23
Llegué al apartamento, Hunt meneaba su cola gris mientras observaba las luces de la ciudad a través de sus ojos verdes.
Coloqué mi cámara en la mesa del comedor junto con mi maletín que se abrió y dejó salir unos cuantos papeles del prototipo de la próxima portada del mes y unas cuantas notas.
Estaba tan cansado que me dirigí a la cama. Pase mi mano por el bolsillo de mi pantalón para sacar aquella tarjeta blanca de letras moradas, la coloque en la mesita de noche mientras alistaba la cama.
Coloque mi cabeza sobre la almohada y al cerrar los ojos era siempre tan mágico, veía a mi locomotora blanca...amigos, ya se es de locos, pero el tren Edur es una belleza.
Verla trabajar sobre los rieles de fierro viejo, la nieve tapando sus letras impresas en los vagones, las luces delanteras tan resplandecientes, y sobre todo mi dama de abrigo rojo...joder tan frustrante lo que te había pasado, enloquecía a cada segundo y no sabía ni por dónde comenzar.
Abrí los ojos y volteé a mi lado derecho a prender la lámpara que se encontraba en la mesita de noche. Agarré la tarjeta y observé detenidamente las letras moradas; Madame Gurrun, se leía, le dí vuelta...estaba en blanco.
Qué mala publicidad pensé, pero era como si antes hubiera estado ciego o despistado las letras empezaron a salir en la tarjeta, brotando como pequeñas flores, se observaba una dirección junto con una pequeña leyenda: para esos problemas que no te dejan dormir.
Esto cada vez se ponía más raro, pero bueno si era para todo tipo de problemas, supongo que algo podía hacer con el caso de la señorita Bocardí, además nada perdía con ir a la dirección. Más loco no podía estar, en este mundo pasan cosas que simplemente son inexplicables.
Mi parte aventurera me llamaba a gritos que esa era la señal que tanto esperaba. Comenzaré a ayudar a la señorita Bocardí, mi bella dama de abrigo rojo.
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