Capítulo 29: Una verdad no esperada
—¿Qué pasa? —grita al ver cómo le interrumpen su desayuno.
—Su socio está aquí. Lleva casi una hora esperándole. No quisiera molestarle, pero dice que, si no sale, se marcha. Esta ofendido por la falta de compromiso y puntualidad.
Agradezco quien quiera que sea ese socio que nos interrumpió, pero gracias a eso me deja marchar sin tener que hacer nada para evitar lo que sucedería. No pensaba permitir que me follara, antes le doy otro golpe que lo deje más inconsciente que el alcohol que se bebió ayer.
Salgo de allí, y el empleado que vino avisarle, me mira con asombro, supongo que pensó que hoy en la mañana recogería mi cuerpo después de que Steven hiciera lo que le diera la gana conmigo y al final, fui yo quien terminó haciendo con él lo que me dio la gana, el mando fue mío, no de él.
Con una sonrisa triunfal, por lo productiva que ha sido la noche, me apresuro, de forma disimulada, a subir a mi habitación, me urge revisar esos papeles, pero creo que ahora no es el mejor momento, debo esperar a la noche a que todo en la casa, este en calma.
Una vez en mi habitación, entro a la ducha, me urge quitarme el olor que Steven dejó impregnado en mí, aunque no me haya tocado lo suficiente, esta mañana si toco casi a su antojo y no lo soporto. Una vez he acabado, me visto y salgo a la habitación de Lidia.
Escogió el peor día del mundo para intentar huir, parece que hizo caso omiso a todos mis consejos, para ser la esposa de un mafioso, es bastante tonta. Ahora más que nunca debo hacerla entender que debe de dejar de cometer estupideces, por su culpa y también por la mía, Alfonso, que era un buen hombre, que no tenía nada que ver, terminó muerto. Puede que a Steven lo que le haya molestado, es que por estar en un motel supuestamente, yo no estuviera en mi puesto para evitar incluso que Lidia saliera del cuarto, porque a menos que sea conmigo, no lo tiene permitido bajo ningún concepto.
Al abrir la habitación, decir que está golpeada se queda corta, está prácticamente desfigurada de la gran paliza que le debe de haber propinado Steven. No me gusta verla así y menos saber que será mi cuñada. Niego con mi cabeza porque esto es su culpa y de nadie más.
—Si me vs a regañar, ahórrate el sermón —anticipa antes de que diga algo. Vuelvo negar y la miro molesta.
—Solo te voy a decir que, gracias a tu estupidez, un inocente ha muerto —confieso y noto como su rostro de mil colores, se desencaja aún más. De alguna forma necesito que entienda que intentar escapadas que fracasarán no conseguirá nada más que acabar en las mismas condiciones que está ahora.
—¿De quién estás hablando? —interroga y niego.
—Eso es lo de menos, Lidia. Ni siquiera lo conoces, a donde quiero llegar con decirte esto es que pares de una vez. Deja de cometer estupideces que no hacen más que dejarte así como estás. ¿Cuántas veces has intentado escapar sin éxito? ¿Cuántas veces has terminado así de golpeada? —Ella baja la mirada, avergonzada y ese no es mi objetivo. Me siento frente a ella en la cama y levanto su cabeza—. No quiero que te avergüences, quiero que aprendas, que seas inteligente. Ahora más que nunca quiero librarte de esto, cuñada —destaco la última palabra, ella parpadea, quedándose pasmada por un tiempo.
—¿Eres hermana de Adrián? —susurra bajito y asiento despacio —Por Dios, no lo puedo creer. Sácame de aquí, te lo suplico.
—Eso es lo que he querido hacer desde que llegué, Lidia. Te dije que no soy de las malas, pero no aprendiste nada. Si sigues actuando así, la siguiente en acabar muerta por tu causa soy yo y mi hermano, que me encontró recién hoy, no te lo perdonará —Sé que es muy bajo todo lo que le digo, pero necesito que se controle. Quiero ayudarla, pero haciendo lo que hace, nos perjudica a ambas porque mi trabajo es cuidarla y ayer fue Alfonso, pero si lo intenta de nuevo, esta vez Steven no me perdonará la vida.
—Seguiré tus indicaciones —dice con pesar, supongo que le di en el punto al hablarle de la muerte de Alfonso.
—Pronto seremos libres. Pronto todo acabará —prometo siendo consciente de que tengo los documentos en mi poder.
—Hablas con mucha seguridad —afirma.
—La puedo tener —acoto —. Solo te pido que no hagas nada para llamar la atención y que te comportes como lo que eres —le digo y ella me mira.
—¿A qué te refieres? —inquiere.
—A todo, Lidia. Si tu marido viene, te comportas —Noto como su respiración se corta —. Espero que no tengas que llegar a eso.
—No podré hacerlo —asegura.
—Sí podrás —afirmo —. Sé que es difícil, pero si podrás. Cuando tengas que hacerlo piensa en lo que obtendrás.
—De acuerdo —pronuncia, sin estar del todo convencida.
Salgo de su cuarto, bien entrada la noche, después de hablar un poco de su relación con mi hermano. Cené con ella en su cuarto, quiero evitar a toda costa encontrarme con Steven, espero que ese socio lo haya mantenido ocupado durante todo el día porque si me busca, se va armar un desmadre aquí porque no permitiré que me ponga una mano encima.
Una vez me aseguro que la puerta del cuarto está bien cerrada, luego de haberme duchado, decido revisar los documentos de una buena vez. Comienzo por los documentos de Steven, los cuales son bastantes comprometedores, algunos son estados de cuenta de empresas que imagino sean fantasmas o quizás son reales, de fachada, para lavar el dinero sucio que obtiene con sus negocios ilegales. Los documentos, para quien entiende algo, notará las cifras infladas, son casi imperceptibles, pero yo en algunas partes, logro identificarlas.
Los otros dos documentos son empresas, donde figura que él es el dueño, pero es otro quien da la cara, por supuesto, se embarra el otro diablo hasta el cuello y a él nadie puede relacionarlo a la empresa porque el documento que lo dice, lo tenía en su poder, ahora es mío. En estos momentos me siento una diosa, tengo a este cabrón en mis manos.
Voy al documento importante, en cuanto visualizo el logo de la organización, comienzo a leer el documento, donde la organización aseguraba que le devolvería la información en el tiempo estimado y de fallar, el pago debíamos realizarlo nosotros. Lo más gracioso de esto, es que mi nombre figura en el contrato sin mi autorización. Jorge es un maldito. Cuando voy abajo, para ver las firmas, me quedó sorprendida al ver como Jorge ha firmado. Es más inteligente de lo que pensé.
Jorge no es nada más y nada menos, que el Halcón Negro, el hombre que busca apoderarse de la mafia que Steven domina.
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