¿Y qué podía hacer? Si ella ya no me quería en su vida. No podía obligarla a arrastrarla a este miserable ser, como siempre me repetía. Y no es que "no puedo vivir sin ella", sólo no me queda en claro por qué decidió marcharse con otro hombre. ¿No soy suficiente? ¿Qué soy entonces?

Porque no entiendo, lo juro. He hecho hasta lo imposible por satisfacerla, me he metido en deudas para conseguir el hogar que ahora ella destruyó, me he esforzado por complacer cada gusto que anhelaba. 

Llegué a darle un hijo... si, tres años estuvimos intentándolo, pero cuando sucedió no quiso verme a la cara, me culpaba por sus dolores, por su obesidad. Ahí comencé a ver todo el caos en el que vivíamos, pues ella comía demasiado y dejaba las migajas de todas las bolsitas que abría, ensuciaba el suelo y los muebles con sus dedos grasientos. Cuando se aseaba dejaba pelos por el lavabo, su máquina de depilar estaba oxidada y utilizaba la mía, dejaba sin tapa el dentífrico, a veces su cepillo de dientes terminaba al lado del inodoro por las náuseas que ella sentía por el embarazo.

Dejaba sangre... dejó sangre aquél día, en la tina, justo cerca de donde están las manijas del agua.

Mi vida se desvaneció, había perdido por cuenta propia su bebé. Y tanto que me insistía en que no trajera nada sin su permiso, que debíamos discutir los asuntos juntos... no me permitió decidir con ella.

Se marchó.

Desde entonces, pensar en ello sólo me ha ocasionado arcadas y un fuerte dolor en el pecho.

Pero no por ella... jamás por ella.