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7#: Preguntas (2/2)

Al volver el aula, Sidney y Neige se comportaron como siempre, por lo que supuse que no tenían sospechas sobre lo que realmente pasó. Quizá, cuando estuviese más confiado, podría contarles que besé a un chico sólo por estar nervioso.

Aparte, ahora que era consciente de la persona que me gustaba, las cosas se pondrían difíciles.

Lo supe de sobra cuando Neige me sonrió en medio de la clase y, por primera vez desde que lo conocí, sentí mis mejillas arder.

Sólo pude devolverle aquella, pensando en el lío que iba a meterme emocionalmente de ahora en adelante. Ni siquiera tenía la mínima oportunidad que mi mejor amigo sintiera lo mismo que yo. Estaba lejos. Muy lejos.

El contarles luego de clases que debía cancelar planes no fue una buena idea. Mucho menos cuando se me ocurrió la idea estúpida de no tener como prioridad a la persona que me gustaba.

—¿En serio no podrás ir hoy? —se quejó Neige, haciéndome un pequeño puchero con los labios—. Dijiste que estarías conmigo en toda la sesión de fotos.

Sentí que iba a morir. Siempre hacía eso para convencerme. Ahora, sin embargo, parecía hacer el triple de efecto.

"Contrólate, Gwen, debes averigüar sobre tu familia primero", me regañé.

—Perdón, en serio. Puedes ir con Sidney en todo caso —comenté.

—No tendría problema, pero tengo una cita y no sé si deba cancelarla, saben...

Le miré mal. A veces era demasiado obvio el cómo Sid lo evitaba a toda costa. Aunque seguro no mentía cuando decía que tenía una cita. A veces me preguntaba cuánto gastaba en condones al mes.

Neige le ignoró. Me observó a mí, un poco desanimado al respecto.

—Está bien, iré solo. ¿Prometes ir la próxima vez?

Asentí varias veces. Ni siquiera estaba perdonándome a mí mismo por faltar una de sus sesiones de modelaje. Ya la próxima vez, juraba incluso mandar al diablo a mi propia familia si se trataba de ver a Neige maquillado, vestido de forma lujosa y modelando.

—Por supuesto.

Me incliné a besarle la mejilla a modo de saludo para luego irme. Sin embargo, Sidney tiró de mi brazo para luego abrazarme con fuerza.

Oh, diablos.

—¡¿Y a mí qué?! —se quejó con voz dramática. Pude sentir cómo tiraba de mí para besarme varias veces la mejilla—. ¿No hay besitos también?

Hice una mini mueca de asco, ya más por costumbre que otra cosa. Sid era de esos amigos que no le importaba el espacio personal a menos que le amenazaras de muerte como hizo mi hermana en su momento. Por lo tanto, debía aguantar cómo su saliva tocaba mi mejilla una y otra vez hasta que se cansara.

Le empujé, tratando de soltarme sin éxito.

—¡Sidney, ya déjame! —exclamé—. ¡Debo irme, en serio!

—Primero un beso.

Me encogí. Sabía que no tenía posibilidad de seguir a mi hermana si me tardaba de más. La maldita era demasiado puntual.

Me incliné un poco a besarle la mejilla —puesto que pese a que Sidney tuviera big dick energy, medía menos que yo— y le empujé con fuerza en cuanto él apoyó sus labios en los míos.

Lo sabía. Maldición, lo sabía. ¡¿Por qué siempre hacía lo mismo?! ¡Besar a sus amigos no era normal! Ni siquiera de broma. ¿Qué era eso? Yo tenía que disculparme por besar a un desconocido por accidente, ¿y él le hacía eso a propósito a su amigo?

Fingí arcadas, mientras aquel sólo soltaba carcajadas. Neige se tapaba la boca, seguramente para no reírse tampoco.

—¡Eh, que ni fue para tanto! Sólo un besito, señor hetero —se quejó, aún riendo.

Me limpié la boca junto con las mejillas. La razón por la que Sid siempre bromeaba así de pesado con ese tipo de cosas era porque pensaba que no me gustaban los hombres. En parte era algo cierto y a la vez no. Como le dije a la tía, no me la pasaba viendo chicos así como tampoco a mujeres. No iba a ser obvio mi atracción a ciertas personas.

¡Aunque eso ni siquiera era excusa para hacer eso!

Me dieron escalofríos al pensar todo lo que pudo pasar por los labios de Sidney. Incluyendo...

—Sabe a culo —gruñí, en broma.

—Uh, pues no voy a negar que ayer hice varios besos negros, pero eso queda a tu imaginación.

Ahogué una arcada real, tragando saliva.

Desventajas de tener un amigo con vida sexual activa y encima, bisexual: todas.

Ventajas: ninguna.

—Sidney, eres un asco —vociferé, volviendo a limpiarme la boca con la camiseta—. Por eso no te saludo de ese modo, ¿ya ves? Maldito pesado, la verdad.

—¿Quieres otro?

No le contesté. Le mostré la lengua en forma de burla, girando ya para sí irme. Gracias a esa asquerosa distracción, me costó una eternidad encontrar a Sullivan. Incluso tuve que preguntarle a varias personas, esperando que ella no estuviese cerca para escuchar que la buscaba.

Sin embargo, no hizo movimiento raro alguno. Literalmente la estaba siguiendo a nuestra propia casa. Se encerró en su habitación y no salió durante todo el día más que para buscar algo para comer.

Sentía que era un día desperdiciado. No tuve otra opción que quedarme en mi habitación, aburrido, revisando las cámaras de seguridad para ver si encontraba algo. Caso fallido considerando que Sully borraba todo, incluyendo cuando me puse ebrio en la fiesta y vi aquel "guardián" que el abuelo George —o tal vez algún estafador usando su nombre— puso en mi retaguardia para cuidarme.

Era curioso.

¿Cuidarme de qué...?

Si era cuidarme respecto al mismo enemigo que Jules, significaba que era una persona buena, ¿no?

¿Por qué entonces me había ofrecido armas cuando era pequeño y, luego de eso, literalmente papá había muerto casi al instante?

Gruñí. Todo esto era un callejón sin salida. Tenía más preguntas que respuestas en ambas vidas. Era imposible seguir de esa forma. ¡Y no tenía opción! No servía para este tipo de cosas. No era Sullivan o Aiden. No sabía encontrar información por mi cuenta. Ni siquiera sabía disculparme con una persona.

Y también falté a la sesión de fotos de Neige por nada.

Ya era de madrugada. Mis ojos ardían y, para peor, había olvidado mis anteojos de descanso en la biblioteca.

Estaba por rendirme hasta que cambié la cámara a la imagen actual.

A una esquina, en la cámara del patio trasero, pude notar una figura humana. Y, para ser específicos, rubia. Sullivan literalmente estaba en el muro del patio trasero. Estaba..., ¿yendo hacia el maldito techo del vecino? ¿Era ella?

Intenté aumentar la imagen. Sin embargo, apenas la toqué, aquella se borró.

Era obvio lo que había pasado. Borró las imágenes a distancia. ¡¿Pero qué diablos hacía yendo hacia el techo del vecino vestida de negro!?

¿Era ladrona o algo?

No, no. Eso tenía que ver algo con lo de nuestra familia. Era obvio.

Salté rápidamente de la cama y, tomando la primer gorra de lana negra y campera gigante y oscura que encontré, corrí hacia la salida de la casa. No me importaba que la cámara me viera puesto que no estaba ocultando nada, al contrario de ella.

Nunca había seguido a alguien por la noche. Y no voy a mentirles: era jodidamente complicado. Mi vista estaba cansada por ver horas y horas de grabaciones. Ni hablar que literalmente estaba viendo —desde más de cien metros para que no se percatara— como alguien corría y saltaba por los techos como si fuera un maldito gato se tratara.

Hasta suspiré aliviado cuando ella bajó apenas se terminó la manzana.

Me escondí en una de las esquinas, tratando de ver mejor lo que hacía. Llevaba unos pantalones de entrenar y una chaqueta oscura. Era como si fuera un runner cualquiera. Ocultaba su cabello largo con una coleta y la misma técnica que yo: un gorro de lana. No me sorprendía puesto que éramos mellizos después de todo.

Caminó cuadras. Muchísimas cuadras. Una zona tan desconocida y lejana que sentí frío en mis rodillas. Por suerte ambos éramos entrenados de la misma forma, por lo que tenía igual de resistencia. Aunque... era ella menos cobarde diría.

Gracias al cielo y sus santos que me hicieron de paleta fría para no ser notado fácilmente de noche.

La calle estaba malditamente desierta, por lo que tenía que ser cuidadoso al extremo. Mi hermana era una paranoica. No sólo tenía que estar a más de cien metros para que no me escuchara, sino que debía ocultarme cada cierto objeto para que no me viera ni siquiera por reojo.

Admito que entré en una mini crisis cuando me escondí por unos segundos y, al devolver la mirada, desapareció.

No entendí nada. Incluso caminé un poco más adelante hasta donde ella estuvo, pensando que mi vista me fallaba.

La zona estaba llena de edificios altos y viejos, medios oscuros. Ni hablar de la iluminación. Era pésima. A duras penas había unos faros en algunos metros.

No sólo entré en un mini pánico porque había perdido mi objetivo, sino que también porque estaba en una zona desconocida sin mi móvil —puesto que como soy hiper listo me lo olvidé— y ni siquiera sabía cómo volver o a quién preguntarle. ¡El lugar estaba vacío!

Grandioso, Gwen. Sigue a tu hermana la loca hasta una zona peligrosa sin ni siquiera traer tu bastón extensible. Asombroso. Eres genial. Mereces un Nobel.

Era en serio cuando decía que no servía para esto.

Suspiré. Quizá si volvía por mis mismos pasos sí llegaría a casa a salvo. Tenía buena memoria fotográfica después de todo. ¡Hasta recordaba la mirada enojada de Nicholas! Y la sonrisa de Neige.

"Lindas" cosas para pensar. Más cuando tenía los nervios por el cielo.

—Oigan, ¿ese no es...?

Miré hacia mi costado en cuanto escuché una voz. Creo que fue una de las pocas veces que sentí cómo la sangre se me bajaba y no hasta el pene. Hasta allí no. Más abajo, mucho más abajo.

No eran tres o cuatro hombres. Eran al menos más de media docena. Salieron del mismo edificio en el que Sullivan desapareció.

Eran de todo tipo. Lo único que les igualaba eran dos cosas: usaban trajes, relojes caros y tenían... armas. Contaba al menos una arma por cada uno.

¡¿Eso no era ilegal acaso?!

¿Y por qué me miraban como si me conocieran?

—¡Eh, tú! —me llamaron.

Me señalé.

—¿Yo?

Uno que tenía algo tatuado en la cara fue el que me dirigió la palabra. Su voz era ronca y rasposa, como si hubiese estado fumando por años. Los escalofríos que sólo sentía por el frío, se esparcieron a todo mi cuerpo.

Me entrenaron para defenderme, no para morir. La segunda opción era la más fiable.

—Sí, tú. El único imbécil que está en la calle de nuestra zona. ¿Tú no eres el hijo de Stawson? —Su carcajada hizo eco, como si no le importara siquiera gritar—. ¡Qué va, compañeros! Sacamos la lotería. Tenemos al hijo de uno de los cabezas.

Comencé a temblar, sonriendo nervioso.

¿Hijo de uno de los cabezas?

Hice el ademán de moverme, pero sacaron sus armas, apuntándome.

—Quietecillo en el lugar —vociferó el mismo—. Si es que sabes lo que te conviene, niño.

¿Era alguna especie de jefe o algo?

Dios, Jules. ¡¿Ni siquiera podía ser un adolescente normal caminando por un barrio peligroso?! Hubiese preferido que traten de robarme a que literalmente sepan mi apellido por él.

¿Y ahora qué? ¿Iban a secuestrarme o algo?

—No, no. Se equivocan. Dijeron que me parecía pero creo que ese chico es más guapo —dije. Era obvio que no funcionaría—. Más atlético, ¿saben?

El que denominaré "jefecito" desde ahora, rodeó los ojos. Hizo una seña y dos de ellos guardaron sus armas para venir hacia mí.

Conté hasta diez segundos, tratando de tranquilizarme. Papá me había hecho entrenar hasta llorar del dolor por algo. Y no podía desperdiciarlo. No era una especie de drama romántico juvenil. Se trataba de mi vida.

Levanté ambas con cuidado, arrodillándome con lentitud.

—Ya, me rindo —dije—. Sólo no me lastimen.

—Por supuesto que te rindes, no tienes opción.

Esperé que ambos se acercaran. Los miré de reojo, viendo la contextura de su cuerpo. Uno de ellos era más pesado que el otro. Por lo tanto, era obvio que me dirigiría hacia el otro. Bueno, al menos para mí.

Hasta era irónico que ellos rieran pensando que sólo estaban atrapando a un adolescente idiota y normal.

Bueno, amigos, yo también hubiese deseado normal. Era casi un halago que pensaran eso.

Ambos hombres acercaron sus manos a mi muñeca por detrás para inmovilizarme mientras los otros se mantenían en su lugar charlando sobre lo que podían pedir de recompensa o mejorar su estatus.

Debía esperar el momento indicado.

Apenas sentí el roce de una de ellas, me giré tomándolo de la mano que iba a usar para tocarme. Fui hacia atrás de aquel, doblando su brazo hacia atrás con fuerza mientras me incorporaba y me posicionaba detrás suyo sujetándolo con mi mano izquierda. Con mi mano libre, tomé el arma que había enfundad, apuntando a su cabeza.

Saqué el seguro y me alejé de aquellos un par de metros, respirando agitado. Por el peso notaba que aquella estaba cargada.

Ellos podían hacerme daño de verdad. No era mentira. Podían matarme.

Sólo tenía un arma Beretta 40MM con al menos diez o trece balas, con suerte. No iba a alcanzar a dispararles a todos antes de que contraataquen. Ni siquiera sería capaz del gatillo. Nunca maté a alguien y no iba a ser hoy.

—Sólo déjenme ir —farfullé— y no le dispararé.

En los segundos que me moví y más me costaron en la vida por la adrenalina, aquellos ni siquiera se movieron. Sin embargo, luego de que hablara, sólo rieron.

—¡Dispárale! ¿Qué más perdemos? ¿Un cadete? —rió jefecito—. Adelante. Muéstranos la sangre Stawson.

Presioné la boca del arma contra la cabeza del tipo que sostenía como escudo humano. Él, a comparación de los otros, sí se notaba asustado. Era obvio. Sólo era un maldito cadete bien pagado. Ni siquiera merecía morir.

Y yo no le quitaría la vida a alguien. Ni ahora ni en cien años.

—¡Voy a dispararle! —mentí.

—Pues, adelan...

No entendí el porqué su boca dejó de moverse. Sólo lo supe cuando vi un pequeño hilo rojo de su frente y, consigo, sólo milímetros encima, un agujero. Literalmente. Era un agujero.

Un maldito agujero. Era real. No era una película. No era un juego, no era un libro. Era la frente de alguien con un agujero. Un agujero de una bala. Alguien le había asesinado.

Me mantuve inmóvil, tembloroso, sin saber qué hacer. Sólo vi cómo el cuerpo caía hacia un costado, mientras sus hombres se desordenaban rápidamente.

Inconscientemente, hice el agarre más fuerte del peón que estaba sosteniendo, miedoso.

Papá no me había preparado para ver alguien morir. Tampoco para soportar el ver cómo aquellos hombres, incluso dispersados o escondiéndose, recibían una bala cada uno.

Sólo una. Sin sonido.

Y eso sólo podía significar algo.

Esperé unos segundos, sin poder respirar. Ni siquiera me giré al escuchar unos pasos ligeros en medio de la calle. Porque ya sabía de quién se trataba.

—Gwen, déjalo ir —me ordenó Sullivan.

Mis músculos se volvieron tensos. Mi garganta dolía y no podía hablar. No lo había hecho en todo el trayecto y aún así dolía. Todo mi pecho.

—Gwendolyne.

Aflojé el agarre. No me di cuenta de la fuerza que había hecho en la muñeca de aquel, hasta que noté cómo mis dedos parecían dormidos luego de que se soltara sin decir palabra alguna por el miedo.

Corrió varios metros y cayó en seco.

Me giré para verla. Extendía su brazo con una pistola con silenciador. Le había disparado también.

¿Acaso ella... mató a todos?

—Tú... —susurré, sin dejar de temblar—, Sullivan, los mataste.

Me miró unos segundos, con sus ojos completamente fríos. Incluso en la noche, podía notar aquel brillo de odio que tenía.

No me contestó. Se concentró en quitar el silenciador, para luego tirarlo al suelo junto con el arma. Ella llevaba guantes de látex para ocultar sus huellas. Ella... tenía eso planeado.

Mi papá no era el único asesino en la familia.

Miró hacia su derecha, ignorándome.

—Matthew, ¿puedes decirle al abuelo que ya terminé? —dijo, con total tranquilidad—. Debo hablar con Gwen de algunas cosas.

Miré hacia donde ella pegaba su vista. El que se suponía que era mi "guardián", se hallaba a varios metros de nosotros. Aún tenía puesta una peluca azul junto con un sombrero trilby. Seguía usando una máscara para toda la cara.

—Va a enojarse, no explotaste el edificio —aclaró aquel, con un tono musical.

Sentí ganas de vomitar. ¿Esto realmente estaba pasando?

—Puedes entrar los cuerpos. Lo explotaré luego de borrar la evidencia de que Gwendolyne estuvo por aquí. Dame media hora —pidió—. Gwen, vámonos.

Comenzó a caminar hacia donde, suponía, era el camino a casa.

La seguí, sin poder hacer nada más. Ella me había protegido. Sí, seguro por eso los había asesinado. Sólo era defensa propia, ella no era mala. Sólo habrá tomado un paseo para investigar sobre nuestra familia y, como soy más torpe que ella, tuvo que tomar aquella decisión. Esos hombres eran malos. Muy malos. Iban a matarme. Sullivan no tuvo opción.

Seguro hasta era la primera vez que hacía algo como eso, ¿verdad?

—¿Puedes dejar de temblar? —gruñó sin verme, luego de varios cientos de metros sin hablar—. Y camina más rápido, arruinaste todo. Debo arreglar tus desastres. ¿Qué diablos hacías siguiéndome hasta aquí?

—Sólo...

Me quedé en silencio. No supe qué responder. Tal vez era el shock. Antes tenía miles de preguntas. Ahora no tenía respuestas.

—Ya, no me interesa. Sólo no vuelvas a hacerlo. ¿Entendis...?

—Sully —le interrumpí. Mis ojos se volvieron llorosos, no pude hacer lo que me pidió—, tengo miedo.

Se animó a verme. Ésta vez, su mirada era de pena.

—Bienvenido a nuestra realidad.


Perdonen la espera del cap, mi uni me llenó de trabajos prácticos:(

Les dejo dibu hermoso que hizo mi beba de Ethan (sé que no tiene nada que ver con el cap, pero igual ta preciosOOO)

Tuve que partir el capítulo en dos partes porque era mUUUY extenso, perdonenx2

Espero que les haya gustado♥ Ya Gwen empezará a ver la verdad d su family osiosi

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