Las vías se sintieron más pesadas con el andar del tren, un ligero temblor le hizo mover los pies, ambos se encontraban de pie, listos para subir una vez que se detuviera.

―¡TaeHyung! ―grito alguien que corría a lo lejos.

Esa voz, el la reconoció, y la odio en el mismo instante, su corazón dolió cual si le hubiera atravesado una lanza de guerra. Se mordió el labio inferior luchando para no llorar.

YoonGi noto su pavor y apretó su mano, haciendo que volteara a mirarlo, el tren estaba frente a ellos, detenido como si las agujas del reloj se estuvieran deteniendo.

Tae tembló, respirando bocanadas grandes de aire, peleando consigo mismo para impedir que Jeon le hablará, no quería un final de novela donde él viniera arrepentido a decirle que lo amaba y no debía irse.

Volteo a ver hacia el sujeto que paso todo ese tiempo a su lado, YoonGi no era consciente de todo lo que pasaba por su mente, ni de lo que había estado pensando en aquella espera, sólo intuía que su necesidad de ayudarlo no era en vano. Apretó una vez más la mano del más alto, y ladeo la cabeza hacia la entrada.

TaeHyung le negó una última mirada a su ex amor, aceptando la mano que lo sostenía subió hacia el vagón rogando que sus puertas se unieran cuanto antes.

Eligió el asiento junto a la ventana, quería que Jeon presenciara el dolor grabado en sus ojos y lo mantuviera en su mente por el resto de sus días.

Sabía que el estaba gritando como un loco, diciendo que lo amaba, que no se vaya, pero, ya nada podía detenerlo, este no era un final de cuentos. No podía ofrecer más que sólo quedarse mirando a la ventana, con la mirada vacía, mientras Jeon corría a su lado hasta el final de la vía.

El tren a Daegu acaba de partir, llevándose a TaeHyung para siempre y dejando todo el sufrimiento detrás.