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Llegamos a la sala de velación de Aideen, era un cuarto totalmente oscuro, pensaba que era para esconder las lágrimas de todos quizás. Había bancas de diferentes tamaños alrededor del cuarto y una mesa alargada cubierta por un mantel crema en el fondo, donde se podía observar una cafetera con tazas blancas perfectamente pulidas y charolas llenas de sándwiches y galletas de mantequilla. El ambiente realmente no me gustaría detallar más de la cuenta, simplemente lo resumiré en llantos en cada rincón y los abrazos más cálidos que había visto en mi existencia.

Mis ojos y mi corazón desvanecido hicieron acto de presencia por cerca más de 24 horas en uno de los momentos más duros del ser humano, la muerte, la pérdida de un ser querido. Todo lo que hemos de llevar a la segunda vida o lo que sea que nos espera, no se lleva más que lo vivido, acabas en una caja decorada y tallada pulidamente, te enseña a valorar lo que vives, a que no te esperes el haber si tal vez junto o ahora estoy muy ocupado para realizar dicha cosa, te enseña que la vida es el ahora y nada más. Ese ser convertido en cenizas no tiene ya nada más que los maravillosos momentos que nos regaló a su lado.

Todo había culminado, la gente empezaba a acercarse a dar sus últimas condolencias a la familia Café, palabras como nos unimos en su pena, mis más sinceras condolencias, embriagaban la habitación. Era lo que escuchaba estando sentado con mi bella dama de abrigo rojo, negro en esta ocasión. Arely sujetaba fuerte mi mano mientras dormía un poco sobre mi hombro y yo miraba a la gente marcharse a sus moradas, dejando flores y cartas de aliento para la familia.

Llegó la hora de partir, todo había acabado, la despedida se había hecho como se merecía y solo quedaba continuar adelante, descansar en nuestras casas, pero sin duda todos habíamos cambiado en tan solo una semana, todos teníamos sin importar la relación un hueco allanado en nuestro corazón.

Decidí alargar mi semana de vacaciones un poco más, necesitaba tiempo para reposar en verdad y pasar tiempo con la nueva familia que el Tren Edur había puesto sobre mis vías. Mis rutinas era desayunar con mi amada, dejarla en su negocio para encaminarme a visitar a Tony, charlar con él, sé que podía escucharme pero por el momento no me contestaría, se le lucía durmiendo como un bebé.

Por la noche, llegaba el señor Blanco a reemplazarme, siempre traía planos y cosas de los campos de Uva y Lavanda, insistía en que cuando todo esto acabara teníamos que estar al frente o por lo menos reclamar nuestra parte y venderla si es que no quería saber nada sobre ello. Siempre contestaba, no tener aún ni la cabeza ni corazón para tratar ese asunto y sin más me marchaba.

Visitaba a Luciano cada noche, hacía apoyo moral en su puerta y compañero de tragos por un par de días mientras enderezaba su vida, pero Luciano estaba sumamente perdido, su vida era un tremendo chiquero, no había un segundo de su día en el que no estuviera ebrio o de mal humor, soltando maldiciones por todos lados y aspirando porquería por la nariz. Al principio, lo dejábamos, lo consentía y trataba de estar ahí, pero sentía rabia, rabia que me alcanzó de ver a un amigo así, por lo que en una ocasión no tuve otra elección y le solté un puñetazo directo en la cara a Luciano a penas logré verlo intentando soltar en el puente del parque que daba a un arroyo profundo y con una corriente fugaz. Lo tumbe al sendero de las bicicletas que tenía el parque era un camino de piedra rojiza.

— ¡Estas vivo Carajo!, deja de terminar con tu vida así, no quiero verte igual que ella, guardado en una caja fría y dejándose en el olvido conforme pasa el tiempo, ¡pedazo de mierda! — Volví a darle otro puñetazo en la mejilla izquierda.

— ¡Cállate, joder! — Luciano se paró y me regreso el puñetazo justo en mis labios —, me duele demasiado, crees que no se que mi vida se está yendo por el retrete, es indudable que no puedo enderezar mi vida, que estoy sumido.

— ¿Y piensas que Aideen esto era lo que quería?, ¿qué eres el único que la pasa mal?

— Claro que no, mi madre llora todo el jodido día, Arely tiene una cara demasiado pálida, y tú se ve no pegas el ojo por culpa de Tony, sigues esperando como imbécil a que no se lo lleve la flaca al igual que a mi querida hermana, mientras tienes a un señor canoso rico que te cumple caprichos y espera pacientemente.

Sentía el coraje hervir por mis venas subir a gritos por mi sangre y direccionar de nuevo mi puñetazo a la cara de Luciano, seguido de una tumbada en el suelo de las bicis, de nuevo.

— Pero no vale la vida terminar así, aventarte a un arroyo por favor si quieres un madrazo te doy los que gustes, nada arreglas al contrario dejas desmadre y vaya que no planeo ir a ningún funeral más y mucho menos ver las cenizas de un amigo.

Luciano se quedó mudo y sumido en sus pensamientos, pasó unos cuantos minutos cuando volví a sentir su puño en mis costillas y lágrimas rodar sobre su rostro. Él se empeñaba, aventando puños la suerte, me defendía los esquivaba y daba puñetazos que iban a sentar al cabron. Y fue cuando me agarró del hombro, escupió un poco de sangre que yacían en sus labios y mencionó.

— Gracias estúpido, y si ya he entrado en razón. No vale la pena seguir así, no es manera de seguir.

— Vamos a casa amigo.

Semanas más tarde, mientras dormía un poco a lado de Hunt, sonó el tono del celular. Levanté para mirar la pantalla, donde pude observar las palabras: "señor blanco llamando". Apreté la tecla de apagado de mi celular y volví a colocarlo sobre la mesita chaparra de mi sala para incorporarse en el sillón verde y por dicho acto tirar una manta café con cuadros azul cielo al suelo. Me incline por el control remoto para apagar la televisión que charlaba sin parar a la pared y me encamine a la ducha.

El timbre de la puerta interrumpió mi camino, si el timbre no hubiera sido tan insistente no estuviera agarrando ahora la manija de la puerta.

— ¡Tony despertó! —Arely soltó con una respiración agitada —. Invité a Arely al sillón que acababa de abandonar segundos atrás y dejé que recuperara el aliento.

—Debemos ir al hospital, Tony recobró los sentidos.

Llegando a la habitación, pude vislumbrar a Tony con sus ojos abiertos, llenos de vida. Hacía solo una hora en que había recobrado los sentidos y podido respirar de su cuenta, era un absoluto milagro. Corrí a abrazarlo fuertemente, como aquella vez cuando éramos chicos y siempre salía a mi rescate ante todo, Tony respondió el saludo y me miró, con una sonrisa.

— Ya volví para arreglar tus desmadres hermano.

— Gracias por volver.

Pasamos la tarde, viendo a los médicos felicitarlo por su regreso y esperaban pacientemente más análisis para poder darlo de alta. Pronto la factura se había cobrado.

— Tiene un desvió ligero aquí y aquí — hablaba el doctor mientras señalaba la radiografía —. No quedará paralítico pero si tiene que usar estas muletas especiales para caminar adecuadamente.

— Si es el precio por estar vivo, lo acepto doctor.

— Eres un joven afortunado, si todo marcha de acuerdo al plan el viernes podrás estar en tu hogar.

Ese viernes, Tony lucía radiante, no hablamos aún de lo sucedido, ni las noticias de Aideen o la culminación de los campos Uva y lavanda. Tony con un jean y una camisa tipo polo color roja, miraba por la ventana de su cuarto y sonreía mientras miraba unas golondrinas pasar. Se giró al escuchar los pasos de mis botas de tono camello entrar en la habitación.

— Me alegra verte, quiero charlar algo contigo antes que con nadie —. Mi cuerpo se tensó, Tony me agarró del hombro y me estrujó de una manera suave.

— Dime.

— Dejaré la policía y lo de misiones secretas, el tiempo de reflexión me enseñó realmente que ahora lo que me importa es algo más, y está con nuestros antepasados y en los terrenos no reclamados...

— Pero — lo interrumpí, Tony acto seguido movió la cabeza en señal de negación y lo dejé proseguir.

— La policía simplemente es una etapa que ya concluí y también se lo de Aideen, vino a verme cuando estaba en coma. Tal vez no quisieron comentarlo, pero se todo, fue un sueño en el que ella se apareció y me brindó tanta paz, además de las fuerzas que necesitaba para superar esto, fue como mi ángel. Me guió y me enseñó tanto en tan poco tiempo, que quiero hacerlo y sé que tú lo sabes, Aideen te lo dijo en un susurro al viento.

— Si flaco, lo sé —. Agarré la maleta de Tony y salimos del cuarto, cerrando no solo la puerta, sino un capítulo más, un parteaguas entre el aquí y el ahora.

Regrese el lunes a la oficina como si nada hubiera pasado, como si no tuviera que encarar de cerca la muerte la semana pasada. Todo era absolutamente ordinario, común y en lo que cabe normal después de mi supuesta temporada de vacaciones, todo seguía como siempre, gente corriendo por alcanzar la hora de entrada de la oficina, papeles tirados en los pasillos debido al despiste de los nuevos internos de la empresa, el aire acondicionado descompuesto en el piso 3. Llegue al escritorio de siempre con miles de pilas de papeles con portadas y artículos que revisar, es ahí donde se piensa si la vida se reduce a eso a montones de trabajos para lograr un poco de aventura que puede llevarte a malos y buenos ratos, lo que importa es saber cuándo subir y cuando bajar y sobre todo si es por amor la respuesta siempre es sí, vale la pena todo.

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