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«Diantres, mi jefe de nuevo salió tarde, por ende no pude marcharme hasta que él decidió mover su culo de la silla».
Miro el reloj, son las 8:59 de la noche, no se si lo lograré, estoy a escasos metros de la estación, pero en menos de un minuto llega el tren.
Siento el peso de mi herramienta de trabajo, siento como el lazo de mi cámara va dándome tirones en el cuello por la velocidad a la que voy corriendo.
Estoy tan cerca de la entrada, aceleró el paso, compro a toda máquina mi boleto. Y como me lo he imaginado la vieja locomotora se ha marchado y con ella mi corazón de abrigo rojo.
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