Capítulo 6
Adele se mantuvo estática, en la misma posición, sin perder contacto visual. Hacía alrededor de un minuto que Nicolás había intentado morderla como si de un perro se tratara. Ella no sabía cómo reaccionar ni cómo tomar aquello, así que la respuesta de su organismo fue quedarse quieta, esperando que, al igual que con un cachorro, cuando no se sintiera intimidado, el navegante dejara de intentar defender su territorio.
—¿Y tú qué haces aquí? —inquirió él, incorporándose. Se cruzó de brazos. Casi como si se tratara de magia, el sabueso agresivo de hacía unos segundos había desaparecido.
—El capitán... Shanks me envió para ayudarle —contestó ella, apuntando a la puerta, lugar por el que había salido el aludido.
—Oh, ya veo. Entonces ayúdame... —Nicolás tomó uno de los mapas cerrados y trazó una línea imaginaria entre Adele y el interior de la habitación. Luego le sonrió—. Quedándote ahí.
La joven parpadeó consecutivas veces. Agachó la cabeza para ver el piso, y luego la alzó un poco indignada.
—Pero yo... —Intentó cruzar el límite de la línea imaginaria, pero un ladrido por parte de Nicolás se lo impidió. Rápidamente retrocedió hasta chocar con la puerta abierta—. Solo quiero ayudar.
—Si, de la maravillosa forma en que ayudaste a todos en el barco —dijo sarcástico el varón, dándose media vuelta. Colocó el mapa sobre la mesa y lo abrió. Tomó un compás y, de una forma perfectamente entendible para la joven, midió distancias—. Los rumores sobre tí corren como agua por el barco. Solo quédate ahí y procura no hablar mucho.
Adele suspiró, completamente insatisfecha, sin dejar de ver a Nicolás, anhelando lo que él estaba haciendo.
Shanks, que se encontraba tomando una copa con Benn luego de dar la orden de ponerse a trabajar a todos los piratas del barco, pasó riéndose con su amigo cerca de la sala de mapas. Por un instante se detuvo al contemplar a Adele sentada en el suelo, recostada a la puerta, abrazada a sus pies, con la barbilla apoyada en su rodilla, vislumbrando a Nicolás con un infinito deseo en el destello dorado de sus ojos.
Le sacó una pequeña risa. Sabía que la fina jovencita no iba a poder con eso. Sabía que le había dado una tarea imposible.
Al sentir la potente mirada de alguien sobre ella, Adele fijó su vista en los alrededores. Abrió sus ojos de par en par al pillar al capitán sonriéndole de forma prepotente y engreída. Por alguna razón le pico en el orgullo que él alzara su copa en su dirección. Se estaba mofando de ella, y eso no podía permitírselo.
Por supuesto que el apuesto y poderoso pirata no apostaría por una dama de alta clase para domar a la bestia que se escondía en la sala de mapas. Pero precisamente por esa razón, ella quería hacerlo. La había dejado ahí a propósito para que fracasara y dejara de intentar ser alguien en ese barco, eso Adele si lo comprendía, siempre había podido leer muy bien a las personas.
Sin más que decir se puso en pie. Se acomodó su largo vestido e hizo una reverencia con dirección a Shanks, instantes antes de adentrarse en la sala.
El capitán, más que impresionado, borró su sonrisa de golpe. Casi se le cae la copa de la impresión. Nicolás solía ser muy posesivo con su territorio, así que una entrada tan violenta podría provocar alguna herida en la dama. Rápidamente, y casi por inercia, caminó hasta la puerta de la habitación. Se le escapó el aire que había estado contenido al ver cómo, de una forma muy amena, Adele había conseguido endulzar a Nicolás y ahora mantenían una conversación apuntando al mapa.
Las risas bajas de ambos se escuchaban como melodía por esas cuatro paredes. Ella le había rectificado algo y él se encontraba atónito. Ahora ambos daban su opinión y apostaban apuntando las islas del mapa. De vez en cuando la castaña le daba pequeñas palmadas en la cabeza al navegante.
Shanks acomodó su brazo en el umbral de la puerta y apoyó su frente sobre este, todo mientras aún sostenía la cerveza. Sonrió de medio lado. Al parecer Adele había encontrado su lugar.
—Estamos a punto de llegar a tierra fir-
Benn cortó sus palabras al colocarse junto a su capitán. Él también quedó anonadado con las vistas. Jamás esperó vivir para ver a Adele encajar en algún lugar de la tripulación sin provocar desastres, mucho menos junto a Nicolás, quien, de lejos, era el más quisquilloso a la hora de escoger compañía.
—¿Esto es real? —preguntó el azabache, dándose un buche de su cerveza. Por un momento también se le escapó una sonrisa.
—¿Qué hechizo habrá usado? ¿Algún día lo sabremos? —preguntó repetidamente el pelirrojo. Se separó del umbral y aprovechó para dar el último sorbo de su cerveza—. Probablemente no.
—Es histórico.
—Dile a todos que vayan a sus posiciones —avisó el capitán. Dejó su jarra en el suelo y le dió dos palmadas en la espalda a Benn antes de seguir su camino.
—. En diez minutos desembarcamos.
Benn obedeció sin rechistar, aunque no sin antes dar una última ojeada a Nicolás y Adele. Seguía pareciéndole raro, pero al ver a la dama sonreír de forma sincera y espontánea comprendió que, tal vez, el hechizo que había usado con Nicolás era el mismo que había usado con él, o con Edward, o con el mismísimo Shanks —aunque este último se negara a aceptarlo—.
Ella simplemente era demasiado dulce.
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Arribar fue muy fácil.
Tomó alrededor de una hora poner todo en orden en el barco antes de pisar tierra firme. De todas formas dos o tres miembros de la tripulación se quedaron detrás vigilando la gran embarcación, encargados también de nutrir de municiones y suministros la bodega.
Era media tarde ya, el sol comenzaba a esconderse en el horizonte, iluminando con sus destellos naranjas aquella tétrica y pequeña ciudad costera.
Adele no preguntó mucho al respecto, simplemente se mantuvo junto a Edward, escondida en su espalda. Sus curiosos orbes examinaban hasta el más intrincado de los rincones con temor y preocupación. Aquello parecía un escenario de los peores libros de misterio que jamás hubiera leído.
Las personas tenían miradas podridas, muertas. La gran mayoría se encontraba sin hacer nada productivo. Algunos jugaban en los portales de las casas o locales, ya sea póker, dardos, la ruleta o el trile. Muchos se quedaban mirando mientras simulaban seguir en lo suyo.
Pero las personas, a pesar de ser la atracción principal, no eran lo único que hacía espeluznante a ese pueblo. Las casas parecían viejas, se caían a trozos, de madera que chirreaba con el viento, pintadas con colores opacos. Las calles estaban cubiertas de obstáculos, basura y carretas rotas que nadie se había tomado la molestia de retirar. Se escuchaban disparos y alaridos a lo lejos.
—Es un pueblo fantasma —comenzó Edward, al notar lo asustada que estaba Adele. Le sonrió por encima del hombro, de forma tranquilizadora—. También son conocidos como pueblos piratas. Aquí nuestra bandera vale más que cualquier otra. No existe ley en este lugar.
—¿Y por qué se supone que vinimos? —cuestionó la joven, abrazándose a sí misma. Sentía una mirada clavada en su cuello y esta vez no se trataba de Shanks, él dirigía el grupo justo al frente.
—Te diría la respuesta, pero a una señorita como tú no le agradaría.
Adele iba a protestar, a pedir algo más concreto, pero se detuvo en seco al ver como todos los piratas entraban a lo que parecía ser una taberna. Guardó silencio hasta llegar al interior.
Comprendió varias cosas —aunque no tantas— al ver a muchos de la tripulación sentadas sobre las sillas con algunas mujeres entre sus brazos. Los hombres parecían excesivamente felices mientras toqueteaban los cuerpos sensuales de las chicas que les reían los chistes de forma exagerada. Le sacó una arqueada.
De repente todos comenzaron a pedir ron y cualquier bebida alcohólica. No eran los únicos allí, pero se habían robado el show solo para ellos. Algunos se les acercaban impactados y contentos por tener una legendaria tripulación cómo esa en los alrededores.
Adele agradeció que al menos Shanks se encontrara sentado en la barra, con una botella de vino entre sus manos, ignorando a la mujer que trataba por todos los medios de llamar su atención. Él, en cambio, parecía prestar más interés a la chica que se encontraba del otro lado, pero no era de una forma asquerosa o lasciva, no. La trataba como alguien más de su tripulación.
Benn, por otra parte, había llamado la atención no de una, ni de dos, ni siquiera de tres. Habían cinco mujeres rodeando al vicecapitan. Y aunque él era un hombre con necesidades, prefería tomarse su trago tranquilo en tierra firme antes de comenzar con cualquier acto carnal que pudiera desembocar la pérdida de la consciencia debido al alcohol.
Incluso Edward había tomado asiento con una chica entre sus brazos.
Adele se mantuvo firme frente a la puerta de entrada. Analizaba la situación sin comprender muy bien lo que sus ojitos estaban vislumbrando. Se sentía muy fuera de lugar. No sabía dónde meterse.
De repente la puerta fue abierta por otro cliente, quien la empujó sin intenciones. Aquello fue suficiente para que la dama se percatara de que ya no debía permanecer como poste frente a la única entrada al local.
Adele tragó en seco justo antes de comenzar una ardua travesía para llegar a algún asiento vacío. Comenzó a esquivar a los sudorosos hombres mientras buscaba. Trataba por todos los medios de caber entre las ranuras de las sillas ocupadas sin tener que molestar a nadie. Desafortunadamente tanto esfuerzo fue en vano, porque terminó chocando espalda con espalda contra uno de los tipos.
—¡Ten más cuida-
El hombre calló en seco al verla voltearse en su dirección. Ni siquiera escuchó cuando la mujer se disculpó continuamente haciendo pequeñas reverencias. Aquel era el ser más hermoso que jamás hubiera presenciando. Había quedado bobo con su belleza.
—Vaya, ¿trabajas aquí?
—No, acabo de llegar —informó Adele. No conocía a toda la tripulación de Shanks, pero a ese sin dudas no lo había visto por el barco.
—¿Quieres sentarte aquí? —dijo él, parándose de su silla, con una mano apunto al asiento—. Si quieres pedir algo hazlo. Yo invito.
—Muchas gracias —sinceró la castaña, tomando lugar donde se le había ofrecido. Estando sentada le dedicó una sonrisa al hombre—. Es usted muy amable.
—Para nada. Es lo que menos se debe hacer cuando una dama tan hermosa pisa este mugroso suelo —restó importancia. Tomó la mano de Adele, se inclinó hacia adelante y besó el dorso de esta.
—Él tiene razón —sonó otra voz por detrás. Rápidamente otro hombre se incorporó al lado contrario de Adele, dejándola justo en el medio. Con todo el atrevimiento del mundo agarró un mechón de su largo cabello entre sus manos e inhaló su olor—. Mereces el mejor trato del mundo y yo te lo puedo dar.
—Oh, gracias. Es usted también muy amable —repitió la inocente dama sin reconocer el tono lujurioso con el que se había referido a ella este otro desconocido
—No debes agradecer. Cuando una mujer es tan hermosa como tú merece a alguien que ponga el mundo a sus pies —refutó un tercer individuo, haciendo acto de presencia por el frente—. Yo puedo ser ese alguien.
—Oh... —susurró desanimada Adele. Recordaba con exactitud aquellas palabras. Se las habían repetido en incontables ocasiones cuando las propuestas de matrimonio le habían llovido al alcanzar la edad suficiente para desposar a alguien. Siempre hablaban de ella refiriéndose a su belleza, ya no era una novedad.
—¿Vez lo que has provocado? Su hermosa sonrisa se borró —siseó un cuarto, colocándose junto al primero. Fulminó con la mirada al que se encontraba al frente—. La sonrisa es la curva más hermosa en una mujer, por favor devuélvala.
—¡Eso! —exclamó el quinto de ellos, rodeando a Adele.
Lejos de ahí...
Hacía casi un año que Shanks no veía a Belle, quien era una gran amiga y durante un tiempo había viajado en su barco. Ella era la dueña de la taberna y la que se encargaba del negocio en su totalidad, le daba techo a las mujeres, administraba la comida y llevaba las cuentas del local. Era alguien a quien él admiraba mucho, así que disfrutaba sus charlas con ella, tanto que por momentos se le olvidaba el tiempo.
Habían estado hablando de como era el Océano Atlántico y las aventuras que este escondía para quienes se atrevieran a zarpar hacia allí. Él ni siquiera había prestado atención a la mujer que, hacía un tiempo, se había rendido con intentar tener algo con él. Todas sabían ya que, con el capitán de los Akagami, no era nada fácil enredarse, y eso que era algo que todas anhelaban. Simplemente se habían hecho a la idea de que intentar coquetear con él era en vano, cuando Shanks encontraba una mujer que quería la tomaba, mientras no perdía el tiempo con otras que sabía no lo iban a satisfacer.
Un pequeño toquesito en el hombro lo obligó a voltearse. Arqueó una ceja al vislumbrar a Edward tambalearse en el lugar completamente borracho, tenía una sonrisa tonta pero un semblante preocupado.
—¿Qué sucede? —inquirió él, curioso y bastante sorprendido. Cuando llegaban a tierra firme su tripulación siempre se concentraba en lo suyo: beber, cantar y tener sexo, nunca solían molestarlo.
—¿A qué no adivinas quién está en medio de ese verengenal? —soltó chistoso el médico, apuntando con su dedo a un ulto de hombres arrinconados en una posición exacta de la taberna—. T-te va-vass a sorpre-nder —completó entre hipos y pausas para recuperar el aliento.
Shanks soltó un suspiro en respuesta, conociendo muy bien a la protagonista de aquel embrollo. Se disculpó con la mirada con Belle —quien le hizo un gesto para que no se preocupara— y comenzó a caminar. No lo alteró para nada escuchar como, a sus espaldas, Edward había caído al suelo tratando de sentarse en uno de los lugares de la barra.
Mientras sus pasos lo acercaban a la concentración tan absurda de hombres que se había formado alrededor de Adele en tan solo dos horas, admiró como toda su tripulación se encontraba en un estado de embriaguez absoluta. Por supuesto que la inocente dama había terminado así, nadie tenía los sentidos suficientes para prevenirlo, exepto Edward, que aún bajo los efectos del alcohol había sabido activar su medidor de peligro.
Sin preguntar ni pedir permiso, Shanks pasó por encima de todo aquel que se interpusiera en su camino para llegar al centro, lugar donde se encontraba Adele riendo las burradas que le decían aquellos cabeza de chorlito. Empujaba sin mucho esfuerzo y sacaba con facilidad a todos sus obstáculos. Entonces logró colocarse junto a la chica.
—Oh, es Shanks. Mira todos los amigos que hice —soltó la castaña, sonriendo. No notó como todos babearon por ella en ese instante. Alguien le tendió una jarra para que bebiera y, justo cuando fue a tomarla, una fría mano se lo impidió aprisionando la muñeca de la suya.
—Lo siento, señores —tajó el pelirrojo, con una sonrisa tranquila en los labios, pero su aterradora mirada provocó que más de uno perdiera el equilibrio por el pavor—. Se acabó la fiesta.
—¿A qué te refieres?
Adele no necesitó una contesta verbal para entender. Shanks la había levantado con su mano como si del peso de una pluma se tratara y luego, de la forma menos amable posible, la había tirado contra su hombro como si de un saco se tratara.
La chica sintió a todos protestar a sus espaldas. Ni siquiera podía verlos ya que el capitán la había lanzado con la cabeza hacia su espalda. Por instante procesó la situación, y solo cayó en cuenta de la gravedad del asunto hasta que ya se encontraba a varios metros de los hombres.
—¡Bájeme! —exigió, dándole pequeños golpes en la espalda, mientras pataleteaba.
—¿Qué hablamos de las formalidades? —inquirió con sorna el mayor, mirando descaradamente el trasero travieso e intranquilo de su rehén.
—¡Bájame, Shanks! —corrigió rápidamente ella, sin dejar de moverse.
—¿A eso le llamas forsejear? —preguntó en tono burlesco, segundos antes de colocarla sobre uno de los asientos de la barra.
Adele intentó ponerse en pie, pero el largo brazo de Shanks se lo impidió. Él había interceptado su camino, colocando su mano sobre la barra, arrinconándola en una prisión de carne. Con el mismo impulso la joven tuvo que dejarse caer sobre la silla.
—¿A dónde crees que vas?
—No puede hacer lo que usted quiera conmigo y cuando quiera —siseó Adele, frunciendo el ceño. Por primera vez estaba enojada.
—Las formalidades —añadió el pelirrojo, ignorando las palabras de la chica mientras sonría jugueton.
Adele respiró profundo, buscando compostura—. Que no puedes decidir por mí, ni tratarme como una muñeca.
—¿Ah no? —cuestionó, acercando su rostro al de la chica.
—No —refutó decidida, aunque con las mejillas sonrojadas por la cercanía del hombre.
Shanks no pudo evitar soltar una risas por lo alto, cosa que sacó más de quicio a la jovencita.
—Belle, cuida a esta plaga por favor. Regreso en unos minutos —solicitó el capitán, apuntando con su pulgar a Adele.
—¿Quién es una plaga? —farfulló la castaña, encogiéndose de hombros.
—Por supuesto. Puedes contar conmigo —contestó Belle, quien había estado observando hasta ahora la escena protagonizada por los dos. Trataba de contener sus risas, pero la verdad no estaba haciendo un buen trabajo.
Shanks se despidió con la mirada de la irritada Adele. Segundos después desapareció por la puerta principal.
La protagonista, si bien estaba ofendida, no era capaz de llevarle la contraria al pelirrojo. Así que se quedó sentada en el lugar, mirando como el bulto de hombres se deshacía y todos volvían a sus lugares sin tan siquiera mirarla de solsayo.
—Solo estaban luchando por ver quién se acostaría contigo —informó Belle, secando con una toalla uno de los vasos de cristal que se encontraban bajo la barra.
—¿A qué te refieres? Ellos solo...
—No seas inocente. Esos tipos no querían hablar y reír contigo. Simplemente estaban vigilando el momento oportuno para obligarte a hacer algo que seguramente no hubieras querido —razonó la mayor, con una sonrisa de medio lado. Colocó su codo contra la madera y depositó su barbilla sobre su brazo—. Afortunadamente ellos conocen a Shanks y ninguno se atrevería a provocar su furia.
Adele corrió los ojos. No podía llegar a entender por qué le temían tanto, él era un hombre divertido, sonriente y hasta despreocupado.
—En fin, Shanks solo te estaba protegiendo. Él ve cosas que tú no, puedes llamarlo cosa de la edad, experiencia o simplemente que él también es un hijo de puta; pero el caso es que ve esas cosas. No seas dura con él. Su fuerte nunca han sido las mujeres. Benn siempre lo ayuda con las chicas y trata de enseñarle cómo tratarlas. Créeme, contigo fue delicado.
Adele miró por el rabillo del ojo a Belle quien parecía saber más de Shanks que el propio Shanks. Tomó en cuenta sus palabras y luego posicionó su vista en algunos de los hombres que antes la habían rodeado. Efectivamente, todos estaban comiéndole la boca y toqueteando a las mujeres que quedaban libres en la taberna. Al presenciar aquello se mordió el labio inferior. Sin decir nada, simplemente comenzó a correr con dirección a la puerta.
Belle se irguió en el lugar, y sin borrar su sonrisa, siguió en lo suyo.
Fuera de la taberna, Adele miró en ambas direcciones buscando esa cabellera roja. Caminó varios pasos rodeando el local. Afortunadamente, aunque era de noche y existía cierta oscuridad, la luz de la luna le permitió distinguir aquellas hebras rojas brillantes en la distancia.
Shanks se encontraba peinando la gran melena de un caballo que estaba sacando del establo. Cuando dirigió su vista al frente tuvo que detenerse en seco al vislumbrar a Adele.
—Te dije que te quedaras dentro —reprendió, pero no con un tono cruel. Más bien, mantenía su semblante chistoso y esa perfecta sonrisa ladina.
—Lo siento —confesó de repente Adele, tomándolo por sorpresa—. Te pedí que me protegieras y cuando lo haces yo decido enfadarme contigo. Siento que mi negatividad a esta situacion y en parte a tu profesión haya llegado a provocar incomodidad en tí.
Shanks guardó silencio. No le respondió. Simplemente se acercó a la chica y le extendió las riendas del caballo.
—¿Sabes montar?
—Equitación —simplificó la castaña, tomando las cuerdas. El caballo pareció tenerle mucho aprecio porque se abalanzó rápidamente a acariciar con su cuello la cara de la dama.
—Perfecto. Voy por otro. Espérame aquí.
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Palabras del autor:
Bueno, aquí están los momentos románticos, justo a la vuelta de la esquina. Sé que tardé, pero mejor tarde que nunca :D
Adele ya forjó relaciones básicas con los principales Personajes de la trama, ahora solo le queda reforzar sus lazos con Shanks. ¿Quién sabe lo que podría pasar?
Si te está gustando la historia vota y comenta para que llegue a más personas ~(˘▽˘~)(~˘▽˘)~
Lean comiendo palomitas ( ̄ω ̄)🍿
~Sora.
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