46
Abro los ojos, observo las primeras imágenes que llegan a mis retinas, está todo tan luminoso, un túnel lleno de destellos intensos.
Parpadeo un par de veces más, hasta tener una visión sólida, se presenta ante mis ojos un techo blanco, a la izquierda una gran ventana con persianas en azul cielo, agacho la mirada un poco para ver que llevo puesto una bata de hospital, puedo sentir mi culo desnudo, tengo colocado un brazalete con mi nombre en la mano izquierda, unas sábanas tan suaves como la seda de color blanco cobijan mi cuerpo.
Sigo recorriendo la habitación con la mirada, hasta que me paro sorpresivamente en el sillón color vino de la esquina y patas de madera, en él dormía mi bella dama de abrigo rojo, pero sin él seguía luciendo igual de bella con su piel tan blanca como la nieve. Tenía todo un aspecto desarreglado, unas ojeras pronunciadas, una blusa de algodón en negro de mangas largas, con tres botones dorados en los hombros, seguido de un pantalón de mezclilla oscuro, unos tennis blancos y un chongo mal colocado...era claro que había pasado algunas noches en vela, pero sin duda seguía siendo la más hermosa chica ante mis ojos. Acto seguido bostezo y se incorporó del sillón, pasando su mano sobre la comisura de sus labios para limpiar sus babas, no pude evitar reír, ella volteo sorprendida a verme.
— Hola guapa — mencioné con una sonrisa.
— ¡Bruno! — saltó a abrazarme como oso de peluche — ¿Cómo te sientes?, ¿te duele algo?, ¿llamó a la enfermera?
— Tranquila, me encuentro bien solo un poco adormilado pero es todo.
Arely soltó en llanto, estaba ahí agarrada a mí, con su cara escondida en mi tórax. No sé con exactitud cuánto tiempo pasó, solo dejé que Arely sacará todo lo que llevaba dentro, que se vaciará para volver a completarla con caricias, mimos y recuerdos gratos. Acariciaba su pelo caramelo suavemente, mientras susurraba todo va a estar bien, lo decía y pensaba esas palabras siempre me han parecido como tratar de impedir tapar el sol con un dedo, pero en ese momento sabía que las cosas volverían a su curso, que sin duda haría feliz a Arely. Espere a que terminara de llorar para levantar su cara, limpie con mi pulgar las lágrimas que quedaban y con esfuerzo físico me acerque hacia sus labios para besarla.
— ¿Te sientes mejor? — le aparté un mechón de cabello, que se había pegado a su cara.
— Si, gracias, han sido una mezcla de emociones intensas, estas últimas semanas — me quedé pensativo.
— ¿Cuánto tiempo estuve dormido?, ¿no me dirás que fue hace más de un mes y me perdí la final de mis queridos Layers, cierto?
Arely se regocijó, mi mal intento de chiste pudo enseñar una de las sonrisas más bonitas y tiernas que he visto en mi existencia, y miren que soy fotógrafo.
— Solo fueron tres días, pero ¡nos has dado un susto tremendo!
— Lo siento, pero en fin me alegra que todo haya terminado, aunque no estoy muy seguro de cómo fue, todo en mi mente está nublado.
— Bueno...
— ¿Bueno? — mi corazón latía, no podía creer que la pesadilla aún no terminaba.
— El señor Blanco quiere hablar contigo, ya me lo ha explicado anteriormente.
— ¿Sobre qué cosa? — pronuncié de mala gana y en un tono de voz mayor.
— Sobre la aventura que iniciaste, el baúl, las pistas, el tren Edur, él tiene la respuesta, el significado — la miré perplejo.
— Perdona no entiendo.
Arely me agarró la mano y me miró con ternura, pude notar el brillo de sus ojos verdes que con su sexy cabellera en tono caramelo, eran tan sutiles para mí. Soltó un suspiro profundo.
— Bruno, ¿qué sabes de tu tío abuelo y de tu abuelo, los Romagnoli?
— ¿A qué viene esto?
Fruncí el ceño. No sabía si era el efecto de los analgesicos del hospital o el suceso que he vivido, pero realmente me sentía como sordo e ignorante ante sus respuestas o preguntas.
— Solo responde.
— Stefano Romagnoli es mi tío abuelo, fue trabajador del Tren Edur y mi abuelo... bueno fue un malagradecido que abandonó a mi abuela y a mi padre cuando él solo tenía 10 años.
— Pero aún así te nombro heredero y ha pasado algún tiempo sin que la reclames...
— Para, para — la interrumpí —. ¿De qué estás hablando?
— El señor del porte elegante en los campos de Uva y Lavanda, solo esperaba a que se cumplierá la última palabra del señor Romagnoli y eres tú Bruno, el dueño por decreto testamentario de una pequeña parte de los viñedos.
— Lo siento, esto no tiene ningún sentido para mí — expresé pausadamente mientras me ponía el pantalón de mezclilla a empujones, me quitaba el suero y salía lejos de ahí.
Corrí a toda velocidad, las enfermeras me observaban mientras pasaba entre ellas, esperando no tirarles sus charolas con jeringas o trapos sucios que llevaban, me detuve justo al final del pasillo en el barandal de las escaleras. Pensé que Arely me seguiría pero no, la verdad es que me encontraba solo en una bata de hospital y unos jeans mal colocados.
Suspire y pase mi mano sobre mi pelo negro, estaba realmente frustrado y cansado de esto. Mi pensamientos eran todo un laberinto sobre mi cabeza, el hecho de que mi abuelo me haya dejado una herencia, si puede que enorme, pero realmente no me interesa. Solo quería despertar y besar a la chica, y tener una cita decente, volver todo a la normalidad, pero hey siempre llega la vida y te dice: ¡No, así no, toma cachetada por idiota!
Me acerque a la máquina expendedora y saqué unas monedas de mi pantalón, apreté los números para que me diera un refrescante té helado, me agache a recogerlo, mientras sonaba el chillido de algún ave que pasaba cerca de la ventana que se localizaba en las escaleras. Me recargue nuevamente sobre el barandal, sosteniendo la botella verde de té helado en mi mano izquierda y metiendo la derecha sobre el bolsillo de mi jean.
Recordaba en mi mente toda la aventura, las llamas aún vivas sobre Vivian, la incógnita de cómo estará Tony y los demás. Me sentía más estresado que cuando estaba por entregar alguna portada a la Editorial Pegaso. Volví a pasarme mis manos sobre mi cara, aplastando con los dedos mis pómulos, cerca del ojo, ocasionando pliegues sobre mi cara y llevándome el dedo meñique a mi boca para morderlo ante la desesperación y frustración de no saber qué hacer. La brisa que se colaba por la ventana de las escaleras, me apaciguaba un poco.
— Veo que ha despertado — una voz ronca, me sacó del encuentro entre mis dedos y mi cara de forma desquiciada. Volteé hacia el sonido de tal voz, una figura de porte elegante, me brindó una cálida sonrisa.
— Si, supongo he salido con vida de esta.
— Pero señor Romagnoli, no lo tome a la ligera, usted fue muy afortunado, no como su primo o su amiga por ejemplo —. Escuchar musitar esas palabras de su boca "no como su primo o su amiga", fue un gancho para mí, saber de Tony y Aideen fue un golpe directo al estómago.
— ¡¿Dónde está Tony?!, ¡¿qué le ha pasado a Aideen?! — Comencé a decir frenéticamente, mi cabeza estallaba.
— ¿Qué no le han dicho ya?... — hizo una pequeña pausa — Oh, ya veo supongo que se alteraría de esta manera.
— ¿Usted cree? — estaba cansado de esperar, de ser amable y paciente, por lo que agarre esa camisa blanca perfectamente planchada y lo miré a esos ojos oscuros y turbios —. ¿Que carajos, pasó con ellos?
— Le pido que me suelte... solo así podré llevarlo hasta donde se encuentra su primo y su amiga.
Solté aquel cuello blanco reluciente, el cual el señor Blanco se sacudió vigorosamente y bajó las feas escaleras, cuyos escalones estaban compuestos de un azulejo color hueso con pequeños triángulos mal colocados en un diferentes tonos de negro. Seguí al señor Blanco, conduciendome a bajar tres pisos, caminando por aquel largo pasillo con paredes totalmente blancas y una que otra ventana tapada con cortinas delgadas de color azul cielo.
Mis pisadas eran bruscas y aceleradas sobre aquel piso verde pistache, en cambio el señor Blanco aunque en su cara se podía notar cierto enfado, caminaba aún con su porte elegante que lo caracterizaba. Sin más, cuando habían recorrido más de la mitad del pasillo, se detuvo ante una habitación idéntica a la que anteriormente había estado. El señor blanco me hizo seña que pasará y sin más se quedo detras mio.
Entré hasta los aposentos del paciente. Lo ví ahí postrado en la cama, un cuerpo casi sin vida, conectado a un montón de aparatos. Me imagine por un segundo las situaciones más duras y difíciles de mi vida, cómo afrontar el divorcio de mis padres, llevar la enfermedad de demencia senil de mi abuela, la muerte de los padres de Tony, y sin olvidar la consumación de Vivian entre las llamas. Todos esos momentos que me han marcado, pasaron sobre mis ojos azul oscuro, como una película viva y latente.El señor blanco se aclaró la garganta y musito.
— Tony Romagnoli ha estado en coma desde el suceso.
— Pero, ¿qué fue lo que pasó?...¡esa bastarda infeliz! — cerré mis puños de golpe.
— Tony y sus amigos que se enfrentaron a Vivian en los campos de Uva y Lavanda, no pudieron detenerla, pero eso lo sabe usted muy bien.
— Entonces dígame porque... — tome un respiro — ¡porque carajos está postrado en una cama de hospital con respiradores! — grité con todas mis fuerzas, como si pudiera sacar todo mi coraje, mi furia a través de la boca.
Una enfermera inmediatamente vino al cuarto de Tony. La enfermera checó no se que diantres en esos aparatitos que al parecer mantenía vivo a Tony, acto seguido se retiró, pero no sin antes darnos una advertencia de que nos encontrábamos en un hospital y no en una guardería. El señor Blanco, asintió con una sonrisa amable y pidió disculpas.
— Le diré todo, acompañeme el jardín exclusivo para pacientes tiene una gran área para conversar y gritar todo lo que quiera. Vamos, que el tiempo como lo ve, es oro.
Efectivamente el hospital, contaba con un área privada especial para pacientes y sus familiares. Era una sencilla área verde, con bancas de maderas por todos lados y flores de todos los colores y tamaños. El acceso a tan singular lugar, era a través del piso subterráneo, pasando la sala de emergencia. A la entrada se hallaba un guardia de seguridad que pedía a todos las credenciales que te daban al internarse en este hospital o tener algún pariente interno. Era una zona de relajamiento, donde podías contemplar la naturaleza y absorber unos cuantos rayos de luz solar, no existía techo alguno, pero si puede ver como estaba protegida por muros gigantescos de color azul marino.
El señor Blanco mostró dos credencial, una de ellas llevaba mi nombre para que el guardia nos dejará pasar. Totalmente increíble que tan a escasos pasos de la área más caótica de un hospital como es urgencias, se encontrará un bello lugar como este. El señor Blanco se encaminó a la parte del fondo, la más alejada del jardín donde eran casi nulas las personas paseando o charlando, tomó asiento en una banca de madera y con una palmada a lado suyo me invitó a sentarme. Me senté al otro extremo de la banca, incline un poco mi cabeza hacia atrás, para después visualizar una mariposa con alas anaranjadas que pasó muy cerca de mí.
— Me pregunto antes qué había pasado, bien le diré lo poco que conozco y me disculpo de antemano si mi información no llena todo su mar de dudas que yacen en su cabeza, señor Romagnoli.
— Continue... no olvide ningún detalle.
— Sabe ya por Emilio que todos sus parientes, su tío abuelo Romagnoli, el abuelo de sus amigos Café y el de su chica Bocardí, eran los empleados del Tren Edur.
— Si esa parte ya me ha sido aclarada, al igual que el pasado entre Fabbro, Bocardí y Tedesco.
— Claro y no olvide aunque no estuvo desde el inicio, pero también se incorporó a la especie de pandilla justo cuando todo cambió, Daniel Romagnoli
— ¿Mi abuelo? —. Los secretos, las confusiones eran maremotos en mi cabeza, de manera constante.
— Sí, después de que su abuelo se quedará sordo a causa de un accidente laboral y fuera despedido injustamente, su hermano Stefano le ofreció trabajo con él en la locomotora blanca, lavando el Tren Edur todas las noches, después de su última parada. La paga no era mucha, pero era lo necesario para la mantención de sus dos hijos, tu padre y tu tío.
— Se equivoca, mi abuelo abandonó a mi abuela cuando mi padre tenía 10 años.
— Le puedo asegurar que no le contaron toda la versión. Si, es verdad que ya no quería a tu abuela, se casó con ella por la presión social, pero nunca dejó de amar a sus hijos. A ellos no los abandonó, Daniel siempre mes con mes le mandaba dinero a su exesposa para la alimentación, calzado, medicina, educación de tu padre y tu tío.
— Bueno eso no me explica nada, además ¿cómo sabe usted todo esto?, ¿quién es usted? — El señor blanco sonrió.
— Yo soy el hijo del hermano menor de Julio Bocardí, es decir en palabras sencillas, el tío de quien veo está usted enamorado —. No pude evitar sonrojarme.
— ¿Y porque señor blanco?, ¿porque Arely no lo reconoció?
— Bueno siempre fuí llamado blanco desde niño debido a mi piel y si no le importa no le dire mi nombre verdadero, me gusta agregar notas de suspenso. Y en cuanto a Arely a pesar de ser su tío, no me conoce, verá nunca fuí tan apegado a la familia.
Las canas del señor Blanco se transparentaban con los rayos solares que caían sobre su cabeza; su mirada estaba posada en aquellas flores rosadas que teníamos a muy pocos centímetros de la banca. Las flores desprendían un olor muy agradable, el señor Blanco metió la mano en el forro de su chamarra café y sacó una carta demasiada doblada y con rastros de caligrafía.
— Tenga, leala. Puede ser la pieza que aún le falta comprender del pasado. No se preocupe seguiré aquí después de que termine.
Desdobló la carta con cuidado, encontrándome con una caligrafía impecable, muy similar a la mía sobre unas hojas ya amarillentas y con algunos manchones por el paso de los años, comienzo a leer.
Mayo de 1987
Si esta carta está en tu poder, quiere decir que he muerto y el pasado, nuestros errores aún los siguen atormentando. Estaré ahora sordo, pero nunca fui ciego, ni mudo para ocultar las cosas y admito que contarla en este espacio es mi desahogo, aunque fue muy cobarde callarla todo este tiempo. Todo comenzó cuando trabajé en esa locomotora blanca, acepté la oferta de mi hermano porque estaba desesperado por dinero, a pesar de ya no tener una esposa porque simplemente no la amaba, tenía hijos que mantener y responsabilidades. Por ello lavar el tren desde la punta a la cola, lo hacía sin ningún reproche. Pero todo cambió en aquel invierno cuando nos enteramos que la señorita Brissa Tedesco estaba embarazada de Fabbro. Ellos planeaban escapar, ya que seguramente en cuanto se enterara el padre de Brissa, iban a rodar pellejos; además de que Tedesco y Fabro estaban muy enamorados, cosa que con el dolor de un corazón partido Romagnoli acepto, estaba de acuerdo en que ellos se fueran por el bien de sus vidas, antes de que el patrón Gastón Edur y su proveedor de carbón Adolfo Tedesco se enteraran.
Pero lamentablemente no fue... fueron atrapados. Aquel día terminando la jornada, mientras yo me apuraba a limpiar el tren Edur, vi como siempre a mi hermano y sus compañeros de trabajo reunidos y al parecer despidiendo a Tedesco y Fabbro; realmente no me interesaba mucho, solo pedía terminar para ir a casa. Me concentraba en dejar reluciente la locomotora blanca, para que no ocasionara algún regaño, todo pasaba con normalidad. Al terminar, fui a ver a mi hermano donde siempre me esperaba con sus amigos, por desgracia o fortuna, no podía escuchar nada. Me encaminaba hasta el lugar, estaba por llegar, cuando vi pasar al mismísimo Gastón Edur y Adolfo Tedesco, seguido de muchos hombres fornidos, me escondí entre un montón de cajas.
Llegaron hasta donde yacía mi hermano con sus amigos, se llevaron tajantemente a Brissa, a un lugar que hasta la fecha desconozco. Y comenzaron a patear y golpear a Fabbro, claramente mi hermano y Café se abalanzaron a ellos, a defensa de su amigo.
Pero fueron interceptados por un par de hombres más, en su defensa me metí, empecé a dar patadas, pedradas y puñetazos, eran demasiados hombres... nunca llegamos a Fabro. Al terminar la pelea, Fabro estaba tumbado sobre el asfalto, sin vida, ellos lo habían matado.
Tan solo recordarlo, se me retuerce el estomago y siento pus en la garganta. Gastón Edur y Adolfo Tedesco, satisfechos de ver muerto el hombre quien había mantenido un romance con Brissa, ahora solo tenía que deshacerse de los mirones, es decir de nosotros. Pensamos que nos matarían, pero no fue así, la razón, sinceramente no lo sé, tan solo nos hicieron desaparecer, nos exiliaron del pueblo, dejándonos a cambio por nuestro servicio y silencio tierras enormes, los viñedos de Uva y Lavanda y era bajo nuestra propia tumba si hablábamos de lo que pasó.
No podíamos ir con la policía, era imposible en esos tiempos no teníamos ni la reputación, ni mucho menos el dinero para tumbar a dos grandes millonarios del pueblo y sobre todo responsables de demasiados empleos. Era una apuesta, donde la única salida era callarnos. Nuestro exilio duró casi diez años, nuestras familias pensaron que las habíamos abandonado por algún sueño tonto u otras mujeres. Estábamos atemorizados, sin saber qué hacer.
Al regresar al pueblo, sin saberlo se nos fue contactado que los viñedos Uva y Lavando siguen y seguirán siendo nuestros, podemos pasarlos de generación en generación, pero para mí esa tierra solo me recordaba a los asesinos impunes y el desprecio sobre nosotros. Jamás pise aquellas tierras, ni siquiera una uña. Más que una bendición es una maldición. Así que solo puedo ahora, en mis últimos alientos, anexar el cacho de las tierras que me corresponde por mi silencio absurdo y mi exilio, agregó esta tierra virgen a mi testamento a mis dos hijos y nietos Romagnoli, esperando que ellos puedan comprender y hacer lo más sabio con ello.
Todo mi cariño Daniel Romagnoli
— Vaya, estoy sin palabras.
— Esta carta un día apareció en mi buzón mientras yo estaba de viaje no supe quien la entregó, ni cuando... pero comprendí en cuanto leí y el testamento que habían adjuntado a la carta. Y debía dirigirme a los dichos campos y contactar a las demás partes, pero nunca me imaginé de la psicópata.
El cielo daba avisos de acercarse la noche en cualquier momento, se contemplaban tonos anaranjados y violetas sobre nosotros. Aún se escuchaba a las risas de algunos pequeños internados que jugaban inocentemente sobre el jardín, con sus padres. El señor Blanco, aclaró su garganta.
— Ahora que ya explique el pasado, el presente lo que ha sucedido con Tony y sus amigos. Le diré sencillamente lo que pasó.
Me limité a asentir con la cabeza, aun no recuperaba el habla después de aquella carta. El señor Blanco continuó.
— Mis hombres, los que se encargan de cuidar y vigilar todo el campo de Uva y Lavanda, me avisaron sobre su llegada, asegurando que una psicópata estaba tras de ellos, pero que no se encontraban seguros. Inmediatamente mandé a que los buscarán, salí al jardín y fue cuando lo ví, no sabía muy bien quien era hasta que encajo perfectamente la pieza en la estatua.
— ¿Y porque está en la cama postrado, si mando a sus hombres?
— Llegamos tarde, como recordará esa psicópata puedo alcanzarlo, a usted con una rapidez insaciable, cuando yo me crucé con ustedes.
Pude sentir como los rayos solares se impactaron directo con mi piel, demasiada pálida, inyectando la vitamina D que tanta falta le hacía, esa vitamina que a pesar de que tanto te recomienden no exponerte al sol o usar mucho bloqueador, a veces es necesario la luz solar para incrementará el calcio en nuestros huesos, favorecer la optimización del depósito mineral óseo en el esqueleto. Repasaba en mi mente toda la información que me había dado, no tenía duda de que fuera un invento o una mentira, mi sexto sentido me lo decía. Esto era toda la explicación, la pieza faltante al rompecabeza del Tren Edur.
—Pero si tan solo...
— Cuando llegaron mis hombres, los tres estaban inconscientes sobre el bosque —, el señor Blanco me interrumpió — inmediatamente fueron llevados a una atención médica al igual que usted que afortunadamente logramos encontrarlo antes de que las llamas lo hicieran historia.
— Entonces, ¿no sabe qué les ocurrió?
— Cuando llegamos al hospital, a Arely Bocardí y a mí se nos fue informado que todos los pacientes ingresados se encontraban en situaciones críticas y con diferentes daños.
— ¿Qué tipo de daños? — pregunté con temor.
— Usted se hallaba con algunas quemaduras sobre su hombro izquierdo y debido al impacto y un periodo de poco oxígeno estuvo inconsciente por una semana y días.
— ¿Y Tony?
— Tony, además del disparo en la pierna derecha se cree que llevo una lesión demasiado fuerte en la cabeza, lo cual provocó su estado de coma, de la misma manera que Aideen y desde su ingreso hasta ahora que usted despierta no ha habido ningún progreso significativo. Mientras que por otro lado, ese chico, ah si Luciano ahora sólo tiene una fractura de brazo y se encuentra al pie de la cama de su hermana.
Me quedé mudo, pensativo observando los últimos rayos de luz solar, sintiendo la fresca brisa. No nevaba, pero aún así estaba latente como siempre en mi pueblo querido, el invierno. El señor Blanco también quedó contemplando a los demás pacientes que aún rondaban por ahí. Todo era calmado, las respuestas que tanto buscaba me habían llegado, pero no estaba en la mejor situación de mi vida. Volte a lado izquierdo en dirección a la puerta de entrada al jardín, y pude ver esa silueta, imperdible, esos labios rosados, esos mechones caramelo suelto enmarcando a los ojos verdes, mi bella dama de abrigo rojo, llegó hasta donde nos encontrábamos.
— Tiene que subir — mencionó de manera acelerada —, es Aideen.
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