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Así pasaron los días de la semana... con trabajo, sin la dama angelical, esa persona que mis suspiros pertenecían.
Su rostro blanco como el tren Edur, con un hermoso lunar en la comisura de los labios, aparecía en mi espejo dibujado por imaginación y el vapor del baño de las mañanas.
Me parecía verla incluso en mi café, en la calle, observando los copos de nieve caer.
Era un adicto a ella... y un adicto sin su droga, era un cruel cubetazo de agua fría en este invierno crudo, es cuando pasa el golpe más duro, la realidad de no poder ver ese sueño más.
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