26
Tragué saliva al escuchar esas palabras; «¿qué pasó?, ¿acaso era una prueba?, solo vine a solicitar ayuda». Quizás mi locura se estaba elevando, mi paranoia se apodera de mí. No podía ya ni siquiera distinguir la realidad de la ficción.
— ¿De qué se trata? — En mi mente pasaban palabras como: estarás bien, es todo por la dama de rojo, es por la seguridad del tren Edur y sus noches mágicas.
— No le diré, lo sabrá...solo conteste firmemente si o no.
— Sí — mencioné sin deberla, ni temerla.
En seguida Madame Gurrun tomo mi mano izquierda, la colocó arriba del montón de hojas blancas y me clavo la aguja, esa aguja que había traído antes y que no recordaba fuera tan grande y filosa, la clavó justo en la palma, la vieja estaba loca, desquiciada, no paró hasta verme sangrar.
Las gotas de sangre que caían de mi mano, empapaban las hojas blancas, mientras mi mano punzaba del dolor, me mordía el labio para reprimir las lágrimas que yacían sobre mis ojos azul oscuro. Hasta que tuvo suficiente gotas de mi, soltó mi mano y la envolvió en un pedazo de tela, la aparte de su vista.
— ¡Carajo!, ¡esta loca!, ¡yo me largo de aquí! — le grité parándome de la silla en dirección a la puerta.
Madame Gurrun me detuvo de mi polo rojo y me señaló el papel blanco sobre la mesa. Con desgano miré hacia la mesa y esos papeles, ya no tan blancos. Se esparcían sobre ellos, manchones de sangre distribuidos a lo largo de las hojas de manera uniforme. Madame Gurrun pasó una vela cerca de estas, pero no precisamente para quemarla sino para iluminar más de cerca aquello que mis ojos no veían. Esto...¡era imposible, era magia negra!
Una clase de letras antiguas apareció enfrente de mí. Madame Gurrun colocó la vela en la mesa y levantó las hojas blancas, comenzó a alinearlas una por una sobre el piso, de manera que formaban una frase.
— Sabe señor Romagnoli, lo que me llamó antes de bruja, lo soy, pero no es necesariamente bruja negra, sino blanca, como las plantas medicinales que usamos para que dejara de sangrar — señalo mi mano vendada —, su sangre está compuesta de las respuestas del universo.
— ¿Cómo ayuda esto a la señorita Bocardí?
— Ya casi termino —replicó mientras colocaba la última hoja en el piso naranja, ignorando totalmente mi pregunta.
Las hojas formaban a mí parecer una frase en algún idioma desconocido, hey lo había visto antes, piensa vamos, « donde, donde». ¡Eso era!, había visto letras muy parecidas en los planos del tren Edur, expuestos en la plataforma 9, pero no sabía nada de su origen.
— ¿Qué idioma es? — verbalizó, volviéndome a sentar en la silla.
— Euskera, mejor conocido como idioma vasco.
— ¿Son las letras de mi destino?
— Es solo una oración, una clave que la ayudará a acercarse con el tipo que le causa problemas al dormir, el responsable por lo que le paso a la chica del abrigo rojo.
— ¿Qué dice? — Madame Gurrun camino alrededor de ellas de forma despacio leyendo en voz baja lo que tenía, hasta que me parece logro comprender la traducción. Me miró a los ojos con cierta duda y mencionó.
— Distantziak gorabehera, jada ez gaude bakarrik. Trena ezagutzen du Edur.
— ¿Perdone?
— A pesar de las distancias, ya no estamos solos. Él conoce el tren Edur.
— ¡Genial! ... el maniático anda suelto por ahí, eso ya lo sabía.
— ¡¡¡NO!!!, lo que trata de decir aquí señor Romagnoli todo paso en el tren Edur, todo está conectado a él. Y si usted tanto quiere saber la respuesta es seguro que se esté acercando y en definitiva la locomotora blanca es una clave importante de ello, todo lo que tiene que hacer es ir al origen de Edur.
— ¿Al origen?
— Tan solo vea esos mapas antiguos de la plataforma 9, la respuesta aparecerá ante sus ojos. Es todo lo que puedo hacer por usted, ¡buena suerte, señor Romagnoli!
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