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Nuevamente neva, las gotas blancas invaden el pavimento.
Voy cubierto de ellas, empapan toda mi chamarra acolchonada.
Llegó a la estación, rogando no haber perdido el tren Edur.
Subo rápidamente; las puertas se cierran justo detrás de mí, así que temo que mi gafete se quede atascado entre ellas. Si vaya que he salido de prisa, como para dejarme el gafete puesto. Lo enredo y lo echo en mi maletín.
El tren se encuentra atascado, pero puedo ver al fondo, en los primeros vagones el abrigo rojo de tan encantadora dama.
Mi alma respira de nuevo.
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