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20

No podía creerlo, me encontraba en la estación de policía de aquel pueblo de casas de jengibre. Estaba ahí sentado en la sala de interrogación, en la famosa cámara de Gesell, donde se que por la supuesta pared del otro lado me están observando, quién sabe quiénes.

El tren Edur siempre me sorprendía, pero hoy me llevo a conocer el trato de un presunto delincuente.

Pasado los minutos, entró por la puerta el mismo policía que me había detenido, por su uniforma expresión y su vestimenta seria, podría jurar que era un detective. Se sentó justo enfrente mío, junto con una carpeta blanca.

—Señor Romagnoli, ¿es correcto? — Así que se había demorado por que me estaba buscando en los archivos, al parecer todas esas series de detectives y crímenes que veía en mis días de descanso iban a funcionar de algo.

— Es correcto... — hice una pequeña pausa para tragar saliva — mire si he estado observando a la dama pero jamás la he llegado a tocar.

—Las marcas de su cuerpo dicen otra cosa, ¿no lo cree?...dígame señor Romagnoli, ¿de dónde conoce a la señorita Bocardí? — Suspiré, al menos ya sabía su apellido.

—Mire detective, soy pasajero del tren Edur, si veía a la chica en mi trayecto, me atrae pero eso es todo. Soy un simple fotógrafo enamorado.

—¿Y por eso te encontramos acosando a la señorita, hoy? —El detective arqueó sus cejas marrones.

— Al verla en el tren y con las marcas de golpe que tiene sobre su cuerpo me alerte y decidí acompañarla a su casa... solo quería que llegara a su casa sin que nada le pasara.

— ¿El tren Edur, dice?

—Sí, tomo la locomotora blanca todos los días para ir a casa. Pero hasta hoy no sabía ni siquiera su apellido — mencione con una mirada de desesperación.

El detective se paró de su silla y sin mas salió de la habitación. Me quede ahí solo sentado, sabía que me observaban por aquel espejo que tenía enfrente mío, me estudiaban para ver si tenía alguna conducta criminal o algo por el estilo.

Al cabo de unos minutos regreso el detective.
— Señor Romagnoli puede irse, pero la próxima vez baje en su parada y no quiera hacerse el héroe...vaya con cuidado.

Sabía que era una amenaza, que me iban a estar vigilando. Pero planeaba también cooperar, ayudar a mi bella dama de abrigo de rojo, a la señorita Bocardí. Mi corazón sobresaltó un instante ante la pronunciación de esas palabras, y estaba seguro haría lo que en mis manos estuviera y quizás un poco más para protegerla, porque lo cierto era que caí enamorado, como cuando amas un paisaje y lo único que quieres es protegerlo y estar ahí por horas.

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