bajita de Mar. Iván se sonroja y carraspea antes de volver a hablar.
—Si quieres puedo mandarle un mensaje —se ofrece y veo como comienza a tantear los bolsillos de su pantalón.
—No te preocupes. Puedo hablar con ella mañana.
—¿Seguro?
Voy a decirle que sí, cuando el nudo en mi garganta se afianza ante el hecho de mentir. Trago saliva y simplemente hago un movimiento de asentimiento con la cabeza. Me despido de ambos antes de volver a bajar las escaleras.
Abro y cierro las manos para después acabar sacudiéndolas y cerrándolas en puños. Muerdo mi labio inferior y gruño por la frustración momentánea. Me pican los ojos por las ganas de llorar repentinas que me invaden. Ahora mismo lo único que quiero hacer es llegar a mi piso, encerrarme en mi habitación y perder mis penas en los acordes musicales de alguna canción.
Al salir del complejo de apartamentos ando hasta llegar a mi coche. Subo a él, pero no arranco. Grito. Con fuerza y hasta sentir que no puedo gritar más. Y vuelvo a hacerlo, grito desahogando el remolino de sentimientos que estoy experimentando.
«¿Qué me estás haciendo, Inma?»
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