Epílogo
Las despedidas nunca han sido buenas y aquí, un año después, me doy cuenta cuanto los extraño. Aquella tarde después de hablar con Beltrán, fui a casa y hablé con todos. Necesitaba que comprendieran que necesitaba tiempo para mi, para sanar, para ser mejor. Gracias al cielo, lo comprendieron y me apoyaron. Hablo todas las semanas con ellos y aunque no me preguntan, se que esperan mi regreso, sin embargo, las cosas han cambiado.
Cuando me fui, no sabía que hacer. Me sentía vacía, sin un propósito, sin un objetivo porque, lastimosamente, mi vida, mi propósito siempre fue Fuerzas Letales y después, acabar con Jorge, ambas cosas forman parte de mi pasado ahora, el presente fue incierto durante muchos meses, hasta que decidí que hacer.
Creé una agencia de seguridad como la de Andrés, fue como crear una sucursal, pero yo sería la dueña. La diferencia es que en la mía habían más mujeres que hombres. Quise ayudar a mujeres como mi cuñada, fue una ardua tarea, pero hoy las mujeres guardaespaldas son muy solicitadas.
A raíz de mi nueva vida, regresar aquel lugar no era opción, mi vida y todo lo que había construido estaba aquí, así que logré trasladar a mi familia cerca de mi, logré que mi cuñada entrenara junto con las demás mujeres y se volviera fuerte porque aunque estoy segura que algo como lo sucedido, no se repetirá, quiero que esté preparada para todo.
Beltrán, él comenzó a trabajar como entrenador en la agencia de Andrés, sin embargo, supe que hace dos meses aceptó un trabajo peligroso donde casi no vive para contarla. Ha sido un largo año y creo que ha llegado el momento de saber si lo nuestro sigue vivo o murió durante estos meses.
—Señora Angelique —me llama mi secretaria, sacandome de mis pensamientos.
—¿Qué te he dicho de ese señora, Amelia?
—Lo siento, no puedo evitarlo.
—Deberías hacerlo —ella asiente—, y bien? ¿Qué novedad tenemos para hoy?
—Ángel Beltrán está aquí. Me pidió que en cuanto llegara, se lo comunicara—me recuerda.
—Hiciste bien. Hazlo pasar—ordeno—, y que nadie entre a esta oficina. No importa el motivo, resuelvelo como puedas, pero mientras estemos aquí, que nadie nos moleste.
—Así será, seno...Angelique.
Decir que estoy nerviosa, es quedarme corta. Cuando me fui, abandonándolo, no fui consciente de lo que eso significaba. Ambos dijimos amarnos, pero la distancia hace que los sentimientos mueran y no se que tan fuerte haya sido la distancia para él. Sé que entendió mis motivos, pero eso no quita el hecho de que llevamos tiempo sin vernos y que quizás sus sentimientos han cambiado aunque ahora sea que yo me siento lista para amarlo como se merece.
—Buenas tardes. —Se congela al verme. Obvie el detalle de que firme la carta bajo otro nombre. No sé porque, pero quería justo esto, sorpresa, quiero ver su reacción real y no premeditada si sabia que quien llamaba, era yo.
—Bienvenido, Beltrán.
—¿Angelique? ¿Eres tú de verdad o te estoy imaginando?
—Ya no tendrás que imaginarme nunca más. —Prometo, mirándolo a los ojos. Él parpadea. Me levanto y con lentitud, me acerco a él. Sigue en un pequeño shock hasta que no aguanto más y lo beso.
A pesar de mis temores, me relajo cuando veo que me responde con mucho más ímpetu que en el pasado. Mis dudas se han disipado un poco y me concentro en disfrutar el hecho de tenerlo cerca, de sentir su cuerpo darle calor al mío.
—Dios, eres real. No sabes cuanto anhele este momento. No te irás de nuevo, ¿cierto?
—No, ya me tomé el tiempo que necesitaba y ahora solo quiero vivir a tu lado como tanto quisiste.
—Quiero que tu también lo desees —aclara.
—Lo hago, no hay nada que quiera más que estar contigo.
—Dios Mio, ¿qué hiciste con la mujer fría que no expresaba nada?
—Me liberé, me di cuenta de que estuve errada al negar lo que sentía. Sé que tardé, pero ahora estoy aquí, ahora estamos aquí.
—¿Qué has hecho todo este tiempo?
—Pues como ves, soy la dueña de esta agencia.
—Felicitaciones, hermosa.
—Quiero que a partir de ahora, la dirijamos juntos.
—¿Hablas en serio?
—Siempre mi ángel..
Cuando estamos a punto de besarnos, el pitillo de las alarmas de la oficina se ponen en marcha. Ambos nos miramos y salimos corriendo de la oficina sin saber que está sucediendo. Sea lo que sea, debemos salir de inmediato. Caminamos cubriéndonos la espalda el uno al otro. Me sorprende el hecho de que no haya ningún empleado correteando a la salida de emergencia que se encuentra en el primer piso.
Esto es malo, algo me dice que las cosas están mal y se pondrán peor. Llegamos al primer piso, y sin esperarmelo, todas las salidas, ya sea puertas, ventanas y la salida de emergencia, se trancan impidiéndonos salir.
—¡Maldita sea!
Al decirlo, algo llama mi atención, justo en el recibidor, hay una Laptop abierta con un vídeo. Cuando veo quien es, cierro los ojos de frustración, nunca debí confiar en que se conformaría. Vino también por mí.
—Mi adorada Angelique, lamento volver a verte en estas circunstancias, pero sabía que así sería el final de esta historia. Ese maldito trato nunca sería como tu quisiste. A mi nadie me dice que hacer y vive para contarlo. Aquel día, cuando acabé con tu padre, te dijo una gran verdad que no quisiste creer: yo llegaría a ti. Fuera como fuera, llegaría a ti para hacerte pagar todos tus errores. Decidiste jugar con el peor de tus todos, y ahora, vas a terminar como tu padre. No te preocupes por tus empleados, fui bueno y me encargué de que estuvieras completamente sola. Beltrán, que pena. Estas en el lugar equivocado, a la hora equivocada y tendrás su mismo final. Nos vemos en el infierno, preciosura.
—Beltrán, perdoname. Nunca quise esto. No lo previne y ahora estas condenado como yo. —Me maldigo una y mil veces por no acabar con él cuando debí hacerlo.
—No —levanta mi mirada—, tienes prohibido rendirte. Busquemos esa puta bomba, desactivemosla, y salgamos de aquí para ser felices.
Después de cinco minutos aproximadamente, logramos dar con la maldita bomba y para nuestra mala suerte, explotaría en un minuto. Enseguida Beltrán se pone en función de intentar desactivarla, pero no lo logra.
—¡Maldita sea, Steven! ¡En otra maldita vida acabaré con tu miserable existencia!
—Esto no debió ser así, no mereces morir por mi culpa. Nadie más merece morir por mi culpa —pronuncio cuando quedan 10 segundos antes de la explosión.
—No hay mejor forma de morir que a tu lado.
Nos movemos para un lugar apartado, ya que no sabemos el alcance de la bomba. Lo miro a los ojos cuando una lágrima de rabia, impotencia y de dolor, rueda por mi mejilla. Junto mis labios con los suyos y siento la explosión.
Hay gran cantidad de humo. No logro ver nada. Mi pierna me duele, al mirar a mi lado, veo que mi mano y la de Beltrán están entrelazadas. Está despierto, pero al borde de la inconsciencia como yo. Vuelvo a verlo, para decirle como puedo que lo amo, y sin más fuerzas, me dejo ir por la oscuridad.
Hemos llegado al final. Este final deja muchas puertas abiertas a una continuación o a varios extras. Si los quieren, hay que ganarlo.
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