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Nos convergemos en la vieja locomotora blanca, el frío de esta mañana era de los más duros que habíamos tenido en este mes. La cara, la mandíbula, las articulaciones las tenía entumecidas.
El tren Edur que tomamos inicialmente desde la plataforma 6 desde la casa del abuelo de Aideen, nos mostraba un paisaje de fantasía, una aurora boreal se había dibujado en el cielo, se apreciaba tan clara a través de esas ventanas medios escarchadas del vagón donde nos encontrábamos.
Por el pasillo pasaron corriendo dos niños de aproximadamente diez años, quienes jugaban con sus coches miniatura de juguete y una especie de juego secreto entre ellos, donde creo consistía en encontrar lo más rápido posible algún objeto de la forma que uno de los niños decía.
Sus risas contagiaron a todos a bordo, me remontaba a mi infancia y pensaba cómo carajos fue que perdimos esto, reír sin preocupación alguna, sin duda lo que más lamenta el ser humano es haber perdido su infancia, a veces sin darse cuenta otras demasiado pronto.
Al menos me alegraba volver a ver a niños jugando sanamente, como antes y no lavándole el cerebro durante horas frente a un aparato del tamaño casi de mi billetera. Digo es una herramienta maravillosa pero no una extensión más de tu cuerpo.
— Y... ¿Cuál es el plan? — mencionó Luciano mientras metía más las manos a las bolsillas de su pantalón, era evidente que el frío se estaba divirtiendo cogiéndonos a todos juntos.
— Plan como tal...
— Cómo lo esperaba no tienen ninguno — me interrumpió Luciano, seguido de un resoplido.
— ¡Cálmate, joder!, lo único que has hecho desde que partimos de la plataforma 6 es mirar a todos de mala gana, meter tus manos en lo más hondo en tu pantalón y castañear los dientes a lo baboso ... ¡Ni siquiera hemos pasado ninguna estación! — Aideen apretó con todas sus fuerzas su vaso de cartón reciclado hasta destruirlo por completo. No quise ser ese pobre vaso ni por un segundo.
— Solo tenemos que llegar a la plataforma 1 a mirar los mapas más antiguos de la estación, descifrar lo que dice en idioma vasco, revisar cada rincón.
— Ja, super sencillo Bruno — Luciano rodeo los ojos, realmente se encontraba muy nervioso, pero a mi me estaban dando ganas de darle un buen puñetazo en la cara.
Y al fin, después de que el cangrejo atravesara la eternidad, llegamos a la plataforma 5. Para las demás personas era otro día normal y cualquiera, algunas se bajan en esta estación, otras chicas del instituto charlaban acerca de los grupos de moda o la muerte de cierto cantante. Los vagones se inundaban de gente, por allá los que no tenía otra motivación al levantarse de la cama más que ir trabajar para las deudas que debían de pagar, del otro lado las amas y amos de casa con su bolsa de mandado, y más un poco más lejano los adolescentes engendrados con audífonos viendo alguna serie para pasar el rato.
De vez en cuando pensaba que todas estas personas que ni siquiera se miran a la cara van a determinado destino para pasar el rato, lo que no saben es que al final se les pasa la vida. Se escuchó el pitido del tren Edur, de que sus puertas estaban próximas a cerrarse... entonces ¡la vi!, tan radiante como la conocí, tan suave y bella como una flor de cerezo.
Lucía hermosa en su abrigo rojo y su gentil maquillaje, sus chinos caramelos bailaban en pareja con sus iris verdes y su delicado labio rosado. Ella se encaminó muy decidida a donde estábamos, y sin más se paró justo enfrente de nosotros.
— Me alegra verlos, veo que la misión D está en proceso —. Creo que a Luciano se le cayó la baba, o más bien todos perdimos la quijada por un segundo.
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