Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo cinco: "La verdad, siempre duele".

Las calles de Londres se levantan frente a mis ojos, mientras mi guitarra acústica me acompaña en mi espalda y mis dedos se mueven al compás de la canción que cantaría esa noche. Los faroles se ven como dos focos intermitentes, que me dan mucha esperanza y tranquilidad. Sin embargo, el cansancio se apresa de mi cuerpo, cuando van noches seguidas de presentaciones por tan poco dinero. Aunque mis padres me dan la libertad de mostrar mi talento, me siento apenado de preocuparles por las horas que suelo llegar.

Mis hermanos andan pasando por la ciudad, así que no tengo mucho miedo de perderme, porque sé que puedo ir a buscarlos.

El bar de hoy se encuentra a unos pasos, pero la expresión seria del dueño del lugar me da mala espina.

—Pequeño Gibb, creo que esta noche no podré contratarte —me quedo entumecido, ante tales palabras. El camino de mi casa hasta aquí, me ha tomado un par de horas, así que, si regreso por nada, sería en vano para mí—. Las ventas estás algo bajas, lo siento.

El hombre de cuarenta años se gira y está a punto de entrar al bar, por lo que intento rápidamente entablar mi última carta antes que sea tarde.

—Puedo cantar gratis hoy —replico sin más. El sujeto se mira, y me da una suave sonrisa paternal—. Lo único que quiero es prepararme para ser un Bee Gees.

Lo único que deseo es pertenecer a la banda, porque son mi mayor inspiración desde niño. La diferencia de edad es un tanto marcada, pero siento que no será ningún impedimento porque demostraré quien soy.

El reloj marca las nueve de la noche, cuando empiezo a tocar mis primeras canciones. Algunas personas me ven alegremente, mientras hablan con su compañero del costado; y otros, que solo se limitan a tomar hasta morir. Nada me baja de mi nube, porque siento que enorgullezco a mi familia. Es como si la magia brotara de mi voz, ya que en el fondo oigo como corean cada palabra.

Al término de la presentación, mi mirada divisa a una joven dulce de cabellos castaños y ojos verdes tan transparentes. Tiene una sonrisa tan genuina, y unos hoyuelos que se le enmarcan tan dulcemente. Me siento en una nube de algodón, como si fuera lo más hermoso que haya visto en mi vida. Tiendo a mover la cabeza, para que mi sonrojo no se note mucho; aun así, no puedo dejar de verla por los pocos minutos que me quedan.

Sé que no la volvería a ver, es lo más seguro. Salgo hacia la calle para tomar el autobús, y la fría noche parece no callar mi desilusión. De pronto, siento pasos detrás de mí, y el temor aumenta en mí. Lo primero que se me ocurre es voltear y mostrarme valeroso con mi guitarra, aunque pueda perder todo.

—Hey, ¡cantaste genial! —una voz aguda, interrumpe mis divagaciones—. Me llamo Eileen Thomas.

Volteo rápidamente, para verla a ella con su vestido floreal y una coleta con un moño rosa tan tierno. Los dos desconocemos tal conexión que pregona nuestras miradas, y que funde a nuestros corazones en un solo vaivén. Sin embargo, lo último que quería es irme... Solo quería conocerla.

—Sé que sabes quién soy —respondo un tanto nervioso, mientras un leve tartamudeo se apodera de mí—, pero igual me voy a presentar —la veo nuevamente soltarse entre risas—. Me llamo Andrew, pero puedes decirme Andy.

—Vivo cerca de aquí, y mis padres conocen al dueño, por eso me salté a ver algunas presentaciones —habla tímidamente, mientras juguetea con sus dedos—. Nunca había visto alguien tan joven como yo en el lugar, ¿cuántos años tienes?

—Tengo doce, ¿y tú? —dudo en decir mi edad, pero igual lo hago.

—¡Somos de la misma edad!

Ambos caminamos por las calles hasta la estación más cercana. Ella sigue viéndose como un ángel, que solamente aparecen en los sueños. Nunca he sentido algo tan lindo por alguna niña, así que cuando me da un suave cálido en la mejilla... Me siento en el mismo paraíso.

Eileen coloca un papel en mi mano derecha cuando subo al autobús, y presiento que es el inicio de algo mágico entre nosotros. Me he flechado por primera vez, y no pienso dejarlo pasar.

Lo primero que ven mis ojos al abrirlos, es la expresión serena y seria de Eileen Thomas, quien no quita su atención por nada de mí. Es como si el silencio entre nosotros, se despedazara entre gritos para rebuscar alguna verdad que juramos no pregonar nunca más. Aun así, en el fondo, puedo sentir que esa pizca de esa niña que conocí, sigue intacta en su ser. No sé si es porque en algún momento nos tuvimos tanto amor o por lo mismo que nos tenemos mucha lástima, entrelaza su mano con la mía en señal de que no estoy solo.

—Andy, pudiste morir —sus palabras frías, suenan tan confortantes por la manera maternal que lo dice—. Tuvo que venir un médico, ya que casi estuviste cerca de un coma etílico.

—¿Cómo? ¡No tomé mucho! —respondo con lo primero que aparece en mi mente. Ella niega con la cabeza—. ¿Dónde está Eileen?

Es como si hubiera sido una ofensa, porque aleja rápidamente su mano de la mía.

—¡No sé si es irónico, que ambas nos llamemos igual! —Escupe con furia, como si hubiera sido un gravísimo error—. ¡Necesito saber la verdad!

—¡¿Dónde está ella?! —reclamo de la misma manera, mientras trato de levantarme suavemente. Aún así, es más rápida y coloca su agarre en mi brazo para detenerme—. ¡Dime!

Nuestra pelea se detiene, porque oímos el clic de la puerta y una melena rubia se hace presente entre nosotros, al mismo tiempo que sostiene el teléfono entre las manos. Su sonrisa se engranda cuando me ve, por lo que corre con el aparato hasta abrazarme.

—Pequeña, ¡lo siento por portarme como un mocoso! —replico con pena—. No quise preocuparte, de verdad.

Me hace un gesto para que me detenga, a lo que accedo.

Mi sobrina alza el aparato por segunda vez, y lo lleva a su oído, para decir: "Tío Barry, ¡ya despertó! El doctor dijo que estaría en cama por un par de días. Está bien, ya entendí. Te paso con ella". Le tiende el teléfono a Eileen Thomas, quien me lanza una última mirada fría y recelosa antes de salir de la habitación con el aparato.

No entiendo bien lo que pasa a mí alrededor, pero sé que estoy en problemas cuando mi familia se entere de todo, y más si es mi hermana, porque sabrá que ella volvió.

—¡Pensé que te morirías! —Replica con un poco de lágrimas entre los ojos, al igual que se siento a un lado de mi cama para quedar algo cerca de mí—. Te desmayaste sin más, y si ella no hubiera estado aquí, capaz hubieras muerto —trata de limpiarse con su mano—. Es muy buena en verdad, porque no sabía qué hacer.

—Oh, ella...

—Sí, ¡es extraño! —Sostiene con una leve sonrisa, mientras acomoda su cabello detrás de su oreja—. Ambas nos llamamos igual.

Es como si el reflejo de mi vida, se viera en esa joven de dieciséis años. Tan risueña y soñadora.

—¿Qué te dijo mi hermano? —pregunto dubitativo.

Conozco a Barry, y sé lo que me dirá. Debo portarme como un hombre que está a punto de rodear los treinta y años, y no como un chico de trece años. No puedo dejar que mi familia siga resolviéndome los problemas, mientras yo me quedo de brazos cruzados. No más.

—Dice que deberías pasar una temporada en Londres con ellos —su voz suena nostálgica, aun así se mantiene firme—, y creo que es lo mejor. En vacaciones, puedo irte a visitar allá.

—¿Cómo quedará tu búsqueda? Quiero ayudarte, pequeña —suplico, al mismo tiempo que tomo su mano.

—Más ayuda sería que te recuperes —desvía la mirada, y su sonrisa se desvanece. De verdad, se parecen demasiado hasta en los gestos—. Volveré con mis padres, y ya tendré que esperar que él vuelva o definitivamente se acabe.

Sus ojos desprenden una lluvia, que rompe lentamente mi corazón. De verdad, esto es lo que se llama dar tu vida por alguien. No quiero verla triste, y nunca lo permití cuando estaba a mi lado en sus primeros años.

—No me iré, Eileen —sostengo con firmeza, como para darle confianza. Paso mi mano por su rostro para limpiarle las lágrimas—. Ya no soy un niño para que me manejen. Además, tenemos una promesa —vuelve a verme a los ojos, con ese brillo especial que enternece mi alma—. Te ayudaré. Además, te propongo algo —ladea la cabeza, y yo suelto una risa suave—. Iré a buscar ayuda con un especialista. No quiero preocuparte.

Ella se levanta nuevamente, y me da un abrazo fuerte, como si repara el mal estado de mi vida. Aunque, muy en el fondo, es como una luz de esperanza que se levanta en el horizonte oscuro de mi destino. Siento un leve puntazo en el pecho, pero no le doy mucha importancia, porque no es tan fuerte y se desvanece junto a mi tristeza.

—Voy a hacerte una infusión de manzanilla para tus pastillas —habla con felicidad, cuando se ha alejado de la cama y sale corriendo hacia la cocina.

Trato de levantarme de a pocos, pero la intensidad de esos ojos verdes me detiene. La chica que conocí esa noche en Londres se encamina hacia mí, y trata nuevamente de ponerme en mi posición anterior. Parece preocupada y un tanto malhumorada, aun así mantiene la serenidad en sus expresiones, como si intentara luchar consigo misma.

—Andy, necesito saber la verdad —contesta en voz baja, mientras jala una sabana y me lo coloca encima—. Sé que he cometido mil errores, pero no me tortures más.

Todo es tan irónico para mí, porque recuerdo a la perfección esa noche tan fría y solitaria.

—¡Nos abandonaste! —Inquiero con enojo—. ¡Te busqué y no estabas en ningún lado!

—¡Éramos niños! —Pregona con insistencia, como si quisiera callar su propia verdad—. No hubiéramos podido con tanta responsabilidad... Solo necesito que me digas que hiciste con ello.

El silencio sepulcral entre nosotros, es como un quiebre infernal donde no hay escapatoria. Ambos estamos expuestos a nuestra realidad, por lo que el caparazón se ha roto en mil pedazos, y solo quedamos dos niños que intentan sanar esas heridas.

—¿Por qué tendrías que saberlo? ¡No tienes ningún derecho! —recrimino si más, y ella está con los ojos brillosos, como intentando calmar sus gritos internos—. Además, yo no sé nada. De verdad, no recuerdo que pasó.

—¡¿Cómo no vas a recordar?! —Coloca sus dedos sobre su nariz, como si estuviera a punto de reírse en mi cara—. Obvio que lo sabes, si hasta tu propia sobrina se llama igual que yo. ¡Dime, Andy!

—¿Qué quieres que te diga? Si no hay ningún secreto.

Estamos tan concentrados en nuestra pequeña pelea, que ambos no nos dimos cuenta que hay una joven oyendo todo desde la puerta.

—Eileen es nuestra hija, ¿no? —repone sin más, como si todo fuera tan fácil—. Tu hermana la adoptó, porque sabía que no podrías cuidarla por tu edad, ¿no?

El sonido de un vidrio cayendo estrepitosamente en el suelo, es como el ruido de una agonía perpetua entre nuestros corazones, y que ha abierto por fin el secreto de nuestras vidas.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro