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Disfruto de los paisajes que aparecen en el trayecto, mientras en el otro lado de mi asiento se encuentra un joven de escasos 20 años, traía una mochila color azul marino al hombro, se veía terrible con su cara pálida, llevaba puesto una bufanda y un cubre-bocas. En esta época de nieve era muy frecuente que los jóvenes del país cayeran enfermos.
Regrese a mi paisaje, el cual era completado mágicamente por la chica del abrigo rojo. Los rieles del tren estaban blancos, casi en su totalidad, apenas limpiados para poder transitar, las casas parecían estar dormidas bajo esa espesa nieve.
Sentí un golpe en la pantorrilla...era el joven de cara pálida, se había desmayado.
La gente de alrededor socorrió a verlo, entre ellos mi chica.
Por ahora no podía admirarla, saque la cartera del chico para mirar alguna identificación. Más de uno pensó que le iba a robar al pobre chico.
Note que vivía en el mismo edificio que yo, me ofrecí voluntariamente a llevar a Teo de 20 años, a su casa.
Llegamos a mi parada, la chica del abrigo rojo aún permanecía en el vagón, tenía tanta curiosidad por saber donde se bajaba cada día, hasta me daba furia y miedo pensar que en su parada, existía alguien esperándola.
Teo era un estudiante de las últimas fases del instituto, recuerdo con tanta nostalgia esas épocas. Él había caído en fiebre por las duras condiciones del clima y la poco prevención del muchacho, ah juventud, divino tesoro.
En fin, llevé al chico al apartamento de arriba. Su madre angustiada corrió a sostenerlo. Teo recobraba la conciencia. Madre e hijo no sabían como agradecerme.
Me despedí cordialmente, para después dirigirme a cenar y darle su reacción de cariño y comida a Hunt, mi gato gris que se la pasaba recostado al pie de la ventana.
Conforme acabe de ducharme, recosté mi cabeza sobre la almohada, cerrando de golpe los párpados, para ver al tren Edur y a mi chica de abrigo rojo, en el universo de los sueños.
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