Miro el reloj, son las 8:58 de un martes por la noche. Las luces de una locomotora me deslumbran en el anuncio de que está por llegar.

«Carajo el tren es puntual».

Me aferro a mi maletín café. A pesar de las marcas del tiempo que yacen sobre él, le tomó mucho afecto ya que lo llevo desde mis prácticas profesionales. Han pasado ya 5 años desde entonces.

Me encuentro mirando las paredes azul y blanco. Mi atención se desvía al escuchar el paso de unos botines sin pensar mi mirada se centra en la figura de la dama de abrigo rojo y perfume encantador que se instala a mi lado.

Se escucha un pitido, son las alertas de que las puertas del tren Edur están por cerrarse, reacciono y me subo.

Tomo asiento en esos viejos asientos azules deslavados acompañados de varias ventanas escarchadas por la nieve. Mi mente divaga ante el paisaje singular de pinos blancos, pasó a observar  el vagón de enfrente y puedo notar el nombre de la locomotora, escrito en letras negras "Edur".

Edur de acuerdo a una mirada rápida en internet, puesto decir que es nieve en idioma vasco. Nieve como la que reposa en el techo de esta locomotora, que me lleva a casa. Y mejor aún me lleva a bellos sueños y fantasías, en especial esos donde  la dama de abrigo rojo, es el personaje principal.