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Corrimos lo más rápido posible, al fondo se podía disuadir la silueta de Emilio y a su lado una linterna algo vieja y oxidada de color verde que alumbraba el camino, tenía la forma cilíndrica, los bordes de metal color verde oscuros y el centro era de vidrio con un pequeño aparato de gasolina que producía una llama en su interior para alumbrar. Las horas pasaban volando, los campos de viñedos Uva y Lavanda eran ya tan espesos y turbios como una nube negra en el cielo. Por su lectura corporal deduje que se encontraba impaciente, a la espera de que este día de una vez por todas tuviera un final.
Llegamos hasta él, a esta distancia los ruidos de disparos y gritos sofocantes de Vivían, que estoy seguro me perseguirán por años en mis más profundas pesadillas, eran ya cosa del pasado. Solo se escuchaba el movimiento de las hojas caídas que eran levantadas del suelo por el viento nocturno y uno que otro insecto grillar; era una tranquilidad absoluta.
— ¿Oh muchachos que bueno que pudieron llegar hasta acá, pero... ¿y Aideen y los otros?
Emilio se esforzaba por ver a través de mi hombro, esperando que vinieran más atrás. Nuestros corazones agitados entre miradas angustiadas se cruzaron, en un lamento bajo la noche.
— Me temo que el golpe que diste anteriormente, no detuvo a Vivían — musito en voz baja y con la mirada agachada Arely.
— Ya veo.
Nos quedamos un rato en silencio, la nieve tenía horas de haber terminado de caer, es verdad no sabíamos qué estaba pasando entre nuestros amigos, aunque no era más de una semana de habernos conocidos, ellos son al menos para mí de esas personas que en un par de horas te había demostrado lo que otros no habían logrado en años.
— Aideen menciona que habían encontrado lo del mapa.
— Si sobre eso...
Emilio se hizo a un lado y tomó la linterna verde para alumbrar la parte de atrás, dejando al descubierto una estatua del viejo Tren Edur. La figura de piedra en forma de tren estaba cubierta en gran parte por musgo con nieve y basura de hojas, típico de este entorno. No sabía con exactitud si con el mapa querían que se viera este lugar, pero estaba seguro que era el lugar indicado, el lugar donde debía de estar la X marcada sobre el mapa.
— ¿Una estatua?
Al parecer Arely no lograba hilar los cabos, para ella estábamos parados en la misma situación que cuando entramos a los campos Uva y Lavanda. Solté su mano y me puse más cerca de la estatua, le di una sacudida deshaciéndome de las hojas secas y la nieve que se posaba sobre ella. Lo limpie lo más que pude y sobre el caboose pude notar que le faltaba una parte, tenía la forma de un timón.
— Al parecer no es una simple estatua — dije mientras sacaba de mi bolsillo el timón de madera y lo colocaba con gran presión sobre la estatua.
— Como mandado a hacer — verbaliza con gran euforia Emilio a mis espaldas.
Pero era todo, si la pieza había encajado a la perfección pero no tuvo ningún efecto, solo fue como terminar de armar un rompecabezas, no se abrió ningún pasadizo secreto o dejó ver una puerta oculta , ni mucho menos cimbró el suelo.
— Es raro — me llevé la mano a la barbilla.
— Permítanme explicarles.
La voz salió de la penumbra, un señor canoso pero con un porte de gran elegancia, alrededor de unos 50 años, llevaba puesta una gabardina larga color gris claro y un paraguas azul que lo cubría de los copos de nieve.
— ¿Quién es usted? — vocifere, poniéndome enfrente de Arely a modo de protección.
— Vera joven, llevó mucho tiempo esperando a que alguien como usted coloque la pieza faltante en esa estatua.
El señor de porte elegante se veía totalmente calmado, su figura estaba llena de gracia y buenos modales, muy propio de sí. Se veía claramente que no tenía ninguna intención de poner nuestra vida en peligro.
— ¿Alguien como yo?, ¿no entiendo?, ¿cómo sabe que estaríamos aquí y... la estatua?, ¿quién es usted? — Lo miré perplejo.
— Pueden llamarme el señor Blanco y descuiden les diré con todo detalle la situación, es mi deber...pero este no es el sitio apropiado, acompañenme por favor.
— Mire, no iremos a ningún lado con usted.
— Además qué significa eso de que lleva mucho tiempo esperando a que colocaran ese timón — me completó Arely.
— Entiendo su preocupación señor Romagnoli, señorita Bocardí pero creo según sé, no soy su enemigo, ese papel ya está tomado por la maniática que viene a lo lejos.
Miramos hacia la penumbra que habíamos dejado atrás, la figura de Vivían se acercaba ante nosotros. Lucía furiosa y peor aún solitaria sin ningún rastro de Aideen, Tonny o Luciano.
— Por favor síganme, como verán tenemos muy poco tiempo —. El señor Blanco se encaminó a lo lejos, intentaba sacarnos del sendero, en dirección a los campos de lavanda.
Era ahora o nunca, Arely lo presentía pero tenía que confiar en las pocas personas que quedaban a mi alrededor. Con mis manos frías agarre su bello rostro, blanco como la nieve, sus mejillas y sus labios estaban tan rosados como la primera vez que la ví; una lágrima se le escurrío por su rostro, la limpie con mi pulgar y la besé.
Sus labios tibios se fundían con los míos, irradiaba un calor profundo, por un momento fuimos uno mismo, sus cálidas notas bocales atravesaban las mías. Tuve que despegarme, voltee a ver a Emilio y le comente al oído: llevatela y cuidala, prometemelo. Emilio asintió con la cabeza, y cargo a Arely quien pataleaba y lloraba como niña pequeña mientras se dirigían a un sitios seguro con el señor Blanco, estaba seguro, era la única alternativa que tenía en estos momentos.
Vivían llegaba a nuestro punto de encuentro, esta vez éramos nosotros dos, el cazador y la liebre, justo como ella quería, solo que aún no descubre que yo era capaz de convertirme en el lobo feroz del cuento por defender a quienes amaba.
— Vaya, vaya por fin te dignas a enfrentarme — Vivían estaba mal herida debido a heridas de bala, pero aún en pie
— No es eso lo que querías, para que hacerte esperar más.
— Tienes razón, aunque admito que tus amigos fueron un buen entrepie, pero insuficientes.
— ¡¡¡Cierra la boca!!! — grite.
— Oh perdón, te lastime, tal vez no debería matarte aún y dejar que veas como destrozó a Bocardí enfrente de tus ojos para que sea un dolor masivo.
Vivían se pasó la lengua por sus labios rotos, saborean casi el sabor de su victoria. El coraje al escucharla me hervía la sangre, sentía como toda mi circulación intravenosa burbujeaba como lo hace el lava demasiado caliente. Esta noche estaba dispuesto a todo.
Saqué de mi cintura el arma que Tony me había dado mientras nos escondíamos entre los árboles anteriormente, antes de que apareciera Aideen con Luciano, no quería tomarla pero estaba seguro que la necesitaría más tarde, y bueno el momento llegó.
Agradecía profundamente que mi tío cuando tenía 14 años me había enseñado a disparar, aunque en aquella ocasión era un par de patos que pasaban volando y mi vida no pendía de un hilo diminuto. Saqué el arma y la pose en mi arma, a Vivían parecía no inmutarse, me miraba fijamente. El viento de esa noche me calaba los huesos. Acto seguido Vivían corrió ante mí, con una espada...¿una espada?, al parecer se había acabado con su pistola haya atrás, pero estaba llena de una caja de sorpresas.
— ¿Qué, se te acabaron las balas o me darás una clase de espadachines? — le sonreí.
— Muchacho estúpido, solo necesito mis manos para acabar contigo.
— Pues acabemos con esto.
Vivían se encaminó hasta mí, su espada me enfundo por el lado izquierdo, tuve que rodar hacia un lado del camino. La espada era extremadamente filosa, rozó mi chaqueta rasgándose. Todavía sobre el suelo y con Vivían a escasos metros de mi disparé, ella como vil gato realizó una vuelta de carro hacia atrás, terminando trepada sobre un árbol escuálido y sin ningún rasguño.
— Ves Romagnoli, como solo necesito mis manos para acabar contigo.
— No cantes victoria aún.
Me arrastré al arbusto cercano, la noche era una ventaja sobre mí podía ser una buen arma de camuflaje. Mientras Vivían colgada sobre el árbol veía al horizonte para encontrarme, observe por el compartimiento de la pistola, solo dos balas más me quedaban, solo dos balas definirían esto, que me parta un rayo ahora...un rayo, fuego eso es, tenía que tenderle una trampa a Vivían y enterrarla en todo un anillo de fuego, como si eso fuera posible rodeado de nieve.
Mire de nuevo al arbusto donde Vivían se había trepado como lince. Maldición, se había movido, ahora era la oscuridad en mi contra ninguno de los dos sabíamos donde se localizaba nuestro oponente. Voltee a mi alrededor, solo un montón de nieve y arbustos secos iluminaban mi paisaje. Pensaba: "es posible que pueda encender un trozo de madera seca con algo de fricción, ¿pero será lo suficiente ocasionar un incendio?, tenía que intentarlo.
Me paré del suelo y con la pistola en punta recolectaba pequeños trozos de madera. Vivían lanzó su espada a toda velocidad, de no ser de haberme agachado por un trozo de madera más, mi cabeza hubiera sido desprendida de mi cuerpo.
Vivían se encaminaba a recoger su espada, al parecer solo se encontraba jugando a atinale a la oscuridad y matarás al cobarde de Romagnoli, era lo que ella tarareaba. Me puse detrás del árbol con la frente sudada y los nervios de punta, con la pistola en la mira de su objetivo. Espere a que Vivían se acercará a recoger su espada. Justo cuando estaba tomando el mango de su espada atorada sobre la madera del árbol, le disparé, corrí lo más lejos que pude en dirección a los campos de lavanda.
— ¡Infeliz! — pude escuchar el reclamo de Vivían, junto con un gran gruñido de dolor.
Llegué hasta donde estaba la estatua del Tren Edur, pude ver tirada en la esquina la linterna verde. Era mi oportunidad para acabar con ella de una vez por todas, esa linterna antigua verde, su combustible, sería mi llama que iniciará el encierro de fuego para Vivían.
— Ven, vamos que... ¿ahora tienes miedo Vivían?
Mi puntería no era del todo mala, pero no logre detenerla con mi disparo. Vivían caminaba con la pierna ensangrentada, joder esta mujer tenía un agujero recién abierto en la pantorrilla y no se detenía. Tome la linterna verde, estaba a un pie de la estatua del Tren Edur, pude notar que entre la estatua estaba pegada a los arbustos de lado izquierdo y del derecho varios árboles demasiados altos aparecían; de manera que solo había un estrecho hueco entre la estatua y los árboles, el lugar perfecto para mi circulo de fuego.
Tenía suerte de que Vivían ahora caminaba muy lento, sino ya hubiera sido comidilla para tiburones. Me quite mi zapato y lo deje a la vista en el hueco, junto con mi pistola; haciendo la finta de que me encontraba en ese lugar esperándola. Rompí con la mano la cobertura de vidrio que tenía en el centro la cilíndrica linterna verde para poder vaciar el contenido de la gasolina sobre los pedazos de madera que había recolectado, también deje un rastro de gasolina en mi camino, desde la estatua del Tren Edur hasta escaso cinco metros de mi. Vivían se localizaba cerca de la estatua del Tren Edur, con su espada sobre la mano lista para atravesar mi garganta debía actuar rápido.
Espere que Vivían se encontrará en el pequeño espacio entre los árboles y la estatua del Tren Edur. Empape los trozos de madera seca de la gasolina y los lance hacia Vivían, exceptuando uno. Para el último guarde o mejor, fue la cereza del pastel, saque de mi bolsillo el zipper que cargaba siempre conmigo, como recuerdo de mi padre y prendí el trozo de madera. Una llama viva e intensa empezó a inundar el trozo de madera.
— Va por ustedes muchachos — susurre, contemplando el trozo de madera en llamas.
Lo arrojé hacia el diminuto espacio donde Vivían miraba mi pistola y pateaba mi zapato. Me pareció oír la madera cayendo sobre el pasto y rápidamente por la influencia de la gasolina que había alrededor se convirtió en un espectáculo de llamas, teniendo a Vivían como prisionera. Las llamas rápidamente se avivaron y se alargaron, ni siquiera la nieve que estaba sobre el suelo pudo detener el incendio. Un estruendo se escuchó y con ello, los árboles de alrededor empezaron a caer rápidamente, el humo se esparcía por todo el lugar, sofocando mis pulmones, corrí hasta donde pude y me tiré al suelo.
Ahí sobre el suelo, mi cachete sobre lo que quedaba de nieve, noté un escalofrío recorrerme, el fuego avivarse. Me encontraba solo, todos se habían ido, la despreciable de Vivían, Aideen, Luciano, Tony, Emilio, el señor Blanco, mi bella dama de abrigo rojo, todo se los había tragado la oscuridad, esperaba que ella se encontrará bien, todo se había acabado o más bien... ¿era yo quién había abandonado al mundo?
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