2.- Acurrucándose en alguna parte
Género: G, fluff, drabble.
Esto es tan corto que me da cosita, pero bueeeno. Está medio inspirado en otro fanart más o menos parecido a ese (Wattpad no me dejó enlazarlo para ponerlo ahí arriba :c) y me ha quedado más como un resumen de cómo le gusta a Noya acurrucarse (?
Su estatura tenía sus ventajas. Si le pidieran escoger su favorita, probablemente sería el hecho de caber en casi cualquier sitio sin demasiada dificultad. Le iba de maravilla para inmiscuirse entre multitudes como las del metro y otros lugares públicos. Le facilitaba esconderse cuando era necesario. Le daba más opciones por donde sentarse en casos de poco espacio disponible. Cuánto amaba ocupar vacíos que parecían complicados de rellenar por otra persona.
Era una especie de desafío que él mismo se imponía. En cuanto viera a Asahi sentado en un sillón, buscaba la manera de encajar como piezas de Tetris, por incómodo que pudiese parecer. Lo mismo hacía si lo encontraba acostado en un sofá. Esas hazañas implicaban un contacto físico excesivo y hasta inmovilizaciones parciales de las partes unidas. Lo que más le gustaba, sin embargo, eran las veces que Asahi decidía abrazarlo como fuese posible —lo mejor: eso era en nueve de cada diez oportunidades—.
Nishinoya tenía suerte de que su novio lo llenase de afecto cuando estaban a solas. Ya fueran suaves caricias descuidadas de su pulgar o besos de los que le costara recuperarse, siempre había algo que le recordaba que lo amaba. Sus abrazos tenían un lugar especial. Le encantaba ser rodeado con fuerza, la firmeza y cuidado de sus brazos envolviéndolo, la calidez del pecho en el que reposaba. Si estaban acostados y se juntaban así, entrelazando todo lo posible —dedos con dedos, dedos en cabello, brazos, piernas—, era aún mejor.
Con o sin ropa, colocarse en posición fetal y abrazar a Asahi en la cama sí que era cómodo, acogedor. Meter un pie entre sus piernas más largas, aplastarlas con la otra, usar su bíceps como almohada, una mano grande en su espalda, dormirse así. Hacía mucho que no les temía a los monstruos que se escondían en el clóset o bajo el colchón, pero se sentía mucho más a salvo de ellos con él que con una sábana encima.
No obstante, cuando los papeles se invertían, era todavía mejor. Valía la pena que se le durmiera el brazo si Asahi caía rendido, tal vez soñando. Le gustaba hundir un dedo entre su cabello e ir deshaciendo su peinado mechón por mechón. Su rostro relajado por el descanso —o, como pensaba en sus días más cursis, por compartir un momento con él— le sacaba su sonrisa más suave. El peso extra de un brazo más musculoso a su costado no era molesto. Era gracioso cuando Nishinoya acababa durmiéndose también por tanta calma, solía seguirle un despertar sacudido porque a su novio le alarmaba haber perdido tiempo que no debieron desperdiciar —ninguno consideraba eso como un verdadero desperdicio, si tenían que ser sinceros—.
Eran contadas las razones por las que Nishinoya agradecía ser pequeño. Hasta la fecha, ningún vendedor había cuestionado la cantidad de helados que compraba. Aunque seguiría siéndolo sin importar su medida, era un líbero ideal. Era divertidísimo que sus personas de confianza lo cargasen. Por sobre todas las cosas, amaba lo fácil que era acomodarse al cuerpo de Asahi, sin importar dónde estuvieran acurrucados.
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