Capítulo 35: Rescate
Narra Ángel
Llevamos alrededor de dos horas esperando la señal de los compañeros que están allí dentro. Se encargarían que sacar a todos los que no tuvieran misión. George me dijo que Jorge sacó a Angelique del Subterráneo hace un rato y que en media hora estaría todo despejado para entrar.
Por el auricular, escucho cuando mi cuñado me informa que los últimos miembros han salido del cuartel, Jorge está prácticamente solo. Únicamente cuenta con los cinco cabrones que mandó a golpear a Algelique. Le haré pagar cada golpe y cada cosa que haya hecho con ella.
La señal que nos da bandera blanca para entrar es dada. Junto con dos hombres de Andrés, comienzo a moverme mientras dos grupos más con la misma cantidad de hombres, me cubren los frentes.
Cuando he llegado a la puerta, giro con cuidado y la puerta sede. Respiro aliviado al darme cuenta que todo está saliendo de acuerdo al plan. Entramos con cuidado y el camino está completamente despejado. Avanzamos con cuidado y cuando estamos a solo a unos pasos de llegar a la oficina, dos hombres salen de la oscuridad.
-¿A dónde creen que van? -dice la voz que reconozco como a Oscar.
-Ya no formas parte de Fuerzas Letales, Ángel -pronuncia esta vez Hector.
-No quiero hacerles daño. -Explico, queriendo que salgan de mi camino, aunque si no se apartan, pues me tocará apartarlos.
-¿Y si no? ¿Qué harás? -me reta Hector. Ubico mi arma detrás de mi espalda y me acerco a él. Nos miramos durante al menos medio minuto y cuando sonríe, se la borro de un puñetazo.
Uno de los hombres de Andrés evita que Oscar arremeta contra mí, dándole un golpe que lo deja fuera de combate. Cuando he logrado acabar con Hector, ,cuatro hombres le apuntan, los detengo, porque no los quiero muertos, sólo los quiero fuera de aquí para poder llegar a Angelique lo más pronto posible.
-Ahora mismo, van a salir por la puerta y alejarse de aquí. -Me acerco hacia ellos y busco sus celulares, los lanzo al suelo y se hace trizas la pantalla, para acabar de romperlo, lo piso-. Ahora, larguense -ordeno.
Ambos se levantan, mientras no dejan de apuntarles, no vaya a ser que se les ocurra alguna sorpresita, cuando han llegado a la puerta, Hector se gira y me sonríe con maldad.
-Llevas mucho tiempo fuera, Ángel. No sabes cuántas cosas han cambiado. Te dejo un regalito antes de irnos. -Vemos como tocan un botón, al lado de la puerta y salen con rapidez por la misma.
Cuando pienso que es una bomba, siento el olor de un gas y pido a todos que aguanten la respiración lo más que puedan y les ordeno salir, porque no podrán aguantar por mucho más tiempo. Les aviso que iré por Angelique y que preparen todo para la retirada en 10 minutos exactamente.
Tomo aire por algunos segundos, inhalando ese gas tan dañino. Es una maldita droga, se le conoce como el gas de la risa, solo tengo entre 3 y cinco minutos para que sus efectos se evidencien en mi, por tanto, debo moverme, porque con debilidad, fatiga y mareos, no podré ayudar a Angelique que debe estar mal.
Corro en dirección al despacho gracias a que conozco perfectamente bien la ubicación del mismo. No escucho voces y sin importar lo que me pueda encontrar, abro con bullicio la puerta. Alli, me encuentro a Jorge riendo y a Angelique, amarrada a una silla, con su piel que antes era luminosa, sucia y opaca, tiene signos de deshidratación y debilidad.
-Nunca encontrarán la bóveda y si lo hacen, jamás podrán abrirla -asegura Jorge, tras darse cuenta de que han activado la alarma del gas, se va.
Yo corro hacia Angelique quien no para de toser. Veo como intenta trancar su respiración, pero su debilidad le dificulta la tarea. En mi reloj, veo que he perdido casi dos minutos, en nada esta porquería estará por completo en mi sistema. Desatos a Angelique y la cargo. Ella es delgada, la cargaría sin problema si no fuera porque ya me estoy comenzando a sentir los efectos de esta droga.
Vuelvo a trancar la respiración y corro entre el humo, conociendo de memoria este piso del cuartel. No sé si han pasado dos o tres minutos, cuando ya mi cuerpo comienza a pesar de sobremanera, miro a Angelique para darme fuerzas para llegar al final.
Cuando llego a la puerta, caigo de rodillas y enseguida los hombres de Andrés, vienen ayudarnos.
Me paso todo el camino al hospital, tosiendo, ya el efecto del gas debe de estar saliendo de mi sistema. Solo puedo concentrarme en Angelique. No sé bien, pero por lo menos, no tiene signos de tortura, solo unos golpes.
Al momento de los médicos revisarla, me cuesta un poco despegarme de ella. No quiero estar separado de ella. Solo quiero abrazarla, besarla y pedirle perdón por lo sucedido antes de su secuestro. Solo quiero que esto acabe de una vez para poder vivir nuestra vida.
Durante dos días, Angelique duerme profundamente. Me he negado a irme hasta no verla despierta y sana. Toda la familia está aquí, a excepción de su madre que Adrián ha considerado no decirle por su estado de salud y he estado de acuerdo.
-Familiares de Angelique Torres -escuchamos la voz femenina de la doctora que atendió a Angelique cuando llegamos.
-Nosotros -respondo al tiempo que el resto se pone de pie.
-La señorita ha despertado. ¿Quién pasará a verla?
-Yo -digo con rapidez, sin importar que su hermano tenga más prioridad. Me disculpo con la mirada.
-Adelante entonces. Todavía necesita descansar. No la fatigue demasiado.
-Preciosa -digo entrando, acercándome a ella para darle un beso, pero ella voltea su cara, rechazándome-. ¿Qué sucede?
-Eres el asesino del hombre al que amaba -dice con la voz temblorosa -. Me vine a dar una segunda oportunidad con el hombre que jaló el gatillo para arrebatarme al amor de mi vida. -Ya a este punto no puede controlarse.
Las lágrimas empañan sus ojos y cuando no me he dado cuenta, yo también derramo lágrimas. Por dentro de mí maldigo de mil formas a Jorge. Sabrá Dios de que forma se lo habrá contado.
-Cariño, por favor, dejame explicarte -le pido, tomando sus manos entre las mías.
-Ahora no puedo, Beltrán-dice, alejando sus manos de las mías-. Necesito tiempo. Te pido por favor que respetes mi decisión. Quiero estar sola, quiero recuperarme, descansar y después, hablaremos.
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