Narra Angelique

He pasado los últimos cuatro días como si todavía estuviera encerrada en el Subterráneo, como alma en pena. Desde que hablé con Beltrán, mi hermano y mi cuñada se han encargado de estar conmigo, de preocuparse por mí y aunque lo agradezco en demasía, yo necesito, quiero, ansío estar sola. Aquí con mi familia debo tener un autocontrol que no deseo tener ahora.

Mi cuñada ha intentado sonsacarme la razón por la que Beltrán no está aquí conmigo. Sé que esto es obra de mi hermano, pero siempre he logrado esquivar sus preguntas para evitar que mi dolor oculto, salga por completo.
Finalmente el doctor llega y nos avisa que seré dada de alta en un par de horas. El papeleo es un proceso algo extenso, pero asegura que en lo que recojo mis cosas, estará listo.

—Al fin saldrás de aquí y podrás ir a casa para cuidarte mejor —pronuncia mi hermano—. Odio los hospitales.

—Lo sé, Adrián. Yo tampoco quiero estar aquí. No veo la hora de marcharme.

—Ni yo. Nuestra madre se alegrará de tenerte junto a ella. —No digo nada. No quiero sonar mal o hacerles sentir mal.
Como bien dijo el doctor, salimos en cuanto terminamos de recoger. El camino a la casa lo paso sumergida en mis pensamientos y sin darme cuenta, hemos llegado.

—Mi niña, hasta que por fin regresas a verme. —Quiero pensar que no es un reproche, pero siento que sí lo es.

—Lo siento, madre. He tenido asuntos de los que encargarme.

—Bueno, entremos. Te preparé una cena de bienvenida.

—Madre, solo me quedaré a la cena —anuncio para ella y para mi hermano.

—Pero —Levanto mi mano, pidiendo que no hable.

—Les agradezco sus atenciones, su apoyo, su amor, pero no estoy pasando por un buen momento —admito—. Si de verdad me quieren, comprenderán que necesito estar sola. Necesito un tiempo para mí para luego poder estar con ustedes y no comportarme de esta forma tan seca. No estoy bien y necesito sanar.

—Dejanos ayudarte a sanar. —Inquiere mi madre.

—Mamá —Tomo sus manos y le doy un beso—, por desgracia, no puedes hacerlo —confieso—. He tenido que lidiar con el dolor en el pasado y lo hice sola porque no tenía a nadie.

—Pero ahora estamos nosotros —refuta Adrián. Está molesto y eso me hace sentir peor.

—No sé hacerlo de otra manera. Cada cuál lidia con su dolor como mejor lo considera y yo, por unos días, necesito hacerlo sola. No me perderé, vendré todos los días a visitarlos. —Prometo.

—De acuerdo, mi niña —dice mi madre, dándome un beso en la frente.

Durante toda la cena, intento seguir la conversación y sobre todo, la mentira que Adrián le contó a mi madre sobre que estaba trabajando, la debo seguir para evitar que se altere. Ella ha mejorado mucho su salud, aunque todavía le queda tratamiento y decirle que fui secuestrada, no era una buena idea.

Aprovecho el postre, para tomar mi celular y buscar algún apartamento en alquiler puesto que no tengo un lugar donde dirigirme ya que vivía en cada fe Andrés, con Beltrán. Afortunadamente, hay un pequeño departamento no muy lejos de aquí, le mando un mensaje a la dueña y quedo con ella en una hora diciendo que me quedaré con el lugar que no tengo a donde ir, ella acepta.
Me despido de todos, repitiendo que vendré a verles pronto y finalizo con un abrazo a mi madre. Una vez salgo, ya el taxi que mandé a pedir está llegando, le doy la dirección y partimos hacia el departamento que será mi nuevo hogar.

Gracias al cielo, al infierno o yo que sé, la mujer me alquila el lugar por un buen precio y está tal cual en las fotos del anuncio. Pago dos meses por adelantado y una vez con las llaves en mis manos, decido salir hacer lo que nunca he hecho: compras como cualquier persona.

Mientras espero en la fila, Beltrán llega a mi mente de la nada. Han sido varios días donde no he querido saber de él, sin embargo, no puedo dejar de pensarlo a pesar de todo lo sucedido y no sé que hacer, que pensar, como reaccionar. No sé nada.

Cuando regreso al depa no hago nada de lo que pensaba hacer y me tiro a la cama sin hacer a llorar. Coloco una almohada en mi cara como hace dos años para acallar los gritos que se escapan de mi garganta. Una vez empiezo, no puedo parar.

Maldigo una y mil veces a Jorge. Él es el principal causante de todo lo que he podido sufrir en mis 25 años de vida. Cuando creía que lo más malo que me había hecho era haberme quitado a mi familia, descubro que mató al hombre que amaba y para darme la estocada final, me termina de rematar haciendo que sea Beltrán quien hiciera el trabajo.
También tengo que asumir mi parte de la culpa, jamás debí involucrarme con un chico tan bueno como él, la vida y Jorge me lo demostraron de la peor manera. Solo espero que haya sido suficiente, solo me queda mi familia, que aunque no se los demuestre, haría lo que sea por ellos.

Pienso en como fue difícil para mi abrir al amor que Beltrán me profesaba incluso antes de yo estar con Peter para que al final, terminemos de esta manera.

Sé perfectamente que no es su culpa, al menos no completamente. Apretó el gatillo sin elección, una orden es una orden, y si es del jefe debe ser cumplida sin objeciones de ninguna clase, sin embargo, no sé que hacer.

Por un lado, siento que sigo traicionandolo al no hacer pagar al culpable por su muerte, pero como puedo hacerlo pagar si el culpable es el hombre del que me enamoré, si es el hombre al que le abrí mi corazón después de él. Estoy hecha un lío grande.

Ahora, lo único que sé, es que no puedo dejarme caer. No puedo permitir que Jorge gane después de todo lo que me ha hecho a mi y al resto. Ha llegado el momento de empezar la fase final de esto y de que Jorge al fin caiga.