Capítulo 28: Obteniendo lo que busco
Lo primero que viene a mi mente es Ángel. Tal y como cuando llegué y pareció reconocerme, decido hablarle porque sé que debe estar volviéndose loco. Menos mal que allá está Andrés para controlarlo y evitar que cometa una locura que nos cueste la misión. Sé que todo le vale verga cuando se trata de mí y no puede echar a perder estas dos semanas, así como la muerte de Alfonso, no puede ser en vano, hay mucho en juego.
—Estoy bien, Ángel —susurro bajito, aprovechando que Steven está distraído tocando desde mi cuello hasta el inicio del escote tal y como Beltrán lo hizo en cuanto llegué. Con él se sintió tan bien, tan diferente al toque de Steven, que solo quiero noquearlo—. Lo tengo controlado. Está borracho, no me tocará.
Más tranquila, después de haberle hablado a Beltrán, espero que no cometa una locura para yo poder hacer lo que tengo en mente. Esta es mi oportunidad, quizás la única que logre tener. No sé porque razón se emborrachó, lo que sé es que esto es justo lo que necesitaba.
Veo como se aleja de mí y me observa. Camina hacia atrás sin fijarse, como quien conoce bien la estancia y se sienta en el sofá, como el típico macho alfa, con las piernas abiertas y el notable bulto que guarda sus pantalones. Quizás en otra época, hubiera disfrutado de esto, pero no...
Sus ojos están muy dilatados, negros como la noche, negros como su alma y quizás como la mía también. Decido comenzar este juego, siendo algo que ellos disfrutan, una sensual bailarina. Los hombres son muy visuales y lo usaré como distracción.
Me giro, colocando mis manos sobre la mesa, como él mismo me había puesto y comienzo a mover mis caderas de forma lenta. Con una mano, toco mi cuerpo en zonas estratégicas, como mis piernas, mis glúteos. Me doy una nalgada y finjo gemir. Veo como pasa saliva por sus labios secos. Le gusta lo que hago y yo me siento una diosa viendo que lo tengo como quiero.
Noto que, a pesar de su notable excitación, sus ojos están adormecidos por causa del alcohol. Eso es bueno, ya quiero acabar con esto y eso es precisamente lo que voy hacer. Camino con sensualidad, tocándome y cuando estoy frente a él, subo una pierna a la altura de su cara y él me toca por encima del pantalón.
Comienzo a desabotonar la blusa que uso, dejando a la vista mi sostén negro, el que Beltrán disfrutó quitar. Me siento a horcajadas sobre él, moviendo mis caderas sobre su erección y veo que aprieta fuertemente las manos. En cualquier momento dejaré de tener el mando.
Veo a mi lado, una lámpara de noche en la mesita y para que no me vea, comienzo a besar su cuello, tomo la lámpara y la estampó en su cabeza, sin ser ruidosa, pero con un golpe certero que no lo mate, simplemente que lo duerma para lo que necesito.
Me levanto de encima de la gran erección que le provoqué y veo que duerme profundamente. Es posible que no despierte hasta mañana y es justo lo que necesito. Tomo el collar que no se quita con suavidad y cuando tengo la llave en mis manos, siento que todo está saliendo bien.
Me muevo por el despacho, buscando la dichosa caja de seguridad hasta que doy con ella. Estaba camuflajeada en el estante de los libros, que poco original. Eso se ha visto en muchas películas. Abro la caja con la llave y me encuentro con muchas carpetas.
Reviso con rapidez los papeles y cuando veo el que tiene el logo de la organización, sé que lo he encontrado, junto a ese, tomo otros que quizás puedan ser útiles en otro momento. Dejo todo organizado tal y como estaba antes de abrirlo.
Abro la puerta del despacho con cuidado y cuando compruebo que no hay nadie, salgo a mi habitación para guardar bien los documentos. Sonrío ante la inminente victoria. Dejo todo allí y regreso al despacho, cuidando que nadie me vea.
Una vez allí, me quedo en ropa interior y con un poco de trabajo, porque pesa una tonelada dormido tan profundamente, logro quitar su pantalón y su camisa dejándolo solo en bóxer. Lo acomodo en el gran sofá donde cabemos perfectamente, me acuesto a su lado, abrazándolo y antes de dormirme, pido perdón a Ángel porque, aunque no me acosté con él, tuve que dejar que me tocara un poco y aquí no se trataba de querer o no hacerlo, se trataba de que debía hacerlo porque gracias a eso, conseguí lo que necesitamos. Con ese pensamiento en la cabeza, me duermo esperando que mañana no recuerde nada de lo sucedido.
Despierto porque Steven grita que despierte. Finjo somnolencia, pero la verdad desperté hace horas, queriendo que él despertara para marcharme de aquí a mi cuarto. Por lo que veo sigue de mal humor.
—¿Qué diantres sucedió? —Al parecer, no se acuerda de nada.
—Hemos pasado la noche juntos —digo con una sonrisa sensual, acercándome a él para darle un pico, pero me rechaza, alejándome de él para mirarme a la cara y encontrar. Un rastro de que miento que no encontrará.
—Sabía que acabarías en mi cama —dice orgulloso. Pobre imbécil. Quisiera carcajearme ahora, pero no es el momento, ya podré hacerlo.
—Claro, señor.
—Ahora ven aquí. Quiero degustar este manjar de nuevo para comenzar mucho mejor el día. —¡Maldición! Esto si no lo esperaba, no puedo permitir que suceda.
—Creo que podríamos dejarlo para la noche. Usted debe tener muchos asuntos importantes que atender —murmuro, melosa. El muy cabrón me está tocando el culo, las piernas, las tetas, todo lo que le da la gana y yo debo fingir como si nada. Se supone que tocó más que eso, ayer.
—El momento de follar no lo decides tú, si no yo, y ahora, quiero volver a follarte.
—¡Señor! —grita alguien tras la puerta, deteniéndole. Deja de besar mi cuello y siento que logro respirar.
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