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Capítulo 3

Estábamos los tres, de nuevo, cómo una familia. Mamá, papá y yo.
Eramos felices.

Pero un día pasó, terriblemente.

Papá había llegado del trabajo con un peculiar olor a licor en sus prendas. Tenía el ceño fruncido y mucha ira en sus ojos.
Mamá lo atendía cómo todos los días solía hacerlo. Le sirvió la cena, tal cual a él le agradaba.
Aunque él la tomó del brazo, la halo muy fuerte, tanto que hizo soltar a mamá un grito de dolor. Tiró las tazas con café y los platos con comida.
Yo los veía por las rendijas de las escaleras.
Mamá se cayó cuando papá la azotó en la vitrina. Los cristales resumbaron pero no se quebraron.

Él trato de abusar de ella, golpeándola sin piedad.
Pensó que podía ganarle. Fue demasiado fácil para él.
Pero ella lo pateó. Cayó en una de las sillas del comedor, eso le dio tiempo de ir a gatas hacia la caja de madera detrás de la mesita en la sala.
Se levantó rápidamente para atacarla.
Y pasó.

Ella le disparó.

***

—¡No!— me levante de golpe de la cama. Un sudor frío recorrió mi espalda y frente. Revise el reloj, eran las 5:37 p.m.

Comencé a respirar muy rápido mientras pasaba mis manos por mi cara. Todo había sido solamente un sueño, debí haberme quedado dormido cuando hacía la tarea de calculo. Las libretas estaban esparcidas por la sobre cama y afuera ya comenzaba a nublar.

Bosteze entrecerrando los ojos, alborote mi cabello antes de levantarme. Deje todo cómo estaba y baje las escaleras hacia la cocina.

—Evan — mamá me saludo levantando la mano. Al parecer ya había llegado del trabajo y se encontraba en la sala viendo una de esas películas de misterio.

—Hey — hice un ademán con mi barbilla.

Fui directo al refrigerador para buscar algo de agua helada. Tomé un vaso de la vitrina y me serví con la jarra en mano.

—¿Te encuentras bien?— la voz de mamá sonó, haciendo que diera sorbos mas grandes a mi bebida para responderle.

—Si, claro — deje el vaso en la mesa, guardando lo demás en su lugar. —Solo un mal sueño.

Ella pareció entender y se recostó en el sillón.

—Voy a salir un rato — avisé colocandome un gorro gris que se encontraba en una silla del comedor.

—Vuelve antes de la cena.

Fue lo ultimo que escuche antes de salir.
El cielo estaba cubierto de nubes oscuras, lo normal por éstas fechas.

Guarde mis manos dentro de mis bolsillos, mientras caminaba por la calle sin dirección alguna. Veía al frente y muchas personas pasaban, riendo y bromeando. Al parecer por aquí la gente es muy optimista.
Fue algo que pase de largo, total, no me servía de nada sí lo fuesen o no.

Caminé por un largo rato por entre las calle para llegar a un parque algo abandonado, por lo visto.
Localice con la vista una banca sola que estaba en medio de dos arboles muy altos y con hojas marrones y amarillentas.
Me senté en ella y bufé cansado. Miraba al piso cómo sí éste me pudiera hablar. Realmente odiaba tener pesadillas, siempre me hacían sentir mal y se repetían.

Negué con la cabeza esbozando una sonrisa en mi rostro. Voltee a todos lados y solo unas cuantas personas pasaban, me encogí de hombros antes de sacar un cigarrillo de mi pantalón.

No era algo que me agradara pero me ayudaba a pensar.

—Hola Evan.

Escuche que alguien mencionaba mi nombre, así que voltee con una ceja en alto hacia la derecha.
Vi a una muchacha delgada vestida con ropa deportiva y con una gran sonrisa en su rostro.
Era Lena.

Agache la mirada alejando el cigarrillo de mi boca. —Hola.

—¿Qué haces por aquí?— se acerco para sentarse a lado mío.

—Solo vine a despejar mi mente...— alce lo que tenia en mano y ella comprendió.

—Eso no te ayudara en nada.— protestó.

—Lo sé, pero paso de nuevo.— le di una ultima calada para después dejarlo caer y apagarlo con el pie.

—Tú no tuviste la culpa.— poso su mano en mi hombro.

—Pero no importa — ladee mi cabeza haciendo que ella retirara su mano. —Han pasado mejores cosas hoy.

—No me digas qué tú... — me miró abriendo mas los ojos.

—Si.— dije orgulloso.

—Eres un caso sin remedio.— rodeo los ojos.

DÍA No.2

—Hey, Evan.— sentí como alguien  me dio una palmada en la espalda.

—Hola De...— frunci el ceño tratando de recordar su nombre, era malo para eso.

—Dereck.— pareció notarlo, ya que enseguida me respondió con una sonrisa.

—Si, Dereck. Hola.— me tallé los ojos cómo sí de un gato se tratase.

—Pareces cansado.— nos dirigimos a su casillero.

—No he desayunado, eso es todo.— comenzó a sacar y a meter libretas y libros.

—Te ofrecería algo, pero no te gustan los dulces.— dijo, alargando el "no" en la frase.

Solté una risa pequeña mientras asentía con la cabeza. Él soltó un suspiro de negación.

Ya después de terminar con sus libretas fuimos a mi casillero, al parecer tenia nuevas notas colocadas en la mini puerta. Las volví a tomar pero Dereck las arrebato de mis manos.

—¡Wow! Creo que te odian.— bromeo con los papeles.

—Creo que me importa poco.— guarde mis libretas, era obvio que aun no tuviese los libros, así que tarde menos en colocarlos en mi mochila.

Le pedí los papeles a Dereck, pero éste los tiro a la basura. Me dedico una sonrisa y yo se la devolví.

Nos pasamos por el pasillo hasta el patio trasero del colegio y fuimos directo a las gradas ya que faltaba media hora para las clases.

Solté la mochila a lado mío. —Que fastidio.— dije sacudiendo mis jeans.

—¿Qué?— preguntó ingenuo.

—Esto, el colegio.— bosteze.

—Ah, pero eso no pensabas ayer, ¿verdad?

Ese comentario me dio gracia, hizo que me recordara al salón de cocina y a ese horno.
No pude oculta mi risa aunque la tape con mi mano.

—Fue tu culpa.— me Escudé.

—Me debiste decir sobre tu manía. — se cruzo de brazos con un gesto de puchero.

—Si, debí hacerlo.— me estire un poco.

Luego un suéter cayo en mi cabeza, lo retire y note la risa de parte de Dereck. —Es cosa seria Evan, no te rías.

—¡Pero sí el que se ríe eres tú! — le devolví el suéter.

Se la paso hablando acerca de lo que había hecho el día anterior después de clases, me comento sobre su gato Sam y también de lo pronto que estaba su cumpleaños.
Yo le preguntaba mas sobre aquello con tal de que él no me pidiera hablar de mí.
Y así siguió, por lo menos hasta que toco la campana de clases.

Me levante del asiento para emprender mi camino.

—Evan.

—¿Eh, si?— pregunte sin verle.

—No te librarás tan fácil — me revolvió el cabello. —Me contaras de ti en el descanso.

Oh, oh.

—Claro, pero vamos de una vez a clases.— asintió y comenzó a caminar junto a mí.

***

—Hola alumnos, hoy veremos la asignatura de literatura.

El profesor se presento ante todos con un tono alegre en su voz.
Todos los alumnos respondieron con un "Buenos días" bien coordinado.

—En ésta clase, usted va a poder liberar el escritor que lleva dentro, va a dar a conocer sus mas intimas emociones y sentimientos.— comenzó a escribir en la pizarra mientras hablaba.

Algunos apuntaban lo escrito frente a ellos y unos mas solo tomaban fotos. Yo sólo tenía mis audífonos colocados en un volumen no tan alto para así notar sí alguien me hablaba.

—Diré el nombre de alguien de la lista y tendrán que decirme una emoción o sentimiento y el por qué.

Rebusco entre los papeles mirando a cada nombre, eligiendo al azar.

—Miranda.

Una chica pelirroja se levantó del pupitre y procedió a hablar.

—Amor, el amor es lo que nos hace felices y nos mantiene en armonía.

Se volvió a su asiento mientras el profesor nombraba a otro.

—Nicholas.

Esta vez, el chico de lentes no se levanto y decidió dar su palabra así.

—Duda, la duda nos mantiene en misterio y nos hace pensar en qué sí lo que creemos es verdad o no.

El profesor asintió y volvió a su lista.

Baje la mirada tratando de terminar mi dibujo, pero una voz me saco de mis casillas.

—Evan.

No puede ser, pensé. Me levante muy a fuerzas y vi a los ojos al profesor.

—Dolor.

No dije nada mas, haciendo que una pregunta de parte de él viniera.

—¿Por qué?

Sonreí irónico.—Por qué es lo único que sientes después de todo, después del amor, después de la duda, al terminar o descubrir algo, el dolor te acompaña a cada paso que des, nada ni nadie lo puede pasar de largo, aun sea la persona mas feliz, debió sufrir para ser así.

Todos voltearon a conmigo con cara de no entenderme, incluido el profesor que sólo agacho la vista.

Me senté de nuevo y dispuse de colocarme una vez mas mis audífonos.

—Bien chicos, ahora quiero que hagan una historia con una canción.

Fueron sus palabras antes de que todos emprendieran la tarea en eso, yo también empecé a hacerla, así podría perder tiempo durante la clase.

Aun faltaban veinte minutos para que terminara, y muchos ya había entregado sus trabajos, lo que hizo que nos apuraran a dejar en su escritorio nuestros escritos.

Fui adelante a entregarlo y el profesor alzó la ceja, yo me encogí de hombros y me retire a mi asiento.

***

Estaba en metido en el baño pensando en que hacer, me encontraba fastidiado por esas ridículas clases de Literatura y después Álgebra, ahora la que seguía era Cálculo y no recuerdo muy bien si la tarea que hice ayer era correcta.

Negué con la cabeza y me lave la cara con un poco de agua fría. Pero alguien entró soltando carcajadas a los cuatro vientos las cuales se detuvieron al verme. Oh no, era Demián otra vez.

—Mira, pero si es el tipo suicida.— levantó el mentón.

—¿Ahora qué ocupas, Demián?— respondí secandome la cara.

—Que bueno que lo preguntas — se acerco y me acorraló con sus brazos a lado de mi cabeza.—¿Crees qué lo de ayer pasara así sin más?

—Sigo sin saber que quieres...— trague saliva. Este tipo en serio que me hartaba.

Se río en mi cara, cómo si fuera su arlequín. —Lo sabrás en la salida.— me dio un golpe con su mano contra la pared.

Y opto por irse con esa pose de triunfador que no le quedaba nada bien.

Perfecto, ahora tenia un dolor de cabeza.
Me vi en el espejo un par de segundos para arreglar mi cabello y mi suéter.

Salí de ahí cómo si nada y camine hacia mi salón.
Ahora sólo debía pasar el rato en ésta clase y seguido sería descanso, o como ahora lo llamo "el interrogatorio".
Esperó que a Dereck se le olvide.

Entre al aula zigzagueante por los bancos hasta escoger uno al final, por lo visto la docente no habría llegado temprano y quedaban unos minutos libres.

Empecé a escuchar música y a recargar mi mentón en una de mis manos apoyada en la mesa frente al pupitre.

Apenas mitad del día y ya recibiste un golpe, debe ser un logro.— pensaba aun con los audífonos puestos.

Pasaron alrededor de cuatro canciones antes de que la maestra se dejase ver por la puerta.

—Buenos días — se sentó en el escritorio. —Antes que todo, quiero su tarea aquí mismo.— coloco su dedo índice en el mueble.

¡A reprobar se ha dicho!

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