Capítulo 4
Adele suspiró por tercera vez en la noche, mirando al horizonte.
Se encontraba sentada sobre una caja que había en la cubierta. Con ambas manos sobre su regazo sujetaba su vestido para que no volara con la feroz pero agradable brisa de la noche. En cambio sus cabellos no tenían como protegerse y danzaban despreocupados en el viento.
Le habían ofrecido ir a dormir con la tripulación pero ella se negó diciendo que no tenía sueño —cosa que era claramente mentira—. En realidad la joven no sabía ni cómo se mantenía despierta, pero debía hacerlo. Había escogido a esos hombres, no habían muchas más opciones, pero ella los había escogido a ellos para que la llevaran a casa. Confiaba en Shanks y en su tripulación, lo necesario pero lo hacía. Aunque todo esto era cierto, no podía pegar ojo rodeada de chicos. Esa era una situación incómoda que prefería evitar.
Por primera vez sacó sus orbes del cielo y los colocó sobre los pocos que estaban allí. Se habían quedado de guardia y tenían montada una pequeña fiesta con alcohol y comida. A Adele le gustaba ser testigo de lo mucho que reían y cantaban, nunca en su vida había visto a nadie divertiste tanto. La habían invitado, es cierto, pero también se negó.
Ella no encajaba allí.
La tomó por sorpresa sentir como alguien se sentaba a su lado. Afortunadamente había suficiente espacio para otro.
Giró su rostro para descubrir de quién había sido y, tal y como esperó, no se trataba de alguien que conocía. Era un hombre mayor, pero alto y robusto, bien trabajado. Tenía largos cabellos azabaches recogidos en una coleta baja, pero se le escapaba un mechón que caía sobre su rostro. De ojos pequeños y pupilas negras. De porte estoico y tranquilo. Estaba fumando.
—Buenas noches —saludó él, dándole una calada a su tabaco. Sabía que ella lo estaba examinando, pero en cambio, él solo miraba al frente, cuidando que ese par de idiotas no hiciera alguna tontería.
—Buenas noches —respondió la joven, inclinándose ligeramente en forma de respeto—. ¿Usted es?
—Puedes llamarme Benn —contestó simple, vislumbrándola de solsayo—. Soy el primer oficial de la tripulación.
—¡Oh! —exclamó ella, esbozando una gran sonrisa—. Es un placer conocerle. Mi nombre es Adele.
—¿Solo Adele? —cuestionó interesado. Se sacó el tabaco de la boca y se giró a verla—. El capitán puede ser muy despistado así que me imagino que no ha preguntado tu apellido.
Ella tragó en seco y negó con la cabeza rápidamente. Por un momento estuvo más blanca que la luna.
—No es necesario que se me trate por mi apellido —afirmó, recogiéndose el cabello con una mano. Antes lo podía dejar libre, pero ahora no quería incomodar a su acompañante—. Adele está bien.
—Bueno, Adele, ¿qué haces en el barco de unos piratas? —preguntó, frunciendo el ceño ligeramente.
—Quiero regresar a mi hogar —dijo simple, con una sonrisa, sin dejar de mirarlo. Podía escuchar las carcajadas y los cantos de fondo.
—Ya, ¿pero por qué un barco pirata?
—Bueno... —Adele apartó la vista por primera vez para colocarla al frente, donde estaba toda la tripulación. Le sacó una pequeña risita verlos brincar en un círculo tomados de los hombros—. Shanks fue muy amable conmigo. Él me salvó sin que le pidiera ayuda. Fue la primera vez que ví a alguien hacerlo. Generalmente se necesitan palabras para solicitar los servicios o favores de los demás; incluso empleando las palabras a veces somos rechazados si no hay un interés de por medio. Pero Shanks me miró... Él simplemente supo que estaba en un aprieto y fue en mi rescate. Me pareció increíble y digno de admirar, por eso decidí viajar a su lado.
Durante unos segundos se extendió un silencio sepulcrural entre ambos. La protagonista quiso morderse la lengua, había hablado de más. Seguramente se veía ridícula.
Benn estalló en risas desconcertando a su acompañante. Le dio pequeñas palmas en la espalda y se llevó una mano al estómago para tratar de calmarse.
—Si, eso definitivamente suena a algo que haría el capitán —confesó con dificultad, todavía riéndose jocoso. Se apoyó en sus rodillas y trató de relajarse.
Adele lo atisbó curiosa. Hasta hacía poco se veía más tranquilo que los demás de la tripulación, pero ahora no parecía tan distinto.
—¿Está usted bien? —cuestionó la joven, pestañeando consecutivas veces.
—Deberías descansar —sugirió Benn, recuperado—. Este será un largo viaje.
Ella se encogió de hombros ligeramente sonrojada—. No tengo sueño.
—Tu cara dice lo contrario —siseó el azabache, apuntándola sin pena.
Ella apartó velozmente su rostro hacia otra dirección. Tenía que cambiar de tema.
—Ya sé, ¿por qué no me cuenta cómo terminó usted aquí?
Benn alargó una "m" con un dedo sobre su barbilla, mirando al cielo. Durante unos segundos lo pensó, y durante otros recordó como había conocido a Shanks y todas las aventuras que había tenido gracias a ello.
—Es una larga historia —sinceró, cruzándose de brazos.
—Tengo toda la noche —rebatió la chica, volteándose nuevamente. En sus ojos brillaba algo peculiar. Tenía las comisuras de sus labios elevadas a su máximo explendor.
—Voy a por comida para ambos y te cuento.
Eso fue lo último que dijo Benn antes de ponerse en pie e ir donde su tripulación. Minutos más tarde regresó justo como había prometido, con dos trozos de carne y una manzana —la cual escogió Adele—.
A partir de allí estuvieron toda la noche hablando. No fue muy profundo, pero él le habló de casi todos los hombres que estaban frente a ellos apuntándolos. Le contó cómo se habían unido y todo lo que habían logrado. Tambíen le habló de la fama mundial que se habían ganado y sobre la alta figura que era Shanks.
Para Adele fue muy agradable y oportuno. La charla la había llevado a mantenerse despierta toda la noche sin la necesidad de tener que pellizacarse cada un minuto. Cuando menos lo esperaba el sol ya había salido y los demás miembros de la tripulación con él.
Todavía no sabía cómo iba a sobrevivir sin dormir toda la travesía, pero al menos era una noche menos.
Las risas, carcajadas y voces se multiplicaron cuando todos estuvieron reunidos en la cubierta. A los piratas les gustaba trabajar cantando la misma canción, una y otra vez. Adele comenzaba aprendérsela. Hasta había empezado a tararearla.
La mañana recién comenzaba y se podía saborear el aroma a agua salada. Algunos delfines cantaron y las gaviotas retomaron su vuelo sobre los cielos del océano.
Esta vez Adele trató de quedarse quieta en un lugar, sin molestar a nadie, sin llamar la atención. De a poco le fallaban las piernas y se le cerraban los ojos. Debía ser más de medio día ya cuando comenzó a sentir la inminente necesidad de echar aunque sea una siesta. Estaba adormilada y media tonta, hasta que escuchó un grito que la sacó de ese estado.
Abrió sus ojos de golpes solo para ver el revuelo que había en el barco.
—¡Hombre al agua! —exclamó uno de los miembros de la tripulación, desde lo alto del mástil.
Muchos corrieron a la esquina del barco y se apoyaron en el barandal para poder ver, entre ellos Adele. La otra mitad se quedó en el lugar, mirando a Shanks.
El joven pelirrojo se revolvió el cabello y dejó escapar un suspiro. Se volteó a ver a Benn y asintió su su cabeza. Todos menos la protagonista entendieron el mensaje.
A partir de ahí las cosas pasaron muy rápido.
Adele no entendió por qué toda la tripulación comenzaba a saltar al mar. Por el rabillo del ojo pudo ver a uno de los piratas lanzar dos escaleras. Seguía sin comprender muy bien. Las cosas solo se volvieron más confusas cuando escuchó a sus espaldas la orden de tirar el ancla.
¿Qué demonios estaba pasando?
Se separó ligeramente del barandal y pestañeó consecutivas veces. Ya no quedaba casi nadie en el barco y todos parecían disfrutar en el océano, se lanzaban agua, nadaban de espalda y hasta simulaban fuentes con su boca.
—¡Vamos, no te quedes detrás!
Adele sabía que hablaban con ella, incluso reconoció la voz de Shanks, pero cuando fue a voltearse para preguntar al respecto, no le dio tiempo. El capitán corrió hacia ella, la cargo debajo de su brazo, brinco hacia el barandal y sin darle mucho tiempo a la joven a negarse se tiró al agua.
La castaña salió a la superficie veloz, se abrazó a sí misma y fulminó con la mirada al pelirrojo.
—¿Está usted loco? —inquirió, frunciendo el ceño lo más que podía. Hacía mucho frío. Le lanzó un poco de agua con sus manos frustrada.
Shanks se recogió el pelo hacía atrás soltando amplias carcajadas. Mierda, se veía muy bien. Adele se sonrojó.
—Deberías aprovechar, ver y hacer todas las cosas que no podrás cuando regreses a tu aburrida vida —sugirió el varón, envuelto en risas.
—Mi vida no era aburrida —siseó ella, alzando el mentón orgullosa.
Shanks solo dibujó una sonrisa de medio lado, se dio la vuelta y comenzó a nadar hacia su tripulación, bueno, hacia donde estaban algunos de ellos.
Adele se quedó allí, casi congelada. Ella no podía creer que hubiera tanto frío en el agua cuando afuera hacia una temperatura súper agradable. Se encogió de hombros y se concentró en nadar. No supo cuántos minutos con exactitud consumió observando a Shanks. Estaba ofendida, decir eso de su agradable y tranquila vida.
¿Que él parecía divertirse? Sí ¿Qué tenía la mayor sonrisa que haya visto? También ¿Qué estando donde él parecía haber mucha algarabía? Quizás.
—Señorita... —llamó alguien a sus espaldas.
Adele pegó un brinquito en el lugar y volvió a emplear los brazos para nadar. Afortunadamente natación estaba en el itirenario que debía estudiar para ser una buena dama.
—Oh, Yassop —saludó, esbozando una inmensa sonrisa. Comenzaba a acostumbrarse a la temperatura y ya no le costaba moverse tanto como antes.
—Veo que te adaptas bien —bromeó, mirándola. Lo sorprendía verla en el agua.
—Eso y que tiene usted un capitán muy atrevido —añadió la joven, poniendo los ojos en el cielo. Suspiró y trató de relajarse con la vista. Las nubes estaban preciosas, habían muchas formas distintas.
Estaba tranquila, hasta que sintió como alguien tocaba su hombro. Bajó sus orbes y se volteó solo para descubrir a Shanks nuevamente cerca de ella. La asustó esa sonrisa tan espectacular pero despreocupada que tenía. A la chica le parecía curioso que tuviera esos dientes perfectos cuando estaba acostumbrada a ver dentaduras de piratas todas destruídas.
—Adele, aguanta la respiración —ordenó el pelirrojo, sin cambiar su semblante.
La castaña apenas tuvo tiempo de procesar y hacer lo que se le había dicho. Afortunadamente tenía unos reflejos muy rápidos. Ni siquiera habían pasado unos segundos cuando el Akagami tomó su mano y la obligó a zambullirse.
Nadaron hasta las profundidades, pero para sorpresa de la joven, solo fueron unos metros. Se le salió el aire de la boca porque la abrió de la impresión, tuvo que llevar ambas manos para contener el poco que le quedaba. Sus ojos cobraron brillo cuando, gracias a la luz del sol que se filtraba en el agua, ella pudo distinguir una pequeña colonia de corales.
Los colores la maravillaron, rojos, violetas, marrones, combinados con los peces dorados que lo rodeaban. Las distintas estructuras también eran algo que se debía destacar, cada una parecía diferente a la atención, y para Adele, aún más fascinante.
La falta de oxígeno la llevó a tener que nadar nuevamente hacia la superficie, aunque, a diferencia de la primera vez, sacó su rostro del agua con una sonrisa. Sin preocuparse por la distancia, se acercó a Shanks—que la había seguido cuando subió— completamente emocionada, con una gran sonrisa, sus orbes dilatados y radiantes y las mejillas sonrojadas.
—¿Eso que fue? —cuestionó, ilusionada.
—Fueron solo unos corales —contestó el hombre, contagiado por el entusiasmo de la chica—. Hay un arrecife cerca, por eso los barcos piratas deben tener cuidado con esta zona.
—¿Qué tan cerca?
—Oye, ¿no estarás pensando en ir? —inquirió, inclinándose lo suficiente para tener su rostro a la altura de la dama.
—Fue usted quien me dijo que viera e hiciera todo lo que no podría cuando regrese a mi antigua vida —bramó Adele, encogiéndose de hombros, sonrojada, esta vez no por la emoción, mas bien por la vergüenza.
Shanks dejó escapar unas carcajadas de nuevo—. Así que lo admites. Bien.
Adele abrió los ojos esperanzada tras escuchar la última palabra.
—Yassop, tú vas conmigo —tajó el Akagami, mirando por encima del hombro de Adele a su compañero, quien había visto y escuchado todo en silencio. Lo mejor era tener un hombre extra por si ocurría algo.
El aludido llevó una mano a su frente en forma de saludo y sonrió. Acatando las órdenes de su capitán.
Así comenzaron los tres su viaje. Al pasar cerca de la tripulación, Shanks le informó a Benn que se quedaba al mando hasta que regresara, cómo era de esperarse no hubieron problemas ni quejas al respecto. Todos los despidieron y siguieron en lo suyo.
Estuvieron nadando lentamente alrededor de quince minutos. Sí que había sido una locura pasar a tan poca distancia por un arrecife de coral, pero la tripulación del pelirrojo confiaba mucho en su navegante y eran adictos a la adrenalina.
Luego de un rato al fin llegaron a su destino.
Adele dejó de lado toda la clase que la caracterizaba y se lanzó bajo el agua a nadar por los arrecifes como una niña pequeña. Solo había seis metros de distancia, por lo que aguantar la respiración no fue un problema.
Shanks y Yassop trataron de no perder de vista a la mocosa para evitar problemas e inconvenientes, aunque bueno, no había mucho que pudiera pasarle en un arrecife de coral. Ambos quedaron bastante impresionados al ver que todos los peces se le acercaban sin temor alguno, había hasta un pequeño banco rodeándola.
Adele pasaba más tiempo dentro del agua del agua que fuera, tomaba la respiración y volvía. No se cansaba de las vistas. Jamás había estado en un lugar más hermoso que ese. Lo mejor era que cada coral tenía su propia colonia, sus propios colores, sus propios peces. El mundo marino definitivamente era mucho más interesante que el terrestre.
La embriagó el ambiente. Cuando nadaba con la cabeza mirando la superficie podía atisbar las olas pintadas de blanco por los rayos del sol. Podía escuchar sonidos marinos. Ni siquiera le molestó su cabello rebelde que tendía a opacar su vista cuando se dejaba controlar por las aguas marinas.
Por un momento Shanks y Yassop se pusieron a hablar de la próxima parada del viaje. A ella no le importaba mucho porque no era algo en lo que podía influir, así que simplemente volvió a zambullirse. Algo llamó su atención esta vez.
Posado sobre uno de los corales, estático y elegante había un pez que parecía una piedra. Se hubiera podido mezclar con facilidad de no ser porque el color del coral era rojo. Adele nadó hacia él curiosa.
Al pez no parecía importarle la presencia de la joven, y eso la atrajo aún más. Estiró su mano con el dedo príncipe para poder tocarlo, pero en el momento de la verdad el animal se movió bruscamente hacia arriba. Adele reaccionó rápido e intentó apartar su mano y, a consecuencia, de algún modo una de las agujas —especificamente la más grande, colocada en la punta de la cabeza del pez— se le clavó en el dorso de la mano.
Adele quiso soltar un alarido por el inmenso dolor que le había provocado la picadura, no era comparable a nada de lo que hubiera sentido jamás. En consecuencia dejó escapar todo el aire, pero esta vez no pudo contenerlo, porque su cuerpo no le respondía y lentamente perdía la consciencia. Ella pensaba que se moría ahí mismo.
Lo último que recuerdo haber visto fue a Shanks nadando en su dirección.
El pelirrojo tomó a la joven con su único brazo y regresó a la superficie. La sacó y chasqueó la lengua. Yassop tomó a la chica de espaldas para poder mantenerla cara a cara con su capitán sin necesidad de este se lo pidiera. La mantuvo cerca de él mientras Shanks trataba de hacer que ella reaccionara.
—No me jodas... —susurró, moviendo el rostro de la chica con su única mano. Ella no abría los ojos y se le comenzaba a ver más pálida todavía. Pensó rápidamente y comenzó a buscar por su cuello, pecho, brazos y finalmente manos algo, una señal de lo que le hubiera pasado—. Aquí está.
Cantó victoria al encontrar la marca de un pinchazo en el dorso de su mano, de la cual comenzaba a desprenderse una cantidad horrible de sangre. Rápidamente se quitó la cinta roja que tenía alrededor de cintura y la amarró unos centímetros más arriba, haciendo un torniquete. Apretó el nudo usando sus dientes y su mano. Volvió a mirar la herida.
Finalmente se llevó la mano de la chica a la boca y comenzó a chupar la zona. Pasaban unos segundos y escupía. Repitió lo mismo durante dos largos minutos. Debía asegurarse de sacar el veneno si existía, el mar estaba lleno de criaturas pequeñas que podían matar a grandes hombres, solo por eso, y aunque no hubieran pruebas, no se podía arriesgar.
Terminó su tarea y volvió a mirar a la joven, completamente desmayada e indefensa. Ahora se la podía apreciar dando pequeños espasmos y quejándose entre sueños.
—Yassop, llévala con Edward —mandó, sacando el flequillo de la frente de Adele para poder tomarle la temperatura—. Trataré de regresar lo más pronto que pueda.
—¿Tú qué harás, capitán? —cuestionó el referido, luego de asentir.
—Tengo que encontrar el bicho que la picó o no sabremos cómo tratarla —respondió, tomando una gran calada de aire para lanzarse a lo profundo.
—Cuente conmigo, capitán —dijo Yassop, aún sabiendo que Shanks no lo estaba escuchando.
Tomó a Adele con todas sus fuerzas y nadó lo más veloz que le fue posible. Sólo hubiera sido muy fácil, pero la llevaba consigo inconsciente, eso lo retrasaba un poco más. Aún así, en menos de diez minutos ya había llegado dónde estaba toda la tripulación. Gritó impaciente por Edward quien respondió del mismo modo.
Ellos dos con la joven fueron los primeros en abordar al barco. Seguidos por todos los demás hombres.
Se encontraban en la cubierta, con la chica tendida en el suelo. Había un gran círculo alrededor, mas le daban su espacio al doctor para que hiciera su trabajo.
El joven examinó la herida y a la dama, completamente impactado. Le abrió los ojos para ver cómo tenía las pupilas, le tomó la temperatura, se fijó en su saturación, en la forma de la herida. Habían muchos posibles diagnósticos para lo que venía, y cada uno era peor que el anterior. No le quedó más remedio que comenzar a forzar la salida de sangre del piquete.
—¡Haz algo! —exclamó Yassop, secándose la frente. Ya no sabía si era sudor o agua. La chica le agradaba, pero la principal razón de su nerviosismo era que Shanks lo mataba si le pasaba algo.
—¡No puedo! —gritó de vuelta Edward, haciendo todavía más presión para que sangrara. Tenía las dos manos llenas del fluido corporal de Adele y parte de la cubierta que rodeaba la mano de la joven también—. ¡No hasta que sepa qué demonios fue!
—Fue un pez piedra —irrumpió el capitán, asomando su cabeza. Estaba terminando de subir las escaleras.
—¿¡Qué demonios hace un pez piedra
aquí!? —inquirió incrédulo el médico.
Los peces piedra pertenecían a la región de Australia. Existían pocos en otras partes del mundo, pero eran excasos y raros, principalmente por las condiciones ambientales que debían tener las aguas dónde vivían.
—No lo sé ni me interesa —contestó el pelirrojo acercándose a la escena. Para variar estaba completa y absolutamente serio, como a Adele le hubiera gustado verlo de estar consciente—. Llévala a mi habitación y dale tratamiento.
—¡Entendido! —dijeron todos a la vez.
Así fue como, ese día, la protagonista fue llevada por Benn al camarote de Shanks, fue tratada por envenenamiento con toda la dulzura del mundo por Edward y, a pesar de ser en adversas condiciones, al fin durmió.
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