Capítulo 5
Adele intentó abrir sus ojos, pero la claridad la abrumó. Tuvo que ir haciéndolo lentamente, pastaeñeando de vez en cuando. Debía acostumbrarse. Cuando por fin tuvo sus orbes adaptados a la luz, pudo divisar el techo de lo que parecía ser una habitación. Un poco curiosa tiró su cabeza al lado para investigar aún más.
Había un escritorio junto a la cama en la que se encontraba acostada, la cual, cabía mencionar, era muy cómoda. En la esquina se veía un armario viejo. Y justo frente a ella, sobre una silla, de pies cruzados, leyendo un libro mientras acomodaba sus lentes, se encontraba Edward.
La castaña intentó sentarse sobre el colchón, pero un punzante dolor en su cabeza la hizo soltar un quijido bajo antes de cumplir su misión. Se llevó una mano a la frente, y gracias a que su dorso estaba vendado, recordó lo que había pasado en el fondo del mar.
Antes de darse cuenta Edward ya estaba a su lado, apoyando la espalda de la chica con su mano y ayudándola hasta que quedó derecha sobre la cama.
—No debes hacer esfuerzos bruscos. Tu cuerpo está acostumbrándose todavía —dijo apacible él, sonriéndole. Se encogió de hombros y caminó hasta llegar a la silla donde se encontraba previamente, se agachó y tomó su maletín. Luego se devolvió al lugar junto a Adele.
—¿Qué me sucedió? —inquirió la joven, mirando su vendaje.
—Te picó un pez piedra —resumió el rubio, mirando de solsayo a Adele. Llevó una mano a su mentón y luego asintió, cómo habiendo encontrado la solución a un problema. Colocó su meletín sobre la cama y lo abrió, de él sacó un tarro con lo que parecía ser una crema.
—¿Un qué? —preguntó nuevamente la chica, frunciendo el ceño. Cuando Edward extendió su mano, cómo pidiéndole algo, ella comprendió que quería el brazo vendado, así que lo estiró hacia él.
—Un pez piedra. Son una especie venenosa. Podrías haber muerto de no ser por el capitán —explicó él, sacando el vendaje para aplicar la crema.
—¿Por Shanks?
—Puede parecer distraído y despreocupado, pero en realidad es el más maduro de la tripulación. No te quitó ojo de encima, por eso descubrió que habías sido picada a tiempo.
Adele recordó la imagen de Shanks nadando hacia ella. Era cierto, de no ser por él, posiblemente se hubiera ahogado inconsciente en el océano.
Por un momento se sonrojó, llevó una mano a su pecho y apretó la tela sobre él, solo para descubrir que ya no tenía su vestido. Se miró. Traía una camisa bastante ancha, blanca, larga. Hasta ese momento no se había percatado.
—Shanks salvó tu vida. Buscó el pez que te había picado para saber cómo tratarte. Te sacó el veneno justo a tiempo. Te dejó quedarte en su habitación —enumeró Edward, volviendo a hacer el vendaje. Sonrió satisfecho al ver que estaba todo bien—. Gracias a eso estás viva.
—Esta... —Adele miró a su alrededor. Las paredes, el techo, la cama. Todo—. ¿Esta es la habitación de Shanks?
—Es la habitación del capitán. Y esas... —Apuntó son su dedo la camisa que llevaba puesta la fémina y se acomodó los lentes nuevamente—. Esa es su ropa. Cuando te trajimos inconsciente, no podías ni valerte por tí misma, pero no podíamos dejarte mojada, sufrirías una hipotermia. Eso fue un grave problema.— Se sonrojó, recordando la pequeña disputa que había ocurrido ese día entre los miembros de la tripulación—. Cómo podrás comprender, todos querían hacer el favor de quitarte las ropas...
Adele sintió su rostro arder y se abrazó a sí misma. Escondió su mirada.
—Tranquila. Shanks puso orden y él se encargó de todo.
—¿Me vio? —preguntó, abriendo sus ojos de par en par. Se inclinó rápidamente sobre Edward.
—Es evidente, señorita —murmuró el rubio, encogido de hombros.
—Ya no podré casarme —agonizó la castaña lanzándose hacia la almohada. Se tapó con las sábanas la cabeza y se puso en posición fetal sobre la cama.
—No deberías hacer movimientos bruscos. Solo han pasado tres días desde tu picadura —recomendó el médico. Recogió sus cosas y las guardó en su meletín. Recogió el libro que había tirado al suelo hacía unos minutos y lo abrió—. Hay gente a la que le toma dos semanas recuperarse del todo
—¿He estado dormida tres días? —cuestionó, asomando la parte superior de su rostro. Se acomodó la sábana hasta la nariz.
—Sí, no sabría decir si fue por el cansancio acumulado o por la picadura. El caso es que Shanks me prohibió moverme de aquí hasta que tú despertaras.
—Edward... —llamó dulce pero decididamente. Con sumo cuidado se puso en pie, siempre apoyándose en la cama con sus manos. Cuando se acostumbró y sus músculos ya no estuvieron dormidos, alzó la vista para ver al aludido—. ¿Dónde está Shanks?
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Adele siguió las instrucciones al pie de la letra. Caminó por la proa del barco hasta llegar a la sala de mapas, lugar donde supuestamente debía estar el pelirrojo. Se sintió un poco incómoda por todas las miradas sobre ella, pero cierta paz la envolvió cada vez que alguno de los piratas le preguntaba cómo estaba.
Se adentró a la habitación y lo encontró. Shanks estaba sentado sobre una gran silla, tenía los pies sobre la mesa del frente, lo que le permitía poder estar inclinado hacia atrás en la silla. Aprovechaba su posición para poner sus manos cruzadas tras su cuello, descansaba la cabeza en el espaldar. Tenía un libro sobre su cara.
Adele dio pasos hasta llegar cerca. Por un momento se quedó ahí de pie, con una mano sobre su pecho. Le quitó el libro de arriba, lo cerró y lo colocó sobre la mesa cercana. Luego volvió a permanecer estática, mirándolo.
Él dormía, despreocupado, en esa cómoda pero difícil de mantener posición. Su respiración era pausada. Tenía dibujada una sonrisa, algunos de sus rojos mechones de cabello estaban por su rostro.
Adele se quedó mirándolo. Se mordió el labio inferior recordando todo lo que le había contado Edward. No sabía cómo expresar su gratitud hacia aquel apuesto hombre. Quitó dulcemente los cabellos que estaban exparsidos sobre los ojos y frente de Shanks, tenían un color tan peculiar.
—¿Vas a estar mirándome mucho más? —preguntó el varón, abriendo uno de sus ojos, con una sonrisa de medio lado. Se le escapó un risotada cuando divisó a Adele dar un respingo hacia atrás con las mejillas sonrojada.
—Lo siento —murmuró la castaña, incorporándose. Entrelazó sus manos en su zona trasera. Corrió la mirada. Jugueteó con sus pies.
—¿No lo niegas? —Shanks se sentó correctamente, sin borrar su sonrisa y mucho menos sin dejar de mirarla.
—Negarlo sería mentir —siseó Adele, rápidamente.
—¿Y tú no mientes? —añadió, poniéndose en pie, se revolvió el cabello para luego peinárselo cómo quería.
—Por supuesto que no —respondió rápidamente, alzando su dedo índice—. Mentir es negativo y está mal.
—Si tú lo dices, señorita —dijo, colocándose ya listo frente a ella.
—Tengo que darte las gracias —comenzó Adele, revelando el verdadero motivo de su visita—. Ha sido usted amable en demasía.
—De gracias nada, bonita. —Shanks se inclinó y, divertido, le jaló con una mano un mechón de cabello del flequillo hacia abajo—. Esto te costará un aumento.
—¿Cuánto planea cobrarme al final de mi viaje? —cuestionó Adele, acomodándose el flequillo nuevamente.
—No lo sé, dependerá del final. Por lo que veo voy a subirte el precio muchas veces —informó, tomando de la mesa su cinturon con la espada en la funda.
—De igual modo... —Adele negó. Tomó los extremos de la camisa, que le llegaba hasta casi las rodillas y los llevó a los lados. Hizo una reverencia y agachó la cabeza—. Muchas gracias. Sea cual sea su razón, lo cierto es que le debo la vida.
—Nada más por las buenas vistas valió la pena —comentó, jocoso. La miró descomponerse por el rabillo del ojo. Le hacía tanta gracias.
Adele era una mujer muy paciente, con un template de hielo. Siempre comprensiva y calmada. Pero por ocasiones parecía que no había tratado con un hombre en toda su vida. Esto le parecía tan divertido a Shanks.
La joven se encogió de hombros. Con sus manos intentó estirar hacia abajo la camisa del pelirrojo. Recordó las palabras de Edward y esto la avergonzó aún más.
—Deberías vestirte más así. Te queda genial —añadió él, agachando su rostro lo suficiente para poder verla a los ojos.
—Ahora mismo iré a ponerme mis ropajes —dijo ella, huyéndole a la jocosa mirada del capitan.
—Es una lástima...
—Disculpe... ¿me vio usted? —inquirió, con las mejillas sonrojadas. Retrocedió dos pasos para tomar su distancia y, por fin, se armó de valor para alzar la cara.
Shanks arqueó una ceja. Ella se mordió el labio y se apuntó el pecho con un dedo. Él comprendió y soltó una carcajada por lo alto.
—No, por supuesto que no —mintió, con un brillo peculiar en sus orbes. Lo dijo sarcásticamente, sin siquiera imaginar que Adele fuera lo suficientemente ingenua para creerlo, pero ahí estaba ella para sorprenderlo.
Cuando la castaña suspiró aliviada y sintió que todo el peso en sus pulmones se liberaba, esbozó una sonrisa complacida.
—Es un alivio —susurró—. No quería casarme con un hombre al que apenas conozco.
—¿Casarte? —Shanks se arrecostó con su mano a la mesa. Por alguna razón, las ocurrencias de esa joven le impedían borrar su sonrisa.
—Sí, si me hubiera visto usted... Tendríamos que casarnos.
Shanks dejó escapar unas carcajadas por lo alto—. Quisiera saber en qué siglo viven en la alta sociedad.
—En el siglo dieciocho —contestó ella.
—No era una... —Miró a la chica pestañear varias veces, esperando la continuación de la oración como si no supiera que iba a decir—. ¿Sabes qué? Olvídalo.
—Si usted lo dice...
—Bueno, señorita. Me despido. Voy a trabajar. —Shanks hizo una reverencia y fingió tener un sombrero solo para quitárselo.
Adele asintió y lo siguió con la vista hasta verlo desaparecer rumbo hacia el exterior, lugar donde se reunió con su tripulación. Por un segundo se preguntó si, durante tres largas noches, el capitán de uno de los más grandes barcos piratas había estado durmiendo sobre una silla para que ella tuviera una cómoda cama sobre la cual descansar.
Sentía que comenzaba a tener una deuda que no podía pagar solo con dinero. Eso la abrumó. Se le había educado con la idea de que todos le debían, pero ella nunca estuvo de acuerdo con esa creencia. Quería hacer algo para compensar.
No quería ser solo una muñeca que estuviera mirando todo el tiempo.
Necesitaba empezar a moverse.
Lo primero que hizo fue ir hacia la habitación de Shanks. Edward le entregó su vestido y se lo puso. Se sentía mucho más cómoda con él. Luego salió a la proa, dispuesta a encontrar algo en lo que fuera buena.
Se acercó primeramente a Benn, con quién sentía que había congeniado más. Se ofreció voluntaria para lo que él necesitara. El primer oficial la envió con los del almacén para cargar suministros y armas. Las cosas terminaron mal, y Adele se ganó que la sacaran de allí cuando dejó caer al suelo uno de los barriles con alcohol.
Segundo fue donde Yassop, quien de todos era el que mejor la había tratado. El hombre, tan amable como siempre, le dio una oportunidad en el sector de limpieza. Al principio, no quería poner a una dama como ella a hacer tales tareas, pero tras la insistencia de la chica, decidió darle una oportunidad con el trapeador. Al final, la castaña lanzó sin querer el balde de agua al suelo y el trapeador se le escurrió de las manos, dando a parar en la cara de un oficial.
Por último intentó con Edward, quien sugirió que intentara serle útil a los piratas que se encargaban de mantener el barco en ritmo. Así que, Adele terminó con los más activos de la tripulación, quienes debían asegurarse que las velas estuvieran bien, que las sogas estuvieran amarradas, que el navío no tuviera inconvenientes y que no hubieran enemigos a la vista. Ella solita comprendió que ese no era su lugar cuando perdió el aliento en más de una ocasión y no había completado tan siquiera la primera tarea que le había dado.
Así que, después de un largo día lleno de fracasos y metidas de pata, allí estaba. Nuevamente en la esquina del buque, de brazos cruzados, mirando el panorama. Ahora los admiraba más que nunca porque, si bien los piratas no tenían trabajo, mantener un barco no era tarea fácil, y ellos lo hacían con sonrisas plasmadas en sus rostros.
Al final todo había sido en vano. Quería ayudar. Sentía que se lo debía a Shanks y su tripulación, además de que no le gustaba estar sin hacer nada, solo como un adorno. Pero al parecer no había lugar para una dama en un barco pirata. Esa era sin duda una realidad, aunque a Adele no me gustaba.
—Vaya que has causado desastres hoy, señorita —dijo una voz a sus espaldas.
La aludida volteó solo para ver a Shanks colocarse a su lado. Ya traía su capa puesta. Tenía una sonrisa deslumbrante y una jarra, de la cual bebía.
—¿Tan rápido se han esparcido los rumores sobre mis fiascos? —inquirió la dama, esbozando una sonrisa triste.
—Es ron, lo robamos de Cuba —informó el pelirrojo, extendiéndole la jarra—. ¿Quieres?
—No, gracias —rechazó amablemente.
—Déjame adivinar... Solo tomas vino.
—¿Cómo sabes? —preguntó interesada.
—Intuición —contestó el pelirrojo, dando un gran sorbo a su ron—. Lo que tiraste hoy en la bodega era uno de los dos barriles que nos quedaban del ron de Cuba, debemos ahorrarlo.
—Ay no... —soltó con agonía Adele, escondiendo su rostro entre sus manos. Sentía que se moría de la pena—. Lo siento mucho.
—¿Solo sabes disculparte? —cuestionó Shanks arqueando una ceja, un poco más serio.
—Quiero creer que no —murmuró en respuesta Adele, volteando su rostro sobre sus manos para verlo—. Intenté buscar un lugar para mí en este barco. Supongo que saber cuándo rendirse es una cualidad admirable. Siento que se los debo por todo lo que han hecho por mí.
—Nadie lo hace de gratis. No tomes lo que hice por tí hace tres días como lo más grande del mundo, en parte fue mi culpa. No debí haberte llevado al arrecife en primer lugar, y mucho menos debí apartar mi vista de ti. Ese es un error que no volveré a cometer.
—Ya lo sé pero... —Adele guardó silencio durante un minuto—. ¿Qué hacían tan cerca de un arrecife? He leído que podrían hundir el barco.
—Vivir la vida al límite es también pan de cada día para los piratas. Además, para impedir que nos vayamos todos a la mierda está nuestro navegante. Él sabe por donde llevarnos todo el tiempo —respondió Shanks, dándole otro sorbo al ron.
—¿Tienen un navegante?
—¿Crees que la sala de mapas está ahí para bonita? —preguntó con sorna el pelirrojo.
Adele dibujo una inmensa sonrisa y sus ojos cobraron brillo.
—¡Puedo ser de ayuda allí! —exclamó, eufórica, sin ser capaz de contener su emoción.
—¿Segura?
—Estudié cartografía. Era una materia obligatoria en el... —Afortunadamente, Adele se percató que había comenzado a hablar de más. Estuvo a punto de confesar algo que no debía. Guardó silencio bruscamente y se acomodó un mechón de cabello tras la oreja, calmando su alegría. Convirtió su sonrisa en una pequeña curvatura y se peinó consecutivas veces el flequillo—. Estoy segura de que puedo ayudar. Por favor deme una oportunidad.
Shanks fingió pensarlo solo para molestarla un poco. Ella era tan crédula que se lo tragó y le rogó con la mirada de un cachorro perdido dicha oportunidad. Después de poco menos de un minuto, no pudo contenerse más y dejó escapar una risotada.
—Vamos conmigo —dijo, dándose media vuelta, dejó sobre el primer escalón de una escalera su jarra vacía y miró por encima del hombro, con el rabillo del ojo y una gran sonrisa, a la joven—. Yo le diré a Nicolás que serás su nueva compañera.
Adele asintió. Siguió a Shanks hasta llegar a la sala de mapas, pero antes de entrar, él estuvo su paso, provocando que ella chocara contra su espalda.
—Esto te va a costar...
—Un aumento, ¿verdad? —completó Adele.
—¿Cómo voy a pedirte un aumento por trabajar en mi barco, señorita? —rio bufón Shanks.
—No lo sé. ¿En compensación por los daños causados?
—No soy tan despiadado.
—Lo siento.
—Tendrás que tratarme de tú. Me desquicia un poco tanta educación en mi barco —condicionó el pelirrojo, sonriendo de medio lado.
—Pero... Yo nunca he tratado a nadie de "tú" —halegó la joven, encogiéndose de hombros.
—Siempre hay una primera vez para todo, pequeña princesa —dijo él, volviendo a jalar divertido el flequillo de la mencionada.
—Comprendo. Intentaré dar lo mejor de mí.
Shanks se erguió satisfecho y se adentró en la sala de mapas.
Ahora, a diferencia de esa mañana, Adele encontró a un chico dando vueltas de lado a lado con un libro entre sus manos. Se encontraba mascullando un montón de cosas mientras trataba de encontrar algo.
Era pelinegro, de oscuros y largos cabellos, que mantenía recogidos en una cola de caballo. Tenía los ojos pardos. Y curiosamente, su femenino rostro estaba adornado por pecas.
—Nico, vengo a presentarte a tu nueva compañera —avisó el capitán. Al no obtener respuesta por parte del aludido se volteó hacia Adele. Soltó una pequeña risa al verla divisar al tipo con la boca abierta. Le dio un par de palmadas en el hombro—. Buena suerte.
La joven protagonista no comprendió muy bien el por qué de aquellas palabras. Cuando quiso preguntar a qué se debían, ya era demasiado tarde, el capitán del barco había desaparecido por la misma puerta por la que habían entrado.
Adele tragó en seco. Intentó acercarse hacia el chico llamado Nicolás, y cuando fue a tocarlo él le ladró, sí, justo como un perro. Casi la muerde. Recogió su mano velozmente y lo vislumbró con los ojos abiertos de par en par
Ahora entendía las palabras de Shanks.
¿Es que no había ni una persona normal en esa tripulación?
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Palabras del autor:
Hola, ¿cuánto tiempo?
Perdonen la tardanza del romance, quiero hacer las cosas bien. Para ello debo ubicar a la protagonista en el lugar y con las personas. Además, su relación con Shanks se va afianzando lentamente. Prometo que tengo muchos momentos pensados para ellos uwu
Bueno, Edward y Nicolás son Oc's. Espero que no los sientan muy forzados.
Si te está gustando la historia vota y comenta para que llegue a más personas ~(˘▽˘~)(~˘▽˘)~
Lean comiendo palomitas ( ̄ω ̄)🍿
~Sora.
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