Narra Angelique.

Lo odio, lo odio con todas las fuerzas de mi alma y todo mi cuerpo. Nunca creí que podría albergar tantos sentimientos negativos hacia una persona como por él. Y más, viendo como el hecho de que lo hemos agarrado no le importa. Se encuentra tan neutral, tan relajado como si tuviera todo bajo control y eso me saca de mis casillas porque no puedo creer que nuevamente este un paso por delante de nosotros cuando debería ser al revés al ser el nuestro prisionero, pero como el Halcón Negro nunca se sabe. No es bueno subestimar al enemigo y menos a uno de la calibre de este que tengo en frente.

Observo como Beltrán y el resto de los hombres que nos acompañan lo observan igual que yo. Su pose de gran jefe no la pierde, no sé qué diablos pasa con este hombre, pero no seguiré perdiendo el tiempo. Es momento de que nos lleve a la bóveda y podamos encontrar todo lo que estamos buscando para acabar con todo esto de una vez por todas.

Logramos salir del edificio sin problema, por lo menos, esto nos salió bien y logramos cubrir todos los frentes que se pudieron haber presentado. Hacen el recorrido al cuartel hacia el cuartel y seguidamente hacia donde se encuentra ubicado la bóveda para finalmente cumplir el objetivo final de todo esto, pero al llegar allí, Jorge no se mueve.

—No estamos aquí para que te quedes parado como estatua, Jorge —siseo al ver su estúpido comportamiento.

—No podrán abrir la bóveda nunca, Angelique —afirma.

—Sabemos que tienes las claves. Todos estos sensores tienen tus huellas programadas. No soy estúpida.

—Nunca te he considerado estúpida. Solo que te saliste de tu camino al enamorarte.

—A lo que vinimos, Jorge.

—Te gustaría escuchar la tierna historia de cómo llegaron tus compañeros y tú a mí y por qué no podrás abrir la bóveda.

—No me interesa sabe algo que ya sé.

—Dudo que lo sepas todo, cariño. Los videos no muestran los por qué de las cosas. Estoy seguro que Beltrán si quiere saber por qué acabe con la miserable existencia de sus padres. — Beltrán se va a lanzar sobre él, pero uno de los hombres de Andrés lo detiene.

—No caigas en sus provocaciones, Beltrán. Quiere lastimarte. No se lo puedes permitir.

—Eso es algo que se me da de maravilla, Angelique. —Se burla en mi cara el muy maldito.

—Esa arrogancia te la voy a quitar cuando sepas cual será tu final.

—Para mí nunca habrá un final, Angelique. Muchos quisieron darme un final y no lograron, tú tampoco lo harás. Pero bueno, lo que quería contarles. Secuestrar a cada uno de ustedes fue sumamente divertido y más con los padres tan estúpidos que tenían, que no sabían lo que significaría endeudarse con el halcón negro.

Fue una lástima matar a tu madre, Beltrán. Era una mujer muy hermosa que siempre estuvo enamorada de tu padre. Si se hubiera quedado conmigo no hubiera tenido ese final y quizás tú hubieras crecido a su lado, pero su pésima elección, la llevó a la muerte así como el perdedor de tu padre que no sabía invertir el dinero y todo terminaba perdiéndolo. Con otros compañeros la historia se repetía y yo veía potencial en cada uno de ustedes porque ustedes no fueron los únicos que intentaron escapar, mas, fueron los que buscaron las vías más inteligentes para hacerlo, desde que los vi en acción supe que serían buenos. En el caso de las mujeres solas como tu madre Angelique, se trató de algo parecido a lo sucedido con la madre de Beltrán, solo que tu madre no tuvo el mismo final, a mí nadie me dice que no, y quien lo hace, lo paga con su vida o con castigos peores, el de tu madre fue ver cómo te arranqué de su lado frente a sus ojos sin que ella pudiera hacer nada para impedirlo.

—Eres un cerdo asqueroso. De seguro ni como hombre sirves. Por algo todas las mujeres huían de ti —Le doy donde más le duele y veo la rabia que sale por sus facciones.

—Y yo, estoy seguro que mi madre murió feliz de estar con el hombre que amaba en vez de vivir muerta en vida al lado de un animal como tú. ¿Qué mujer en su sano juicio quisiera involucrarse con una rata como tú? Ninguna por eso todas esas víctimas a las que destruiste, las bendigo desde aquí para que descanses en paz después de haberse librado de alguien tan despreciable como lo eres tú —continuó Beltrán.

—Dilo hasta creerlo, Ángel. Tu madre no está. Yo me la llevé. —Lo está provocando. Lo detengo cuando veo que va a golpearlo.

—Ya basta —chillo—. Estamos perdiendo el camino. Estamos aquí para abrir este lugar, no para dejar que nos manipule y nos hiera con sus palabras. Hagamos lo que vinimos hacer.

—¿Por qué no me crees cuando te digo que no podrás abrirla? No soy la única llave de este lugar. Si te has dado cuenta, hay más de un sensor que hay que desbloquear. —Dirijo mi mirada hacia donde señala con sus dos manos esposadas—. Hay un sensor ocular, dactilar, de reconocimiento fácil, de voz y para tu desgracia, no soy tan imbécil como para ser yo la clave de cada uno de ellos.

Soy demasiado inteligente como para que puedan destruirme Angelique. Siempre estoy un paso por delante de mis enemigos, eso lo sabes, has estado trabajando a mi lado durante toda la vida, conoces mis alcances y no entiendo cómo pudiste ser tan estúpida en pensar que solo secuestrándome a mí obtendrías los secretos que ocultan esta bóveda.

—Creo que me has subestimado demasiado, Jorge. Puede que sí haya sido estúpido de mi parte pensar que cada desbloqueo sería tuyo, pero de alguna manera has abierto esta bóveda tu solo. Sé que aquí tienes muestras para desbloquear las que tú no seas la clave porque sé que esa persona está bien oculta y me vas a decir dónde están esas muestras.

—Vaya, bien hecho. —Me felicita el muy arrogante.

—Dejemos de perder el tiempo y dígame lo que necesito.

—No pienso hacerlo.

—Hagámoslo a la manera que usted nos enseñó entonces. —Él arquea las cejas y yo sonrío, perversa.

Le hago seña a dos de los hombres de Andrés que nos acompaña para que tomen a Jorge y lo acerquen a cada uno de los sensores. El primero que se ve es el dactilar, sonrío cuando la luz verde me anuncia que es compatible, pasamos al siguiente que son el reconocimiento facial y de voz, el reconocimiento de voz, si es Jorge, pero el facial, no, gruño molesta. Finalmente, nos dirigimos al ocular y también falla. Me acerco a él más que furiosa por esto.

—Dime, ¿dónde está ella? ¿Dime dónde está tu hija? Sé que es ella a quien pusiste aquí. —Cuando lo suelto, no sé de qué forma ocurre que el sensor ocular atrapa mis ojos y la luz verde, nos sorprende a todos. Veo como abre los ojos y niega con su cabeza. Sin querer pensar lo que mi cabeza está imaginando, me muevo al reconocimiento facial y la luz verde se hace presente y la bóveda comienza abrirse.